El ejemplo de la lámpara

lunes, 28 de junio de 2010
image_pdfimage_print

“Jesús les decía: ¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero? Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!”.
Y les decía: “¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía. Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene”.

                                                                          Marcos 4, 21-25

Ayer compartíamos la parábola del sembrador, estuvimos meditando sobre esta palabra que tiene que ser palabra de vida y que nos ha exigido ser esta tierra fértil para que la ilusión de Dios, el proyecto de Dios pudiera hacerse carne en nosotros y pudiera hacerse obra en nosotros. El texto continuado del San Marcos, nos presenta hoy el para qué tenemos que ser tierra fértil, para qué Jesús a través de una parábola como maestro nos habló a nosotros que estamos sentados como discípulos escuchando en este aprendizaje continuo que la palabra de Dios reclama y meditamos para qué tenemos que ser esta tierra, para qué tenemos que tener cuidado de no ser un camino con la tierra dura o un lugar donde están las rocas o un lugar que recibe las semillas entre espina porque asfixia. Todo esto meditábamos ayer, pero tiene un para qué, y hoy el mismo Jesús nos lo dice, tenemos que ser luz. Para ser luz hace falta  ser una tierra fértil que reciba la semilla, esta potencia, esta ilusión, y este proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros puestos en el mundo, sembrados en una realidad concreta para ser luz y para tener este gesto de medida misericordiosa con la que medimos las realidades que nos toca afrontar. La lámpara símbolo de la luz, representa sin ninguna duda la buena noticia que debe ser proclamada sin miedo, a tiempo y a destiempo siempre, San Pablo nos deja esta consigna, porque el mismo la vivió, oportuna e inoportunamente la palabra de Dios tiene que ser proclamada, ya sea con nuestra voz, ya sea desde nuestros gestos, desde nuestra palabra, desde nuestras obras, para que toda la humanidad se beneficie de su resplandor. Esta palabra que los enemigos del proyecto de Dios habían ocultado y encubierto, ahora es revelada en Cristo y somos nosotros los depositarios de esta revelación que el mismo Cristo hace del misterio de Dios. Curiosamente tanto en el evangelio de ayer, en la parábola del sembrador, como en el texto que hoy hemos escuchado, hay una advertencia de Jesús que se repite de modo imperativo, “El que tenga oídos para oír, que oiga”, nos puede sonar un tanto contradictorio esto, porque se supone que quienes lo seguían a Jesús estaban atentos a lo que Él iba diciendo e incluso nosotros que leemos las escrituras, que la compartimos, a veces también al participar de la liturgia, estamos oyendo, pero este imperativo de Jesús, va mucho más allá, porque viene a pedirnos esta actitud de escucha atenta, es decir de no hacernos los distraídos, este es el sentido del imperativo que aparecía ayer en la palabra del sembrador y que hoy se reitera en este texto del evangelio de San Marcos. Hay un imperativo, que nadie puede estar desatento a esto, a nadie se le puede escapar esto porque esta es la clave de la buena noticia que viene a traerles. Nadie puede tomar como algo accesorio esto, porque aquí está lo fundamental, está la clave, aquí está lo importante, esto es lo esencial. El que tengas oído que oiga, no estén distraídos, no estén desatentos. Y qué es lo que hay que oír?, esto que hoy Jesús nos enseñó, ser luz y ser testimonio de misericordia en la medida que usemos para evaluar a los demás. Ser luz y no lucir es un contrasentido, es imposible tener la luz que no brille.
