18/08/2024 – El 23 de agosto de 1812, una de las páginas más heroicas de nuestra historia se escribía en Jujuy. Ante el avance de las tropas realistas, el General Manuel Belgrano, al mando del Ejército del Norte, tomó una decisión extrema pero necesaria: ordenar la evacuación total de la ciudad. Este hecho, conocido como el Éxodo Jujeño, marcó un antes y un después en la lucha por la independencia argentina.
Para comprender la magnitud de este acontecimiento, es fundamental contextualizar la situación histórica. A principios de 1812, Belgrano se hizo cargo de un ejército debilitado y mal equipado, producto de la derrota en la batalla de Huaqui. Con el objetivo de defender el territorio, se estableció en Jujuy. Sin embargo, la superioridad numérica y armamentística de las fuerzas realistas lo obligó a tomar una medida drástica: la retirada.
El Éxodo Jujeño no fue una simple evacuación, sino una verdadera odisea. Miles de jujeños, hombres, mujeres, niños y ancianos, abandonaron sus hogares y emprendieron un largo y penoso viaje hacia Tucumán. La orden de Belgrano era clara: llevarse todo lo que fuera posible para evitar que cayera en manos del enemigo. Ganado, alimentos, enseres domésticos, todo fue cargado sobre carros y llevado en la espalda.
La historiadora María Irene Romero destaca que esta decisión, aunque dolorosa, fue estratégica. Al despojar a la región de recursos, Belgrano buscaba dificultar el avance de los realistas y ganar tiempo para reorganizar sus fuerzas. Además, el Éxodo tenía un fuerte componente simbólico: era una muestra de la determinación de los patriotas de defender su tierra a cualquier costo.
El Éxodo Jujeño es un ejemplo de sacrificio y resistencia que ha quedado grabado en la memoria colectiva argentina. Los jujeños demostraron un valor extraordinario al abandonar sus hogares y enfrentar las penurias del camino. Su gesta inspiró a las futuras generaciones y se convirtió en un símbolo de la lucha por la independencia.
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