El infierno

miércoles, 18 de agosto de 2010
image_pdfimage_print




GL: Nosotros tenemos registros, imágenes, leyendas, relatos, crónicas de cómo ha sido tratado el tema del infierno, por ejemplo, durante la Edad media. Son relatos bastante tortuosos y desagradables, vinculados por supuesto al tema de la Inquisición, y para nuestra tristeza, demasiadas condenas a muerte con el peso o el concepto del Infierno atrás: el concepto de que alguien tenía que ser quemado en la hoguera porque de esa manera tendría quizá la posibilidad de salvarse el alma que hubiera hecho algún pacto con el demonio entre otras tantas cosas.

            Pero el tema del Infierno no surge en la Edad media. Quizá fue una de las deformaciones más evidentes en la prédica de la Iglesia.

            Hagamos a grandes rasgos un poquito de historia acerca del tema del infierno ¿cómo ha sido visto? ¿Somos solamente los cristianos los que hemos hablado de él, o hay otras religiones o reflexiones religiosas que también hablan o conciben el infierno?

 

CS: “Historia de los infiernos” es un libro escrito por un historiador francés –no teólogo- que todavía vive. Allí muestra cómo la ‘realidad infernal’ de una forma extremadamente variada pertenece de alguna manera a todas las religiones, a todas las culturas, aunque el cristianismo es quien le dio mas estructura, mas precisión, descripciones más acabadas. Y surge en la historia de la humanidad en la medida en que va apareciendo la idea de temas claves como qué pasa después de la muerte, y también la idea de la conciencia moral: el bien y el mal, premios y castigos, etc.

            Para referirnos específicamente a la tradición judeo-cristiana, una idea muy importante cuando uno afronta estos temas es hacerse cargo de que la idea de una vida más allá de la muerte en los términos tal como lo concebimos hoy los cristianos, es decir, como una realidad meta-histórica, o sea más allá de la historia, es una idea muy tardía en Israel. Solo en el Siglo II a.C., con un contexto político-cultural muy complicado, con ‘invasiones’ griegas en el mundo judío y con el lenguaje de la apocalíptica –ese género literario grandioso de trompetas, batallas estelares, explosión de astros- es donde comienza a darse una formulación de una realidad más allá de la muerte que va tomando perfil. En toda la historia de los patriarcas o de las grandes figuras de Israel, las esperanzas fueron intra-históricas: una larga descendencia, una tierra prometida, una larga vida. Israel funciona siempre con el tema de promesa, futuro, esperanza, etc, pero siempre intra-histórica.

            “La concepción del Infierno como lugar de una condenación post-mortal y eterna no está contenida en el antiguo Testamento. Sí el material a partir del cual y bajo la influencia de la apocalíptica judía podía desarrollarse.”

            Conversando con un rabino, quedé sorprendido de la idea ‘vaga’, poco definida de la escatología. Por ejemplo, yo le preguntaba ante la muerte de su hijo si él pensaba en un futuro reencuentro, y me respondía con frases de la Biblia como ‘se prolonga en la descendencia’. Ahí caí en la cuenta de cómo el cristianismo, en base a los datos bíblicos, ha elaborado, ha construido a lo largo de la historia una escatología, una doctrina sobre el fin de la que carecen algunas vertientes del judaísmo

 

GL: No tengo ni siquiera una imagen para asociar el Infierno al budismo, al induismo, al judaismo…

 

CS: en el caso del Islam, hay claramente en el Corán descripciones muchísimo más precisas que las cristianas. Pero al estudiar escatología uno se da cuenta de que por elaboradas que parezcan las doctrinas del juicio final, el juicio individual, el infierno, el purgatorio, el premio, el cielo… esas ideas son profundas ideas humanas, que están muy arraigadas en el corazón humano, en la cultura y que al final aparecen de una u otra forma en todas las culturas. Por ejemplo: ahora uno ve por televisión montones de documentales sobre Egipto, y ¿qué estudian?: Tumbas, y cómo organizaban el ‘más allá’ de los que morían. Y ese es el núcleo de acceso cultural de una cultura tan prestigiosa e importante del mundo antiguo.

