El cuerpo de la iglesia de Dios

domingo, 10 de agosto de 2008
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Así como el cuerpo tiene muchos miembros y sin embargo es uno solo, éstos miembros a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo. Así también sucede con Cristo, porque todos hemos sido bautizados en un solo espíritu, para formar un solo cuerpo, judíos y griegos, esclavos y hombres libres y todos hemos bebido de un solo espíritu.

El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos, si el pie digiera, como no soy mano no formo parte del cuerpo, acaso por eso no seguiría siendo parte del cuerpo, si el oído digiera, ya que no soy ojo, no formo parte del cuerpo, acaso dejaría de ser parte de él y si todo el cuerpo fuera ojo, donde estaría el oído, si todo fuera oído, donde estaría el olfato. Pero Dios ha dispuesto a cada uno de los miembros en el cuerpo, según un plan establecido, porque si todos fueran un solo miembro, donde estaría el cuerpo.

1º Corintios 12; 12 – 19

Hemos compartido imágenes diversas en torno a la figura de Pablo, hemos trabajado sobre su dimensión en Cristo por el don del bautismo, la centralidad de Jesús en su vida, hemos también ahondado sobre el espíritu de discernimiento que asistía al apóstol de los gentiles, para detenernos en los últimos días en el espíritu santo que vive en nuestros corazones como una de las propuestas centrales dentro de la teología paulina, queremos particularmente poner la mirada en la vida en la iglesia.

La vida del cristiano en la iglesia según la perspectiva de San Pablo.

Esta consideración es uno de los componentes decisivos de la actividad de Pablo y uno de los temas mas importantes de su reflexión, de su acción pastoral, es constatar que el primer contacto de Pablo con la persona de Jesús, le viene a través del testimonio de la comunidad cristiana de Jerusalén, fue al principio como dice Benedicto XVI “es un contacto sombrío”, conociendo el nuevo grupo de creyentes, judíos, que se habían convertido en, según la perspectiva de muchos, una secta nueva que aparecía dentro de la comunidad judaica, Pablo se dispone a perseguirlo.

El lo dice tres veces en sus escritos, en 1º. De Corintios 15-9, en Gálatas 1-3 y el Filipenses 3-6, “he perseguido a la iglesia de Dios”. Casi como presentando este comportamiento suyo, como uno de los peores crímenes, de los cuales él verdaderamente se arrepiente.

Hay un momento clave en el camino de la persecución, del que participa Pablo, que lo pinta de pie a cabeza, de cómo era su disposición, él está participando de la lapidación de Esteban, en Hechos 7-58, que también aparece relatado en 8-1. Es una importante observación, a Jesús habitualmente para acogerlo o rechazarlo, lo recibimos o no, según sea la mediación de la comunidad creyente de la cual nos llega el testimonio de Cristo, adherimos a la persona de Jesús o rechazamos la propuesta de Jesús, según sea la vivencia de Jesús, que se nos comunica a través de la comunidad cristiana.

Pablo que tiene un profundo rechazo a la propuesta que llega de la comunidad primera, sin embargo termina por convertirse a partir del encuentro con el Cristo total en el camino a Damasco. Con el Cristo total porque si bien es cierto, que es una luz que envuelve todo sus ser y Jesús quién se manifiesta su persona, no lo hace sino vinculado al misterio eclesial y podríamos decir así es la misma iglesia en Cristo la que se le revela a Pablo en el camino a Damasco.

Porque hasta aquí los perseguidos por Pablo a partir de la muerte de Esteban hasta el camino a Damasco, donde claramente la palabra dice que él tomaba cartas de la sinagoga, para apresar y meter preso a los seguidores del camino, hasta aquí era a ellos, pero en ellos estaba Cristo.

Por eso la expresión de Jesús “porque me persigues”, no “porque persigues a mis seguidores”, en los seguidores está Jesús, es la iglesia toda la que se manifiesta en la persona de Jesús a la hora de salir al encuentro de Pablo y con aquella dulzura de voz, suponemos nosotros por lo que nos dice el texto y aquella luminosidad enceguecedora, Pablo comienza a descubrir la luz que ablanda su corazón, que endulza su amor y su locura por Dios y comienza a recorrer un nuevo andar, ahora ya no como perseguidor, sino como seguidor del camino.

