El comienzo de la predicación de Jesús

viernes, 14 de enero de 2011
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  “Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”.
  Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.
  Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron”.

                                                                          Marcos 1, 14-20

  Retomando esta lectura del evangelio, cuando ayer celebrábamos el bautismo de nuestro Señor y renovábamos en nuestro interior esta gracia grande que Dios nos dio, estábamos disponiéndonos a comenzar lo que la palabra de Dios hoy va a insistirnos a nosotros como seguidores de Cristo, el ser cristiano no es un honor, lo es por cierto, pero hay una realidad interior transformadora que la gracia del bautismo nos ha dado, que regenera toda nuestra vida, que nos ha hecho nuevos, que ha hecho en nosotros una nueva dimensión, nos ha dado una nueva dimensión de existencia, porque por el bautismo tenemos la misma vida de Dios, es decir, vivimos para la eternidad, estamos para siempre y ese gran don, esa gran alegría no es algo que se agota en un día, toda nuestra vida terrena no basta para poder profundizar y para poder vivir este gran don, que solo el amor de Dios puede habernos regalado a nosotros que somos criaturas. Qué es el hombre para que te acuerdes de Él, dice el salmista, en medio de toda la creación Dios a nosotros nos hizo con un privilegio especialísimo, nos hizo a su imagen y semejanza y nos ha regalado esto tan especial que es su amor y la posibilidad de tener su misma vida, esto es la gracia de Dios, como no insistir en esto después de haber celebrado el bautismo de nuestro Señor, ayer lo hemos reflexionado, cuando el mismo hijo de Dios no solo se ha hecho carne, sino que también empezó a hacer la cola, a hacer la fila, con todos aquellos que iban a recibir de Juan el Bautista el bautismo para la conversión y nosotros los que celebramos el oficio de la lectura en el día de ayer, hemos leído en la lectura hagiográfica, es decir de los santos, un texto de las disertaciones de San Gregorio de Nacianso, obispo, y en esa lectura, miren que lindo este párrafo con el que quiero comenzar hoy la catequesis, a meternos en esta palabra que hemos escuchado en el evangelio de San Marcos que nos ha dicho síganme, y dice: “San Gregorio de Nacianso escribe, honremos hoy el bautismo de Cristo y celebremos como es debido esta festividad, procuremos una limpieza de espíritu siempre en aumento, nada agrada tanto a Dios como la conversión y salvación del hombre, ya que para Él tiene lugar todas estas palabras y misterios, seamos como lumbreras en medio del mundo, como una fuerza vital para los demás hombres, si así lo hacemos llegaremos a ser luces perfectas en la presencia de aquella gran luz, impregnados de sus resplandores celestiales, iluminados de un modo más claro y más puro por la Trinidad, de la cual hemos recibido ahora con menos plenitud un único rayo proveniente de la única divinidad, en Cristo Jesús nuestro Señor a quien sea la gloria y el poder, por los siglos de los siglos, amén”