            Yo tenía en Alemania un profesor que al estudiar escatología comenzaba comparando las distintas visiones sobre el juicio, sobre el más allá, sobre la muerte, sobre una purificación ultra terrena, mostrando cómo en las distintas culturas y en las distintas religiones, a veces de manera más próxima a veces de manera mas diferente, estas temáticas aparecen. Porque son preguntas de fondo: qué hay después de la muerte, qué pasa con el que obró bien, el premio, el castigo y la idea de Dios, etc.

 

GL: Desde lo humano ¿qué será lo que está pidiendo la creación o la realidad de un infierno? ¿la libertad o la justicia? Es decir, el hecho de que puede haber quienes no quieran asistir a ese ‘banquete’, o el hecho de que los que han pecado gravemente tengan su castigo; en relación a la propia cultura, a la propia historia, a lo largo del tiempo, si tuviéramos que buscar una explicación humana –no una revelación divina- al tema del Infierno ¿qué es lo que sucesivamente ha ligado más o menos fuerte a las distintas culturas al tema del Infierno? En todo caso ¿por qué creer en un infierno?

 

GL: Habías dicho padre, que la escatología, es decir todo lo que describe y desarrolla y reflexiona lo que está mas alla de la muerte tiene una relación muy directa con el modo como concebimos la cultura, la vida, respondemos las grandes preguntas de la existencia. Entonces, a lo largo del tiempo ¿qué de lo humano es lo que estaría necesitando o pidiendo un infierno? ¿La justicia –en el sentido de que el que hasta último momento ha vivido haciendo daño, mal , ¡qué pasa?-  o la libertad –en el sentido de que el que no quiera elegir el bien como destino final tiene que ser libre de poder elegir otra cosa-¿

 

CS: El tema de la libertad es moderno. Entonces la pregunta de ¿qué pasa si yo me auto-excluyo, etc? Es un planteo más moderno, en cambio el planteo sobre la justicia es histórico, sobre todo desde San Agustín en adelante. Y eso sí: las afirmaciones agustinianas muy severas sobre la condenación de la gran mayoría del género humano por la justicia, plantea un problema de fondo. Saltando 8 o 9 siglos, eso está también en Santo Tomás de Aquino: la idea de que hay que poner en orden las cosas y de que hay que satisfacer a un orden que se ha dañado, incluso al mismo Dios.

Ojo: no hay que olvidar que una idea de fondo en transformación que precisamente que hoy pone en crisis la idea de Infierno es la idea de Dios. Al final, la pregunta de fondo hoy es como incompatible una noción de Infierno con la noción que hoy tenemos de Dios. Además, hoy tenemos una noción distinta de la justicia, tenemos otros pre-supuestos culturales, que nos permiten de alguna manera razonar mejor y encuadrar este tema mejor de lo que han podido hacerlo generaciones anteriores. La historia no pasa sin dejar sus huellas y hay claramente una evolución positiva.

En la predicación de Jesús el tema ocupa un lugar importante, con las más variadas imágenes: dicen algunos autores que es siempre como la ‘imagen invertida’: si es “la vida”, esto es “la muerte”, si es “vengan benditos de mi Padre”, es “aléjense”, si es “yo a mis ovejas las conozco”, es “a ustedes no los conozco”. La mayoría de los autores coinciden en que lo de Jesús está en la línea de “advertencias saludables, es decir: toma en serio tu vida, puede fracasar. Está en tus manos. La idea del ‘auto juicio’. El que no cree ya está condenado. La vida es seria. El fracaso es posible.

Algo que hay que corregir de la historia es que todos los temas escatológicos han estado al servicio de una política del temor. Y eso aún se ve en los creyentes de hoy. Para que no peques, piensa en el más allá: piensa en el infierno y no pecarás. Hoy tenemos bien claro que la pedagogía de Dios va por conquistar el corazón humano por la libertad y el amor y no por el miedo. Por eso hay que leer en esta clave las advertencias de Jesús. La posibilidad de que se frustre la vida es real y hay que estar atentos. De ahí tantas parábolas que invitan a la atención, a la vigilancia, al bien, al abrirse al pobre, al volver al tema de la justicia.

