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El diálogo como camino para encontrar la luz de la Verdad
viernes, 4 de abril de 2008
Aquel mismo día iban dos de los discípulos a un pueblo llamado Emaús, que distaba diez kilómetros de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. É les dijo: «¿De qué discuten entre ustedes mientras vais andando?». Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?». El les dijo: «¿Qué cosas?». Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron». El les dijo: «¡Hombres duros de entendimiento para creer todo lo que dijeron los profetas!. ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?». Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha se acaba». Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero Él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad!. ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!». Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.
Lucas 24, 13 – 35
Sin duda estamos en presencia de la más bella de todas las narraciones de la Resurrección de Jesús. Este peregrinar que va desde Jerusalén hasta Emaús que está aproximadamente a unos diez kilómetros de distancia de la ciudad santa de Jerusalén pone en sintonía el corazón de los peregrinos con nuestro peregrinar de todos los días.
Sus preguntas en medio de sus preocupaciones con nuestras preguntas en medio de nuestras preocupaciones. Sus búsquedas, sus diálogos en medio de nuestras búsquedas y a veces las ausencias de nuestros diálogos. Es toda una invitación al diálogo que se nos ofrece en el texto que estamos compartiendo y un diálogo que supone la presencia de un tercero cuando las cosas se hacen realmente difíciles. Para acercar las partes en el diálogo es bueno que haya otro que facilite la conversación. El que facilita la conversación en éste caso es la persona en cuestión del diálogo o de la discusión o de las preguntas o de la búsqueda.
En este caso yo diría es un diálogo que está teñido, está como oscurecido, está bajo las sombras, bajo el velo del dolor, del sufrimiento. Como en el Evangelio de ayer la imposibilidad de María Magdalena de descubrir que aquel que estaba al lado suyo no era el jardinero sino que era Jesús hoy para los discípulos de Emaús descubrir que el peregrino es Jesús y no cualquier transeúnte está determinado también por el dolor.
Justamente en éstos días donde el pueblo todo pide diálogo para encontrar la verdad hay que animarse a soltar desde dentro del corazón lo sano que hay en nosotros superando todas las heridas que por distintos motivos personales, familiares, sociales hemos sido marcados.
Esta es la posibilidad que da la Gracia de la Resurrección. En la Resurrección las heridas están glorificadas, las heridas de Jesús, y en El todas nuestras heridas. La posibilidad que tienen los discípulos de Emaús en un camino de ir liberándose de la herida de la angustia, de la tristeza, del fracaso. Murió el que nosotros seguíamos.
La herida del escándalo de verlo ahí escarnecido en una cruz. Todas éstas heridas que tienen que ver posiblemente con las propias heridas. La posibilidad de ir como liberando la mirada oscura, tenebrosa, bajo un velo de éste lugar dolorido del corazón es la presencia de la luz de la Resurrección que traspasa las paredes y llena nuestras heridas de una mirada nueva, de un modo nuevo de llevarlas. Es la presencia de la luz que la Gracia de la Resurrección trae en un proceso de conversación, de diálogo los discípulos de Emaús encuentran la vuelta a la historia.
Para eso han tenido que vencer la duda. ¿Y éste de donde salió? Porque la pregunta primera ¿
y tu eres el único en Jerusalén que no sabe que es lo que ocurrió?
Como diciendo o vos sos de los otros y te estás queriendo infiltrar entre nosotros y por eso te hacés el que no entendés para entresacarnos lo que pensamos o vos sos un volado, un extra terrestre que no tenés idea de lo que está ocurriendo.
En realidad la pregunta de Jesús es una pregunta estratégica. En el diálogo hay que saber de estrategia. En la estrategia del diálogo lo que se busca es sacar lo que está escondido. Pero no sacarlo para curiosear, no sacarlo para manosear, tampoco para manipular sino para que la persona a la que se interroga pueda expresar lo que tiene dentro y pueda ir encontrándose con su propia verdad y su propia luz. En el proceso terapéutico dice Signund Freud que la luz en el darse a luz en la persona que va madurando está justamente en la libre asociación que por la conversación el que va haciendo el proceso va encontrando.