  El texto, hermoso de un padre de la iglesia, San Gregorio de Nacianso, que nos ayudaba ayer a reflexionar sobre este don del bautismo, y volviendo al texto del evangelio de hoy, a nosotros que como bautizados tenemos esta alegría, esta divinidad, este honor, esta honra, este deseo de profundizar un don tan grande que no se agota en un solo momento, en una celebración, en una parte de nuestra vida, sino que lo tenemos que hacer cada día, como no acordarnos cuando nuestros padres o nuestros abuelos nos enseñaban en nuestras casas, que ni bien nos despertáramos a la mañana, lo primero que hiciéramos era hacernos la señal de la cruz, porque estábamos reconociendo que a partir de ese momento todo lo que nuestros ojos ven, todo lo que nuestros labios pronuncian, todo lo que nuestros pensamientos elaboran, es posible porque somos hijos de Dios y porque nos ha dado su misma vida. Como no acordarnos cuando nuestros catequistas o también cuando nuestros padres o algún mayor o un sacerdote nos enseñó que cuando entramos a la iglesia o ahora que podemos tenerlos en nuestras casas, en algún recipiente tenemos agua bendita, cuando mojamos nuestros dedos y trazamos la señal de la cruz, podemos hacer eso porque estamos diciendo al Padre Dios, Padre por el bautismo, yo soy tu hijo, esta es la carta de presentación mía, soy tu hijo y soy tu hijo para siempre y vos me has abrazado para siempre, entonces reconozco esta dignidad y este gran don que me has dado. Como no recordar esos pequeños gestos, que tenemos que recuperarlos porque son parte de nuestra vida y hacen que en medio de la vorágine de nuestra vida entendamos que esta es la parte fundante, es la parte importante, es la parte grande de nuestra vida, son las raíces que se han hundido en nuestra existencia y han dado una identidad a nuestro ser, nuestra identidad de hijos de Dios, nuestra identidad de ser miembros de la familia de los hijos de Dios y por lo tanto ser parte de esta comunidad, que es la familia aquí en la tierra, de la iglesia que es la comunidad a la que nosotros también amamos, nos debemos, sabemos que somos una comunidad limitada porque está formada por pecadores, por todos nosotros, desde el Papa hasta el último de los bautizado, somos todos pecadores y necesitamos cada día de esta invitación que el evangelio de hoy nos hace a la conversión, pero que en nosotros también hay una dignidad, un honor, que hay miembros y nosotros también como miembros de este cuerpo místico, cuando hacemos el bien, cuando queremos vivir el evangelio, estamos honrando, va a decir San Pablo, a todo este cuerpo, así como nuestro pecado lo mancha, nuestras virtudes y nuestros aciertos lo ennoblecen, lo hacen bello y eso es lo que tenemos que procurar, este cuerpo de la iglesia porque Cristo es la cabeza, es santo, también resplandezca en medio del mundo, en medio de la historia, como una luz, decía San Gregorio de Nacianso, como una luz que brille y resplandece en medio de las tinieblas propias de la vida del hombre. Pero volviendo nuestra mirada al evangelio de hoy, hay dos palabras que me interesa que recordemos y sean como las dos palabras que hoy marquen el corazón, así como la herradura marca al animal, así como el fuego marca tan profundamente el hierro cuando es metido en la fragua, así también esta palabra de Dios hoy marque en nuestro corazón, en nuestra inteligencia, en nuestras palabras esta impronta propia que el hijo de Dios vino a traernos. San Marcos cuando comienza a relatar el evangelio de la vida pública de Cristo, que comienza luego de su bautismo, inmediatamente el refiere a que Juan el Bautista es aprisionado, es puesto en la cárcel, fue arrestado dice el texto y por lo tanto aquel que es el precursor ya desaparece de la escena, la próxima noticia que vamos a tener de Juan el Bautista es cuando es asesinado, cuando lo matan, el era el precursor, el era la voz pero no la palabra, el solamente venia a marcar el camino, pero no era el camino, el no era digno de desatar las correas de las sandalias de Jesús y