Nosotros en la ciudad de Córdoba estamos padeciendo los cortes de luz y es cuando ocurren estas cosas donde uno empieza a valorar aquello que habitualmente lo tenemos como cosa normal en nuestra vida. Tocar una llave y que se encienda la luz de una habitación, desenvolvernos, el grave problema que esto está trayendo a las industrias, a los trabajos, a los centros de asistencia a la salud, a nuestra vida normal de todos los días como ciudadanos. Los corte de electricidad nos hace ver cuan limitada es nuestra sociedad, nuestras estructuras. Parecemos un país fuerte, pero después mostramos grietas y debilidades por todo los lados y nos hace vivir  también una situación de angustia, esto es en la clave de nuestra vida ciudadana, social, y sin esa electricidad llamémosle sin esa luz, cuantas dificultades sobre vienen a nivel laboral, social, económico, de convivencia porque este clima tan caluroso también nos exaspera con quien estamos al lado, en la familia, en el trabajo, en fin una serie de situaciones que trae aparejado no tener la electricidad. Y podemos imaginarnos un mundo en donde la luz que Cristo nos ha traído no luzca, qué es lo que pueda pasar, una vida comunitaria donde la luz que Cristo ha traído no ilumine, no luzca porque quienes la tenemos no la hagamos brillar o no la mostremos, imaginémoslo las consecuencia que ello pueda tener, consecuencias no sólo de no ser fieles a la luz que debemos transmitir, sino que nada brilla, nada encanta, nada impacta para hacernos tomar el verdadero sentido de nuestra vida. se puede llamar cristiano un bautizado sin luz. Exigir y no dar es tener un corazón mezquino, se puede ser un cristiano de verdad y  tener un corazón tacaño, son las dos exigencias que hoy Jesús te viene a decir, nos viene a decir, “El que tenga oídos esté atento”, esta es la clave, lo importante. No se hagan los distraídos, no empiecen a poner atención en otras cosas pasajeras. El evangelio de hoy es muy breve y se sintetiza en dos frases: “No se prende una vela para esconderla debajo de la cama”, se enciende para levantarla en medio de la casa, para que ilumine el espacio y se vean las personas así mismas y distingan las cosas de alrededor, y la segunda frase del evangelio sintetiza la ley de oro en labios del Maestro, “ No hagas con otros lo que no quieres que hagan contigo, porque la misma medida que tu uses la usarán contigo”. En la vida estas dos cosas son imprescindibles, saber aceptar la luz del otro y regalar la propia luz, convertirme en luz, ser antorcha de Dios prendida en lo alto de la vida, porque un cristiano apagado para que sirve. Esto hace referencia no sólo a nuestro testimonio de vida, ya sea con nuestras palabras, con nuestras obras, con nuestros gestos, sino también el entusiasmo que nosotros ponemos a nuestra vida. Pensemos simplemente en nuestros rostros cuando nos sentimos agobiados por tanta dificultades y aparecemos como tristes, angustiados, imaginemos no más los rostros con los que a veces participamos en nuestras celebraciones litúrgicas, esos rostros pesados, de ceños fruncidos, de situaciones de angustias que de hecho sin duda deben existir en cada uno de nosotros, pero si esa es la forma de mostrar la luz que Cristo nos ha traído, sin ninguna duda que no podemos iluminar a los que están a nuestro lado, empezamos a ser cristianos apagados, luces que no lucen, y esto es un contrasentido, no hace fiel y efectivo el evangelio que Jesús nos trajo. Si quieres que otros te amen, procura ser don de amor para los demás, darte todo, disponerte a recibir a todos. En la segunda consigna del evangelio de hoy, la medida que tú uses, se usará para contigo, que es realmente el equilibrio de lo que significa la misericordia y que tendría que ser una frase que está escrita en cada uno de los sitios en donde estamos, porque a la hora de responder, de actuar, de mirar a los demás, uno tendría que refrescar esta frase, “La forma con la que yo lo hago con los demás también se hará conmigo. Cambiaríamos muchas cosas y tendríamos otras formas de reaccionar, de hablar y de mostrar nuestros gestos.
Luz que no luce, no sirve. Actitud de misericordia con los demás será también tenida para con vos. Aquí está la clave del bautizado, no podemos escaparnos a esto, y por eso Jesús nos ha dicho, estén atentos, no se hagan los distraídos, no miren para otro lado, no estén buscando otras frasecitas que los entusiasme pero que no sea la esencia de la vida cristiana, aquí está lo importante, “El que tenga oído para oír que oiga”. ¿Dónde está la luz de tu bautismo, cómo la vivís, tenés un corazón dadivoso o mezquino, sos muy exigente para con los otros y por allí muy inquieto cuando esas mismas actitudes las tienen para con vos, tenés un corazón dadivoso o mezquino?
Todo este capítulo 4 del evangelio de San Marcos, nos habla de la semilla de la palabra, pero ahora esa palabra que los discípulos han recibido se presenta como una luz que no debe ser guardada en la intimidad del corazón sino que debe ser compartida, comunicada, ya que de otra manera pierde su sentido de luz. Jesús insiste en este compartir, en este comunicar la luz a los demás, porque sino la luz perdería su sentido y una luz que no luce es un contrasentido. Si hay luz es para que brille, de lo contrario esa luz se habría apagado. Esta realidad en dónde se nos pide que compartamos, comuniquemos la luz que Cristo nos ha dado, es la exigencia de nuestro ser cristiano. Ninguna lámpara se enciende para ser guardada, sino para irradiar y para comunicar su luz.
