El anuncio del Ángel a María

martes, 22 de marzo de 2011
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Nuestra ayuda está en el Nombre del Señor que hizo el cielo y la tierra. El Señor está con todos ustedes. Le pedimos al Espíritu Santo que descienda a nuestros corazones, a nuestras familias, a nuestro pueblo y que nos de la gracia de escuchar con cariño su Palabra, recibirlo con sencillez, y que esta Palabra de Dios que en este día noveno del mes de Ejercicio produzca eso que cada uno de nosotros necesitamos en este momento de nuestra vida.

¡Ven Espíritu Santo, ilumina a nuestros sentidos, a nuestra manera de orar, a nuestra manera de escuchar la Palabra de Dios y que todo esto nos haga mucho bien!

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

 

1.- Gracia que pedimos: Conocimiento interno del Señor para que más lo ame y lo siga

Queridos hermanos, queridos amigos, todos los que estamos escuchando estos Ejercicios Espirituales en la Vida, para encarnar en nuestra vida la Palabra de Dios, vamos a ir disponiéndonos para rezar, para orar, para escuchar al Señor, para dialogar con El, vamos a serenarnos, ponernos cómodos, en actitud de escucha, como cuando escuchamos a la persona más querida, y vamos a escuchar el texto del anuncio del ángel a María, que va a ser la madre de Jesús, la madre del Redentor. Y recordamos siempre la estructura de los EE de San Ignacio: presencia de Dios, oración preparatoria que es como purificar nuestra intención para que todo lo que hagamos en este rato de oración nos haga mucho bien, sea un motivo de esperanza, nos de fuerza y sea de agrado del Señor. Que todas mis intenciones, todo lo que yo haga en este momento sea agradable a Dios, me haga mucho bien, me renueve internamente y me ayude a esto que vamos a pedir en este día de los EE: “Conocimiento interno del Señor” para que más lo ame y lo siga.

 

2.- La Anunciación a María

Y como un modo de traer la historia, el segundo punto de los ejercicios, leemos el texto de la Anunciación:

En el Sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazareth, a una joven que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y le dijo: “Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo”. María quedó muy conmovida al oír estas palabras y se preguntaba qué significaría tal saludo, pero el ángel le dijo: “No temas María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz a un hijo al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, el trono de su antepasado David. Gobernará por siempre al pueblo de Jacob, y su reinado no terminará jamás”. María entonces dijo al ángel: “¿Cómo puede ser eso si yo soy virgen?” Contestó el ángel: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por eso el niño será santo, el que nacerá de ti, y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez y aunque no podía tener familia se encuentra ya en el sexto mes del embarazo. Para Dios nada es imposible”. Dijo María:”Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho”. Después la dejó el ángel.

 