Muy importante también es ubicar el tema del “fuego”. Porque el fuego, de ser una imagen, pasó a ser una realidad fatal. Porque incluso los teólogos en sus textos hablan de cómo el fuego del infierno, siendo que se trata de un cuerpo que no es material que no es ahora, puede hacer daño y herir. Además el Infierno fue explicado cada vez de la manera más terrorífica: por los olores, los ruidos, los gritos, el calor del fuego, lo que se veía. Lo que en el Evangelio es una imagen que se identifica con la posibilidad de que la vida fracase, se queme y se arruine, termina siendo un ingrediente principal de esta realidad infernal donde se concentran todos los miedos, los temores, las torturas que puede proyectar una cultura , del más allá

 

GL: No sé si Dante Alighieri, con la “Divina Comedia” ha sido el ‘provocador’ o el ‘cosechador’ de todas estas imágenes. En general, sus imágenes escatológicas son espectaculares. Dante ¿aportó o cosechó?

Acerca de toda como esta especie de morbosidad, donde la imagen se torna el centro de la realidad ¿por qué habrá sido? Creo que todas las cosas tienen una causa, un fundamento, un ‘humus’ en el territorio del corazón humano. Por algo nos hemos agarrado de todo ese horror y esa morbosidad. ¿Ha sido solo la creación con fines no muy santos de una cúpula eclesial, o realmente ha sido la gestación de una atmósfera social en general? ¿Hay una idea que se impuso, que fue tomando fuerza porque de alguna manera la humanidad lo estaba pidiendo?

 

CS: Probablemente todos los factores estén confluyendo a favor de eso. Ahora. Es verdad que –para continuar con el proceso histórico- con San Agustín, que tiene tantos méritos, que fue para la historia un hombre tan prestigioso, su doctrina sobre la condenación: una gran cantidad del género humano que se condena (que en él fue una reacción a discusiones de su época), fue una opinión tan incontestable que toda la tradición posterior va a ser deudora de esta doctrina, y solo muy lentamente hasta llegar al Siglo XX la Iglesia ha conseguido “liberarse” de una visión tan negativa como la de él. El razonamiento de San Agustín es que ‘la mayoría debe condenarse porque así se expresa la justicia. La humanidad está en estado de corrupción por el pecado de Adán, pero se salvan algunos para que se vea la misericordia’. La crítica que se la va a hacer por parte de teólogos serios como Von Baltasar, es que Agustín va a introducir una idea que va a perdurar hasta nosotros que es el saber: ¿de dónde sabe Agustín que hay condenados? Y la otra idea es la del limbo: fue una idea misericordiosa, un intento de mitigar la dureza del juicio de Agustín.

 

GL: Quizá lo que llama la atención en Agustín y que todavía tenemos ecos en nuestras propias vivencias del mundo, de la humanidad, de la sociedad, es esta mirada pesimista. Es decir. Las cosas están muy mal, estamos muy lejos de ser felices. Entre lo que deseamos y lo que obtenemos hay un gran abismo: alguna causa habrá. Esta idea negativa pulula y se entiende que haya permanecido hasta hoy aunque está diferida y puesta no sobre el más allá, pero está puesta sobre el futuro de la historia. Uno sale a la calle y se pregunta o pregunta ¿vos tenés confianza en el futuro de la historia, de la humanidad, la posibilidad de alcanzar un mundo mas justo, mas humano, donde todos podamos ser felices? Yo me animaría a decir que mucha gente diría que no. Es decir: ha traído esa desesperanza hacia dentro de la historia. Son muchos siglos. Desde el Siglo IV hasta el Siglo XX ¿qué respuesta tuvo –además de cómo sabe Agustín que la mayoría son condenados- desde la teología moderna para contrarrestar este pesimismo?

