11/02/2020 – Hace algunos meses, el portal informativo de internet que se llama “Redacción” publicó la historia de lo que sucede en la Escuela Técnica Nº 8 de Villa Fiorito, ubicada en el límite entre Lomas de Zamora y Lanús, en una zona muy pobre del conurbano bonaerense muy permeable a las crisis y a los vaivenes de la economía.
Allí hay reglas no escritas que responden a esa realidad: “Los alumnos pueden faltar porque un día no tienen plata para el colectivo, porque un familiar les ofreció hacer una changa o porque se tuvo que quedar a cuidar al hermanito”, cuenta Claudia Casale, que trabaja en la escuela hace 33 años y desde 2014 es la directora.
Si pensáramos en esta escuela como una muestra de lo que ocurre en muchas otras escuelas de la Argentina, es fácil entender la amenaza que implica que la mitad de los niños, niñas y adolescentes del país sean pobres.
En ese colegio, 40 chicos (el 7% del total) abandonaron la escuela el año pasado y hubo tres infectados por tuberculosis, una enfermedad asociada especialmente con la pobreza. Además, casi todas las semanas llamaron al menos una vez a la ambulancia porque algún alumno se descompuso por “hambre”.
Las mayores debilidades del sistema educativo argentino en cuanto a la posibilidad de estudiar y permanece en la escuela se dan en dos etapas de la educación obligatoria: durante la sala de 4 y el jardín de infantes, y en los últimos años de la secundaria.
Este es sólo un ejemplo de cómo la situación de pobreza y de vulnerabilidad obstaculiza o complica la educación, que es el único camino que, se supone, puede sacar a alguien de la pobreza.
Ianina Tuñón, investigadora del Observatorio de la Deuda Social de la Infancia de la Universidad Católica Argentina dijo a Radio María Argentina: “La realidad es que, para el último semestre de 2019, nosotros lo que encontramos fue un incremento significativo de población infantil con inseguridad alimentaria. Respecto a la educación, yo diría que más que una retirada de los niños de la escuela se dan dos situaciones, una es la dificultad de la terminalidad educativa de la escuela secundaria, sobre todo en los sectores sociales más pobres por múltiples factores. Los chicos se demoran más tiempo en terminar ese ciclo educativo y muchos de ellos directamente no lo terminan y también tenemos la problemática de la inclusión de los niños pequeños más tardíamente a los distritos educativos. Esto hace que los chicos, al crecer en contextos de pobreza, de muy bajo rendimiento educativo, llegan a la primaria en una situación de gran vulnerabilidad e inequidad en su desarrollo cognitivo”.
Por su parte, Patricia Dávalos, socióloga, investigadora del Observatorio Educativo de la Universidad Pedagógica Nacional aseguró que “esta pérdida en la incorporación de esta población al sistema educativo tiene dos puntos importantes que son: de los 3 a los 5 años, todavía hay barreras al ingreso de los más chiquitos al sistema educativo. Por el otro lado, al final de la pirámide de edad, a partir de los 15 años, comienza una pérdida por abandono de los adolescentes que se profundiza muy notablemente entre los 18 y los 24 años. Esta diferencia, de todas maneras, tiene índices muy distintos según los niveles de pobreza o bienestar de los hogares”.
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