El enfermo y el anciano en la misión de la Iglesia

sábado, 26 de noviembre de 2011
Todos sabemos que nuestro mundo de hoy esta muy necesitado de testigos y no tanto de maestros. Por eso los ancianos y enfermos ocupan un lugar valiosísimo en la misión de la Iglesia, sobre todo porque el anuncio del Evangelio, no depende tanto de la eficacia, sino de la oración y del testimonio de vida.

En las visitas a los enfermos

en los centros de salud, en la compañía silenciosa al enfermo, en el cariñoso trato, en la delicada atención a los requerimientos de la enfermedad se manifiesta, a través de los profesionales y voluntarios discípulos del Señor, la maternidad de la Iglesia que arropa con su ternura, fortalece el corazón y, en el caso del moribundo, lo acompaña en el tránsito definitivo. El enfermo recibe con amor la Palabra, el perdón, el Sacramento de la Unción y los gestos de caridad de los hermanos. El sufrimiento humano es una experiencia especial de la cruz y de la resurrección del Señor. (Documento de Aparecida Nº420)