tampoco se sintió digno de bautizarlo, ayer no los dijo el evangelio, sin embargo se sometió también a lo que Cristo le pidió, que hiciera en Él como estaba siendo con los demás, Juan se sometió a esto, pero después desaparece, ya ahora está la palabra, ya ahora está el camino, ya ahora esta la verdad, ya ahora esta la vida entre nosotros, esta palabra, esta vida, este camino, esta verdad hoy nos ha dicho: “el tiempo se ha cumplido” la primera parte fuerte que debe imprimirse en el corazón, es como que  mirándote, Jesús hoy esta pronunciando tu nombre, el mío Daniel, Ricardo, Corina y tantos otros nombres, vamos poniendo el nuestro, nos está mirando con amor y te está diciendo a vos hoy: “el tiempo se ha cumplido” pero no como una frase tremendista, tétrica, como una frase de terror, como una frase que expande el miedo, no, es la frase de la gracia, es la frase del tiempo que es tuyo, porque está Dios con vos, es el tiempo del cumplimiento, es el tiempo de la esperanza, es el tiempo de la gracia, porque Dios se ha puesto a tu lado, a mi lado, se ha puesto al lado de la historia del hombre, todo este tiempo se ha cumplido, no porque Dios venga a desgajarnos, Dios venga a cortarnos, Dios venga a sembrar el terror entre nosotros, al contrario, el tiempo se ha cumplido, te está diciendo: “este es tu momento”, lo que te toca vivir hoy, lo que te esta carcomiendo tu corazón ya sea en una alegría, en una búsqueda, en un logro, ya sea en un dolor, en una cruz, en una enfermedad, en un momento particular de tu vida, este tiempo es el tiempo que Dios quiere para vos, para hacerte santo, este tiempo en tu matrimonio, en tu noviazgo, en tu trabajo, en tu estudio, en la vida de consagrado, en la parroquia, en la misión, en los lugares donde estemos, en las vacaciones, este tiempo es el que yo pensé, te esta diciendo Jesús, el que yo pensé para vos, para que sea el tiempo de tu santidad que el tiempo se cumplió porque hoy en este momento, estas recibiendo todas las gracias necesarias, todo lo necesario, todo lo que hace falta para poder llevar adelante el camino de nuestra santidad y de nuestra santificación, éste es el tiempo, el tiempo se ha cumplido porque Dios ha derramado y está tendiéndote su mano dándote todas las posibilidades, dándome todas las posibilidades para que hoy yo sea santo, hoy yo sea cristiano de veras, hoy yo sea iglesia, hoy yo sea bautizado con todo este honor y toda esta responsabilidad, hoy yo sea seguidor de Cristo, hoy yo sea testimonio, luz, sea consejo, sea don para mis hermanos, hoy, no ayer ni mañana, hoy el tiempo se ha cumplido, hoy porque Dios te da las gracias para que puedas vivir como Él nos enseñó. Y la segunda palabra que tiene que marcarse en nuestro corazón a fuego, es como Jesús les dijo a aquellos que estaban pescando, síganme, es un imperativo y es cuando la palabra de Dios usa un imperativo, usa un imperativo, es decir, hay una impronta especial de fuerza del espíritu que esta diciéndote: “esto es lo que hay que hacer, no hay otra opción” porque Dios que sabe de nuestra historia y conoce nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro, Él sabe que esto es lo que hoy tenemos que hacer porque aquí esta nuestra salvación y nuestra santidad. Tan importante así es esto, tan importante, así es nuestro bautismo y así lo queremos vivir, seria bueno que podamos compartir una consigna, en este momento de tu vida: ¿Qué estas dispuesto a hacer por el reino de Dios? ¿Qué decidís hacer por seguirlo a Jesús? ¿Cómo te das cuenta que éste es tu tiempo en la realidad concreta que te toca vivir?
