El adorador, amigo de Dios

martes, 26 de octubre de 2010
image_pdfimage_print

“Uno está tan cerca de Dios como se decida.” Es una frase muy conocida de Warrent (escritor evangélico), plasmada en su libro “Una vida con propósito”. Dice que Dios está siempre cerca.

Si nos animamos a bucear en la Palabra de Dios, en Santiago 4, 8 leemos: si te acercás a Dios, Él se acercará a vos. En Jeremías 33, 3: llámame y te responderé.
El Señor nos dice que Él está ahí, a la vuelta de la puerta. Dios está tan cerca como te decidas. En Josué 1,5.9 Dios le hace una hermosa promesa: mientras vivas, nadie resistira delante de ti, yo estaré contigo como estuve con Moisés, no te dejaré ni abandonaré. No temas ni te acobardes, porque el Señor tu Dios estará contigo donde quieras que vayas.

Estar cerca de Dios es una decisión.

Adorarte es decirle a Dios aquí estamos, para rendirte nuestra vida, para ofrecerte todo lo que tenemos.

Nos vamos a detener, hacer silencio interior; y hacer silencio exterior. Sonreir y tomarte un respiro. Quizás te ayude cerrar los ojos; o tal vez preparar un lugar, encender una vela, apagar el televisor, quedarte solo con la presencia de Jesús, para poder ofrendarle todo lo que tenés en esta semana y en este tiempo de tu vida. Hacer de tu vida un sagrario, para estar en la presencia  de Jesús.

Max Lucado, un escritor que escribió el libro “El escogió los clavos”, dice que podemos ver en 1 Jn, 3, 16 que por una cuestión del vínculo que tenía con el Padre, Jesús cambió su lugar y su vida por nosotros. Dice que nosotros a veces no nos hemos sumergido en la gracia de la cruz como regalo. Se han escrito muchos libros de la Pasíón, pero quedaron muchos regalos sin desenvolver: la escupida del soldado, los latigazos, el manto, el cartel, las dos cruces, la esponja enjuagada en vinagre…

Pero hoy quisiera que profundicemos en su bondad y en su providencia. Le vamos a pedir la intercesión a Simón Pedro, que tenía una fe de roca, era sanguíneo, “cortador de orejas”, se dejaba manejar por su pasión, su naturaleza afloraba… pero él sabía cuál era su lugar preferido: estar postrado ante su Señor, reconocerlo como su Salvador. Dónde iremos Señor, solo tú tienes Palabra de vida eterna (Jn 6, 68). Una vez Pedro fue testigo de un milagro abundante: tras una noche en que no habían pescado nada, Jesús los sorprendió con ciento cincuenta y tres peces grandes. Entonces Pedro decide tirase al agua: se puso  el traje de la nueva fe y la nueva esperanza y prefirió quedarse con el que hace los regalos. Pedro en el primer momento se arrojó al agua: te invito a que te arrojes al agua para ir a los brazos de tu Señor, para poder postrarte y elegir, como Pedro, el mejor lugar.

    Desempaquetá el regalo que Dios tiene para hacerte. No te identifiques con el fracaso, la vergüenza, tus errores, la lista de las quejas o pedidos. No le vamos a llevar hoy a Dios nuestras necesidades, sino que le vamos a decir a Dios que lo amamos, con todo el corazón y con todo lo que tenemos. Nadá hasta los pies de Jesús, porque Él te anhela y ha preparado una fiesta en tu nombre, porque sabe de tus faltas y caídas, pero sabe de tu amor y apuesta por ti, y cree en vos.
    Él ha puesto su mirada en vos y confía y cree en vos. Podés decirle: Jesús, eres todo para mí. Tu presencia  es mi morada. Puedo disfrutar de ti en cada momento.

    Es una hermosa gracia descubrir que Dios quiere sembrar bendiciones en tu vida. Él goza y se deleita llenándote de numerosas bendiciones. Sembrá adoración y alabanzas y cosecharás bendiciónes.

    Muchas veces creemos que tenemos que ir a la presencia  de Dios con dos listas: la de nuestras necesidades y la de nuestros fracasos. La adoración es amor. No vamos a pedirle nada. Lo demás se da por añadidura, porque su amor es eterno. No por merecimiento.

    Hay una condición importantísima: si queremos convertirnos en verdaderos adoradores, en espíritu y en verdad, debemos ser amigos de Dios. No basta con conocerlo más o menos, saber de Él. Sino ser los mejores amigos de Dios.  ¿Dónde buscarías un gran amigo: en la Iglesia, en el templo? ¿Se puede medir la amistad por la cantidad de cursos o reuniones que uno asiste? ¿Hay que hacer un curso para ser su amigo? Es bueno profundizar en estas preguntas…

Nosotros fuimos creados para adorar y agradar a Dios. Para esto fuimos llamados a la vida. Dios no necesitaba crearte. Sin embargo lo hizo.
No hay que comenzar por tu interior. Si querés saber para que fuiste creado, preguntale al inventor. ¿Querés saber cuál es la voluntad de Dios para tu vida? Preguntale a Él. Seguramente te diría que fuiste creado para amarlo, para adorarlo. Entonces no te vas a sentir  insignificante; aunque tal vez sí pequeño, porque Él es grande. Pero Él es tu amigo. Pelea por sus amigos, da la vida por sus amigos.

Preguntémosle a Noé, a Abrahám, a David, a Moisés… Empezaremos por Noé: a él le gustaba hacer sonreir a Dios.  Esa debería ser nuestra meta, hacer sornreir, agradar a Dios. En aquellos tiempos, Dios no encontraba gente que se interesara en agradarlo. Vivían una vida de vicios y desórdenes. En Génesis 6 dice que encontró en Noé un hombre que era del agrado del Señor. “Por eso voy a bendecir sus proyectos y su familia.”