Por eso se invita al discípulo a no medir su entrega a esa palabra, a no ser mezquino en esto.
La palabra merece ser amada, vivida y compartida sin cálculos, para que de la misma manera, sin medida, Dios llene la vida de su luz y de su poder, de otro modo sucederá lo que pasa con una semilla que se guarda, termina perdiendo la vida, podrida o estéril.
Así como ayer, en la semilla, estaba la ilusión y el proyecto de Dios, también en la luz que Cristo nos ha traído, está la ilusión y el proyecto que Cristo quiere en cada uno de nosotros.
Es tan importante esta realidad de la palabra como luz para que nosotros podamos transmitirla, para que podamos comunicarla, que si esto no se da, pierde el sentido la luz que tenemos, se apaga, pierde sentido la vida cristiana.
Pasa lo mismo como con la sal, ese era otro de los ejemplos que Jesús utiliza, para decirnos no estén distraídos, si la sal no da sabor no sirve mas que para tirarse, también en ustedes, si ustedes no dan sabor a la vida, no sirve la vida.
La vida es un don de Dios, pero en nosotros está darle luz, brillo, sabor, gusto, esa es la esencia del cristiano en el mundo y en definitiva es el sentido del cristianismo en el mundo, no es solamente una ideología, sino que es una forma de vida.
Cuantas comunidades, se me ocurre pensar en estos momentos, movimientos de nuestro tiempo, también las figuras de santos, laicos consagrados, jóvenes que han sido esa luz y esa sal en medio de la vida, en medio de la realidad que les tocaba, cuantos movimientos proponen como camino de espiritualidad el saber poner sabor, gusto a lo que toca vivir a cada momento, saber poner luz, saber poner gusto que solo la sal hace en la comida, así también ese testimonio cristiano que sabe abrazar con amor, con entrega, con docilidad, cada instancia de la vida y cuando uno obra de esta forma, es allí donde somos atentos a lo que Jesús nos ha dicho, no nos hacemos los distraídos, sino por el contrario, estamos haciendo que nuestro ser cristiano reluzca aquí y ahora, donde Jesús lo sembró, en esta circunstancia concreta.
Yo estaba recordando recién el testimonio de un santo joven, uno de los últimos beatificados por Juan Pablo 2º., un joven francés que había vivido su caída en la adicción de drogas, que por esto había llegado a situaciones extremas y también por esto llega hasta la cárcel y él en la cárcel convierte su corazón a Jesús y es allí donde empieza a ser luz, no solo desde la cárcel funda un movimiento, una institución de ayuda a las situaciones de adicciones, sino que también, una vez que él sale de la cárcel, colabora en la evangelización de aquellos que estaban en esta situación y es más colabora por la dignidad de los presos y después adquiriendo una enfermedad grave muere siendo muy joven.
Un testimonio de luz allí donde estaba, no hay lugar en el mundo que se resista a necesitar de la luz que Cristo ha traído.
Me comentaban también situaciones, compartiendo con las hermanas de la virgen niña, aquí en nuestra ciudad, que ellas en cierto país, done tienen presencia religiosa, el trabajo de ellas es ayudar a aquellas mujeres que están en la prostitución y que se tienen que poner al lado de ellas para conquistarlas, para encausarlas, para ayudarlas y allí se es luz.
NO hay situación en el mundo, no hay situación en la historia que se resista a recibir la luz que Cristo a traído y somos nosotros, los bautizados, los que tenemos que llevar esta luz, se nos ha dado en el mismo momento en que fuimos bautizados, no podemos hacernos los distraídos en esto, no podemos pensar que el ser luz es cuestión de alguien que está formado o que está instruido, que solamente lo hacen los que están consagrados, cada uno en el ámbito donde está, en el lugar donde está, por su estilo, por su forma, por su manera de hablar, de actuar, de obrar, está llevando esta luz de Cristo e inmediatamente viene la segunda exigencia que Jesús nos dejó, que es la manera de obrar.
Se es luz cuando obramos y que es lo que Jesús nos pide en este examen de conciencia del obrar, una actitud que podemos pensarla en cada momento, no le puedo hacer a los demás, lo que no quiero que los demás me hagan a mi, que medida mas justa, equilibrada y madura.