  Estos dos imperativos que la palabra de Dios de hoy nos trae, todo se ha cumplido, el tiempo se ha cumplido y el síganme con el que Jesús comienza su vida pública, su vida de predicador, su vida de transmisor de lo que Dios quería decirnos a nosotros y decíamos que este imperativo, el tiempo se ha cumplido, no es una frase tremenda, sino que está diciéndonos una gran esperanza, en la vida nuestra lo que hoy te pasa, lo que hoy te toca vivir, no es fruto de la casualidad, para nosotros no existe la casualidad, es providencia de Dios que está reclamando tu atención, porque Él te está diciendo que en esto algo te está queriendo decir, algo nos está diciendo, con el hoy de nuestra historia, en la historia de la familia, de la sociedad, de la comunidad, del mundo entero, Dios se nos revela, se nos comunica y esa experiencia es única para cada persona, probablemente no lo hemos encontrado de golpe, ha sido gradualmente, nos ha ido regalando indicios de su presencia que han provocado en nosotros anhelos, deseos y que han despertado nuestro amor. Muchas veces en la Biblia, en la palabra de Dios, se nos repite el tema de estar despiertos, de vivir el estado de vigilia, de levantarnos, de estar atentos. En el antiguo testamento algunas de esas invitaciones al pueblo de Dios se le hacen a través de Abraham, de Samuel en el templo, en el primer libro de Samuel, capitulo 3, Elías, I de Reyes, y en el nuevo testamento encontramos a otras personas que también nos muestran cómo en los hechos de cada día Dios nos está diciendo, “El tiempo se ha cumplido”, porque están dadas las condiciones, te estoy dando las gracias para que encuentres este camino de santidad y encuentres el camino de salvación que he preparado  desde mi amor, para vos y toda tu vida. Santa María, los santos, el mismo Juan el bautista, hermanos y hermanas nuestros a lo largo de la historia, de la iglesia, en el mundo y también cerca nuestro, contemporáneos a nosotros, han sido tan permeables a esta realidad divina de que el tiempo se ha cumplido y estaban dadas las condiciones para que esto se realizara, fueron tan conciente de esto que la vida de ellos no ha quedado en algo oculto, sino que ha florecido en obras maravillosas. Cuántos santos, también cercanos a nosotros. En estos días de enero que nos vamos a preparar para el recuerdo del cura Brochero, en nuestras sierras de Córdoba, tantos que están iniciando el proceso de canonización en nuestra patria, laicos consagrados, jóvenes, niños, enfermos, aquellos que dieron la vida, aquellos que estuvieron en silencio, pero también en el hoy de nuestra historia, en nuestras comunidades parroquiales, en nuestros barrios, en nuestros lugares tan habituales, cuántos hermanos nuestros, y porqué no nosotros también. Hemos experimentado y experimentamos que el tiempo de este momento de nuestra vida es la oportunidad para ser santos, testimonios vivos de esta palabra de Dios. Eso tiene que ser un bautizado. Cuando se celebra un bautismo, nace un misionero. Esa impronta que el mismo bautismo lo trae, y ser misionero es ser conciente de que el tiempo se ha cumplido y no puedo hacer otra cosa que transmitir con mi vida, con mis palabras, con mis gestos lo que Cristo hizo y dijo entre nosotros, porque allí está la realidad salvadora. Esa propuesta original, esa invitación, ese síganme, el imperativo de Cristo que nos ha dejado hoy, también lo encontramos a lo largo de toda la Biblia. Dios busca al hombre porque el hombre busca a Dios, ahí se da ese admirable intercambio. El cambio pasa por el encuentro de mi vida con la palabra, esa palabra que se sigue paseando por el jardín de nuestra historia, buscando corazones bien dispuestos para poner en ellos su tienda y manifestar su gloria. Así Dios decidió llamar a Abraham, pactó con él una alianza, hizo una promesa, formó un pueblo, le habló al corazón para traerlo a él, para anticipar su peregrinar por aquella tierra que quería hacer, una tierra de promisión, de promesa. Dios llamó así también a los patriarcas, Dios formó su pueblo, lo cuidó, veló para que avanzara, para que aprendiera a escucharlo, para que no se apartara de su camino. Y esto es hasta hoy, el