Vamos a ver en Noé cinco actos que hacen sonreír a Dios:

1) Dios sonríe cuando lo amamos por encima de todo. En Génesis 6, 9 leemos: durante todo su vida cumplió fielmente la voluntad de Dios y gozó de una estrecha relación con Él. Fue su amigo. Lo amó  con todo el corazón, todo el ser, toda su alma, toda su fuerza. No hay nada más grande que tu presencia  y todo te lo ofrendo. Dios no quiere que te apegues ni le rindas culto a tus bienes, a tu auto, al chat, a internet, a lo que sea, incluso a nuestros ministerios, olvidando a nuestras familias y así Dios también queda olvidado. Nosotros no somos quehaceres humanos, somos seres humanos. Dios no quiere que renuncies a todo eso, sino que se lo ofrezcas.

2) Dios sonríe cuando ponemos toda nuestra confianza en Él. Noé confió ciegamente en los proyectos de Dios, por más locos que parecían: construir un arca gigantesca, una casa flotante. Cuántas veces hemos dicho qué me va a pedir esto a mí, si yo no sirvo para esto… Son voces que aparecen cuando Dios nos propone algo. Son voces del enemigo, que te va hablando en el corazón. Y uno le cree al enemigo. Si vas a basar tu vida en algo, confiá plenamente en Dios y en su Palabra. ¿En qué lugares de tu vida tenés que aprender a confiar más en Dios?

3) Dios sonríe cuando somos obedientes. Nada más ni nada menos. Warrent dice justamente que cualquier padre sabe que la obediencia con retraso es en realidad desobediencia. De la obediencia dependía que toda la humanidad se salvase. Noé hizo todo tal cual Dios le había ordenado (Gen 6, 22). Dios no nos debe ninguna aclaración del motivo de lo que nos susurra en el corazón. Para entender puedo esperar, pero para obedecer a Dios, no. La obediencia a medias es también desobediencia. En Juan 14, 15 leemos: si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos.

4) Dios sonríe cuando lo adoramos y le expresamos un continuo agradecimiento. En la vida personal debe haber pocas cosas que nos hagan sentir tan bien como cuando alguien nos ofrece su amor. Noé le ofreció en un altar un holocausto, diciéndole así que no había nada por encima de Dios. Gracias al sacrificio de Jesús en la cruz, ya no tenemos que hacer holocaustos. Aunque podríamos hacerlos, aunque sea simbólicamente, para expresarle a Dios que no hay nada por encima de su presencia. Que se eleven nuestras ofrendas como aroma agradable ante Dios. Te ofrezco mi noviazgo, mi matrimonio, mis hijos, mi trabajo, mi ministerio…

5) Dios sonríe cuando ponemos nuestros dones y talentos al servicio de los demás. Dios nos hizo seres humanos, para que no vivamos como seres puramente espirituales. Dios quiere que uno siga en su vida diaria, cumpliendo aquello para lo que fuimos creados. No nos pide vivir de culto en culto, de seminario en seminario, de retiro en retiro. Dijo compórtense como hombres, para lo que yo los creé. Cualquier actividad humana puede ser signo de adoración, si lo hacemos para agradar a Dios. Nuestros dones son para los demás. No los podemos esconder, ni negar nuestros talentos.

Sólo podemos adorar a Dios cuando vivimos integrados con uno mismo, con nuestra esencia.
Dios no espera que estés maduros. Él te disfruta en todas las etapas de tu vida.
Él sueña algo para nosotros, para nuestra vida.
Y quiere que te encuentres con Él, todos los días, que profundices el vínculo.

Hay un lugar donde podés hacerte uno con Dios: en la adoración. Incluso en el mismo momento en el que estás ahora, podés entregarte y ofrecerte. Si estás enfermo, para que esa semilla no quede estéril y pueda dar fruto. Para ser germen de la bienaventuranza felices los pobres, porque Dios te toma como pobre y sos como el frasco de perfume. Él anhela y ama tu entrega, porque desde la cruz que te toca llevar, podés decirle te amo por encima de todo.

Días pasados entrevisté a Martín Valverde. Entre otras cosas, esto nos decía: “Yo creo que por más años que tengas en esto de adorar a Dios siempre hay una novedad total… la amistad implica seguir conociendo… El primer momento sería el esencial, donde la adoración es a solas, con silencio fuerte… La otra parte es la adoración conjunta, cuando estás con gente… funciona mucho eso que decía Moisés, que estuvo postrado frente a Dios pero de pie frente al pueblo. Y la tercera, sería el hecho de evangelizar, dar conciertos… sería mi apostolado o ministerio… Ése es un momento real de adoración… Yo creo que Dios sorprende a sus amigos, y como dice en Proverbios, Dios le cuenta sus secretos a sus amigos… Un buen adorador es por lógica un buen amigo de Dios…

La palabra amistad deriva del latín amicus, amigos, que deriva de amore, amar, amor. La amistad es una relación afectiva entre dos o más personas. Se da en diferentes grados de importancia y trascendencia. Nace habitualmente cuando hay inquietudes comunes. La verdadera amistad dura toda la vida.

Dios quiere ser tu mejor amigo. Nuestra relación con Él puede haber ido variando a lo largo de nuestra vida. Dios es creador, hacedor, guardián maestro, juez. Y lo más impactante es que quiere ser tu amigo. Lo podemos leer a lo largo de toda la Biblia. Aunque al principio se estropeó la relación por el pecado, Dios sigue queriendo ser amigo tuyo. La decisión depende de vos.

Vanina Castelli – Martín Duarte