El hecho del diván y el terapeuta en tiempos del inicio de la aparición de ésta técnica freudiana de sanidad interior psicológica. La presencia de él sin entrar en contacto visual con quien va elaborando su discurso es justamente para liberar el discurso. Y es lo que hace Jesús. Jesús libera el discurso. Introduce la pregunta no como un volado que no entiende de que se trata ni tampoco como uno que curiosea en que están los que seguían al que crucificamos. Es el mismo, El, quien sabe como nadie lo que ocurrió y pregunta para ver como pueden ellos liberar lo que tienen dentro. Por un largo tiempo Jesús no interviene.
Ellos le hablan de todo, le cuentan el detalle absoluto de que fue que ocurrió, lo de Jesús de Nazaret, un profeta grande en palabras y en obras, como fue ajusticiado, como nuestros magistrados lo acusaron, lo llevaron a la cruz, murió. Alguna de las mujeres, como diciendo una de éstas locas, anda diciendo que resucitó, uno de los nuestros fueron al sepulcro, encontraron cono las mujeres habían dicho, que estaba vacío, pero a El no lo vieron. O sea van como reelaborando que es lo que pasó y en éste reelaborar, en éste discurso después que han podido expresar todo lo que sentían, interviene Jesús. El diálogo que necesitamos para encontrar la luz que tome nuestras heridas, la luz de la Resurrección, supone un poder expresarnos con libertad sin miedos, sin poner coto a la expresión y buscando siempre la verdad que nos haga realmente libres.
Lo que abrió el diálogo con Jesús ha sido la pregunta que El hizo ¿
porqué están tristes?
Es decir Jesús no busca un mundo de ideas con el cual expliquen de que se trata lo que conversan en el camino, busca el sentir de ellos, o sea conectarse con su sentir por eso el
¿porqué están tristes
?.
El ¿
de que hablan?
No es cual es el motivo de la conversación sino desde donde hablan que para dialogar es muy importante tomar conciencia de cual es el sentir donde se mueve mi discurso. Porque las posibilidades que tengo de encontrar lo que estoy buscando tiene mucho que ver con esto. Si yo a pesar de que el día está soleado me pongo lentes negros difícilmente pueda descubrir la claridad que hay sobre el día que hoy comienza.
Hay una parte de la búsqueda de la verdad que tiene que ver con el estado interior de ánimo con el que la verdad se busca. Si lo buscamos con bronca nos vamos a desencontrar, con rencor también, si lo buscamos pasándonos facturas también nos vamos a desencontrar, si lo buscamos solo manteniéndonos en posiciones que demuestran la inseguridad no firmes sino hieráticas, intransigentes no vamos a ningún lado sobre todo cuando la verdad hay que buscarla con otro.
Esta experiencia de tristeza frente al acontecimiento pascual es constante. Si el pueblo argentino hoy está un poco triste por todo lo que pasa a pesar de la Pascua estamos bastante cerca al sentir de los discípulos frente a la Pascua. ¿
Mujer porqué lloras?¿porqué están tristes?
Preguntan aquí los de Emaús. ¿
a quien buscan
? A las otras mujeres.
Muchachos ¿pescaron algo? Nada.
O sea ésta experiencia de la tristeza es un dato frente a la Resurrección que debe ser transformado. Pero es un dato concreto de manera tal que esto que nos pone triste en estos días, que nos preocupa, hay que ponerlo a la luz de la Resurrección y hacer dialogar a la tristeza de lo que nos pasa con la Resurrección.
En cada aparición, escribe Eveli, el cielo reprocha la tristeza a la tierra, el cielo reprocha a la tierra la tristeza, la tierra cree que tiene mil razones para estar triste y el cielo tiene mil razones para que estemos alegres. A mi me preocupa que con éste conflicto nos roben el ánimo con el que Jesús nos quiere hacer caminar sobre un tiempo nuevo. Que el conflicto nos robe la Pascua me preocupa. Que no nos robe la paz, la alegría, las certezas, la caridad, la gracia de poder estar entregados a otros en el servicio caritativo, que no nos saque de nuestro centro y al mismo tiempo desde ese centro Jesús, podamos encontrar la forma de abrazar a otros que sienten que la tristeza puede más que la alegría y la preocupación más que el ocuparse de lo que verdaderamente vale la pena en la búsqueda de lo mejor que está por venir.
