El Dolor ¿Encoge?

jueves, 30 de abril de 2009

Entrevista al doctor Daniel Mosca, psiquiatra y presidente de la Sociedad Argentina de Psicotrauma,
ha trabajado en tres de los hechos traumáticos que marcaron la historia reciente de la Argentina: el accidente de la aerolínea Lapa, las inundaciones de Santa Fe y el drama de Cromagnon.

El dolor, a veces, nos endurece, nos lleva a construir una coraza blindada en torno a nuestras necesidades, a nuestros miedos, a nuestras necesidades. Otras veces el dolor nos enseña, nos humaniza, nos torna más sensible, nos arrima a la vivencia profunda de lo que Jesús quiso enseñar cuando hablaba del Reino de los cielos.
    Cuando el dolor nos encoge, en verdad nos está mostrando nuestra verdadera estatura. Nos está recordando cuán chiquitos somos. Si ese es el aprendizaje, vayamos corriendo a pedir perdón a quien lastimamos, a quien les fuimos indiferentes. Y si no se puede, hagámoslo frente a Dios.
Que el rencor no le gane al amor, no le gane a la profundidad de los afectos que se pudieron haber tejido en aquellas circunstancias, porque cuando hay situaciones límite, los vínculos que se establecen son muy profundos, y a veces, perduran toda la vida.
    Que nuestra sed de justicia no se convierta en resentimiento, y que nunca bajemos los brazos. Que seamos capaces de apoyar a quienes están luchando por esta vocación de que la justicia esclarezca los hechos.

    Cuando en la pantalla estamos frente a experiencias dolorosísimas, muy traumáticas, muy tristes, apagamos el televisor o cambiamos de canal a otra cosa más divertida, y no damos espacio interior a la reflexión, para que esas imágenes no bajen al fondo de nuestro corazón y nos cuestionen, y también nos preparen –porque, como dice Jesús, “nadie sabe cuál es su hora”-.
Tal como están las cosas, -sea por catástrofes naturales, sea por enfermedades, por la inseguridad que reina en las ciudades, por la enorme cantidad de accidentes-, uno tiene que cuestionarse el ‘qué’ de uno ante la muerte. Aunque nunca se pueden anticipar las reacciones que van a salir del fondo del alma, uno puede, de alguna manera, aunque sea ‘no pasar de largo’ frente a los hechos que todos los días desfilan naturalizando la muerte, convirtiéndola en un show, en un espectáculo, o acostumbrándonos de una manera que casi nos inmuniza ante la realidad que vemos.
Lejos de poder internalizar  y de poder comprender el sufrimiento humano, todo este desfile incesante de traumas, de muertes y de violencias, ponemos esto afuera, lejos de nosotros, y de alguna manera ponemos dentro este ‘a mi no me va a pasar’. Pero nos puede pasar a todos. Los testimonios que hemos recogido, así lo muestran.
    Lo más triste es que el dolor, en vez de dilatar el corazón, nos encoja, en vez de agrandar el alma la achique, en vez de abrirnos la mano, la cierre. Y en algunos casos, hasta la convierta en una verdadera trompada.

Vea compadre qué fuerzas tiene mi pueblo
Para creer todavía y pelearle a la hipocresía
Vea compadre qué fuerzas tiene mi pueblo
Después de estar casi muerto sigue creyendo en la vida
Vea compadre qué agallas tiene mi pueblo
Sobre el derrumbe construye y la vergüenza destruye

El sol asoma, estamos vivos por eso quiero y exigimos
Que vuelvan todos los que se han ido
Con la esperanza que hemos perdido