3.- Conocer a Jesús desde el corazón

Una vez leído el texto le pedimos al Señor la gracia para este día. San Ignacio nos invita a pedirle con mucha humildad y sencillez al Señor, conocimiento interno de él para que éste Jesús, éste Salvador, el Mesías, el Redentor, que se ha hecho hombre por mí, lo conozca un poco más, lo ame un poco más y lo siga. Y luego de la petición, que podemos ir dialogando con el Señor durante toda la contemplación, le pedimos que nos ayude a conocerlo a él desde el corazón. Pedimos conocimiento de persona a persona, de cara a cara, ese conocimiento del corazón, conocimiento por mí mismo y no por los libros, ni siquiera por el evangelio que hemos leído. Queremos pedir y obtener un conocimiento personal de Jesucristo, que hermoso es conocer a las personas desde el corazón, como conozco a mi padre, a mi madre, a mi hermano, a mi hermana, a mi esposo, esposa, a mi hijo, hija, a mi mejor amigo, es ese conocimiento lleno de ternura, un conocimiento directo, sin intermediarios, es el gozo de estar frente a la persona amada. ¿Cómo se logra este conocimiento? Desde luego me preparo para recibirlo escuchando el evangelio y tomando este acceso a Jesús, meditando, contemplando la persona del Señor en su actuar, en su modo de ser, más allá de la misma letra del texto. Adquiero este conocimiento también por estar donde Cristo se hace presente y se deja encontrar y reconocerlo en su Iglesia, en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, en la Reconciliación, que fomentan y restauran nuestra comunión con Cristo. Lo conozco a Jesús en los pobres, en los pequeños, en los necesitados de amor con los cuales Jesús se identificó tantas veces y que hoy también en este tiempo de Cuaresma nos dice: “Lo que han hecho con alguno de estos pequeños lo hicieron conmigo”. Es un conocimiento personal del Señor, sí, del dueño y Señor del mundo y de la historia, del Hijo eterno de Dios que es todo amor, reflejo perfecto de su padre, del señor que se ha hecho hombre por mí, que nació en Belén, en un lugar tan humilde entre animales, que creció en la familia de un maestro carpintero de su pueblo, pequeño, que se hizo cercano a los pecadores y a los humillados y que murió ejecutado entre gente de mala calaña y que desde entonces intercede siempre por mí, por nosotros, presentando sin cesar al Padre nuestro mundo, reflejado y redimido en sus cinco llagas, y todo esto por mí, no por una causa anónima, no por una multitud sin rostro sino por mi. Puedo decir mi nombre frente al Señor. Por la multitud y por mí personalmente. Por mí que nunca lo sabré, lo que se llama saber, si no lo voy conociendo internamente en mi oración, un modo de vida que me deje calado hasta los huesos por su evangelio. Ayúdame Jesús a que te conozca desde el corazón, un conocimiento de amor, un conocimiento sencillo, un conocimiento transparente, que me llene de alegría, que me llene de esperanza, que me vuelva sabio, que me vuelva creativo en el amor, que me haga audaz para llevar tu amor, para servir con alegría, que te conozca, que te ame y que te siga Señor, porque te necesito en esta cuaresma, te necesito en mi Argentina del 2011, te necesito en mi familia, en mi trabajo, entre mis amigos, quiero que me acompañes en el corazón, te quiero llevar como María en mi corazón. Así como María era un sagrario andante en Nazareth, yo también te quiero llevar en mi corazón. Pedimos conocimiento interno del Señor que por mí se ha hecho hombre, para que más lo ame y lo siga mejor, para amarlo más, no sólo amarlo de lejos como amo en principio a todo hombre sino para amarlo en mi corazón cada día, precisamente por esta revelación interna de su amor a mí que brota de leer su evangelio, su palabra, amarlo a él en razón de tanto don recibido. Amarlo a Jesús en sus miembros dolientes, amarlo incluso humildemente en mí mismo en cuanto se digna reflejarse en mi ser. Amarlo hoy más que ayer y amarlo mañana más que hoy, si me lo permite, porque su conocimiento y su amor me atraen más y más cerca, con un deseo intenso de participar más de su amor a este mundo, cada vez que logro ver con sus ojos a quién amar en el, por él y como él y para seguirlo mejor, como nos dice San Ignacio, para servir y seguirlo mejor, seguirlo cada día mejor en la realización del amoroso designio del Padre, a veces con temor mal controlado como sus discípulos inmediatos, a veces con cierta imprudencia como Pedro, y yendo a la casa del sumo sacerdote, siempre con el sentimiento de ser indigno pero con la certeza de su interpelación y de su apoyo incondicional. Seguirlo cada día en el servicio leal que este conocimiento interno me revela, seguirlo y servirlo por los caminos que solo él sabe y va mostrando a quién tiene ojos iluminados por el amor. Servir y seguir al Señor Jesús más y más. Ir con él, trabajar con él, para, siguiéndolo en la pena, también según su promesa lo siga en la Gloria cuando él diga. Dame Jesús este conocimiento interno de tu persona, de tus sentimientos, de tu corazón, para que mi modo de obrar sea como el tuyo.