amor de Dios sale al encuentro de su criatura constantemente, sale al encuentro tuyo constantemente y el hombre inquieto, nosotros sabemos que Dios nos habla, nos busca y reclama que compartamos con él nuestra vida. Esto quiere decir el tiempo se ha cumplido, hoy tenemos una gran conciencia de que en la palabra es Dios mismo quien sale al encuentro del hombre, nos habla, nos regala la capacidad de ser sus hijos y de vivir como tales. San Ambrosio dice: “a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras”. Esa palabra orada, masticada, nos da la oportunidad de ser en nosotros lo que es por sí misma, eficaz. Es una palabra  que porque se ha pronunciado y es palabra de Dios, realiza aquello que tiene que realizar. Esa palabra orada, nos evangeliza, nos vuelve sensible a las cosas de Dios, a las cosas de todos los días, por eso hoy el tiempo se ha cumplido, hace que seamos sensible a que esto que te está pasando, a esto que te toca vivir en este momento no es casualidad, es algo que Dios está diciéndote y está permitiendo para decirle algo a tu vida y para cautivarte y para que seas un bautizado que nació misionero, que tiene esta impronta de vida. Esta palabra de Dios cuando la compartimos, la vivimos, la reflexionamos, la oramos, también nos permite tener una dimensión de comunidad. Es imposible una comunidad cristiana sin esta escucha atenta de la palabra de Dios que nos permite personalizar las exigencias del evangelio y también vivir en armonía, en comunión con nuestros hermanos, con la iglesia, con la creación entera, para que seamos portadores de la verdad de lo que somos y estamos llamados a ser. En la palabra de Dios leída con fe, meditada con confianza. Orada con convicción de hijos, es la que nos va a ayudar a comprender el sentido de nuestra vida. Este tiempo se ha cumplido quizás sea como aquella semilla de mostaza que cuando crece es un árbol grande y que cobija a todos los pájaros, este tiempo se ha cumplido quizás sea como María que partió sin demora y fue a la casa de Isabel a servir, este tiempo se ha cumplido sea como el grano de trigo que cae en la tierra y muere para dar frutos, este tiempo se ha cumplido quizás sea como el de Pedro, el de Juan, los hijos de Zebedeo que dejando las redes se pusieron a seguir al Señor para ser pescadores de hombres. Este tiempo se ha cumplido en este momento a vos que sos un trabajador, papá mamá, abuelo, abuela, que sos catequista, que sos misionero, ministro de la comunión, que sos alguien que está en este momento viajando y estás escuchando, que sos un joven, una esposa/o, novio/a, estudiante, consagrado, una religiosa, un seminarista, sacerdote,  este tiempo se ha cumplido, es entender que hoy esta palabra viva de Dios te vuelve a decir, esto que hoy te toca vivir,  no sólo hace crecer al reino si lo vivís desde el amor y con esta capacidad de unión a Dios y a los hermanos, sino que también santifica, te santifica y por eso santifica los que están a tu lado, porque allí está la gracia de Dios, y está construyendo tu historia, está hilvanando este momento de tu vida tan importante.
¿Qué estás dispuesto ha hacer por el reino de Dios, cómo descubrís en qué realidades de tu vida estás descubriendo que hoy Jesús te está diciendo, no sólo seguidme, sino también el tiempo se ha cumplido, en esto que estás viviendo están todas las condiciones para que hoy seas santo, seas testigo, luz en medio de tus hermanos. El tiempo se ha cumplido porque en esto que hoy te toca vivir con alegría o con dolor, pero abrazar con amor, allí estoy yo esperándote que me abras los brazos, para yo también abrazarte y caminar juntos este momento de nuestra vida.
Esta invitación al “síganme” provoca una transformación de vida, dejarlo todo. Cuando nosotros recibimos una invitación por parte de Jesús en los acontecimientos, en los hechos de nuestra vida, a este “síganme” lo acomodamos a nuestra circunstancia. Es decir, el “síganme” de Cristo a sus discípulos, tan contundente fue, que no les dejó lugar para otra actividad. Al dejarlo todo ya tenían todo ocupado con el nuevo estilo de vida que Cristo traía, con esta novedad que la palabra de Dios hecha carne nos dejaba.