    La ciudad de Santa Fe se encuentra entre los ríos Salado y Paraná. Ambos registran crecidas de magnitudes que generalmente no son sincrónicas.
    El 29 de abril del 2003, el Río Salado inundó de modo violento prácticamente un cuarto del casco urbano de la ciudad. Desde el 27 ya venía inundando distintas regiones. Más de cien mil personas tuvieron que huir precipitadamente de sus hogares. Otras no lo lograron. Se sumaron a los fenómenos naturales una serie de acciones y de omisiones que generaron la catástrofe. Mucha gente asentada en el valle del río, donde no se debía construir, lo hacía debido al escaso valor de esos terrenos. En la década del 90 se construyeron obras de defensa. Uno de los tramos quedó inconcluso, y por allí entró el agua, a modo de torrente. Después el agua bajó, pero lo que quedó embalsado en ese lugar, demoró en irse, y hubo por un tiempo mayor altura del agua en la ciudad que en el valle del río. Se tuvo que apelar a volar parte de la defensa con explosivos para permitir que el agua se escurriera. Por muchos días se careció de energía eléctrica. La estación transformadora se llenó de agua. El Hospital de Niños, muy moderno y con tecnología de punta, instalado allí precisamente para favorecer el acceso de los que menos tienen, tuvo que ser evacuado dramáticamente. Su planta baja se inundó totalmente.
    Se carecía de regulaciones, controles. Y si tuvieron señales, no se pudieron interpretar. Caminos anegados, puentes destruidos aguas arriba, una semana de precipitaciones extraordinarias que seguían a un pico de crecidas del mes de marzo…muchas señas que no se escucharon, que no se tuvieron en cuenta.
Por no haber planes de contingencia en muchos casos no se actuó de modo coherente, ordenado. La evacuación y la autoevacuación fueron caóticas. Escuelas, gimnasios, clubes, y cuanto lugar se pudo encontrar fueron albergue de las personas. Por muchos días familias enteras estuvieron desencontradas. Pero la sociedad se organizó, algunos dicen, de modo ejemplar. Agrupaciones intermedias y autoconvocadas, y personas particulares, ofrecieron sus vehículos, lanchas, piraguas. Hubo como siempre, heroísmo… y también miseria humana
Leer algunos testimonios, nos ayudará a comprender si el dolor ENCOGE o AGRANDA  el corazón.

–    Siempre pensé que esto sucedía solo en las películas, hasta que me tocó vivirlo. Solo se sentías ruidos de roturas de tapiales por la fuerza de la avalancha de agua. Nosotros tuvimos la suerte de poder subir a la terraza. Y hasta allí llegó el agua. Toda la gente arriba de los techos llorando, pidiendo auxilio, muebles, automóviles y cuanto uno pudiera imaginar,  flotando en las calles y arrastrados por el agua. Yo me aferré a la frase de Santa Teresa “Nada te turbe, nada te espante…”, recé mucho. Llegó la noche. Allí nos rescataron con una canoa, pasando al ras de los cables de la luz. Era aterrador. Ni sabíamos donde estábamos. Sirenas, luces, la gente gritando, todo el escándalo que surge. Cuando logramos llegar a tierra firme, mojados y descalzos llegamos a una parroquia. Allí el sacerdote nos recibió muy amablemente y nos dijo ‘no se hagan problemas, aquí hay ropas para todos’. Llovía y hacía mucho frío. Una vez que llegué allí me olvidé de todo, pero mi mente se volvió atrás. Así, me fui al salón parroquial a trabajar. Estuve 5 días sin comer ni dormir. La gracia de Dios y el estar ocupada en el servicio a los demás me fue sacando de toda esa angustia.
Luego la vuelta a casa fue terrible: llegar y ver todo totalmente destrozado. Perdimos todo. La gracia de Dios hizo que no me enloqueciera.
    Toda la gente tenía puesta su atención a responder a nuestra desgracia. Esas demostraciones de que cada uno daba lo que podía, ropa, comida, tiempo, cariño, anímicamente  colaboró mucho con nosotros.
    Y como hay de todo en todas partes, quedó también la gente que no tiene nada pero lo que busca es hacer problemas, dar lástima.

    El valor del afecto, de la mano tendida hasta en los más pequeños gestos cobran un valor muy grande, hasta diría ‘salvador’ de la psiquis humana en momentos de tanto dolor. En esos momentos fluyen y se puede pesar con más sensibilidad en la balanza de la vida el peso del amor.

