El discipulado de la mujer

viernes, 18 de septiembre de 2015
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18/09/2015 – Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios;  Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.

A la luz de la palabra de Dios en este día ¿Cómo vivís el sentido comunitario de la fe? ¿Compartís tu vida con sencillez y amor?

El Evangelio de hoy nos quiere ayudar en un tema fundamental: el discipulado. Este discipulado aparece con una característica, San Lucas no solo remarca el seguimiento de los doce sino también el de las mujeres. Ellas son modelo de discipulado, ponen sus bienes al servicio del Mesías.

En la antigüedad cada maestro de filosofía, de vida, tenía sus adeptos que compartían las ideas, la vida. El seguimiento indicaba que había que convivir con el maestro para ver como vivía y aprender su forma de vida. Esto ocurrió antes, después y con Cristo.

Ser discípulo de Cristo es aprender su doctrina.

La alegría de ser discípulos y misioneros de Jesucristo

 

Documento de Aparecida:

28. En el encuentro con Cristo queremos expresar la alegría de ser discípulos del Señor y de haber sido enviados con el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no es una carga sino un don: Dios Padre nos ha bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del mundo.

29. La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades; deseamos que la alegría de la buena noticia del Reino de Dios, de Jesucristo vencedor del pecado y de la muerte, llegue a todos cuantos yacen al borde del camino, pidiendo limosna y compasión (Cf. Lc 10, 29-37; 18, 25-43). La alegría del discípulo es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio. La alegría del discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta sino una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para anunciar la buena noticia del amor de Dios. Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo.

Ser discípulo es aprender a encaminar nuestra vida en la vida del maestro. En el Evangelio del San vemos cuando los discípulos de dicen “Maestro, ¿dónde vives?” “Vengan y vean” responde Jesús. Ellos compartieron todo el día con él y después de esto dijeron “Hemos encontrado a Mesías” Lo pueden afirmar porque lo vieron actuar, vivieron con él.

Una vida que se quiere encontrar con el maestro, que tiene la experiencia de haber vivido con el maestro, ahí nace el discipulado, está la clave.

Si no hay una experiencia de palpitar con del maestro, de latir con su sentimiento pueden ser discípulo de vida pero no con el fundamento de radicalidad y la expresión de aprender a vivir como él vive.

Lo particular de este evangelio está en que no solo los doce estaba con él sino tambien las mujeres queirnes habiaçn sido sanadas. No solo lo habían escuchado sino que habían experimentado en carne propia lo que era tener al Mesías en su propia vida.

Esto marca una diferncia porque en este moento de la historia las mujeres no podían seguir a un maestro, ellas vivian totralmente margiandas y sometidas. Esto debe haber chocado a las personas de esa época. Parte de estas mujeres fueron testigos de la Pascua de Cristo.

Hoy damos gracias al Señor porque tambien hoy las mujeres forman parte de la Iglesia.

¡Buen día! Bienvenidos a la Catequesis. Hoy te invitamos a compartir: ¿Cómo vivís el sentido comunitario de la fe? ¿Compartís tu vida con sencillez y amor?

Posted by Radio María Argentina on Viernes, 18 de septiembre de 2015

 

Jesús y las mujeres

Jesús las asocia como colaboradoras al lado de los doce. La presencia de las mujeres  al pie de la cruz, en la mañana de la resurrección, cuando Jesús le pide a los doce que vayan a Galilea. Indudablemente nos hace suponer la presencia de la mujer en otras circunstancias de la vida de la Iglesia.

Ningún rabino tenía mujeres entre sus discípulos en cambio en los evangelios las mujeres aparecen muy receptivas al mensaje de Cristo. Empezando por su mamá. Aparece con ese corazón dócil alegre, dispuesta a recibir lo que el mismo Jesús enseñaba, la alegre noticia del reino.

Jesús menciona a tres de ellas María Magdalena, Juana y Susana. Nos da un signo muy particular al nombrarlas, como destacando que cada una tenía su vida su trayectoria, su personalidad y que con esto, sin hacer diferencia, siguen al maestro y son discípulas de esta Buena Nueva que Cristo trae.

Uno de lo signos del Reino de Dios que anuncio en la sinagoga de Israel el proyecto de la salvación de Dios. Jesús rompe con los tabués sociales y religiosos de la época con respecto a la mujer y da el paso de integrarla en su obra evangelizadora.

Para algunos el evangelio es el libro que ayuda a descubrir el rostro de la mujer en el anuncio que la mujer hace del Reino. Si bien no hay nada explicito sobre esto sin embargo la acción de Cristo incluye a todos. Es el que abre el corazón del evangelio de Dios en esta expresión con la que San Pablo nos ha dicho que “Cristo es el que vence las barreras, ya no hay separación entre hombre y mujer, entre judío y griego”  Viene a pronunciarnos el Evangelio que nos hace a todos hijos de Dios.

El Papa Francisco recuerda mucha veces en sus catequesis en sus escritos el reconocimiento que como comunidad e Iglesia tenemos que hacer del rol y del trabajo de la mujer entre nosotros. No solo en la riqueza de le expresión de lo femenino par ala Iglesia y del reino sino también puntualizar en el como en el corazón de la mujer cala el mensaje de Cristo.