 

CS: Un teólogo dice “El teólogo de la gracia fue como vencido por el teólogo del pecado original”. Tal vez uno de los ‘desajustes’ en el planteo de Agustín es que al final termina otorgándole mayor poder a la historia del pecado de la humanidad que al hecho de la salvación en Cristo y a la potencia de Jesús para impactar en la humanidad y en la condición humana. Conecta a los hombres con el pecado y no los conecta aún más todavía con Jesús. Ese paso de la posibilidad real de un Infierno a una seguridad objetiva, es un salto cualitativo que va a impactar la historia, y ese saber sobre la realidad infernal, siendo que la Iglesia ha mostrado después claramente que de eso no sabe nada y que nunca ha tenido conciencia de poder hablar y decir que hay un condenado o algo por el estilo.

 

GL: Ha habido muchas imágenes, muchos dichos sobre el infierno, pero la Iglesia, doctrinalmente, oficialmente, nunca se hizo cargo de todo eso, nunca emitió una palabra de certeza o de seguridad acerca de lo que es el infierno, mas allá de estas pocas y austeras afirmaciones.

 

CS: Respecto a los temas de la fe, podemos consultar el Catecismo de la Iglesia Católica, y nos encontramos con la afirmación de la existencia del Infierno y su eternidad. Hay que explicar qué significa la eternidad, duración sin fin. O sea que las afirmaciones de la fe –que tampoco están en el credo-, son extremadamente austeras. Si se quiere explicar un poquito más, se empieza en explicaciones teológicas, en enseñanzas de un determinado momento, etc.

En esa historia ha jugado un papel importante el famoso tema del limbo. Esta problemática estalla en un punto teológico particular que es la suerte de la muerte de los niños sin bautismo que tiene una historia bastante complicada en la historia del cristianismo. Sobre esto también se pronunció Agustín y su postura es la que en alguna medida surtió efecto y se mantuvo a lo largo de la historia: el limbo fue un intento de suavizar las afirmaciones fuertes en la línea de algo intermedio: no es cielo, no es infierno. Allí no habría penalidades, porque aunque esos niños no merecen el cielo porque conservan el pecado original porque no han sido bautizados, deberían irse al infierno. Pero se introduce la misericordia, que es esta cosa intermedia que tuvo un gran éxito –porque siendo una construcción medieval ha durado hasta el siglo XX-, donde están privados de la visión de Dios pero no tienen pena: no hay tortura, no hay dolor. Hasta mediados del Siglo XX esta ha sido doctrina común en la Iglesia. A la pregunta: ‘¿la Iglesia enseñó el limbo como una doctrina propia?’ Estrictamente así, no. No puede decirse que propiamente el Magisterio lo haya enseñado. Sí hay documentos de Papas donde la defienden como una legítima opinión teológica para afrontar esta problemática.

 

GL: Y después ¿cómo evoluciona esta idea? O ¿cómo entra en crisis la idea del infierno, la realidad del infierno?

 

CS: Esto está unido con una problemática más amplia que es: ¿cuán efectiva es en realidad la voluntad salvífica universal de Dios? ¿Cómo es que Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad? ¿Cómo es que casi la primera afirmación que nosotros hacemos: Dios nos quiere y quiere la salvación de todos’ –pocas frases pueden describir el núcleo de nuestra fe como esa- y al final ‘la mayoría del género humano se condena’. Al final estas problemáticas están enlazadas con los grandes temas de la fe y entre otros es la voluntad salvífica universal de Dios y cuán efectiva es esa voluntad. Y ahí es sorprendente encontrarse con una historia donde muy lentamente la Iglesia ha concebido recién en el Siglo XX, más precisamente en el Concilio Vaticano II, hacer una formulación de este estilo, por ejemplo le de Gaudium et spess 22: “Dios ofrece a todos los hombres  la posibilidad de que, por caminos que Dios conoce, sean asociados al misterio pascual”, es decir la posibilidad de la salvación de todos, incluso, en Lumen Gentium, la salvación de los ateos. Lo que Raner llama “el optimismo salvífico es quizá una de las ideas más fuertes de Vaticano II”. Acá hay una serie de ideas complejas que han complicado el tema. Algunas: la necesidad del bautismo, a partir de una lectura de los mismos textos bíblicos. ¿Cómo podía resolverse en la historia de la Iglesia la salvación de una persona que no accedía al bautismo? Y otra frase muy tradicional que está en el Concilio Vaticano II, hoy solo puede ser repetida, si es explicada: “fuera de la Iglesia no hay salvación”. Esa frase tradicional tiene hoy una explicación razonable, que no pone el acento en excluir a otros sino en la función que la iglesia tiene en la salvación de todos. ¿Cómo alcanza la gracia alguien que no accede a los sacramentos? El haber “resuelto” esta temática doctrinalmente, es lo que en el post-concilio puso en crisis los sacramentos: Si yo consigo la gracia sin los sacramentos ¡para qué tengo que bautizarme? Si el núcleo de mi arrepentimiento y el núcleo del perdón está dado en la libertad, si a mi me sale un acto de amor, estoy reconciliado ¿para qué tengo que confesarme?. O como dice Tomás de Aquino: el que desea la Eucaristía tiene la gracia de la Eucaristía. ¿Para qué tengo que ir a la misa el domingo si tengo la gracia de la Eucaristía con solo desearla?