-La gente sintió mucha desprotección de parte de las autoridades. Y generó en la sociedad civil un compromiso mayor para con los afectados: al no ver desde lo gubernamental la asistencia necesaria la sociedad se movilizó para acompañar a los más afectados. Por supuesto, en esos casos también surge lo mejor y lo peor de cada persona, porque estando inundados, sin luz, hubo quienes salieron a saquear. Santa Fe era realmente como una zona de guerra: todo oscuro, frío, lleno de agua, los helicópteros del ejército…Pero la mayor parte de la sociedad estuvo movilizada por buenos sentimientos y acciones: ver personas leyéndole cuentos a los niños, atendiendo ancianos… Y la sociedad quedó sentida en forma que la pobreza se acrecentó, la inseguridad creció sobre todo en el cordón oeste de la ciudad. La gente quedó resentida por las pérdidas no solo materiales, sino con parte de su historia (perder fotos, recuerdos familiares, perder el sentido de pertenencia a una comunidad barrial) En algunos aspectos creció la participación de la gente por la promoción de los derechos civiles: la gente se comenzó a movilizar como para que los gobernantes se hagan cargo de sus responsabilidades, pero al mismo tiempo hay también un descrédito hacia los gobernantes. La gente siente que no puede confiar en nadie. Otro aspecto es que hubo ayuda de todas partes, hasta internacional, pero la distribución no fue equitativa, en parte porque hay gente que aprovecha situaciones de catástrofe para mal: hubo inundado que no recibieron y gente no inundada que recibió. También hubo terapias postraumáticas en hospitales y centros barriales para ayudar sobre todo a los niños
Yo , como ciudadana y trabajadora social, lo vivo como un momento de crisis pero de esa crisis de donde puede surgir una esperanza para la sociedad: que la gente pueda comenzar a movilizarse desde otros aspectos, desde la importancia que tiene la participación como parte de la sociedad civil, desde los lazos que podemos tender entre nosotros para que la ciudad salga adelante pese a que ha quedado una sensación de mucha chatura en cuanto a lo social después de esa catástrofe

GL: Ojalá podamos ir saliendo de esta chatura, que en cualquier momento se hace depresión. Y difícilmente se puedan gestar cosas nuevas a través del escepticismo.

APURATE JOSÉ (chamamé de Teresa Parodi)
 Así hablaba la Jacinta en mi pueblo, yo la oí, cuando las aguas llegaron y se tuvieron que ir
mezclando buen castellano con algo de guaraní, esto fue lo que ella dijo, yo lo voy a repetir.
Apurate José que ya está viniendo la creciente otra vez y no sé por qué
esta vuelta las aguas me dan más miedo, todo el bicherío la está anunciando como nunca fue, ¿´hayé José?
ya junté los críos y el atadito en el terraplén.
Doña Pancha vino al amanecer y se fue con Frete para el Batel
se llevó unas calchas y algunos trastos en el carro cue.
Ya pasó la Eulogia y Cambá Maciel orillando el pueblo por el tapé
apurá te digo que llega el río y no sé por qué el silencio aturde asustándome
nunca fue tan triste el atardecer.
Recitado:
La virgencita que me perdone, pero hace mucho que Dios se olvida de los isleños, jheí chupé
ay cómo sufre la gente pobre, calamidades manté le suelen pasar al pueblo ¿´haye José?
Te acordás la otra vez los que no pudieron alcanzar el camino, nadie más los vio
la Evarista Luján, la de lo de Ríos se quedó solita esperando al López en el rancho allá y no se supo más
cada Viernes Santo suelo rezarle el rosario angá.
Apurá te digo, fíjate bien que el Jacinto Gómez pasó también
fue de lo del Chino para buscarle a la guaina de él.
Ya junté el atado y los cunumí y a mi Virgencita, la de Itatí
le pedí con rezos que nos ayude para salir
hay que ir costeando el camino así,apurá te digo, aña membí
Los factores post-traumáticos influyen mucho y se hace necesaria la contención. Fíjense la diferencia entre las personas que estuvieron puestas inmediatamente al servicio de los demás y lograron de alguna manera esa contención, esperanza, fuerza, la oración, la atmósfera espiritual. Esos son todos factores post traumáticos, son redes sociales, los vínculos afectivos, que son muy distintos al que quedó recluido en su dolor y allí generó resentimiento, rencor y de pronto se encontró en un callejón sin salida.
Queremos seguir compartiendo, especialmente con los protagonistas de estos hechos traumáticos, lo que han aprendido del dolor, de la vida, cuál es la actitud del corazón humano ante estos hechos
-Creo que la gente quedó con miedo, y por otro lado con resentimiento a los dirigentes
-Se trató de reparar todo lo que se pudo, y digo todo lo que se pudo porque el daño psicológico fue muy grande, Fue asombroso ver tanta juventud dispuesta a ayudar, entregar todo su tiempo haciendo cosas que tal vez nunca habían hecho. Creo que fue una catástrofe que llenó de otro tipo de luz a la gente: la luz de la solidaridad
GL: Podemos notar en los diferentes testimonios las distintas visiones de cada uno desde la circunstancia que le tocó vivir, o de lo que lleva en el alma, o de lo que perdió. La pérdida muchas veces nos encoge