Los hombres somos más ariscos para las cosas religiosas, las mujeres son riqueza que se ve en nuestras catequistas por ejemplo. Hay una mayor riqueza por parte de la mujer que de los varones. Es una riqueza grande pero también una responsabilidad y desafío. Desafío anunciarles a los varones porque hay realidades que convertir y murallas que vencer.

El Papa Francisco nos muestra un agradeciemiento y el tomar conciencia del rol de la muejr en la vida de la Iglesia.

En muchos casos hemos recibido el don del evangelio de la mano de alguna madre, catequista, abuela, etc.

Las discípulas que siguen a Jesús y que él con esta actitud de de corazón abierta nos ha enseñado a distinguir e incluir a las mujeres en el Evangelio de Jesús.

Ojalá que desde este Evangelio podamos eliminar totalmente los prejuicios que puedan existir en cuanto al rol de la mujer en la vida de la comunidad de la Iglesia.

Las mujeres nos presentan esa riqueza de vivir el Evangelio en as realidades que les toca de dolor de entrega

La dignidad y participación de las mujeres

451. La antropología cristiana resalta la igual dignidad entre varón y mujer, en razón de ser creados a imagen y semejanza de Dios. El misterio de la Trinidad nos invita a vivir una comunidad de iguales en la diferencia. En una época de marcado machismo, la práctica de Jesús fue decisiva para significar la dignidad de la mujer y su valor indiscutible: habló con ellas (Cf. Jun 4, 27), tuvo singular misericordia con las pecadores (Cf. Lc 7,36-50; Jun 8,11), las curó (Cf. Mc 5, 25-34), las reivindicó en su dignidad (Cf. Jun 8, 1-11), las eligió como primeras testigos de su resurrección (Cf. Mt 28, 9-10), e incorporó mujeres a al grupo de personas que le eran más cercanas (Cf. Lc 8, 1-3). La figura de María, discípula por excelencia entre discípulos, es fundamental en la recuperación de la identidad de la mujer y de su valor en la Iglesia. El canto del Magnifica muestra a María como mujer capaz de comprometerse con su realidad y de tener una voz profética ante ella.

452. La relación entre la mujer y el varón es de reciprocidad y colaboración mutua. Se trata de armonizar, complementar y trabajar sumando esfuerzos. La mujer es co – responsable, junto con el hombre, por el presente y el futuro de nuestra sociedad humana.

453. Lamentamos que innumerables mujeres de toda condición no sean valoradas en su dignidad, queden con frecuencia solas y abandonadas, no se les reconozca suficientemente su abnegado sacrificio e incluso heroica generosidad en el cuidado y educación de los hijos, ni en la transmisión de la fe en la familia. Tampoco se valora ni promueve adecuadamente su indispensable y peculiar participación en la construcción de una vida social más humana y en la edificación de la Iglesia. A la vez, su urgente dignificación y participación pretende ser distorsionada por corrientes ideológicas, marcadas por la impronta cultural de las sociedades del consumo y el espectáculo, que son capaces de someter a las mujeres a nuevas esclavitudes. Es necesario en América Latina y El Caribe superar una mentalidad machista que ignora la novedad del cristianismo, donde se reconoce y proclama la “igual dignidad y responsabilidad de la mujer respecto al hombre”

454. En esta hora de América Latina y El Caribe, urge escuchar el clamor, tantas veces silenciado, de mujeres que son sometidas a muchas formas de exclusión y de violencia en todas sus formas y en todas las etapas de sus vidas. Entre ellas, las mujeres pobres, indígenas y afro americanas han sufrido una doble marginación. Urge que todas las mujeres puedan participar plenamente en la vida eclesial, familiar, cultural, social y económica, creando espacios y estructuras que favorezcan una mayor inclusión.

455. Las mujeres constituyen, en general, la mayoría de nuestras comunidades, son las primeras transmisoras de la fe y colaboradoras de los pastores, quienes deben atenderlas, valorarlas y respetarlas.

Urge valorar la maternidad como misión excelente de las mujeres. Esto no se opone a su desarrollo profesional y al ejercicio de todas sus dimensiones, lo cual permite ser fieles al plan originario de Dios que da a la pareja humana, de forma conjunta, la misión de mejorar la tierra. La mujer es insustituible en el hogar, la educación de los hijos y la transmisión de la fe. Pero esto no excluye la necesidad de su participación activa en la construcción de la sociedad. Para ello, se requiere propiciar una formación integral de manera que las mujeres puedan cumplir su misión en la familia y en la sociedad.

El rol de la maternidad es un rol insustituible. Sumando esto en que en el camino de la fe se puede asumir gracias a al presencia de la mujer.

El evangelio de hoy nos invita a revisar el discipulado. Lo fundamental es vivir el discipulado, experimentar de cerca la vida de Cristo, no hacerlo de oída sino con una profunda convicción.

Padre Daniel Cavallo