El haber resuelto el poder acceder a la gracia sin la necesidad inmediata del sacramento puso en crisis los sacramentos. Estamos necesitados de un nuevo equilibrio: la gracia que se ofrece a todos, que tiene caminos extra sacramentales pero que no hace inútiles momentos peculiares como son los sacramentales

 

GL: ni inútiles ni ineficaces, o privilegiados en todo caso, porque supongo que en el Concilio nunca ha quedado fuera de la prioridad o el privilegio de la vía sacramental para la obtención de la gracia.

 

SC: Solo hay que pensar en el primer documento del Concilio: “Sacrosanctum Concilium”: La liturgia como lugar central en la espiritualidad cristiana.

 

GL: Hoy por hoy, reuniendo un poco una síntesis de todo los teólogos han reflexionado acerca del tema del Infierno ¿cómo podríamos imaginar el Infierno en este siglo XXI, y con todo el desarrollo tecnológico, racional, científico, reflexivo que ha tenido la humanidad? ¿Por qué habría que pensar en un infierno?

 

CS: Te digo primero la respuesta teológica, después vamos a algo más cultural. En los planteos contemporáneos del Siglo XX sobre el infierno hay dos líneas. La primera: la de la libertad. Es el argumento que hoy de alguna forma consigue más adeptos porque satisface una demanda moderna. Antes estaba más pesada la línea de la justicia y del castigo, pero un castigo exterior a mi. En cambio la teología moderna ha subrayado mucho el tema del ‘auto juicio’, ‘auto exclusión’. Soy invitado a una fiesta, si no quiero, no voy. De alguna forma, entonces, se resolvía lo que se sentía modernamente como la principal objeción al Infierno. Con estas explicaciones dios no impone un castigo. Dios no impone nada. Uno elige dónde va. Te invito a mi casa, no querés venir, vas a otra casa sabiendo bien que las condiciones de un lado son distintas a las del otro lado. Ese argumento ha satisfecho a muchas personas porque resuelven la problemática humana de la libertad. La salvación se trata de una oferta: uno la toma o la deja.

Pero existen posturas que han hecho poner en crisis esta idea, que todavía tiene concenso y en muchos lugares se la continúa explicando así, que es el tema de que los argumentos son insuficientes en la línea de decir que si una parte de la humanidad o uno –llevándolo al extremo- se pierde, todos los demás están en problemas. Si uno llora, la alegría de los demás está cuestionada, amenazada. Von Baltasar dice “¿Dios podrá convivir con esa derrota?”. El infierno es una ‘derrota de Dios’. Esto hay que pensarlo en términos de un padre: tiene un montón de hijos, se le salvaron un montón ¿por qué se va a poner triste con el que falta? Porque sí, porque es su hijo, y ese que falta, aunque sea por culpa propia, no resuelve la problemática del padre. El que uno se pierda, pone en problemas al resto. Entonces de allí salen la segunda línea teológica que va formulada de esta manera: el deber de esperar la salvación para todos. Es decir, la segunda línea no va en un ‘saber’ sino en un ‘esperar’, pero de un ‘deber’, porque la esperanza tiene que ser tan amplia como mi amor, y en mi amor debo incluir a todos.