 

Entrevista al doctor Daniel Mosca, psiquiatra y presidente de la Sociedad Argentina de Psicotrauma,

ha trabajado en tres de los hechos traumáticos que marcaron la historia reciente de la Argentina: el accidente de la aerolínea Lapa, las inundaciones de Santa Fe y el drama de Cromagnon.

GL:¿Cuáles son los factores que indican que hubo un shock traumático, y cuáles son los síntomas que indican que hay un duelo que no se está pudiendo hacer
DM: Es importante marcar por un lado que muchas personas que se enfrentan a situaciones límite no van a desarrollar a lo largo del tiempo ninguna sintomatología. Pero hay quienen sí sufren y pueden generar distintos cuadros como trastornos de ansiedad, depresivos, y lo que más tiene que ver con estos hechos es el “stress post traumático”.
    El stress post-traumático tiene síntomas divididos fundamentalmente en tres grupos: un grupo de síntomas que tiene que ver con la ansiedad: la persona va a estar inestable, va a tener insomnio, dificultades de concentración, va a sentir una sensación de alerta constante. Otro grupo de síntomas tiene que ver con lo evitativo: dificultad de la persona para poder relacionarse con hechos, con otras personas o con situaciones que sean recordatorias del trauma (ej: si tuvimos un accidente de tránsito, no queremos volver a manejar). Otro grupo de síntomas tiene que ver con las imágenes o con los olores o sensaciones que uno vivió durante el hecho.

GL: Cuando aparecen estos síntomas ¿nos estaría hablando de que el trauma no fue superado?

DM: Eso depende de cuánto malestar nos cause esto. Esto es una característica del trauma: el trauma toma partes que no tienen relación directa o que no son importantes o peligrosas como el hecho que sí nos llevó a esa situación crítica y peligrosa. Obviamente, para que estas situaciones se repitan, tendría que llover mucho para que la inundación se repita, o para que un cohete cause estragos como pasó en Río Tercero. Pero igual uno toma la parte como si fuera el todo, y eso es un “gatillo disparador” emotivo importante. Si este disparador nos lleva simplemente a recordar la pérdida que tuvimos en ese momento, puede ser algo normal y que no requiera ningún tratamiento.

GL: Una situación límite como puede ser una catástrofe, pone en evidencia lo mejor y lo peor del ser humano: en algunos desata verdaderos resortes heroicos, son capaces de poner en riesgo su propia vida para salvar a gente que no conocen, y otros aprovechan para ‘robarse los colchones’ ¿Qué es lo que determina una u otra reacción?

DM: Eso ya escapa a la psicología y la psiquiatría. Esto tiene que ver con las características que uno tenía frente a estas cosas: una buena persona o va a hacer algo bueno o va a ser neutro, una persona mala posiblemente termine haciendo algo que perjudica a los demás. Pero no podemos tomar la catástrofe para dar a gente que hace el mal un justificativo que no tendríamos que darle.

GL: ¿Duele más la pérdida material o la evidencia de que la gente es mala?

DM: Eso hasta podríamos generalizarlo: Los desastres naturales tienen mucha menos incidencia de trastornos psiquiátricos que los que son realizados por la mano del hombre.  Si a los desastres naturales se le atribuyen cosas como la negligencia humana (en el caso de Santa Fe que no estaban terminadas las obras), normalmente traumatiza más. Cuando hay intencionalidad de dañar, eso termina siendo algo que se suma al padecer del damnificado.

GL: ¿Qué experiencia personal tuvo usted para la vida trabajando con los damnificados en Santa Fe?

