26/11/2019 – Siguiendo los textos del arzobispo de La Plata, monseñor Víctor Manuel Fernández en su libro “El fruto del Espíritu Santo”, el padre Alejandro Puiggari junto a Mariana Nuzzi se refirieron al dominio propio. “El nombre de este fruto es difícil de precisar. Porque corremos el riesgo de utilizar palabras que expresen doctrinas filosóficas limitadas, y no la verdadera enseñanza de las Escrituras. De hecho, este vocablo aparece muy poco en la Biblia, pero era frecuente en las enseñanzas de los filósofos griegos. Algunos le llaman templanza, aunque eso sería restrictivo, porque la virtud de la templanza está muy ligada al control de los apetitos, y normalmente se la reduce al dominio impulsos sexuales. San Pablo le da a la enkráteia un sentido mucho más amplio. ¿Cómo se utiliza esta expresión las pocas que aparece en la Biblia? Tiene el significado de saber dominarse a sí mismo. La raíz es la expresión krat, que significa fuerza. Para san Pablo es el poder del verdadero amor. Indica una persona fuerte, que sabe utilizar esa potencia que le da el Espíritu, también para controlar sus inclinaciones. El débil fácilmente se deja llevar por sus impulso. El que es fortalecido por el Espíritu posee autodominio”, indicó Nuzzi.
“¿A qué inclinaciones se refiere esta expresión si vemos cómo aparece en la Biblia, analizando el Antiguo Testamento en griego, encontramos que el sentido es “contenerse” ante inclinaciones muy diversas de nuestro interior. Por ejemplo, está en Génesis 43, 31 para expresar que José dominaba la emoción y “contenía” el llanto frente a sus hermanos. 1 Samuel 13, 12 se ve que Saúl lograba contener” el miedo a los filisteos que los impulsaba a escapar, y supo resistir allí ofreciendo un sacrificio a Dios. En Ester 5,10 Amèan estaba lleno de indignación contra Mardoqueo pero pudo “contenerla”. Es decir, esta actitud implica la capacidad de impedir que la energía de la emotividad se desborde, se descontrole y nos lleve a equivocarnos. Por lo tanto el significado de este fruto es el Espíritu nos penetra con su fuerza para que no nos dejemos impulsar por las diversas inclinaciones que pueden llevamos a cometer errores y especialmente a dañar a otros. Cuando la “carne” nos domina, pensamos solo en nosotros mismos y no nos preocupa lastimar a los demás con nuestros impulsos de angustia, deseo, ansiedad, nerviosismo, etc. Como Pablo, así terminamos mordiéndonos y devorándonos unos a otros”, sostuvo el padre Puiggari.
Y agregó el sacerdote porteño: “Este fruto es una protección que nos da el Espíritu, no tanto frente a enemigos externos que nos alejen del camino del amor, sino a esos enemigos que llevamos dentro nosotros mismos, y que nos condicionan desde nuestras propias inclinaciones. Por eso aunque este fruto parece una “cenicienta” entre los demás, sin embargo es inseparable del amor y ayuda a protegerlo. El amor consigue perdurar, o al menos no expresarse adecuadamente, si una persona pierde el dominio sobre sí misma y así se ex- a lastimar a otros por su descontrol”.
“Este autodominio no es una represión. Es señorío. Tiene que ver con una decisión que procede de haber elegido vivir en el amor. Cuando uno se reprime, sufre porque puede dejar brotar lo que siente, y termina culpando todavía más a los hermanos por este sufrimiento interior. En cambio, cuando uno se domina porque ha querido sinceramente optar por el amor, ese esfuerzo experimenta su propia dignidad y su libertad más genuina. Es la dignidad que le regala la maravillosa acción del Espíritu en su corazón. Ya que con las fuerzas personales no basta para optar por el amor en contra de los propios instintos. Eso únicamente es posible si el Espíritu está allí, realizando su obra liberadora y transformadora. Este dominio propio, esta sana libertad interior, este señorío frente los propios impulsos, vale más que los éxitos o que cualquier otra forma de poder humano, porque el que domina su espíritu es mejor que el que toma una ciudad”, dijo el padre Puiggari.
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