Pero también esta teoría tiene sus problemas, porque el tema del fin, del juicio, del infierno, siguen cumpliendo un rol importante, porque –lo digo así-:al final de la historia ‘no hay amnistía’. Así no se arreglan los problemas humanos. Tiene que haber un momento de justicia, de poner orden, de reorganizar las conciencias humanas y en entramado social que permita imaginar un cielo que no sea más de lo mismo. El cielo tiene que ser otra cosa diferente, donde no haya miserias humanas. Eso supone un proceso de reorganización, purificación, justicia. De allí que esa idea que hoy prevalece en muchos teólogos de ese ‘esperar la salvación para todos’ no deba opacar la idea de que hay una justicia al cual el pobre, el inocente que sufrió, el olvidado de la historia, puede finalmente recurrir. No daba lo mismo amar o matar en la historia. Eso es parte de la idea cristiana sobre el fin. Un teólogo venezolano tiene una frase (que a mi no me gusta mucho): “Si el infierno no existiera, habría que inventarlo”.

 

GL: Mirando la historia misma del Siglo XX, no podríamos convivir fácilmente con una idea de amnistía total. Se desmoronarían casi hasta los fundamentos de nuestra justicia humana puesto que cómo puede ser que los hombres puedan desarrollar estas categorías de justicia y Dios pase con una aplanadora sobre todo ello. Sería también una especie de fracaso histórico. Es que estamos tratando de amalgamar valores que muchas veces se contraponen, como por ejemplo justicia y misericordia. Básicamente siempre estamos lidiando con esos conflictos: hasta donde la justicia, hasta dónde la misericordia.

Justamente hoy, el tema de la justicia se hace muy caro cuando se ven hechos delictivos como los que se ven, y enseguida emerge nuestro nervio pidiendo pena de muerte, tolerancia cero, justicia total ,y sé que en otras partes del mundo también hay pensadores trabajando sobre otras clases de justicia que no tengan que ver con el castigo. No sé de qué se trata, pero pinta muy interesante

GL: Cuando dice el credo ‘Descendió a los infiernos’, puntualmente ¿a qué se está refiriendo?

CS: La idea básica del Credo es ‘Jesús perteneció a la comunidad de los muertos, que es un dato muy importante para la fe de la Iglesia: La muerte hirió a Dios. Lo afectó. Uno de la Trinidad ha padecido.

 

Participan los oyentes

          Justicia no es revancha. Qué lindo es perdonar

          Puede tener una persona poco religiosa pero buena tener episodios cercanos a la muerte y en ellos ver cosas celestiales como siendo desde ya premiados con ellas?

CS: No hay doctrina de la Iglesia sobre ese tema. Hablar de que se regresa de la muerte, habría que especificarlo desde el punto de vista teológico. Estrictamente, no hay un regreso después de la muerte. Ahora: experiencias próximas a la muerte, sí. Variadas, y hay una bibliografía muy diferenciada –mucha ‘guitarra’ también, pero también hay cosas serias. Es un tema digno de prestarle atención. Ciertamente para una persona esta experiencia puede ser muy significativa: un paso de Dios en su vida que tendrá que discernir

          Si no existiera el infierno no tendría sentido que Cristo hubiera venido a salvarnos. Para salvarnos ¿de qué?

CS: Cuando hablamos de infierno, hablamos de una ‘posibilidad’ de una condena más allá de la historia. La salvación de Cristo está en la línea de el pecado y la destrucción de la humanidad. Pero no es necesario ni imprescindible que el infierno exista. Es posible. Y la salvación de Cristo viene a reorganizar nuestros desórdenes, reconstruir la humanidad, pero no exige que el infierno exista.

GL: Sería: Cristo nos viene a salvar de la desdicha, o de la mediocridad, o del fracaso existencial. No necesariamente del infierno

CS: Podríamos decirlo de otra manera: Jesús ha venido al mundo para que esa posibilidad no se concrete para nadie, para que ninguna vida se frustre definitivamente.