DM: En Santa Fe, lo que nosotros hicimos fue capacitar a colegas, a docentes, hicimos algunos talleres también con la prensa.     En ese momento fue muy importante para nosotros trabajar con toda la gente que estaba informando, y haciendo algo así como una “terapia de grupo” a través de los medios: cuáles eran los signos de alarma, cuáles eran los motivos por los cuales uno tenía que consultar y en qué lugares podían hacer las consultas.
Esto es importante: lo que ud. comentaba acerca de que la gente cuando ve llover se acuerda de lo  pasó, esto fue en mucha medida colaboración de la prensa, que estaba diciendo todo el tiempo “cielo nublado, porcentaje de posibilidad de lluvia, etc etc”, y en realidad la inundación tenía menos que ver con la lluvia que con lo que realmente pasó, que fue que el agua sobrepasó las cotas de defensa en kilómetros arriba de la ciudad y que tenía que ver con la lluvia en muchos lugares del litoral y no solo allí. Entonces muchas veces el “cómo” se informa este tipo de situaciones termina siendo el gatillo emocional que multiplica el trauma.

GL: Frente a una catástrofe, hay cosas que dependen de las fuerzas de auxilio, de seguridad, de las decisiones del gobierno. Pero ¿qué es importante que la gente tenga en cuenta en lo que de ellas dependa, para que los hechos no sean más traumáticos de lo que de por sí ya son?

DM: Es poco lo que la gente puede hacer porque no tiene la información adecuada. Hasta que las cosas pasan, uno no toma conciencia del verdadero riesgo. Yo tendría que pensar que cualquier cosa mala que puede pasar, que es posible que pase aunque la posibilidad sea baja, para poder prevenirlo. Tendríamos que pensar por ejemplo, que lo que pasó en Cromagnón podría pasar en cualquier lugar donde haya mucha gente y no haya salidas adecuadas. En todos los lugares donde haya un “riesgo potencial”, tendíamos que tender a que ese riesgo estuviera lo más contenido posible.

GL: Un grupo de artistas locales de diversas expresiones: pintura, escultura, teatro y música, se unieron para formar un grupo llamado “Río Tercero, un cauce común”. El objetivo fue canalizar la angustia, el dolor, el horror frente a la tragedia, y la lucha incansable por la justicia. De esta manera logramos generar una amplia gama de actividades con las que logran mantener la memoria activa de la comunidad. A raíz de lo que pasó en Río Tercero después del atentado de 1995 (allí todo el mundo habla de atentado, no de catástrofe), ésta es la canción que Guillermo Vigliecca compuso

AUN TENGO LA VIDA : AL TRES DEL ONCE
Una historia que explotó en fuego con la vida y la muerte disputándose a ganar
hoy la gente sigue en sus trayectos pero  en la calle siguen vientos con aires de impunidad   

 Y aún tengo la vida, y aún tengo la vida,
Y aún tengo la vida y la memoria clavada en mis retinas

Se declara muerte a la justicia por las ventas ilegales de las armas del horror
Pasan magistados sin respuesta y nos duele en  la conciencia por los niños que vendrán

Canto porque mi lucha es la tuya y tu lucha es la de todos, de los que ya no están
Brindo que esta marcha por nosotros nos libere del espanto y nos lleve a la verdad

“El día después no sería otro día: no sería tal vez lo que fuimos
Desde entonces, aquí en Río Tercero, la guerra no está lejos
El tiempo la contuvo, ya sabemos
aunque es posible otra historia es cuestión de imaginación
Espero que mi gente, los vecinos, no olvidemos lo que vimos:
Se nos robó una mañana, se arrebató al amigo,
Y aquí nos quedamos los creyentes de milagros
Como los agnósticos empedernidos.
Pensando que el fuego consumía su violencia y desvarío
Jamás arrojaría ni siquiera a los ángeles malditos al radiante de los ánimos  mezquinos.