 

4.- Consigna para compartir

Seguimos compartiendo estos EE de San Ignacio en la Vida y sería muy bueno, querido oyente, que nos preguntemos como consigna para el día de hoy: “¿Cuáles son los anuncios más hermosos que recibido en mi vida, cuál ha sido la noticia más grata que me ha dado vida, que me ha dado esperanza, que me dio fuerzas, que me renovó la esperanza, cuál el anuncio más hermoso que recibí en mi vida? Y también una pregunta como tarea: ¿Cuál sería el anuncio que más necesita mi gente hoy, mi familia, mis amigos, mi pueblo?

 

5.- ¿A dónde me lleva el conocimiento interno de Jesús?

Y vayamos dialogando con este Jesús que es la Palabra viva de Dios, que nos da fuerza, que nos da esperanza, que nos clarifica el corazón. Y le preguntamos a él en este diálogo íntimo: Enséñame Jesús a conocerte, dame una mano, te necesito, te quiero Jesús, pero necesito conocerte un poco más. Este conocimiento que me da alegría, que me renueve las esperanzas, este conocimiento de ti que me ayude a conocerme a mí mismo como me conoce Dios para que más me ame, me acepte, y que esto se transforme en un conocimiento cariñoso de mi prójimo, lo mire como vos lo miras, lo ame y también esté a su servicio. Este conocimiento interno de Jesús me lleva a ser como él, a mirar como él, a escuchar como él, a compadecerme de los demás como él, y también a sentir esa santa indignación por la injusticia y el dolor en el mundo, para no transar con la corrupción, con el pecado, para no transar con aquello que denigra la vida, sino que este conocimiento interno siempre me ayuda a amar la vida, a hacer florecer la vida, a recrear la vida, por eso, nuestro Santo Padre Benedicto XVI nos decía en la propuesta, en el mensaje de la Cuaresma del 2011 “Que parte de nuestra vida cuaresmal sea un profundo conocimiento de la Palabra de Dios, un contacto rico, sabroso, creativo, de la Palabra de Dios” que es lo que estamos haciendo en estos ejercicios de San Ignacio. Conocer a Jesús, amar a Jesús, para seguirlo un poco más en el camino de la vida.

 

6.- Primer aspecto de la contemplación

 La contemplación de la encarnación, de la Anunciación a María, es la meditación primera de la segunda semana. Allí Ignacio nos regala lo más hermoso de su manera de contemplar la Palabra de Dios, de contemplar la vida de Jesús, y nos hace contemplar:

v       En el primer punto a las personas, ver las personas, unas y otras, en todo el mundo, de tantas diversidad de trajes, de gestos, de colores, unos blancos, unos negros, unos en paz, como en nuestra tierra en muchos lugares, otros en guerra, como en África y como en tantos lugares, unos llorando por muchas cosas, otros riendo y celebrando, unos sanos otros enfermos, unos naciendo, otros muriendo, contemplar toda la vida, todo el mundo, como contempla la Trinidad.

v       En el segundo punto ver y considerar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo que miran desde el cielo todo el mundo, toda la redondez de la Tierra, tanta belleza, tanta alegría y también tanto sufrimiento de tantos pueblos y cómo tantos está extraviados y mueren.

v       En el tercer punto a Nuestra Señora, el ángel la saluda: “Alégrate María, llena de gracia, el Señor está contigo” El primer “Dios te salve”, la primera alabanza a nuestra Señora que van dos mil años, cada vez que rezamos el Rosario, y todo esto para sacar algún provecho.

Y todo esto para sacar algún provecho. Ver las personas, el mundo, la Trinidad, Nuestra Señora.