Es la vida de la iglesia, la que despierta el interés, el interrogante sobre Jesús.

Que dicen los que se acercan a la comunidad cristiana primera, fíjense como se quieren y en este amor, en este querer en la comunidad cristiana, se ejerce una fuerza de atracción que conquista todos los que se van haciendo discípulos de Jesús.

“Porque me persigues”, habla Jesús, habla la comunidad de la Iglesia.

Esta experiencia de corporeidad con la centralidad y la cabeza en Cristo es la que va a marcar toda la teología de Pablo en torno a la eclesialidad, a la imagen de iglesia que él nos propone, es el Cristo total, cabeza y miembros.

Persiguiendo a la iglesia, perseguía a Cristo, Pablo, por eso aquella expresión, “Saulo por que me persigues”.

Entonces el proceso de conversión de Saulo es a Cristo, pero es también al Cristo total, incluye la iglesia. Aquí se entiende decía Benedicto XVI, porque la iglesia estuvo tan presente después, en el pensamiento, en el corazón y en la acción de Pablo. En primer lugar lo estuvo en el hecho de que el literalmente fundó muchas iglesias en varias ciudades en las que llegó como evangelizador.

Cuando habla de mi preocupación cotidiana, el cuidado de todas las iglesias en 2º de Corintios 11-28, piensa en las diversas comunidades cristianas surgidas una y otra vez, Galacia, en Macedonia, en Acaya. Alguna de estas también le dieron mas de un dolor de cabezas, disgustos, como sucedió por ejemplo en Galacia, que él vio seguir otro evangelio, dice Pablo “no el que yo les enseñé”, cosa a las que se opuso con fuerte determinación, sin embargo se sentía unido a las comunidades que había fundado de una manera no fría y burocrática, sino con intensidad, con pasión.

A los filipenses fíjate como los define “hermanos míos muy queridos, a quienes tanto deseo ver, ustedes son mi alegría y mi corona”.Otras veces compara las distintas comunidades a una carta de recomendación única en su género, ustedes mismos son nuestra carta, una carta escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres, por decir como los lleva tan dentro suyo, como la lleva tan dentro suyo a la comunidad eclesial de Corinto.

Otras veces demuestra en su relación un verdadero sentimiento, no solo de paternidad, sino incluso de maternidad, “hubiéramos querido darle la vida” dice en 1º de Tesalonicenses 2 7-8 y en Gálatas dice “Hijos míos por quienes estoy sufriendo nuevamente los dolores del parto hasta que Cristo sea formado en ustedes”.

Es evidente que Pablo en sus cartas nos ilustra también sobre su doctrina de la iglesia en cuanto tal, en cuanto nueva realidad surgida del cuerpo de Cristo. Esta original manera de definirla a la iglesia que hemos compartido hoy en el texto que encabeza nuestra catequesis, somos el cuerpo de Cristo.

La raíz mas profunda de esta sorprendente designación de la Iglesia, la encontramos en el sacramento del cuerpo de Cristo, dice Pablo “ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo porque participamos de ese único pan”.

En la eucaristía Cristo nos da de su cuerpo y nos hace su cuerpo, en este sentido Pablo dice a los Gálatas “todos ustedes no son mas que uno en Cristo Jesús”, y por eso atentar contra la unidad y la caridad, favorecer la división, dar pie a la habladuría, buscar el enfrentamiento o favorecerlos ingenuamente es atentar contra el cuerpo de Cristo.

Es verdad que cuando se profana un sagrario, nosotros sentimos profundamente el anhelo y el deseo por estar allí, para reparar ese daño que se ha hecho a la presencia real eucarística de Jesús en medio nuestro, como quien cabeza preside la comunidad eclesial.

