El encuentro de Jesús con la hemorroísa y con Jairo

lunes, 5 de septiembre de 2022
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05/09/2022- Junto al padre Francisco Palacios continuamos deteniéndonos en los pasajes del Evangelio que nos relatan los diferentes encuentros de Jesús.

Hoy nos detenemos en el relato que nos trae San Marcos  en el capítulo 5, versículos 21 al 43:

“Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva». Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacia doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré curada». Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.  Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: «¿Quién tocó mi manto?». Sus discípulos le dijeron: «¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?». Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a los pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad».

Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?». Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas». Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.

Al entrar, les dijo: «¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme». Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate». En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.

“Se va armando un escenario intenso y fuerte de situaciones límites pero que nos abre una ventana de esperanza”, comenzó diciendo el padre Francisco.

“Una mujer que perdió sus años, su vida, sin más cosas para vivir y hacer. Esta mujer, de la que no sabemos el nombre ni la edad -sólo sabemos los años de penurias: 12 años, conocemos su situación económica, ya que sabemos que lo perdió todo y estaba peor. Ella, solamente al escuchar hablar de Jesús,  se inmiscuye entre la multitud y, para no llamar la atención, toca la túnica de Jesús”.

“Un gesto humilde pero de una gran dimensión. Era un alma sana, que a pesar de la enfermedad, esperaba en Dios y encontró allí su oportunidad”.

Padre Francisco Palacios

Te invitamos a escuchar el programa completo en el audio que acompaña esta nota