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Entre Nosotros
El arte espiritual y pastoral de detenernos
miércoles, 23 de enero de 2008
Hay en nuestros saberes algunas falencias y hemos perdido en lo que ya habíamos aprendido, por ejemplo, la capacidad de detenernos de cuando éramos chicos. Detenernos y maravillarnos con una puesta de sol, de ver esa mariposa, de darnos cuenta por que estos días las mariposas se ven menos, de ver que esta flor se abre en mi jardín, de ver los ojos de mi madre, de mis hijos.
Hemos perdido esa capacidad que nos viene de Dios, esa capacidad tan grande y tan fuerte que nos está haciendo personas limitadas, como encarceladas con cadenas que no nos dejan ir ni para adelante ni para atrás.
Hablando del arte de detenerse, me encontré con personas que me daban su pensamiento de ¿qué pasa cuando el otro es quien no se detiene?
Si todos vamos muy rápido para el mismo lado o el lado contrario, pero vamos muy rápido, si yo me detengo, me pisan, me atropellan.
Parece que estamos inmersos en una rueda continua que no tiene ni principio ni fin, donde yo no puedo detenerme porque el otro no se detiene y el otro no puede detenerse porque yo no me detengo, e inmersos en esta rueda no nos podemos parar, no nos podemos ver, no podemos darnos nuestros tiempos, vamos perdiendo la calidad de vida, nuestra forma de ver las cosas, valores quedan en el medio porque vamos a una velocidad tal que además nos retroalimentarnos en este círculo y va haciendo que cada vez vayamos más rápido y perdamos de vista muchísimas cosas.
Estamos ansiosos, queremos llegar rápido y ni siquiera sabemos para que, queremos estar en muchas actividades pastorales, vamos a miles de reuniones organizadoras, una pastoras cargada de activismo que poco tiene que ver con Jesús, está vacía de contenido.
Son actividades que no pueden pasar porque son parte de la parroquia, pero hay que vivirlas diferente.
Yo me quedo con la imagen del círculo vicioso del cual nos cuesta salir y la preocupación de las personas con las que hablé y me preguntaron ¿qué pasa cuando el otro no se detiene?
Esta preocupación me llamó la atención porque si yo me detengo y el otro no o viceversa, uno va a resultar herido.
Si yo me detengo puedo pisarlo a alguien o si alguien se detiene yo puedo pisarlo y nadie quiere ser pisoteado justamente cuando está intentando encontrarse en un ambiente más humano.
Me parece que vamos muy apurados y el problema es que me parece que no sabemos a donde vamos.
Aparentemente, el enemigo más grande es la ansiedad.
Dice el Padre Víctor Manuel Fernández, “la ansiedad es un veneno que no nos permite gozar de lo que hacemos y provoca una permanente tensión interior que termina afectando el cuerpo, pues esto no se puede resistir, esta prisa permanente del sistema nervioso.”
Es importante darnos cuenta que nos enferma la ansiedad. Estamos en misa y estamos pensando en otra cosa, te perdiste la misa, te fuiste. Y así nos pasa aún en cosas especiales como un cumpleaños, o una reunión de amigos.
Esto que os pasa, es importante darnos cuenta, que es un veneno, la ansiedad es un veneno y fíjense que hay muchas personas que toman ansiolíticos.
Aquellas personas que están enfermas y están medicadas, y así debe ser, en estos casos, está muy bien que los tomen porque no pueden frenar.
A mi me parece que como argentinos nos está haciendo falta un ansiolítico grande, porque cada vez son más las personas que tienen depresión, es lo que a mi me provoca un dolor grande y hasta roza la desesperanza. Veo que no está Jesús, porque si Jesús estuviera no estaríamos ansiosos, si Jesús impregnara nuestras vidas, aún cuando nos toque la muerte, nos toque la desolación de la falta de trabajo, nos toque la triste realidad de una separación, tantas cosas dolorosas que pueden tocar a nuestra puerta, está demostrado que se puede estar entero con Jesús adentro.
