El antídoto contra el veneno de la ansiedad – parte I

lunes, 29 de junio de 2009
image_pdfimage_print

El antídoto contra el veneno de la ansiedad – parte I

¿Viste cuando desesperadamente queremos tenerlo todo bajo control, bajo nuestro control, sin que nada se escape a nuestra planificación? ¿Viste cuando luchamos con un empeño impresionante para ver rápidamente los frutos de nuestro esfuerzo y estamos absolutamente pendiente de esto sin que podamos disfrutar verdaderamente de lo que hacemos? Cuando pasa eso, sin darnos cuenta y progresivamente el corazón se nos va llenando de ansiedad y nerviosismo. Como que aparece una brisa interior y permanente que no nos permite disfrutar plenamente de nada de lo que hagamos, ni siquiera darle un sentido profundo a lo que hacemos. Yo me pregunto: ¿no será que queremos ocupar el lugar de Dios para nuestra vida? Por eso, te invito a que dejemos que sólo Dios sea Dios en nuestra vida y experimentemos el real sabor de una vida feliz y un seguro destino. Iniciamos el camino que nos lleva a encontrar el antídoto contra el veneno de la ansiedad. Encontrar el antídoto contra el veneno de la ansiedad, es decir, algo, un medicamento contra el veneno, algo que nos ayude a preservarnos de esta ansiedad que nos va destruyendo a veces por dentro, algo con que nos podamos prevenir este veneno, esta “sustancia espiritual” que se mete en nuestro corazón y nos ocasiona grandes trastornos y hasta el vivir en una vida que no es vida, sino que nos lleva casi a la muerte sin poder dejarnos ver a nosotros lo pequeños y lo hermoso de la vida de hoy.
La consigna: ¿Yo?  experimento ansiedad? ¿Cuándo? Por ejemplo, ¿cuándo estoy por rendir un examen? Cuando tengo pensado algo y busco que sí o sí se lleve a cabo, ¿yo experimento ansiedad? ¿Cuándo experimento? Y quizás cuando me voy a encontrar con la persona que hace latir mi corazón de una manera especial, ahí experimento ansiedad. ¿Experimento ansiedad? ¿Cuándo? Quizás cuando estoy mirando el partido de fútbol de la Selección. Yo soy futbolero y experimento ansiedad. ¿Cuándo experimento ansiedad?

Te proponer la siguiente escena, que te puedas meter en ese lugar para que podamos percibir lo que hace la ansiedad desde la vida cotidiana:
–    Hola, Ricardo. ¿Cómo te va? ¿Qué contás?
–    Bien, bien. Acá ando, Martín, un poco nervioso, apurado. Tengo trescientos trámites por hacer.
–    Epa, che. ¿Por qué tanto? ¿No era que tenías una persona que te ayudaba con eso?
–    Ah, no, sí, sí. Pero quedó en la oficina porque la verdad es que cada vez que este chico sale a hacer algo demora tanto que me crea un estado de ansiedad terrible. Entonces, prefiero hacerlo yo. Aparte así realmente me aseguro de que nada me salga mal.
–    Ajá, entiendo. Igual vos no te podés hacer cargo de todo, che. A propósito, ¿seguís a cargo del área de producción?
–    Obvio, ni loco dejo ese puesto. Sabés que mi jefe está súper contento conmigo. Soy tan eficiente. Imagináte: cada vez que me pide algo, me pongo tan ansioso por terminarlo que me quedo hasta altas horas de la tarde- noche. Imagináte que no lo puedo dejar.
–    Claro, claro. Ya veo. Pero supongo que, cuando llegas a tu casa, te relajas te poco y disfrutás en familia.
–    Eh… sí, eso quisiera, pero no hay tiempo para disfrutar. Yo llego tan tarde y tan cansado que, apenas llego, me pongo a ayudarle a mi esposa a hacer la cena. Es que tengo tanta ansiedad por terminar rápido y acostarme que no puedo darme el lujo de relajarme.
–    Che, pero en algún momento tenés que parar. Así no podés seguir.
–    Sí, eso quisiera yo también. Pero  estos tiempos que nos corren, bueno, son así.

