08/06/2018 – El padre Ángel Rossi, en la fiesta solemne del Sagrado Corazón de Jesús, reflexionó sobre el símbolo del corazón, al decir que “El corazón es el lugar de la conversión, es el lugar de los cambios de vida”.
El corazón significa el amor, por eso es la raíz de las grandes opciones, de los ideales, de los valores que conducen una vida. Por otro lado es el lugar del encuentro definitivo con Dios. Como dice San Agustín: “Entré dentro de mí, y allí te encontré, Tú estabas en lo más íntimo de mi propia intimidad, yo te buscaba afuera y vos estabas adentro, cambié de dirección, entré dentro de mí y allí te encontré”.
“El primer gran desafío es saber escuchar al corazón, escuchar las heridas y los dolores, sus cantos y sus gozos, escuchar sus quejas, sus fiebres y enfermedades, en la escucha sincera del corazón se ahondan los misterios de nuestra alma. Escuchar el corazón para saber dónde me encuentro, cómo estoy”, invitó el padre Ángel.
Además pidió “Recuperar la ternura, e incluso saber escuchar aunque el corazón se equivoque, no aplastarlo con reproches estériles… aprender a morir y resucitar, y al escuchar ser como un niño, y no tardar en pedir lo que necesitamos al Señor”.
Un corazón agradecido es la gran fiesta del Jesús hombre. Recordó a Bergoglio que decía: “Si no le hacemos sitio al Señor en el corazón, difícil va a ser que le hagamos sitio a otro”.
Describió la escena en la que Zaqueo es invitado por Jesús a bajar del árbol y alojarlo en su casa. Y compartió una reflexión del Padre Javier Albisu, quien parafraseando al Señor expresa:
Zaqueo, baja enseguida. Baja, no tengas miedo… Una cosa es necesaria: que me hospedes,que me recibas en tu casa. Entremos juntos. Si miras cómo entras en tu casa, empezarás a descubrir cómo la habitas. Entra tú primero, como cada día. ¿Cómo la sientes?, ¿una carga? ¿un descanso?¿una tortura?, ¿un hartazgo? ¿un desierto? ¿una isla? Ahora, deja que entre también yo.
Deja que me quede en el sitio que más vacío esté de amor y sentémonos a hablar. Cuéntame de las cosas que quisieras comenzar y no te animas. Cuéntame de las cosas que quisieras dar y tienes miedo. Cuéntame de esas pequeñas cosas en que te sientes tan pequeño. Cuéntame lo que necesitas y tienes vergüenza de pedirme. Cuéntame de tu herida, he llegado hasta tí para curarla. Cuéntame de tu pecado, que para salvarlo es que vengo. Cuéntame… y cuenta conmigo. Ya llegará el tiempo de abrir la puerta y salir. Tú tienes que intentarlo. De lograrlo yo me encargo. Si te animas, “hoy la salvación habrá llegado a esta casa”.
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