Que medida tan elemental para nuestra convivencia, tan fundamental para la convivencia de todos los días, pero tan evangélica, es Cristo quién ha descubierto esta forma de amor concreto y resta forma de acción tan humana, pero a la vez tan divina, no puedo hacerle al otro lo que no quiero que el otro me haga a mi, esa es la medida de la misericordia y la medida del amor, por eso Dios te trata como Dios es, con misericordia infinita, no habría otra forma de actuar en Dios y si actuara de otra forma no sería Dios, porque habría imperfección.
Dios actúa con su total misericordia, porque El es misericordia, no podría actuar de otra forma, por eso la misericordia de Dios siempre abraza lo que somos y a pesar de lo que nosotros somos, pero también esto se transforma en actitud concreta para ser luz ante los demás, yo debo juzgar y debo hacerle a los demás lo que yo quiero que los demás me hagan a mi y como yo quiero que los demás me juzguen a mi.
Esta medida cambiaría mis actitudes si la pensáramos a cada momento, cuando tenemos que dar una respuesta, cuando tenemos que atender, cuando tenemos que ofrecer un acto de caridad y nos vienen a pedir una ayuda y nosotros a lo mejor estamos excedidos de trabajo, de cansancio, de tantas situaciones humanas que cada uno de nosotros sabe reflexionar y sabe pensar.
Cuantas veces uno puede actuar con mala onda, con mal carácter, con una mala respuesta y yo después me quedo pensando, me hubiera gustado que a mi me respondieran así o cuando yo voy a algún lugar me hubiera gustado que me atiendan como yo respondí o como yo atendí a otro.
Que maravillosa manera de vivir la misericordia y cuando esto lo hacemos estamos siendo luz donde estamos, esa sola forma de actitud que Jesús nos está diciendo, la medida que uses se usará para ustedes, no hagan a los demás lo que no quieres que les hagan a ustedes, esa sola medida es luz y testimonio de un estilo nuevo, de un estilo al que el mundo no está acostumbrado, de un estilo al que nosotros también no estamos acostumbrados porque tenemos nuestra luz a medio iluminar, con la llamita que esta entre que se acapara y no se apaga.
La palabra merece ser amada, vivida, compartida sin cálculos, para que de la misma manera, sin medida Dios llene la vida de su luz y de su poder, de otros modos sucederá, lo decíamos recién, lo mismo que pasa con una semilla que se guarda, es una semilla que pierde, que termina podrida y estéril.
Así se nos indica una ley de la vida espiritual, para crecer en lo que se posee, incluso para no perderlo, es necesario comunicarlo, lo que no se comunica deja de ser auténtico y se muere, aunque aparentemente siga estando presente, por eso podemos hablar de una fe viva y una fe muerta.
Una fe viva es la que se hace activa por el amor y la fe muerta es la que se hizo la distraída, pensó solamente en sí y no midió que estamos para los demás también.
Donde está la luz de tu bautismo, tenés un corazón dadivoso o mezquino, tenés este estilo de vida, haces lo que quieres que los demás hagan con vos, porque esa es la forma que Dios actúa con vos o solamente piensas en lo tuyo, hay que ser luz, hay que ser gesto de amor concreto y misericordioso para con los demás.
Hay veces que los cristianos nos sentimos temerosos de ser cristianos, si bien es cierto que en uno de los mensajes del Santo Padre al inicio de su pontificado, decía: el mundo de hoy sufre de Cristo fobia, porque todo lo que sea Cristo y todo lo que sea Dios, por allí es signo de ironía, de burla, de actitudes contradictorias, incluso de acciones abiertamente contrarias, se despierta por allí cuando uno habla de Cristo, aún en los signos religiosos se manifiesta como una especie de oposición que antes no se veía y nosotros como cristianos no debemos tener miedo a esto, ni siquiera llamarnos al silencio, al contrario hoy mas que nunca se necesita esa luz, con coherencia, con estilo, con la prudencia y el estilo necesario, pero hace falta mostrar que esa fe esta viva y del mismo la única luz que tiene sentido y sirve para algo es la que se comunica a los demás, dando y comunicando no nos gastamos, no nos agotamos, no nos debilitamos, no nos empobrecemos, a veces uno piensa que por ser siempre generosos nos vamos a gastar de ser generosos o de estar siempre dando testimonio, por allí nos vamos cansar o nos vamos a empobrecer, mire quedémonos tranquilo, de eso el cristiano no se empobrece, el cristiano que ofrece testimonio no lo pierde y en esto tiene razón de ser la frase con la que termina el evangelio de hoy: porque al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará aún lo que tiene.
