El don y el llamado profético

jueves, 16 de diciembre de 2010
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Evangelio según San Lucas 7,24-30.
Cuando los enviados de Juan partieron, Jesús comenzó a hablar de él a la multitud, diciendo: "¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento?
¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que llevan suntuosas vestiduras y viven en la opulencia, están en los palacios de los reyes.
¿Qué salieron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta.
El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino.
Les aseguro que no hay ningún hombre más grande que Juan, y sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que él.
Todo el pueblo que lo escuchaba, incluso los publicanos, reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan.
Pero los fariseos y los doctores de la Ley, al no hacerse bautizar por él, frustraron el designio de Dios para con ellos.

Es fácil hablar de temas concretos y actuales en los profetas de Israel: la denuncia social, el problema del imperialismo, el anuncio de un mundo en paz, la esperanza de la salvación, la venida del Salvador pero si debiéramos tratar un único tema que expusiera lo más esencial del mensaje profético en toda la Palabra de Dios éste tema estaría concentrado en Dios. Es El quien se apodera del profeta desde el momento de la vocación es El quien lo envía, lo anima, lo sostiene, lo acompaña, quien reprende en su nombre. Dios es el absoluto en la vida del profeta y es bueno recoger alguna de las principales experiencias en éste aspecto. Una primera dimensión que aparece clarísimo en la perspectiva del profetismo es la pertenencia del profeta a la historia grande de la salvación y a la historia a la que se ve comprometida el profeta por descubrir que el Dios Absoluto en su vida tiene que ver con los aconteceres de los hombres con los que el profeta comparte el tiempo que le toca vivir. La vida diaria para nosotros se desarrolla rápida en medio de muchas preocupaciones. Raras veces nos queda tiempo para reflexionar sobre tantos acontecimientos que la envuelven. Nuestra atención salta de un punto a otro en éste tiempo de tanta fragmentación ofreciéndonos infinitas piezas de un rompecabazas que nadie se atreve a componer. El cambio cultural y el corrimiento del tiempo en que vivimos nos ofrece un mundo roto y entendido desde diversos lugares. No hay una mirada unificadora, hay una pluralidad de presencias en el mundo, en su complejidad que nos invitan a verlo, analizarlo, desde algún lugar donde pudiéramos encontrar un hilo conductor que lo articule dentro de toda su variada complejidad con la que se nos presenta .. Nos invita a encontrar un punto de referencia para leer la realidad. La reflexión sobre la historia es fundamental para que nosotros no quedemos a ciegas como cristianos con una política de avestruz, es decir cerrándonos concientemente a la realidad que nos rodea y hablando de una trascendencia que no impacta en lo de todos los días. Es fundamental para nosotros no perder de vista éste aspecto capital de nuestra fe, el histórico, ya que nuestra fe está anclada en la historia. En ella nace y se desarrolla. Por eso de cuando en cuando debemos formularnos preguntas como ésta:¿ que sentido tiene la historia? ¿que fuerzas las guían?¿como interpretar el pasado y el presente? Los acontecimientos que ocurren ¿ como se ven a la luz de la presencia del Señor de la historia? ¿que podemos esperar del futuro?. Si Dios interviene en la historia¿ hacia donde la conduce en medio de ésta complejidad?. El Antiguo Testamento hace un gran esfuerzo por responder éstas preguntas y dentro de la diversidad de pensamientos encontramos en el una de las más ricas maneras de abordar la realidad de lo que acontece  en la historia que es la profecía que alcanza su punto culminante en un momento de mucha conmoción histórica provocada en gran parte por el imperialismo asirio babilónico y no es raro que debían enfrentarse a menudo al problema de la actuación de Dios en la historia como nos pasa también a nosotros en éste tiempo. Desde éste punto de vista la Palabra de los profetas como es el caso del Bautista que hoy hace mención Jesús y como es el caso de nosotros invitados a desarrollar la Gracia profética recibida en el Bautismo tiene como 3 principales funciones: crear o recrear la historia, interpretar el curso de ella y la acción de Dios en ella y conducir a la historia desde esa interpretación hacia donde Dios la quiere llevar. De ahi que el don de discernimiento en el profeta sea un don clave, un lector de los signos de los tiempos ¿ que fueron a ver ustedes al desierto? En éste desierto en el que nosotros vivimos como lo describíamos recién en un rompecabezas de partículas dispersas por el mundo que desconcertantemente nos dejan a la deriva sin poder terminar de entender el hacia donde. Como aparece nuestra vocación profética? nuestra capacidad de leer, entender y de aplicar el Evangelio viviéndolo en profundidad en el aquí y ahora? Sería bueno anclarse en el microcosmos al que pertenecemos sabiendo que ese microcosmos está vinculado al macrocosmos al que también pertenecemos.¿como te sentís llamado a ejercer ésta presencia profetica, ésta capacidad que Dios te ha regalado en el don bautismal de vivir en el tiempo presente con toda la complejidad que tiene buscándole el sentido de trascendencia en medio del desierto en el que nos toca actuar aquí como hace tiempo lo hacía el Bautista.