La tristeza pone siempre una ceguera en el corazón aunque a veces se piensa que es al revés que como estamos ciegos estamos tristes. Lo que no nos hace ver es lo triste que está el alma, la tristeza, la angustia, el agobio, la depresión, el sin sentido, la falta de buen espíritu, de buen ánimo, el enredo que llevamos dentro del corazón como nos hemos movido desde la omnipotencia muchas veces creyendo que todo lo podemos, que todo vale hasta que nos encontramos con nada de lo mucho que nos sentíamos terminó por llenar el corazón. Como hartos de todo y llenos de nada, como vacíos de nosotros mismos.
Un estado de desolación hondo y profundo es el que no nos deja ver. Este está instalado en nuestro país. Hay como una honda tristeza. Una profunda nostalgia que además se mezcla con la comparación que nos hacen y nos hacemos de otros. Brasil, el mejor, y Chile, un país como nuestros vecinos. Es como si somos lo peor de lo peor. Ese modo de pararnos frente a nosotros mismos y a la búsqueda de la solución de lo que nos hace falta no ayuda, no colabora. Somos lo que somos y tenemos lo que tenemos. En esto que somos podemos ir encontrando lo que estamos llamados a ser. Pero si lo que gobierna y determina nuestro camino es la nostalgia, la tristeza, la herida de lo que podríamos haber sido, la comparación que hacemos con otros, no hacernos cargo de nosotros mismos. En definitiva difícilmente podamos dar un paso
Cuando empieza a intervenir en el diálogo del Evangelio que hemos leído. Como no entienden de que todo lo que ocurrió de algún modo en el plan, en el proyecto de Dios estaba previsto. Como todo lo que está pasando de alguna forma en el mapa de la historia estaba como indicado y empezó Jesús desde la escritura a mostrarles como lo que se refería a Jesús de Nazaret estaba indicado en la escritura. Ellos comienzan como a sentir que el corazón va saliendo de aquel lugar de pena, de tristeza, de queja, de rencor, de dolor, de odio. ¿Que determina el calor en el corazón? Posiblemente el tono de voz con el que Jesús se comunicó. En el decir de la Presidenta el tono a veces no ayuda. Lo mismo dicho de otra manera hubiera sido para sumar.
Hay un modo en el tono de la comunicación que no colabora o a veces no lo decimos nosotros. Decime lo mismo pero de una forma distinta. Acepto lo que me decís pero no me ayuda el modo como me lo decís y no es que tenemos que andar bailando un minué de punta de pie para poder vincularnos. No se trata de esa delicadeza histérica de quien se vincula como si tuviera tocando permanentemente una copa de cri9stal entre sus manos. Se trata si de una delicadeza con firmeza, con altura y sobre todo con la búsqueda del bien del otro. Para eso hace falta oportunidad, un tono determinado de voz, lo cual no hay que estar permanentemente produciéndolo sino hay que liberar el corazón en la comunicación con el otro para que verdaderamente se pueda establecer éste vínculo. Es lo que Jesús hace, les tira una mano. Es lo que le vamos a pedir al Señor. Es muy triste el modo como nos relacionamos. Tenemos razones para nuestras tristezas pero hay más razones para la alegría
La tierra clama por su dolor sale al encuentro de los que van tristes por el camino y en ese vínculo que se ha creado se regala el don de la Resurrección. Es el vínculo el que trae la Resurrección. Jesús amaga con seguir para adelante y ellos le dicen Señor quedate con nosotros. ¿Que hace Jesús? Se queda y parte el pan y ellos cuando parten el pan se dan cuenta en ese signo pascual de la última cena que aquel que estuvo caminando con ellos era el Señor que había resucitado y empiezan a descubrirlo cuando miran hacia atrás. Acaso después de todas las penas, las tristezas, el dolor, la queja, el odio.
Cuando El empezó a hablar no empezamos a sentir algo en el corazón como que ardía
. El Señor ha resucitado y lo descubren en un signo simple, concreto. Que bueno poder decírselo a los otros. Jesús está vivo. Cuando el vínculo se reconstituye en medio nuestro la garantía es la presencia de Dios mismo. Dios es la garantía del vínculo.
Cuando dos o tres de ustedes se reúnen en mi nombre yo estoy ahí
. Por eso la invitación de Jesús a construir las nuevas relaciones desde la unidad.
Padre Javier Soteras
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