En esto de recién percibimos este veneno que se llama “ansiedad”. Esta especie de prisa interior permanente en la que podemos mostrarnos seremos por fuera, pero por dentro, estamos verdaderamente acelerados.
Es como sentir una necesidad imperiosa de resolver pronto, rapidísimo, todas las dificultades y de hacerlo todo inmediatamente, ya, como si todo fuera urgente, como si todo fuera indispensable. Y decimos que es un problema relacionado con el tiempo. ¿Es un problema relacionado con el tiempo? La persona que quiere terminar rápidamente todo lo que tiene que hacer, sin dejar nada pendiente es la persona que va experimentando esta ansiedad. ¿Y no te pasa a vos que estás haciendo una actividad ahora y estás pensando en lo que viene?
Yo me pongo nervioso cuando estoy esperando una persona querida que va a venir. Una vez yo, era chico, estaba jugando al fútbol y estaba ansioso porque llegaran unos familiares. Veo un auto que para cerca, me fui corriendo a la ventanilla. Era igual el auto. Cuando iba a decir “hola”, nada que ver, era otra persona totalmente distinta. No sabía dónde meterme. Salí corriendo. Eso es lo que hacía la ansiedad en mí: me sacaba de lugar, no prestaba atención a lo que estaba experimentando, tenía la mente más adelante. Es esto de que, cuando estamos haciendo algo, estamos a la vez pensando en lo que vamos a tener que hacer después y no nos detenemos en nada con profundidad. Si alguien te está hablando y está expresando y está compartiendo su corazón y vos tenés tu corazón y tu mente puesto en lo que viene, voy a decirle que sí lo escucho, pero en realidad no pasa eso. Por esta ansiedad no podemos disfrutar plenamente de ninguna actividad ni tampoco darle un sentido profundo a lo que hacemos.
Podemos llegar a sentir que no estamos viviendo en este momento y que estamos postergando la vida para el futuro. Entonces, al no estar viviendo en este momento, es como si no viviéramos una vida real. Y también con los hermanos pasa eso, pasa también con Dios. A veces estoy en la oración y estoy pensando en lo que voy a hacer en el trabajo luego. El Señor dándome de todo su amor, de toda su vida y yo cero atención para Él, cero atención para Aquél que me está abriendo el corazón. A veces escuchamos pensando en lo que deberíamos responder o en lo que tendríamos que hacer con lo que nos va diciendo, en vez de, simplemente, escucharnos.
Esta ansiedad, por eso decimos, es un veneno que va entrando de a poco, sin que nos demos cuenta y que nos termina afectando desde el aspecto psicológico, que nos pone inquietos y mal hasta lo físico, nuestro cuerpo. Es como si hubiera constantemente una prisa permanente. ¿A dónde voy tan rápido? A veces yo manejando el auto y mi esposa dice: “¿Por qué vas tan rápido? ¿Quién te persigue?”. Y en realidad nadie. Y en realidad no sé por qué voy tan rápido. Es esta ansiedad que, en muchos casos graves, produce enfermedades, alergias, problemas digestivos, palpitaciones y, sobre todo, el desgaste y el cansancio de nuestro sistema nervioso. Y Por todo esto es que queremos compartir con vos y buscar juntos el antídoto para este veneno. Y es importante que nos detengamos a buscar las motivaciones para que esta ansiedad que tenemos, que, a veces, es una compañera cotidiana que no la percibimos como negativa, sino ya más como algo que está en nuestra vida y decimos que lo vamos haciendo porque tenemos que aprovechar todo el tiempo y en realidad vamos desperdiciando el tiempo y el regalo del hoy que el Señor nos va permitiendo y nos va regalando.
Yo experimento ansiedad. ¿Cuándo?

