Él actúa

martes, 19 de octubre de 2021
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19/10/2021 – Pero está claro que al llamarle “Espíritu” (soplo, viento, impulso) la Palabra de Dios quiere detenerse sobre todo en su acción. Lo muestra actuando y nos invita a dejarnos inundar, transformar y movilizar por él en Cristo y hacia el Padre. Por lo tanto, lo alabaremos especialmente por su acción en nosotros y en el mundo. Él enseña y recuerda las palabras de Cristo (Jn 14, 26), nos mueve a alabarlo (1 Cor 12, 3) y nos “guía dentro de la verdad completa” (Jn 16, 13). Impulsa a los profetas a hablar (2 Pe 1, 21), enseña a los discípulos lo que deben decir para defenderse (Lc 12, 12), llena a la Iglesia de dones y carismas (1 Cor 12, 4.7) y la moviliza como un potente viento para que salga del encierro y vaya a regalar el anuncio misionero (Hch 2, 1-11).

Cuando los discípulos lo invocaron “quedaron llenos del Espíritu Santo y anunciaban decididamente la Palabra de Dios” (Hch 4, 31). Sostuvo a Esteban en el martirio y le hizo ver la gloria de Dios” (Hch 7, 55), arrebataba a Felipe y lo llevaba a los lugares donde debía anunciar la Palabra (Hch 8, 39-40), devolvía la vista y fortalecía a Saulo (Hch 9, 17-18), asistía a la Iglesia y la hacía crecer (Hch 9, 31), hablaba a Pedro y lo guiaba en su misión (Hch 10, 19-20), descendía sobre los que escuchaban el anuncio de los apóstoles (Hch 11, 15).  Al mismo Cristo, en su humanidad, el Espíritu Santo lo conducía (Lc 4, 1), lo ungía y lo llenaba de poder (Hch 10, 38).

Decía san Ireneo que el Espíritu Santo es enviado al mundo para aquellos que están dispuestos a “ser vivificados y animados y calentados por él”.  Adoremos al Espíritu como fuego que nos calienta el corazón y nos transforma.  En la Secuencia que reza la Iglesia el día de Pentecostés se le dice “Padre de los pobres, Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma, suave alivio de los hombres, descanso en el trabajo, templanza de la pasiones, alegría en nuestro llanto”.

Y se reconoce: “Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente”. En el antiguo himno Veni Creator, se le llama “don de Dios Altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción. Dedo de la derecha del Padre, fiel promesa del Padre, nuestro director y nuestro guía, Espíritu Consolador”. Es bello reconocer su acción en el pueblo de Dios, realizando una obra preciosa también en las personas más sencillas, en la fe de los pobres. Dice el Papa Francisco que “el Espíritu Santo derrama santidad por todas partes en el pueblo fiel de Dios. Dios quiso entrar en una dinámica popular, en la dinámica de un pueblo”.

Por eso, no limitemos la acción del Espíritu Santo, no pensemos que obra sólo en unos pocos elegidos, o en seres muy especiales. Afinemos la mirada y reconozcamos miles de gestos, palabras, acciones que brotan de su impulso y llenan todo el mundo. Y alabémoslo por esa acción constante y preciosa. También dice el Papa Francisco que “cada santo es un mensaje que el Espíritu Santo toma de la riqueza de Jesucristo y regala a su pueblo”.  Alabemos al Espíritu Santo por cada uno de ellos.