La condición cristiana como profecía para el discernimiento de la realidad histórica. En éste punto vamos a avanzar desde la perspectiva bíblica en lo que hace a la vocación del legado que le toca a los profetas. Nos tenemos que remontar hasta Israel donde nace la profecía. La profecía en Israel se movía en arena movedizas, en historias de vaivenes fluctuantes del tiempo en el que se esperaba la venida del Señor y en éste sentido los profetas predicaron desde el período de la monarquía hasta un siglo después de la destrucción de Jerusalén y la deportación  a Babilonia Esto es como 500 años antes de Jesús. Fueron hombres referenciales para el pueblo sobre todo en tiempos de agudas crisis sociales, culturales, religiosas por las que tuvo que pasar Israel. Se podría decir que los profetas fueron hombres de sentido en cuanto que buscaban leer el profundo significado de la fe de los acontecimientos y desde ese lugar intentar despavilar , despertar la conciencia histórica de compromiso que compete a quienes sabiéndose hijos de Dios Señor de la historia tienen que asumir un compromiso con el Señor de la historia para transformar la misma. Entre el sentido de fe y el histórico no existe separación. La fe y la realidad se conjugaban en una sola mirada de perspectiva y en ese sentido el profeta aparece como un lector de los acontecimientos históricos y uno que en medio de las dificultades muestra el rostro real de Dios en esa história marcando un rumbo, un sentido. Defendían y defienden quienes tienen la vocación profética en medio de las penas y opresiones los derechos de los más pobres, esto es la viuda, los huérfanos, los extranjeros. Estuvieron siempre en el lugar de los perdedores, se identifican con ellos y en éste sentido a la palabra profética le acompañan gestos proféticos que vienen incorporados al mensaje ya que la sola palabra no basta para la vida y con los gestos se hacen los profetas avisadores, aleccionadores de la comunidad. Ser profeta a menudo era tener un destino dramático, sencillamente por el lugar que elegían ocupar al lado de los que más sufrían, los que más padecían, de estos que recien llamábamos los perdedores, los que hoy podríamos categorizar como los excluidos, los despojados. El desecho como les llama Aparecida a la condición social menos participativa del conjunto de toda la sociedad porque ya ni entran ni salen del proceso de vínculo cultural, están más allá del margen  porque lo que está al margen todavía tiene algún vínculo con la realidad. En cambio lo que está desechado ya no tiene ningún tipo de contacto con la realidad del conjunto de la sociedad. El profeta  se vinculaba y estaba llamado a vincularse a esa realidad. El anuncio que el profeta hace no siempre tiene que ver con una mirada enigmática del futuro. En todo caso el profeta tiene una capacidad de memoria de la historia que lo hace un vidente del tiempo que vendrá  por ser un hombre comprometido con el presente. Es decir la historia, esto que está siendo tan vapuleado en la fragmentación social en la conciencia profética está viva. Es un hombre memorioso el profeta en cuanto que está vinculado afectivamente a la historia a la que pertenece  y al mismo tiempo tiene un compromiso con el presente y desde ese lugar es un vidente de lo que vendrá porque es un hombre, una mujer de sentido. Con el retorno del pueblo de Israel desde la agonía del lento destierro con un presente hecho pedazos lo único que quedaba era empezar de nuevo y el profeta se anima a empezar de nuevo desde lo mínimo, de lo que tiene como resto de lo vivido porque sabe que el que conduce la historia es Dios. Los profetas no podían empujar al pueblo al facilismo de un mesianismo triunfante, populista, excitista evitando el optimismo superficial, ilusorio de un exagerado restauracionismo de un tiempo pasado que fue mejor donde todo tenía que volver a ser como antes. En realidad nada tiende a ser como antes en la perspectiva profética todo tiende a ser mejor aunque parezca que todo está terminándose. En éste sentido el profeta no es un optimista del tiempo que vendrá. Es un realista del tiempo presente y del Dios real capaz de sostener en medio de las más graves dificultades el horizonte y norte de la hisoria conducido por el aunque ésta sufra muchos avatares por acciones contrarias al querer de Dios. El profeta está como siempre enfocado en El. Si hay algo que lo define es su vida prendida en Dios, tiene la mirada de El. Es mirada de Dios y desde lo que ve anuncia. En éste sentido el profeta es la boca de Dios

Padre Javier Soteras