 

7.- El Segundo aspecto de la contemplación es oír lo que hablan las personas, lo que decimos en este mundo. Como unos juran, otros blasfeman, unos bendicen, otros maldicen, unos expresan cariño, otros odios, y así mismo, ¿qué dicen las tres Personas divinas? Hagamos redención, salvemos a la humanidad, llevemos el amor, que florezca la vida, y después el ángel, que saluda a Nuestra Señora. Ir sacando alguna experiencia para nosotros. ¿Qué me dice el ver las personas? ¿Qué me dice, qué me resuena en el corazón al escuchar sus palabras? San Ignacio siempre nos dice de reflectir para sacar algún provecho, rumiar en mi corazón. A esto apunta la contemplación ignaciana, meterme en la escena, revivir el hecho salvífico de la Anunciación, apropiármela en mi corazón para que de ahora en adelante, como decía un personaje bíblico: “Ya no creemos por lo que tú nos dijiste, lo hemos escuchado nosotros mismos en el evangelio, en nuestro corazón”.

 

8.- Mirar lo que hacen las personas en la tierra, como muchos se lastiman, se engañan, se matan y van al infierno nos dice San Ignacio, y así mismo lo que hacen las Personas divinas obrando la Santísima Encarnación y qué hace el ángel y Nuestra Señora, el ángel lleva su mensaje: “Serás la madre de Jesús, el será grande, será llamado Hijo del Altísimo, salvará a su pueblo”, y Nuestra Señora, humildemente, agradeciéndole semejante elección “Yo soy la servidora del Señor”, pregunta, cuestiona, acepta y se abandona en las manos de Dios. Una actitud que tenemos que incorporar en nuestra vida, que se haga Señor tu Voluntad, aunque no la comprenda totalmente, aunque muchas veces me cueste, dame la gracia que te conozca internamente, que te ame profundamente, y que te siga con entusiasmo. Ir dialogando con Jesús, con la Virgen, con el Padre, con el Espíritu Santo, siempre para sacar algún provecho para mi vida espiritual en el hoy de mi vida, para que ilumine mi existencia, para que dinamice lo que haga, y para que me vaya renovando en mi fe, en mi esperanza, en mi amor.

 

9.- Seguimos dialogando con la Virgen, con Jesús, o con el Padre. Gracias mi Madre querida por tu sí, por tu respuesta cariñosa y generosa al proyecto de Dios, enséñame a aceptar la voluntad de Dios, enséñame a reconocer los proyectos de Dios en mi vida, enséñame a encarnar a Jesús en mi corazón y en mis actos. Gracias Padre Bueno por tanta bondad, por enviarnos a tu Hijo que nos salve, que nos redime, gracias Padre por acordarte siempre de nosotros. Gracias Jesús por este rato de estar contigo, por la gracia de conocerte en esta contemplación, en estos ejercicios, enséñame a amar como he sido amado, enséñame el modo de conocerte, como pensabas, como caminabas, como hablas a la gente, como te compadecías de los pequeños, pobres, y enséñame a seguirte cada día en la oración, en mi modo de ser, en mi trabajo, entre mis amigos, con mi familia, y así vamos dialogando con el Espíritu que es el maestro interior, que es el acompañante espiritual por excelencia, que siempre me va iluminando el corazón y siempre buscando sacar algo concreto para este día y para mi vida. Que te conozca Señor, que te ame mucho y que te siga.

 

