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Él ha venido a liberarte
jueves, 10 de enero de 2008
Lectura: Lc 4, 14-21
“Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu. Su fama se difundió por toda la región y él enseñaba en sus sinagogas alabado por todos. Fue a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró en la sinagoga el día sábado. Se puso de pie para hacer la lectura y le entregaron el libro del profeta Isaías. Cuando abrió el libro encontró el lugar donde está escrito
el espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la Buena Noticia a los pobres, me ha enviado a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y para proclamar un año de gracia del Señor.
Después de cerrar el libro le entregó al ayudante y se sentó. En la sinagoga todos tenían los ojos puestos en él y él comenzó a decirles: esta escritura que han oído se ha cumplido hoy.”
Palabra del Señor
El evangelista san Lucas ha ordenado todo su material en su libro, siguiendo un esquema que podríamos llamar geográfico. La acción comienza en Nazaret, la parte central está constituida por el gran viaje de Jesús a Jerusalén, y luego los acontecimientos de la Pasión y la Pascua están ubicados todos en la ciudad, de donde no se sale hasta después de Pentecostés, con la misión de los apóstoles. Y ya en el texto que completa el evangelio de Lucas, el libro de los Hechos.
Claro que el autor del evangelio no ha elegido este orden por razones de precisión histórica, como quien ha seguido meticulosamente un itinerario único de Jesús, sino podríamos decirlo así, por un motivo catequístico-teológico. La ciudad de Jerusalén aparece en el centro de su obra, como el lugar donde se deben cumplir todos los anuncios, los que la profecía del A.T. mostraba, debían aparecer en el momento de la manifestación mesiánica. Al mismo tiempo indica la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.
En esta ocasión, después de la tentación la acción se desarrolla en Nazaret, está ligada a la manera particular de la predicación de Jesús. Todo el itinerario va llevando a Jesús hacia la Pascua y de la Pascua a la misión de los apóstoles. Ocupa un lugar clave en este itinerario, la predicación de Jesús.
Como sucede en otros órdenes de la vida, el primer discurso de un personaje tiene un valor extraordinario. En él se presentan las líneas fundamentales de lo que va a ser su acción. Por eso podríamos llamarlo el discurso programático de Jesús, el del texto de Lucas que estamos compartiendo. Si está bien dicho, aquí aparece el programa de la predicación itinerante de Jesús hacia Jerusalén.
Encontramos en los evangelios la primera predicación de Jesús ocupando un lugar de privilegio. En éste el acontecimiento ocurre, según Lucas, en Nazaret. Ha escogido con mucho cuidado el discurso que pondría como primero del Señor, al ordenar el material de su evangelio. Si bien aquí se alude en forma vaga, a que Jesús ya predicaba, él se detiene en este sermón de la sinagoga de Nazaret. Para mostrarnos que todo el programa de Jesús está concentrado en estos poquitos versículos, en este capítulo 4º de su evangelio. Para crear la expectativa de los lectores, detalla meticulosamente todos los pasos previos a la predicación.
“Entró en la sinagoga, se puso de pie, fue a hacer la lectura, el ayudante le entregó el libro de Isaías, Jesús lo abrió y buscó el texto.” Quien va siguiendo detenidamente las acciones que realiza Jesús, va como creciendo en qué va a pasar, que está por hacer, qué va a decir?
Los judíos en sus sinagogas celebran cada sábado por la mañana, el oficio que corresponde. Fundamentalmente la acción litúrgica sigue el mismo orden que nuestra celebración eucarística: la palabra, los salmos, la oración, la lectura, la predicación, las bendiciones. Como sucede entre nosotros. En la lectura se invita a una persona capaz de proclamar la Palabra. No de leerla de cualquier manera, como a veces ocurre en algunos templos nuestros. Elegimos al que esté, porque no hay quien lea. Y lee de cualquier modo. Y no, la Palabra se proclama con claridad, con voz potente, sin gritar.
Así lo hace Jesús.
Y también en la sinagoga si la persona estaba capacitada, como de hecho lo estaba Jesús, podría predicar. Nos encontramos en el evangelio con Jesús asistiendo como de costumbre al oficio del sábado. Ha sido invitado para hacer la lectura. Y a predicar. En el oficio del sábado por la mañana hay dos lecturas: una de la ley, (que es lo que nosotros llamamos Pentateuco), y la otra del libro profético. Para cada fecha están señaladas cuáles son las lecturas que corresponden. Como nosotros también lo tenemos indicado en nuestros leccionarios, y según el ciclo de tres años.
El texto del evangelio no indica cuál ha sido la lectura de la ley. Si se detiene en la lectura del profeta. Es justamente el texto del profeta Isaías, el que da pie para el programa de Jesús. En él hay todo un camino, que en el evangelio de Lucas, Jesús va a recorrer.
El profeta habla al pueblo, que padece en la cautividad, para hacerle llegar la palabra de consuelo que les anuncia la liberación. Ésa es la Buena Noticia que tiene que transmitir a los cautivos, a los oprimidos, representados metafóricamente por los ciegos, por los sordos. La liberación de la cautividad que anuncia el profeta, no es un acontecimiento que se debe a vaivenes de la política del tiempo, ni a cambios en el equilibrio de las fuerzas entre las potencias dominantes, sino es un designio de Dios.
Es una lectura teológica, la que el profeta hace, “Dios está cerca y va a obrar liberación, mucho más allá de las circunstancias.” Eso es lo que permite descubrir que la palabra proclamada hoy tiene fuerza de liberación también para nosotros. Y vaya si la necesitamos.