Aquí estaremos, aquí vivimos reconstruyendo aquel futuro algo vivo un tanto parecido
Es decir, un poema como lo siento, un poema, tanto amor gastado
Un poema, con miedo, enamorado…”




 

          Quiero expresar mi alegría por este recuerdo triste, aunque parezca una antinomia: cuando uno pone en su agenda cotidiana el atentado de Río Tercero significa una posibilidad de poner luz donde todavía hay tinieblas, de poner sonido donde todavía reina el silencio. En nombre de todos mis compañeros y de nuestra comunidad, muchas gracias por situarnos en el presente a tantos años del atentado. Un afectuoso saludo. Guillermo Vigliecca

GL: Mucha de la gente damnificada por esta catástrofe estuvo también dispuesta para conversar con nosotros cuando quisimos indagar si “el dolor encoge”

– Viví de cerca ver desangrarse a una persona a causa de una esquirla de la explosión que la alcanzó. Lo superé porque la vida continúa, problemas siempre hay, surgen otros miedos. Pero los hijos siempre están precisando cosas de nosotros. Tuvimos que contener durante mucho tiempo a la familia. Eso hace que el dolor sufrido en sí quede medio relegado
Pienso que acá hubo gente que colaboró para que eso pasara. Creo que eso ya está catalogado como un crimen de lesahumanidad y debiera ser tratado como tal.

GL: No sé si está aceptado pero debiera catalogarse como tal. Nos estamos refiriendo a esa explosión de la fábrica militar de Río tercero del 3 de noviembre de 1995. Hubo 7 muertos, 340 heridos, 4000 evacuados, alrededor de 15.000 auto evacuados, y destrozos evaluados en 25 millones de dólares. El fiscal llegó a plantearle al juez el acto intencional que tuvo por objetivo mantener la maniobra ilícita de la fábrica de armas de Rio Tercero vinculada al tráfico ilegal de armas. En octubre de 2003 la denuncia judicial de autoridades castrenses sobre la desaparición de 5680 cartuchos de propulsión para morteros y de 81 mm del batallón de arsenales 603 potenció las dudas que ya estaban abiertas sobre la explosión de la fábrica. Es que el faltante incluía material bélico procedente de las instalaciones que volaron en 1995.  Quien ha motorizado la causa por la justicia. Ana Griti, se encuentra muy mal física y anímicamente. Su esposo falleció en el lugar. Por aquel entonces Ana Griti habló ante la capital de un “plan para eliminar pruebas que comprometían al ejército en la venta ilegal de armas, y por supuesto, los dos decretos firmados por Carlos Menem en el 91 y en el 95 que dieron pie al tráfico de pertrechos bélicos incluyendo los morteros que estaban en cuestión en esta voladura.
    Acá hay hechos muy graves, y eso debe agravar más aún las repercusiones traumáticas de lo que ocurrió.
    Yo me pregunto en este momento ¿Cómo estará Rio Tercero? ¿Les habrá producido esta situación  un  aprendizaje y estar a la altura de una situación tan difícil como les ha tocado vivir, por el bien de todos?

-Mi sensación fue de angustia, miedo y pánico. Lo vivimos como un ataque contra nuestra vida, nuestros seres queridos y la de todos los ciudadanos. Sentir pasar los aviones sobre nuestras cabezas fue vivir un infierno. Mi casa quedó destrozada. Yo recuperándome de mi 2º cirugía de columna. Creo que desde el primer momento se sospechó que esto no había ocurrido por una negligencia, por lo cual fue tremendamente doloroso comprobar que en esto había una ‘mano negra’. Ver la gente caminando por la calle, fue ver un éxodo.. Fue duro, inesperado e inexplicable. Y en la gente bronca: primero pedir resarcimiento económico para tener otra vez mi casa en pie. Por otro lado, uno que siempre vio esta ciudad como pujante, llena de esperanza a todos los niveles: social, político, económico, nos permitió a pesar del dolor ponernos de nuevo de pie. Estamos esperando justicia, sobre todo las personas que le han robado la vida de seres queridos, porque esto fue un atentado . Por supuesto, también confiamos que habrá justicia de parte de Dios.