Y quería aclarar que la ansiedad adaptativa, es decir, cuando vos vas a tomar un trabajo, por ejemplo, hay una cierta ansiedad que es la que te permite prepararte para algo nuevo que viene y que vos no sabés y es normal lo que nos ocurre. El problema es cuando la ansiedad se repite y está de manera permanente en nuestra vida, por ejemplo, con afirmaciones que van reduciendo nuestra calidad de vida y que nos aumentan la ansiedad y que, en realidad, despiertan miedo. Por ejemplo, las que te voy a compartir.
Quizás te pasó alguna vez que pensaste de esta forma:
– “Se que las experiencias negativas ocurren raramente, pero sé que me ocurrirá a mí”.
-“Esta mala situación todavía no me ocurrió a mí, de manera que ya sería tiempo de que me toque”.
– “Justo cuando uno se relaja y baja la guardia es cuando más es probable que ocurra un desastre”.
– “Si controlo una vez más que algo esté bien, es bueno. Controlarlo diez veces, diez veces será mejor”.
– “Es mejor predecir el desastre, adelantarme al desastre, de esa manera nunca me voy a sentir defraudado y voy a estar preparado”.
– “Yo debería tener el control completo de mi vida, por lo tanto, si algo malo sucede, va a ser por culpa mía”.
En realidad todas estas cosas nos colocan una trampa, estamos atrapados por la ansiedad que, constantemente, nos va impulsando desde el interior para salir urgente de este lugar en el cual- en muchos casos- hemos sembrado algunos miedos a través de estos pensamientos, de estas afirmaciones que, por lo general, no tienen ningún asidero sólido.
Por eso, tenemos que hacer un camino largo para liberarnos de la ansiedad. Lo primero que te propongo es que juntos podamos renunciar a sentirnos dioses. Sí, aceptar que dependemos de Dios y que le demos a Dios los controles de nuestra vida y que sólo Él sea el Señor de nuestro futuro. Dice Mateo 6: “¿Quién de ustedes puede agregarle un solo minuto a su vida? Así que no se preocupen por el mañana”. En el fondo de la ansiedad hay un deseo de ser dioses ilimitados, de hacerlo todo, de experimentarlo todo, sin que nos perdamos nada, de tener TODO bajo nuestro control sin que NADA se escape a nuestra planificación y sin que nada se escape de nuestra actividad. Tenemos que saberlo todo, quizás sin pensar que más adelante podemos entender algunas cosas que aparecen en nuestra vida.
Sin embargo, estamos llamados a otra cosa, a descubrir el verdadero lugar: somos creaturas, no podemos abarcarlo todo ni controlarlo todo.
Por eso, la ansiedad nos surge por esta búsqueda desenfrenada de tener todo controlado, de que nada se me escape. Y entonces sufro tremendamente cuando aparecen imprevistos o cosas que no estaban en nuestros planes. Y es doloroso y golpea e impacta fuertemente y, a veces, de muy distinta manera de acuerdo a quién le llegue eso. Es bueno que podamos descubrir que sólo Dios sabe perfectamente lo que nosotros necesitamos. Pero a menudo vamos desgastando nuestras energías haciendo o planeando cosas que en realidad no sirven o no alcanzan los resultados que esperamos. Nos dice la Carta a Santiago en el capítulo 4: “Ustedes, que dicen que hoy y mañana irán a tal ciudad, pasarán el año allí, negociarán y ganarán dinero, ustedes, no saben que será de su vida el día de mañana. Son como un vapor que aparece y luego desaparece en un instante”.
Aquí podamos ir viendo algunos de los elementos que nos pueden ayudar a encontrar el antídoto contra este veneno, entregarnos de lleno en cada cosa que tengamos que hacer pensando sólo en eso y dejando que el futuro o el día de mañana se queden en las manos del Señor. Le decimos stop a esta prisa interior, le decimos “Pará”, “Basta” a esta prisa interior. A veces tenemos claro dónde queremos ir, pero no nos dejamos sorprender por el modo de llegar a ese lugar. Y eso es lo más bello. Y ni hablar cuando Dios permite que se cambien los planes y que no sea como uno esperaba. La ansiedad constantemente aumenta porque en lo que nosotros queremos y en el manejo de nuestra propia vida totalmente, sin que nada se escape, ahí está puesto nuestro corazón.
Ojo: hay que saber planificar y saber prevenir, pero no pretender tenerlo todo previsto y preparado. Un viaje, el estudio de mis hijos, un regalo que quiero hacer, lo puedo tener previsto, preparado, pensado, pero, quizás, no quedarme encaprichado en ese lugar si no se lleva a cabo. Es descubrir en el fondo que Dios es el Rey, el Señor de nuestro futuro, que Él guía nuestra vida y que todo estará salvo con Él. Si yo me siento débil y humillado y busco hacerme grande y fuerte con mis planes y sacrificios no lo voy a poder lograr porque voy a intentar constantemente protegerme yo solo. Será la fuerza de Dios lo que me va a hacer firme y seguro, si de verdad confío en Él y voy depositando en Él mi futuro. Es el Señor el que construye la casa y en vano trabajamos nosotros, si el Señor no está allí. Como dice el texto del Salmo 127: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”. Con este texto te invito a que podamos dar un paso más con otra consigna. Escuchaste que el texto dice: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”, te propongo que vos armes tu frase pensando que Dios es el arquitecto y nosotros ponemos la mano de obra. Por ejemplo: Si el Señor no me da su sabiduría para discernir, en vano trabaja el albañil. Ese albañil sos vos, soy yo. Si el Señor no me fortalece, en vano trabaja el albañil. Si el Señor…-ahí pone lo que vos creas que el Señor hace con tu vida- … en vano trabaja el albañil.