Pero es igualmente cierto que no estamos tan allí, para desde la caridad reparar las profanaciones que hacemos al cuerpo de Cristo cuando con nuestra actitud, con nuestro modo, con nuestra forma, no favorecemos la unidad, destruimos la comunión, no nos articulamos como miembros que pertenecemos a un mismo cuerpo.

Pablo tiene una clarísima conciencia de que el cuerpo eucarístico de Jesús, con el que comulgamos nos hace ser uno también entre nosotros y que atentar contra la unidad en el cuerpo total de la iglesia, es atentar contra el cuerpo de Jesús todo El.

Su experiencia de Jesús es una experiencia comunitaria, es una experiencia eclesial, le viene del momento mismo de la conversión, cuando el perseguía a los miembros de la iglesia, se encuentra con Jesús en el camino a Damasco, escuchando detrás de una luz que envuelve todo su ser y lo enceguece. Saulo, porque me persigues, ¿quién eres? pregunta él y recibe como respuesta, “yo soy Jesús, a quién tu persigues”, pero como, no era a estos otros, no, estos otros son Jesús.

Esta experiencia primera de conversión marca toda le teología eclesial de Pablo. Todos ustedes, va a decir en Gálatas, no son mas que uno solo en Cristo.

Pablo permite comprender que hay no solo una pertenencia de la iglesia a cristo, sino también una cierta forma de equiparación e identificación de la iglesia con el mismo Cristo. No es que sea equiparable, es Cristo mismo.

Ahí esta la grandeza de la iglesia, es verdad que ella no siempre expresa de una manera transparente la imagen de Jesús, si así fuera cuantos mas se sentirían atraídos por Cristo, cuantos mas se sentirían convocados por Jesús. Si fuéramos mas transparentes, si transparentáramos más la imagen de Jesús por la caridad ocurriría como al principio de la comunidad cristiana, muchos dirían fíjense cuanto se quieren, estarían allí, convocados, atraídos por el cuerpo de Cristo, por la presencia de Jesús.

No se puede creer en Cristo y no creer en la iglesia, es una contradicción desde la perspectiva paulina, digo esto porque muchos por allí expresan esto “yo creo en Jesús, pero no me hables de la iglesia”, es verdad tal vez haya que decir esto, “yo creo en Jesús, pero no me hables de esta iglesia” y ahí si, para la comunidad eclesial le viene una necesaria revisión de cómo esta siendo iglesia.

Estaremos siendo la iglesia que Jesús quería que fuéramos. Como podemos salir de este dilema, por los frutos se conoce el árbol.

En discernimiento poder salir del dilema, realmente si la iglesia que estamos viviendo es la iglesia que Jesús quería, mientras tanto aún cuando no sea del todo parecida a aquella que Jesús quería y en toda su prostitución, la iglesia necesite crecer en santidad y convertirse, no se puede afirmar que porque no somos lo que estamos llamados a ser, podamos desentendernos de nuestra fe de la comunidad eclesial.

No se puede creer en Jesús y no adherir a la iglesia, aunque esta sea pobre, aunque esta no revele todo el misterio de Jesús en su ser. Tal vez para muchos de los que siendo claramente críticos de la comunidad eclesial en su modo de encarnar la imagen de Jesús en su seno les venga bien el poder entender que las cosas que verdaderamente se transforman no se cambian desde afuera, sino desde dentro, no se transforman acusando, levantando el dedo o permaneciendo críticos sin involucrarse en el camino eclesial, es verdad también y hay que decirlo que quién se mete en el corazón mismo de la iglesia, sintiéndose llamado a hacerla parecer o colaborar para que se parezca mas con Jesús, terminan como Jesús.

Estamos llamados a terminar como Jesús, mientras permanezcamos en la iglesia, buscando su transformación, seguramente nos irá como a Jesús, es decir iremos sobre el camino del gozo, de la encarnación de Jesús, la alegría de compartir el misterio de Jesús y expandirlo a otros, participaremos también en su pasión, en su muerte, igualmente digámoslo, resucitaremos con Cristo, si nos animamos a permanecer junto a Jesús en la comunidad eclesial.