GL: La justicia existe. Y no solo existe, sino que es implacable. Tardará en llegar, pero llegará. Será juicio penal o será juicio histórico, y si falla cualquiera de los dos, será juicio divino
Quien ha quedado solo, quien ha quedado abandonado, quien ha quedado con su causa levantando banderas justas, solidarias y lo miran como a un loco y le dicen “ya está, ya pasó”, ¿cuáles son las causas pendientes –judiciales, morales, ideológicas- que todavía siguen pendientes? Si algo malo hice y debo ir a pedir perdón, nunca es tarde.
    Cuando el dolor nos encoge, en verdad nos está mostrando nuestra verdadera estatura. Nos está recordando cuán chiquitos somos. Si ese es el aprendizaje, vayamos corriendo a pedir perdón a quien lastimamos, a quien les fuimos indiferentes. Y si no se puede, hagámoslo frente a Dios.
    No olvidemos, tengamos memoria para seguir creciendo. Que las ‘plantitas’ de amor que quedaron tronchadas por la tragedia que fuera, por los hechos que fuera, puedan seguir creciendo. Hay que regarlas
    Que el rencor no le gane al amor, no le gane a la profundidad de los afectos que se pudieron haber tejido en aquellas circunstancias, porque cuando hay situaciones límite, los vínculos que se establecen son muy profundos, y a veces, perduran toda la vida.
    Que nuestra sed de justicia no se convierta en resentimiento, y que nunca bajemos los brazos. Que seamos capaces de apoyar a quienes están luchando por esta vocación de que la justicia esclarezca los hechos.
    Pero por encima de todo, si hay realmente un legado hermoso para estas circunstancias, es el que nos deja Deuteronomio 30: “mira que te he ofrecido en este día el bien y la vida por una parte. Y por la otra el mal y la muerte. Yo te mando que ames, que sigas a Dios y sus caminos. Observa sus mandamientos, sus leyes y vivirás. Pero si tu corazón se desvía y no escucha, sino que te dejas arrastrar y te postras ante otros dioses para servirlos, yo declaro hoy que perecerás sin remedio. Que los cielos y la tierra escuchen y recuerden lo que acabo de decir. Te puse delante la vida o la muerte, la bendición o la maldición. Escoge, pues, la vida,  para que vivas tú y tu descendencia amando al Señor, escuchando su voz, uniéndote a El, En esto está la vida y la duración de tus días mientras habites la tierra que Dios te dio.”

Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí resucitando.
Gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal porque me mató tan mal y seguí cantando.

Cantando al sol como la cigarra después de un año bajo la tierra
igual que un sobreviviente que vuelve de la guerra.

Tantas veces me borraron tantas desaparecí  a mi propio entierro fui solo y llorando.
Hice un nudo en el pañuelo pero me olvide después que no era la única vez y seguí cantando.

Tantas veces te mataron tantas resucitarás tantas noches pasarás desesperado
a la hora del naufragio y la de la oscuridad alguien te rescatará para seguir cantando

“No olvides a Dios cuando lo tengas todo. Acuérdate del camino que el Señor, tu Dios, te hizo recorrer en el desierto por espacio de 40 años. Te hizo pasar necesidad para probarte y conocer lo que había en tu corazón. Te hizo pasar necesidad, y te dio a comer el maná que ni tú ni tus padres habían conocido, para mostrarte que no solo de pan vive el hombre sino de todo lo que sale de la boca de Dios, que es vida para el hombre. Ni tu vestido se ha gastado ni tu pie se ha lastimado a lo largo de estos años. Comprende pues que del mismo modo que un padre educa a su hijo, así Yahvé te ha educado a ti.”




 

OREMOS, HERMANOS, PARA QUE EL DOLOR NO NOS ENCOJA, SINO PARA QUE EL DOLOR NOS EDUQUE, DILATE NUESTRO CORAZÓN, ABRA EL SURCO DE NUESTRA TIERRA, PARA QUE FECUNDE LA SEMILLA DEL AMOR.

 