No queremos quedarnos solamente en qué cosas somos ansiosos, queremos ir descubriendo y diciéndole al Señor “En esto soy ansioso concretamente, quiero salir de ese lugar”. Obviamente, que en muchos casos, cuando se transforma en algo crónico, en algo un poco más grave, es necesario trabajar con algún profesional. Te confieso que en su momento, haciendo un trabajo psicológico, mi psicóloga me aconsejó trabajar algunas cuestiones de ansiedad con una persona especializada más concretamente en la psiquiatría. Y fui y me encontré y me sentí un poco raro y me ayudó con algunas medicaciones. Ella me dio esta expresión, me hizo este ejemplo: “Estas pastillas sencillas, no muy fuertes te van a ayudar a que en el bote de tu vida, en que a veces te cuesta remar vos puedas poner como si fuera un motor fuera de borda, un motor que pueda ir dando vuelta y te permita llevar el barco. Pero va a llegar un momento en el que hay que sacar ese motor fuera de borda y utilizar los remos, es decir, hay un momento en el cual ya la ayuda del fármaco ya puede mermar porque en ese tiempo pudiste pensar mucho las cosas”. Te aseguro que me ayudó mucho, me permitió encontrar un lugar en el cual podía yo encontrarme conmigo mismo, con Dios y con los demás y no dejarme pasar por arriba por esta prisa interior muy fuerte en mí mismo, que no podía controlar y que sentía que me controlaba a mí. Es la gracia de Dios que actúa también a través de los profesionales, en las distintas áreas de las medicinas, que es bueno descubrirlo a Dios aquí presente.