Pablo en la Carta a los Efesios en el Capitulo 4 3-4 dice “traten de conservar la unidad del espíritu, mediante el vínculo de la paz, hay un solo cuerpo y un solo espíritu, así como hay una misma esperanza a la que ustedes han sido llamados de acuerdo con la vocación recibida”. Mantener la unidad para Pablo, está mucho mas allá de evitar el conflicto, de favorecer la armonía, es la pertenencia al cuerpo de Jesús. Uno en Cristo es justamente desde esta perspectiva tan profundamente de Jesús, donde Pablo nos propone la tarea de la evangelización, Jesús ha dicho, el mundo va a creer, al Padre se lo ha dicho, si estos permanecen unidos.

Pablo haciéndose eco de su experiencia mística en el camino a Damasco, dice lo mismo e invita a lo mismo, a favorecer la unidad como lugar en torno al cual lo podemos hacer como él mismo lo ha expresado “ostias vivas”, es decir alimento para los hermanos.

Cuando se extingue la acción del espíritu santo, según la perspectiva paulina, cuando se atenta contra la unidad. Se lo dice a los Tesalonicenses en la primera de las cartas, cuando los advierte a cerca de los riesgos que genera dentro de la comunidad las divisiones que van agrietando la convivencia, no extingan la acción del espíritu santo.

Pero hay un Pablo que valora mucho esta edificación, esta construcción, de la unidad que no es de golpe, sino poco a poco, paso a paso, por eso va a decir él en 1º. De Corintios 14-26 que todo sirva para la edificación común.

Hay una expresión paulina que llega a identificar a Cristo como el esposo de la iglesia y a la iglesia como la esposa de Cristo, para hablar de esta profunda comunión, esta expresión retoma una antigua metáfora profética que veía al pueblo de Dios, al pueblo de Israel como la esposa de Dios, en el vínculo de la alianza, es la expresión de Oseas 2-4 y de Isaías 54.

Con esta expresión de alianza esponsal se está indicando o se está mostrando que íntima es la relación y el vínculo entre Cristo y la iglesia. Cuando se habla de alianza en términos matrimoniales, en la palabra, se la entiende como aquello que dice el libro del Génesis “estaba pensado de Dios como en el principio, para que los dos lleguen a ser una misma carne” de manera tal que hablar de uno es hablar del otro, hablar de Cristo es hablar de la iglesia, hablar de la iglesia debería ser hablar de Cristo, y por eso el camino constante de revisión, de purificación, de hacer presente verdaderamente a Jesús.

Los santos son los que testimonian como ninguno esta referencia a la persona de Jesús, por la comunión que hay entre ellos y Jesús. Pablo lo va a decir claramente “ya no vivo yo, es Jesús quién vive en mi”.

Este Jesús del que Pablo habla, es el cuerpo total, es la cabeza y los miembros. Es Jesús, pero no el vínculo particular, individualista con la persona de Jesús en un intimismo que encierra, sino el vínculo con el Cristo total, la cabeza y los miembros. El Cristo que vive en Pablo, es el Cristo de la iglesia de Efeso, de la iglesia de Galacia, de la iglesia de Corinto, de los Tesalonicenses, de los filipenses, la iglesia de los romanos, es decir es el Cristo que vive en esas iglesias, que vive en él, como de hecho lo dice él, que los lleva a todos en lo más hondo de su corazón, como una carta escrita por Dios, en lo mas profundo de su ser.

Este nivel de pertenencia quiere Dios que tengamos, de profunda comunión con El en la vida y en la comunión con los hermanos, de allí que nadie puede estar excluido de nuestro corazón, nadie puede quedar fuera de consideración de nuestro ser, estamos llamados a ser uno con Cristo Jesús, todo Cristo, la cabeza y sus miembros.

En este camino de identificación con la persona de Jesús, en el cuerpo eclesial, nada mejor que recorrer un camino que nos lleva a aquellos que son los privilegiados de Jesús, los más débiles, los más pobres y esto no puede ser sólo una expresión de deseo, tiene que manifestarse a través de algún gesto que se haga sacramento, de comunión con aquellos que son los privilegiados de Jesús.