02/11/2018 – “Rodríguez Olaizola, nos habla de este desafío de mirar la muerte cara a cara, porque en realidad es de las pocas certezas que nosotros manejamos, una es la vida, y con la vida se nos pega la muerte”, indicó el Padre Ángel Rossi, en su reflexión en torno a este día, donde conmemoramos a los fieles difuntos.
El Padre Ángel, dijo que “la muerte nos pone frente a cuatro dimensiones que nos puede ayudar”:
“Uno es la conciencia de la finitud, de decir que estamos de paso. Tantas veces nosotros nos olvidamos de esto, o a veces ves tanta gente que parecería que se ha olvidado de que estamos de paso, empiezan a vivir como si fuesen eternos, y nos vamos como vinimos”, indicó el sacerdote jesuita.
“Lo segundo es agradecer, porsupuesto -dijo el Padre Ángel- que la muerte nos duele, nos duele porque han dejado huella en nuestra historia. Pero en el tiempo, el desafío, es ir reconciliándose con esta nueva forma de estar presente de aquellos que nos han antecedido”.
“Lo tercero, la muerte nos da perspectiva, muchas veces la muerte por una enfermedad imprevista, nos hace relativizar cosas que antes uno le daba tremenda importancia, y a partir de un acontecimiento así, empezamos a meter el corazón y a preocuparnos en cosas más grandes”.
Y el cuarto punto, unido a la experiencia religiosa, la muerte como puerta abierta a la esperanza, intuyendo que tiene que haber algo más allá, esta esperanza de que la muerte es una puerta, no es un muro contra el que nos estrellamos”.
En este sentido, el Padre Ángel recordó lo que expresa Martín Descalzo justamente antes de morir:
Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.
Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura»
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