Mi impresión en este tiempo es que en nuestras comunidades, no quiero generalizar, hay como un poco de tristeza, de depresión. Se está muy pendiente del chusmerío, de sacarle el cuero al otro, de despellejarlo y cuando estamos frente al hermano ver lo que el otro nos dijo de él y no ver al Jesús que lleva dentro.
Como en un juego de palabras, nos quedamos “sin sentido”, no oímos, no pensamos, no tocamos, no saboreamos, nos quedamos sin el sentido de la vida.
Se que hay muchas patologías que tienen que ver con la infancia difícil que tuvimos, que tiene que ver con el abandono que sufrimos, que tiene que ver con otras patologías que podemos heredar y que muchas veces debemos apelar a una medicación para que calme nuestra ansiedad, pero es una preocupación grande que esta ansiedad que haya generalizado a tan punto que los mismos especialistas hablan de una pandemia, esto que ya no es una epidemia y es una enfermedad encubierta.
No tenemos en claro cual es el enemigo que viene a atacarnos y hasta donde va a llegar el vector.
En esto de correr tanto, de no sentirnos, de no poder identificarnos en el camino como seres humanos, me parece que en más de una oportunidad aún si quererlo, nos convertimos en vectores, en esto que en vez de parar la rueda nos hace retroalimentarla más.
Si yo me detengo a hablar con vos y lo único que haces es bajarme la auto estima, prefiero no pararme, prefiero seguir adelante.
Hay un texto de el Padre Víctor Manuel Fernández, “El dinamismo de quien puede detenerse”, te tenés que detener pero hay algo que se mueve en este detenerse y quiero compartirles un poco:
“Uno es el contacto atento, es el primer impulso. Uno logra interesarse por alguna realidad, sea persona, cosa, movimiento, se siente inclinado a prestarle atención, allí toma contacto, es el foco de atención, pasa a ser esa realidad y todo lo demás pierde interés.
Atento es una de las claves para poder detenernos.
El encuentro y la fusión es la otra clave.
Aquí es cuando uno logra detenerse plenamente porque la realidad que nos atrapa ocupa todo nuestro interés por un instante. Ese instante vivido a pleno con todo nuestro ser unificado en una sola dirección es el punto de un verdadero encuentro, una fusión, una unión perfecta.
No se trata necesariamente de una quietud física porque esa experiencia puede producirse también en medio de un entusiasmo, de una actividad muy intensa, cuando sucede por ejemplo entre las personas que se aman.
Pero hay muchas otras formas de alcanzar este encuentro que generalmente las personas experimentan pocas veces en la vida, si pudieran multiplicarlas encontrarían una existencia más plena.
El mismo Jesús nos muestra como hace y cumple esta segunda faceta, de estar atento y de mimetizarse con la realidad del otro.
Podemos citar a Marcos 10,21 “Jesús fijó en él su mirada y le amó”
Jesús nos invita a detenernos desde la misma actitud que El toma, ¿cómo puede darse cuenta nuestro Señor que en medio del gentío hay una mujer que tiene hemorragias y que lo ha tocado? Hay que estar atento, había una muchedumbre tocándolo, pero El sabía quien lo había tocado y no solamente eso sino que sabía porque lo había hecho.
Esto viene a mostrarnos que estamos llamados a detenernos, a mirar al otro a los ojos, a darnos cuenta lo que le pasa.
Cuantos suicidios porque no sabíamos lo que pasaba por adentro de ellos. Cuantos de nuestros familiares han partido a la casa del Padre sin poder decirnos lo que querían decirnos.
Yo creo que del “sin sentido” hay que pasar al “con sentidos” que tiene que ver con los mimos, con el querernos, con el escucharnos, mirarnos.
Aun en el ambiente laboral, cuando sos capaz de dispensar este amor hay algo que vuelve en el mismo amor.
Ojalá que podamos detenernos de a poquito, ensayando prueba – error, para que podamos todos parar esta gran rueda que viene dando vueltas cada vez más rápido y hacer que de a poco pueda detenerse para que podamos encontrarnos.
Anabel Thanos.
Participa
Radio María