Que quiere decirnos Jesús con esto, sin duda que es una frase muy dura y es una exigencia también fuerte, Dios siempre nos da a cada uno de nosotros los dones que cada uno necesita para el estado de vida presente, Dios nos da lo necesario, nunca nos deja faltar las actitudes, la fortaleza, la fuerza del espíritu, los carismas, las acciones concretas que cada uno de nosotros necesita para el tiempo presente que a cada uno nos toca vivir, eso es un regalo de Dios, es un don gratuito de El, es un misterio que se hace misericordia y presencia entre nosotros, pero ojo porque a veces nosotros recibimos esos dones, esas gracias para este estado de vida, para esta situación que nos toca afrontar, para esta decisión que tengo que tomar y nosotros lo ocultamos a Dios, lo dejamos mezquinamente guardado, entonces va a sonar duro esta frase, pero es una realidad, Dios tiene derecho de dar estos dones que me había dado a mi, dárselo a otro.
Y es allí donde a mi se me quita, pero no porque Dios sea injusto o Dios castigue, porque yo no aproveché lo que se me dio, porque yo no supe estar atento a esto que Dios me daba para vivir como luz y con misericordia en tiempo presente y esto que a nosotros nos puede resultar duro, es también una acción de misericordia, porque los dones que Dios da no pueden permanecer infructuosos.
San Pablo va a decirlo en una de sus cartas, la primera carta a Los Corintios, Dios regala el espíritu, viene en ayuda de nuestra debilidad y nos da los dones necesarios y cuando el espíritu da dones, suscita frutos, no puede ser que tanta gracia derramada por Dios, permanezca escondida, oculta, imposibilitando que a lo mejor otro que la tuviera la haga rendir.
Dios se la da a aquellos que la puedan hacer rendir, me dará otra para otro momento importante, es cierto, pero esta que pasó y aquí no está la excusa de los tiempos difíciles que uno puede vivir, al contrario hay un autor que nos habla de esta época posmoderna que nos dice: Dios nunca se priva de santos, es más en los tiempos mas difíciles de la vida de la iglesia, es donde mayores santos Dios ha suscitado, porque ha dado mayores gracias, entonces el miedo por el tiempo presente trae muchas tinieblas, no es justificativo para que uno diga, este estilo de vida cristiana ya esta pasado, hace falta otra cosa, tendríamos que tener otra manera, no sigue siendo don de Dios en el tiempo presente y en el momento oportuno y tiene que ser exigencia de vida para que nosotros seamos luz con nuestro modo de ser, con nuestra forma, con nuestras ideas, palabras y también midiendo con esta clave que nos da Jesús en el evangelio, de la medida que vos quieres ser tratado, trata vos a los demás. Si estos dones que Dios nos dio, no los ponemos en práctica, no los hacemos fructificar, Dios puede dárselos a otros, esto hace referencia a la frase con la que culminaba el evangelio, “Al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará lo que tiene”, al que se cree tiene la posibilidad de guardar egoístamente el don que se le dio y es posible que lo pierda, o que Dios se lo haya dado a otro que lo haga fructificar. El documento de Aparecida nos habla de esto, de la presencia del cristiano como luz y con actitud de misericordia. Nos dice: La cultura actual tiende a proponer estilos de ser y de vivir contrarios a la naturaleza y dignidad del ser humano, el impacto dominante de los ídolos del poder, la riqueza y el placer efímeros se han transformado por encima del valor de la persona en la norma máxima de funcionamiento y en el criterio decisivo en la organización social. Ante esta realidad anunciamos una vez más el valor supremo de cada hombre, de cada mujer. El creador en efecto al poner todo lo creado al servicio del ser humano manifiesta la dignidad de la persona humana e invita a respetarla. Hay muchos textos en Aparecida que hace referencia a este ser luz y a este tener una actitud de misericordia con los demás para que los demás también la tengan para conmigo. Especialmente insiste en esto, en un momento, en un tiempo de crisis, social, familiar, en las instituciones, mundial, no es justificativo suficiente para que la luz se esconda, se oculte, no es justificativo para que nuestro estilo cristiano esté allí como agazapado o como miedoso, al contrario es allí donde Dios da más aún para que lo hagamos presente con nuestra forma y con nuestro estilo, porque es precisamente lo que el mundo está necesitando.
 
          
                                                                                  Padre Daniel Cavallo