10.- Y seguimos contemplando el misterio de la Encarnación. “El ángel del Señor anunció a María, y concibió por obra del Espíritu Santo. Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús. He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Dios te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús, Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. Y el verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, habitó en la humanidad, habitó en la historia, habita en mi corazón y hoy me habla en esta contemplación, se hace carne nuevamente para que yo también me encarne en la historia, me comprometa en la política, en la economía, en la cultura, en los medios, participe activamente recreando mi familia, mis amigos, mi entorno. Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. Y así voy contemplando y dialogando y haciendo esta pequeña síntesis, ya ir terminando mi pequeña contemplación de esta mañana. Que te conozca, que te ame y que te siga Señor. Y voy sintiendo en todo mi cuerpo, en toda mi persona, la presencia amorosa de Dios, su infinita bondad, su tremenda dulzura, su suavidad, esa ternura de Dios que me recrea, que me da alegría, que me da esperanza, que me alienta a pedir por mi familia, por mi patria, por mi pueblo, por mi gente, por los pequeños, por los débiles, por mi mismo, y voy sintiendo toda su presencia en mi persona, en mi corazón, y voy haciendo esta pequeña síntesis de esta contemplación, y voy disponiéndome también para examinar la oración. Siempre nos ayuda después del coloquio, de una pequeña oración, de un Padrenuestro, de un Avemaría, preguntarme ¿qué es lo que más me ayudó de este rato de oración? ¿qué es lo que más me iluminó, qué es lo que más me llenó de alegría y de esperanza? Y si me ha ido bien volveré a hacerlo mañana de la misma manera, y si me he distraído o me pasó algo lo miro para mejorar mañana. Agradecer a Dios y seguir adelante. Que te conozca, que te ame y que te siga. Y una pregunta buena también para el examen es la siguiente, remitirme a la petición: ¿He alcanzado lo que le pedí al Señor en este rato de oración? ¿Lo pude conocer un poco más, pude amar un poquito más al Señor, he tenido el deseo, las ganas de seguirlo un poco más? Y así voy contemplando y resumiendo mi oración del día.

Y voy cerrando mi contemplación del día de hoy, de los EE de San Ignacio en la Vida y me consagro a Dios a través de María con esta oración tan hermosa: “Bendita sea tu pureza, y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A ti, celestial princesa, virgen, sagrada María, yo me ofrezco en este día, alma, vida y corazón, mírame con compasión, no me dejes Madre mía. San Ignacio de Loyola, ruega por nosotros.

 

Síntesis para los ejercitantes

Momentos de la oración

1-Oración preparatoria (EE 46) me pone en el rumbo del Principio y Fundamento: que lo que yo vaya a hacer me ponga en el contexto de buscar y realizar, ya desde ahora, y por encima de todo, la voluntad de Dios.

2- "Traer la historia" (EE 102) Se trata de reconstruir la historia de lo que contemplo a partir de los datos. Ayudará leer detenidamente y varias veces el pasaje que quiero contemplar Evangelio según San Lucas 1,26-38.

3-"la composición de lugar" (EE 103) tengo que componer la escena, re-crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.

4-Formular la petición (EE 104) La petición es la que enrumba la oración, la pone en búsqueda de algo, no la hace simple pasatiempo, sino persistente interés en alcanzar algo.

Interno conocimiento de nuestro Señor Jesús”

5-Reflectir para sacar algún provecho significa dejarme mirar por la escena, como ubicarme en ella: aquí me implico en ella como si presente me hallare. Es dejar que lo mirado me mire y me diga algo nuevo. Eso que se me dice son las mociones que se me dan.

6-Coloquio a partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.

7-Examen de la oración me pregunto cómo me fue, las preguntas no hay que hacérselas a la cabeza sino a las imágenes. Me puede parecer que yo selecciono las imágenes. Pero es Dios quien me lleva a detenerme en ésta o aquella del álbum. Y desde ahí puedo hacerme preguntas como éstas: ¿Cómo es esta imagen? ¿De qué está construida? ¿Qué hay y qué no hay en la imagen? ¿Qué es lo que la imaginación se resiste a construir? ¿Qué explica que Dios quiera que me detenga en esta imagen o en esta palabra y no en las otras? ¿Por qué yo u otra de las personas están presentes o ausentes en la imagen?… Hay que hacerle preguntas a la imagen, a la sensación o a la palabra que ha resonado más en mi oración… Por eso a un buen contemplador le bastarán pocas imágenes…Es importante saberse ubicar bien en la contemplación: dónde estoy en ella y qué se me dice a mí en particular. Tal vez difiere de lo que se les dijo a los personajes del Evangelio… Me quedará la labor de interpretar ese signo y a la luz de Dios no me costará hacerlo. Así terminaba Jesús las parábolas: “El que tenga oídos para oír, que oiga”…

 

 

 

Padre Salvador Verón s.j.