GL: El dolor, a veces, nos endurece, nos lleva a construir una coraza blindada en torno a nuestras necesidades, a nuestros miedos, a nuestras necesidades. Otras veces el dolor nos enseña, nos humaniza, nos torna más sensible, nos arrima a la vivencia profunda de lo que Jesús quiso enseñar cuando hablaba del Reino de los cielos. ¿Por qué?  Hasta los místicos se hicieron esta pregunta. ¿Por qué debemos hacer algunos aprendizajes solo a través del dolor? Pero es un hecho de la vida. Quizá no tenemos una respuesta que satisfaga nuestras últimas preguntas. Sin embargo, ANTE LA VIVENCIA ES POSIBLE QUEDARSE EN PAZ.Yo no tengo respuesta. He leído muchas. Pero prefiero dejar la pregunta colgando en el misterio del corazón de cada uno.
Esta carta tiene que ver con esa posibilidad que el dolor da de hacer aprendizajes que solo se hacen a través del dolor:
 “Yo le tenía miedo a la oscuridad, hasta que las noches se hicieron largas y sin luz. Yo no resistía el frío fácilmente hasta que aprendí a subsistir en ese estado. Yo le tenía miedo a los muertos, hasta que tuve que dormir en el cementerio. Más aún: yo le tenía miedo al espanto, hasta que tuve que dormir en el crematorio. Yo sentía rechazo por los rosarinos y por los porteños, hasta que me dieron abrigo y alimento. Yo sentía rechazo por los judíos, hasta que le dieron medicamentos a mis hijos. Yo lucía vanidoso mi pullover nuevo hasta que se lo di a un niño que tenía hipotermia. Yo elegía cuidadosamente mi comida, hasta que tuve hambre.  Yo desconfiaba de la tez cobriza hasta que un abrazo cobrizo me sacó del agua. Yo creía haber visto muchas cosas, hasta que ví a mi pueblo deambulando sin rumbo por las calles. Yo no quería al perro de mi vecino, hasta que aquella noche lo sentí llorar hasta ahogarse. Yo nunca me acordaba de los ancianos hasta que tuve que participar en sus rescates. Yo no sabía cocinar, hasta que tuve ante mí una olla con arroz y niños con hambre. Yo creía que mi casa era más importante que las otras hasta que todas quedaron  cubiertas por las aguas. Yo estaba orgulloso de mi nombre y apellido, hasta que todos nos transformamos en seres anónimos. Yo casi no escuchaba la radio, hasta que fue la que me mantuvo viva en mi alegría. Yo criticaba a los bulliciosos estudiantes, hasta que ví lo que eran capaces de hacer. Ahora espero que lo que se haya llevado la corriente sean las cosas más malas. Yo no recordaba el nombre de todas las provincias, pero  ahora las tengo a todas en mi corazón. Yo no tenía buena memoria. Tal vez por eso ahora no recuerde a todos, pero tendré igual lo que me queda de vida para agradecerle a todos. Yo no te conocía, ahora eres mi hermano. Teníamos un río. Ahora somos parte de él. Es la mañana.  Salió el sol y no hace tanto frío. Gracias a Dios, vamos a empezar de nuevo.”                    Un inundado de Santa Fe
Las cosas de la vida estoy considerando porque sus enseñanzas el tiempo va dejando
No hay que envidiar al que anda detrás de su dinero y el techo, si le alcanza para ganar el cielo
Téngase por dichoso el que haya conseguido para llorar sus penas el pecho de un amigo
Recogeré mis coplas del árbol de la vida. Estarán bien maduras cerca de mi partida. Peteco Carabajal

No olvides que una vez tu fuiste sol, no olvides ni la tapia ni el laurel
no dejes de asombrarte al asistir a un nuevo nacimiento en tu jardín.
No pierdas una ventana no entregues tus mañanas
de aguaceros y juegos ni desentierres tesoros, viejos.
No ocultes lo que ayer se te ofreció , no escondas ni la pena ni el dolor
no dejes que una nube diga adiós, no saltes en pedazos,
no ocultes tu diamante, no entregues tu perfecto amanecer
ni tus estrellas, ni tu arena, ni tu mar ni tu incansable caminar,
vete de nuevo hasta el arroyo donde esta tu mejor canto.

Y ve, cálmale la sed a tus enormes prados no permitas que se pierda tu cosecha
hoy que hasta la lluvia fiel no te ha escuchado y busca tu raíz
Y dale la caricia a la que siempre espera la única manera de hacerla que vuelva
a ofrecerte frutos hasta en el invierno y no olvides que una vez, tu fuiste sol
Y ve, desata esos diques de corrientes presas déjate llevar y vuelve a ser jinete
vaya hasta tus valles de palomas sueltas que este es tu país
Donde están tus riendas donde esta tu espuma
donde abandonaste tu camino entonces , donde naufragaste haz crecer mil rosas,
y no olvides que una vez tu fuiste sol.