04/10/2021 – En “Testigos de la Alegría”, el abad Edmundo Gómez compartió sobre la vida contemplativa cotidiana que llevan adelante junto a otros monjes en el Monasterio de Cristo Rey de El Siambón, en Tucumán. “En nuestra comunidad seguimos la regla de San Benito, pertenecemos e la congregación de la Santa Cruz del Cono Sur. Somos 12 hermanos en total, 8 de votos solemnes y 4 de votos temporales”, dijo el sacerdote benedictino. “En 1956, unas familias tucumanas ofrecieron un terreno a 60 kilómetros de la capital provincial, San Miguel, para hacer un monasterio. Estamos en la punta de un cerro llamado El Siambón, cerca de Raco”, sintetizó en cuanto a la historia.
“Recibir huéspedes es algo habitual para cualquier cosa benedictina. El huésped que viene a visitarnos trae una bendición porque es Cristo mismo, y nos trae la novedad del mundo, humanamente hablando. Recibimos por igual a ricos y a pobres,esta es otra regla benedictina. Nuestra vida está signada por la liturgia. Cada día nos levantamos a las 5 y 20 de la mañana y comenzamos a rezar y a meditar. Después hacemos lectio divina, la lectura orante de la Palabra de Dios y esto se hace en solitario, al igual que el desayuno para nos distraernos. La oración de laudes es comunitaria y es un bello momento porque cantamos coralmente en gregoriano en español. Después viene el momento matutino del trabajo manual de más de horas: tenemos una fábrica de dulces, una apícola, un laboratorio de fabricación de cremas y el cuidado y limpieza de la casa comunitaria”, sostuvo el abad Edmundo.
“Al mediodía rezamos la oración de Sexta y luego almorzamos en silencio, escuchando un texto bíblico o algo de cultura general, y los domingos amenizamos con música. Tras el almuerzo tenemos un momento de recreación y de diálogo. Tras eso viene la siesta y desde las 4 de la tarde, viene el estudio y formación, y se puede sumar algo de trabajo. A las 18,40 horas celebramos la misa y vísperas junto a los huéspedes y también a los vecinos de la zona. Tras esto viene de un tiempo de silencio y llega la cena a las 20 horas, con lecturas bíblicas, generales y música”, graficó.
“Finalmente, se hace el capítulo final del día, leemos las reglas benedictinas y ya nos disponemos y se reza completas, le cantamos a la Virgen María en latín una antífona. Tras esto, comienza el gran silencio hasta el inicio del día siguiente. Los domingos, en cambio, le dedicamos más tiempo a la liturgia y separamos la misa de los oficios”, sostuvo el religioso benedictino de vida contemplativa.
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