Estamos trabajando este tema de la ansiedad porque queremos y creemos fervientemente que el Señor invita a vivir una vida de gozo, de alegría al entregarnos al trabajo y tratar de disfrutar en medio de las tareas. La ansiedad no nos deja disfrutar, nos mantiene con la cabeza en el mañana, en el más allá. Pero también, a veces nos mantiene con la cabeza demasiado pendiente de los resultados que vamos a obtener del trabajo que estamos realizando y queremos ver rápidamente los frutos de nuestros esfuerzos. Entonces estamos haciendo algo y estamos pensando en los aplausos o en las felicitaciones que vamos a recibir. Estoy cocinando y estoy pensando cómo me van a felicitar mis hijos y mi esposo- o mi esposa. Si estoy realizando mi tarea cada día con empeño, estoy pensando cómo los demás me van a reconocer. Estoy pensando en el premio que voy a merecer por eso o en el placer que voy a sentir al ver el resultado del trabajo. Estoy pensando en eso, en vez de disfrutar la tarea que estoy realizando.
Estamos pensando constantemente en los frutos, en cómo va a salir, que es importante tenerlo en cuenta, la clave es no obsesionarse con esa realidad porque se nos va escapando el placer de poder trabajar, de realizar esa actividad. Salimos a andar en bicicleta con la familia un día domingo a la tarde. Salimos todos: vos en tu bicicleta, tu esposa, tu esposo, los chicos. O salimos en el auto. Yo no puedo estar con la cabeza puesta en los resultados de la presentación que tengo que realizar mañana cuando vaya al trabajo. Estoy perdiéndome de ese momento, perdiéndome disfrutar de lo que el Señor me está regalando. Éste es el placer de poder trabajar, de poder realizar una actividad que la ansiedad no me lo permite. La ansiedad me lo tapa, me lo empaña. Este veneno hace estragos, estragos con el tiempo de hoy de cada uno.
Será difícil pensar que podemos estar en paz y orando en nuestro trabajo. Dice la Palabra de Dios que para el hombre sabio el objeto de su oración son los trabajos de su oficio (Ecli. 38, 34). Justamente el sabio es el que es capaz de orar en medio de su trabajo, puede vivir en la presencia de Dios mientras trabaja, sin ansiedad por ver rápidamente los frutos de ese trabajo. Yo creo también que sin estar plantados desde ya con la cabeza puesta en los frutos del trabajo o los logros, quizás, podamos hacer más grandes los frutos o los logros. En las cosas que hacemos para Dios tenemos que desprendernos de los frutos, Dios va a recoger los frutos de lo que hacemos a Su manera y para Su gloria. Ya Jesús lo decía: cuando terminamos una tarea tenemos que decir “somos pobres siervos, sólo hicimos lo que teníamos que hacer”. Pero justamente la persona que vive dominada por la ansiedad está pendiente del fruto de su trabajo. Entonces no los disfruta mucho tiempo, porque pronto va a necesitar obtener algo mucho más nuevo, algo nuevo. Por eso, a quienes ponemos nuestra confianza en los logros más que en el Señor nos puede caber la profecía de Miqueas, que dice: “Sembrarás, pero no cosecharás. Pisarás la aceituna, pero no te ungirás con su aceite” (Miq. 6, 15).
 Y esto es parte, a veces, de nuestra que nos lleva a ser ansiosos y dependientes de los frutos. Pero el amor nos lleva a entregarnos al trabajo para cumplir una misión, entregarnos al trabajo para cumplir una misión desprendidos de esta gloria a la cual nosotros nos tomamos, desprendidos de estos resultados a los cuales nosotros nos vamos encaprichando y a los cuales queremos llegar y no dejamos los resultados en manos de Dios. No dejamos que Dios sea el  Señor de nuestro futuro y que los frutos de nuestro trabajo queden en sus manos. Queremos nosotros seguir teniendo el control y no se lo entregamos a Él. Cuando se lo entreguemos, nos va a liberar de todo nerviosismo, prisa o de todo urgencia porque Él sabe lo que nos conviene y conoce claramente cuál es el camino que nos lleva a ser felices.

Queremos compartir con ustedes una oración:
“Señor, concédeme serenidad,
serenidad para aceptar las cosas,
aquellas cosas que no puedo cambiar.
Concédeme valor para poder cambiar sí
aquellas cosas que puedo.
concédeme Sabiduría, Tu Sabiduría
para poder diferenciar
entre las cosas que no puedo cambiar
y entre las cosas que sí puedo cambiar.
Regaláme la gracia, Señor,
de poder hacer Tu voluntad
y no la mía. Amén”.

Espero que esto te haya ayudado a percibir que en el tiempo Dios está presente y que el Señor en cada instante y en cada momento se manifiesta y que la ansiedad no nos permite descubrirlo. Entonces, la alegría y el gozo no van a llegar porque yo me apure más, sino porque yo disfrute más intensamente aquellos lugares cotidianos de la vida.