Hemos tenido muchos de nosotros un retiro, un encuentro que nos cautivó, nos impactó, nos dio vuelta, pero al poco de andar por la rutina, por la pereza, por nuestra propia dejadez, volvemos ha hacer las nuestras de nuevo, estamos de nuevo con las manos en las redes. Cuánto nos cuesta que ese “síganme” de Cristo cope toda nuestra vida, cautive todo lo que somos y lo mantengamos con fervor, con entusiasmo a lo largo del tiempo. Sin duda en nuestras actitudes fundamentales lo mantenemos, pero a veces por allí, en momentos de prueba, de incertidumbre, de búsqueda, de oscuridad, como que uno está tentado a bajar los brazos, a decir y bueno vuelvo a lo mío, a ponerme en las redes y ya no le doy tanto lugar a este primer impacto que el “síganme” de Cristo provocó en mi interior. Entonces que la palabra de Dios nos recuerde esto a la luz del bautismo que hemos recibido, nos hace bien, porque nos posibilita que nosotros podamos hoy sacudirnos, vencer la pereza, vencer esas comodidades, esa tranquilidad interior y lleguemos nuevamente a decirnos, esto que me está pasando, no es solamente lo que tiene que arrancar una queja mía o un momento de alegría porque es algo bueno, y entonces estoy contento por esto, esto que me está pasando no es solamente motivo de reproche o de alabanza, es algo más, es saber que en este tiempo y en esta realidad Dios pone su rostro para venir a decirme que yo tengo que ser su testigo, aquel que siga prolongando su obra entre los hombres, entre nuestros hermanos con nuestro testimonio. El Papa Benedicto XVI, nos ha regalado una exhortación apostólica muy bonita, la Verbum Dómini, sobre la palabra de Dios, que vamos a ir compartiendo algunos párrafos de esta catequesis maravillosa que el Papa nos entrega a nosotros como iglesia, como una exhortación apostólica. Nos ayuda a comprender cuanto amor tenemos que tener como bautizados, como católicos y como iglesia a la palabra de Dios. En el número 91, no dice: “El verbo de Dios, nos ha comunicado la vida divina que transfigura la faz de la tierra, haciendo nueva todas las cosas, su palabra no sólo nos concierne como destinatarios de la revelación divina, sino también como sus anunciadores”. No somos sólo destinatarios, sino también anunciadores. Alguna vez tenemos que ponernos, no en el papel sólo de recibir sino también de dar, no sólo de esperar sino también de trabajar, no esperar que los demás hagan, sino hacer nosotros.
Así nos convertimos en destinatarios, y el Papa nos dice que esa palabra de Dios nos hace destinatarios, pero también anunciadores. Recibir y trabajar, obrar hacer. Sigue diciendo el Papa en el documento, “Él, el enviado del padre para cumplir su voluntad, nos atrae hacia sí y nos hace partícipe de su vida y misión. El espíritu del resucitado capacita así nuestra vida para el anuncio eficaz de la palabra en todo el mundo. Esta es la experiencia de la primera comunidad cristiana que vio cómo iba creciendo la palabra mediante la predicación y el testimonio. Quisiera referirme a la vida del Apóstol Pablo, un hombre poseído enteramente por el Señor. Vivo yo, dice San Pablo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mi, y por su misión hay de mi si no predico el evangelio. Conciente de que en Cristo se ha revelado realmente la salvación de todos los pueblos. La liberación de la esclavitud del pecado para entrar en la libertad de los hijos de Dios. En efecto lo que la Iglesia anuncia al mundo es la palabra de la esperanza, el hombre necesita la gran esperanza para poder vivir el propio presente. La gran esperanza que es un Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo. Por eso la iglesia es misionera en su esencia. No podemos guardar para nosotros las palabras de vida eterna que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, son para todos, para cada hombre. Toda persona de nuestro tiempo, lo sepa o no, necesita este anuncio. El Señor mismo como en los tiempos del profeta Mohs, suscita entre los hombres, nueva hambre y nueva sed de las palabras del Señor. Nos corresponde a nosotros, la responsabilidad de transmitir lo que a su vez hemos recibido por gracia”.
Cómo es este encuentro con la palabra de Dios, qué es lo que hoy te está diciendo “el tiempo se ha cumplido”, en que descubrís hoy en tu vida que este tiempo tiene que hacerte ver que están dadas todas las condiciones para que vos seas más santo, para que vos puedas ser testigo ante los demás.

                                                                                      Padre Daniel Cavallo