Jesús lo hace en un contexto particular, y lo hace con unción, con la que Él ha recibido. El Espíritu ha sido derramado sobre Él y lo ha empapado como el aceite perfumado que se derrama sobre los sacerdotes y reyes en el día de su consagración. Por esa razón es el Espíritu de Dios, el que habla por boca de Jesús y puede promulgar con autoridad este año de Gracia, de parte de Dios. El año de Gracia, es el año del Jubileo, el año santo, el año en el que se perdonan todas las deudas.
En este caso, es un año de Gracia del Señor. El Espíritu, hablando por medio del profeta, anuncia que el final del destierro es un gesto de la misericordia del Dios, que perdona todas las faltas de Israel y lo libera de la cautividad, que estaba padeciendo como castigo por todas sus apostasías e infidelidades. Es decir, no está poniendo condición Dios para actuar, actúa.
Jesús no está viendo si están dadas las mejores condiciones. Si uno lee en el diario de hoy las situaciones políticas del contexto latinoamericano y nacional, como del contexto mundial, las contiendas, las luchas por el poder, descubre clarísimamente que no están dadas las mejores condiciones para que la vida humana se desarrolle en plenitud, y con normalidad. Es clarísimo que no, sin embargo Dios dice “Yo puedo, y Yo traigo paz a partir de la liberación. Y Yo traigo consuelo a partir de confortar el corazón de los que se sienten cautivos, oprimidos, entristecidos.”
Es Dios el que dice que lo hace. Dejá que lo haga. No lo cuestiones ni le preguntes.
No te preguntes si será posible, creé que es posible
. Que Dios actúa en lo que tiene que ver con tu vida y en la sociedad en la que estamos, con el poder de transformar desde la fuerza que se esconde en su Palabra proclamada con autoridad.
En el sentido literal, el texto se refiere a un hecho de la historia de Israel ya pasada. Pero Jesús, en su interpretación lo traslada a la situación actual de los oyentes. A nosotros también. Coloca el texto en un marco más amplio, para hacer ver que la situación de opresión que se vivía en la cautividad, se repite en un escenario nuevo. Si en algún sentido se podría decir que esa profecía se había cumplido cuando Judas salió de la cautividad babilónica, en otro sentido hay que firmar que todavía siguen siendo cautivos y que esperan al profeta que les venga a anunciar liberación.
Y nosotros sentimos lo mismo. Si bien es cierto que nuestra vida en mucho ha crecido y está transformada, en mucho más necesita ser transformada. Si bien es cierto, que el hombre de este tiempo ha encontrado muchos caminos para ver claramente desarrollada su vida, pensemos en el avance de la técnica, de la ciencia, de la comunicación, cuánto más necesita el hombre de hoy, tal vez como nunca de que la obra de Dios, sobre estos instrumentos y sobre estas posibilidades, con poder actúe para que verdaderamente se complete la liberación o la plenitud que está en germen.
La interpretación de Jesús nos lleva a descubrir en el mundo, a la gran masa de ciegos, de pobres, de cautivos, de oprimidos, que esperan la llegada del que trae la Palabra de Paz y anuncia liberación.
Si bien es cierto que el nombre de pobres, ciegos, cautivos y oprimidos le cae bien a cualquier hombre que se compara con Dios, hay que prestar especial atención en la intención del evangelista Lucas. Que sobre esto tiene algo muy especial que decirnos. Si tomamos el libro de los evangelios y continuamos leyendo unos pocos renglones más adelante, lo que se lee y nos acerca como para completar esta lectura, descubrimos que Jesús nos lleva a una orientación precisa y novedosa.
Los pobres y oprimidos son especialmente aquellos que, por distinta manera están marginados de la comunidad y son especialmente los grandes pecadores y los paganos. A veces, por razones de pobreza material, otras por su ignorancia, tal vez por ser muy pecadores o por estar señalados por la sociedad. Hay muchas personas que constituyen este grupo al cual el evangelio los titula como pobres. Y a los cuales hay que anunciarles una muy Buena Noticia, de que ha llegado la Gracia de liberación en Jesús. Jesús es el encargado de hacerles esta proclamación.
Tal vez, entre ellos te sientas vos, como al margen. Al margen de algo bueno. A veces, no? A veces, lo sentimos así. ¿Qué de bueno puedo yo esperar de la vida? Nos sentimos así con el paso del tiempo. ¿Qué más puedo esperar yo de la vida? Te aseguro, lo mejor está por verse. Dejá que Jesús se muestre actuando y obrando en tu vida, las maravillas, que sólo Él es capaz de hacer cuando toca nuestra existencia.
La Iglesia nos enseña que el evangelio se proclama en la liturgia, es el mismo Jesús el que está presente hablando a los creyentes. No debemos escuchar la proclamación del evangelio, como quien está escuchando relatos de cosas que pasaron. El mismo Jesús, es quien está presente en nuestra proclamación. Y a todos los que estamos participando nos vuelve a leer el texto, para decirnos, esta profecía se ha cumplido hoy.
Que sea así. Que sientas en tu vida que esto que dice Jesús, que ha venido a liberarte de cualquier cautividad, opresión, de cualquier esclavitud, vicio, verdaderamente ocurra en tu vida. Creele.
Si vos sentís que tu vida está un poco apagada, está un poco tímidamente expresada, porque te pesa por dentro, algo que te oprime, que te entristece, porque estás enredada/o, creele a Jesús. Él ha venido a liberarte.
Padre Javier Soteras
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