El cordero

miércoles, 30 de marzo de 2011
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El símbolo del cordero no es exclusivo de la tradición judeo-cristiana. Por su aspecto y comportamiento natural, como también por su color blanco, se ha considerado al cordero como el animal del sacrificio por excelencia. Es símbolo de dulzura, simplicidad, inocencia, pureza y obediencia.

 

Los antepasados de Israel fueron clanes pastores semi nómades, dedicados sobre todo al ganado menor: ovejas y cabras. Estos clanes realizaban sacrificios y comidas sagradas con corderos y chivitos.

 

La comida de Pascua judía (Pesaj) probablemente tenga como antecedente alguna comida festiva de celebración del año nuevo, coincidiendo con la primavera. “Un rito muy antiguo de los pastores nómades; en primavera, época en que paren las ovejas, se sacrifica y se come un cordero (asado al estilo de los nómades y comido por entero para no dejar nada del animal sagrado cuando se levantan las tiendas); se marcan con su sangre las estacas de las tiendas para apartar las influencia maléficas que podrían dañar a la vida de la tribu y sus ganados. El mismo nombre (pascua) evoca la idea de saltar, cojear, y podría proceder de una danza sagrada que acompañaba a aquellos ritos” (Iniciación a la Biblia I, E. Verbo Divino).

 

Esta antigua fiesta para celebrar la primavera, ligada por lo tanto a los ciclos de la Naturaleza, se resignifica por un hecho histórico: el éxodo, la salida de Egipto, ocurrido en la noche de la primera luna llena de primavera, aproximadamente en el año 1230 a.C. La celebración de la naturaleza se transforma entonces en una celebración de la historia; más precisamente, del paso de Dios por la historia de su pueblo.

 

El Jueves Santo, la liturgia católica nos presenta como primera lectura Ex 12,1-14

 

5 Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito. 6 Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel. 7 Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman. 8 Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas. 9 No la comerán cruda ni hervida, sino asada al fuego; comerán también la cabeza, las patas y las entrañas. 10 No dejarán nada para la mañana siguiente, y lo que sobre, lo quemarán al amanecer. 11 Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor.

 

La sangre del cordero es la señal de pertenencia al pueblo de Yavé y es también la señal de la salvación. Con el cordero elegido, preparado y comido en comunión, las familias y el pueblo todo celebran el paso de Dios.

 

El carácter de celebración familiar que tuvo la Pascua, con los años se vio modificado con la ley que exigía que los corderos fueran sacrificados en el Templo de Jerusalén. La Pascua pasó a ser una fiesta de peregrinación. El cordero era sacrificado en el Templo por manos de los sacerdotes, y luego las familias lo llevaban a la casa para compartirlo en la comida festiva.

Así hizo Jesús durante toda su vida, y también en su última Pascua terrenal:

 

12 El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba el cordero pascual, los discípulos dijeron a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?». 13 Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, 14 y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: “¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?”. (Mc 14,12-14)

 

Jesús, cordero de Dios

 

Los primeros seguidores y seguidoras de Jesús eran todos judíos que celebraban Pascua comiendo el cordero año tras año. Conocían el simbolismo de ese cordero y la memoria de la liberación hecha por Dios en Egipto, liberación que tuvo como señal la sangre del animal. La muerte de Jesús, interpretada a la luz del Espíritu Santo, es una nueva Pascua, un nuevo Exodo. Dios interviene en la historia, liberando a la humanidad de toda esclavitud, y Jesús es ese cordero que con su sangre nos marca y que nos reúne en la comida comunitaria.

 

Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto. (1 Ped 1,18-19)

 

No vi ningún templo en la Ciudad, porque su Templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. Y la Ciudad no necesita la luz del sol ni de la luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero. Las naciones caminarán a su luz y los reyes de la tierra le ofrecerán sus tesoros. Sus puertas no se cerrarán durante el día y no existirá la noche en ella. Se le entregará la riqueza y el esplendor de las naciones. Nada impuro podrá entrar en ella, ni tampoco entrarán los que hayan practicado la abominación y el engaño. Únicamente podrán entrar los que estén inscritos en el Libro de la Vida del Cordero. (Ap 21,22-27)

 

En los primeros siglos del cristianismo se solía representar a Cristo en la cruz en forma de cordero. Pero como era tradición constante y casi universal que el cordero fuera el animal de los sacrificios que se celebraban también en otros cultos, paganos, en el año 692 un concilio celebrado en Constantinopla ordena que el arte cristiano ya no podía representar a Cristo en la cruz en forma de cordero rodeado por el sol y la luna sino con los rasgos del hombre para evitar así toda confusión con los cultos y las creencias paganas.