24/10/2018 – María Gloria Ladislao eligió al calendario como el simbolismo de esta semana y comenzó explicando que “es el sistema que permite medir el tiempo, mientras que el almanaque es el registro concreto que tenemos de ese tiempo que pasa. El registro o catálogo que comprende todos los días del año, distribuidos por meses, con datos astronómicos y noticias relativas a celebraciones y festividades religiosas y civiles es un almanaque. Tanto en Mesoamérica como en Egipto y la Mesopotamia asiática existían registros de calendarios desde el año 4000 antes de Cristo”.
La especialista también indicó que “el calendario hebreo era un calendario lunisolar. El ciclo de 28 días de la luna determina los meses, y periódicamente se realiza un ajuste, agregando un mes, para coincidir con los 365 días del año. En el mes lunar, el día 14 corresponde a la luna llena. El antiguo calendario religioso hebreo celebraba el año nuevo con la llegada de la primavera. La Pascua se celebra la noche del 14 de nisán, antiguo mes de primavera. Por otra parte, a los cincuenta días de la Pascua se celebraba la fiesta de las primicias, o fiesta de la cosecha. Para el tiempo de Jesús, en esta fiesta se recordaba la celebración de la Alianza en el Sinaí. El nombre griego de esta fiesta era Pentecostés”.
Asimismo, destacó que “la medición del tiempo en la apocalíptica responde al interés teológico de este género literario: aunque los creyentes pasen por persecución, sufrimiento y martirio, ese tiempo tendrá un fin y un juicio, a cargo de Jesucristo, el Señor de la historia. Exponente de esta literatura es el libro del profeta Daniel. Nace así con Daniel un esquema apocalíptico de la historia: tiempo de persecución, juicio de Dios que pone fin a la opresión, resurrección de los santos e instauración del Reino de Dios. Este esquema será retomado por toda la literatura apocalíptica posterior”.
Ladislao agregó que “no existe seguridad del origen de la semana como medida de tiempo, ya que se trata de una medida artificial. El año no es artificial, ya que está regido por el tiempo que demora la tierra en hacer su órbita alrededor del sol. Algunos suponen que tal vez la semana surge de seguir las cuatro fases de la luna, ya que el ciclo lunar dura 28 o 29 días. Pero no todos están de acuerdo con este origen, ya que no siempre el ciclo de la luna dura 28 días exactos. Lo cierto es que la semana de siete días se encuentra en antiguas civilizaciones como la sumeria desde el año 3000 antes de Cristo. La encontramos también en la India y el lejano oriente. Los antiguos romanos dividían el mes en tres períodos de 10 días, pero luego cambiaron a la semana de siete días. Los nombres de estos días estaban relacionados con el planeta que los regía, y el domingo era el día del sol. Para el judaísmo, la semana comenzaba el domingo, siendo el sábado el séptimo día, día santo”.
Por otra parte, la biblista manifestó que “para Israel, el sentido de la semana está vinculado con la alternancia trabajo-descanso. Los textos más antiguos son los que hacen referencia a la esclavitud de Egipto. En relación con esto, el día sábado no se debe trabajar, para no repetir la experiencia de la esclavitud. Durante el exilio en Babilonia, el pueblo de Judá se vio obligado a vivir en medio de una cultura pagana, que no conocía este sentido de día de descanso consagrado a Dios. En sus escritos de esa época, los sacerdotes refuerzan el sentido de este día. Surge así el texto de Génesis que afirma que hasta Dios mismo descansó el último día y ´contempló` todo lo bueno que había hecho”.
Ladislao dijo que “algunos estudiosos encuentran que el evangelio según San Juan usa el esquema de la semana, evocando el relato del Génesis. Así, la vida pública de Jesús se inicia con una semana, en cuyo último día, con el milagro de Caná, Jesús revela su gloria. Es la culminación de su tarea, así como el sábado fue la culminación de la obra creadora de Dios. Del mismo modo, la última semana de Jesús en la tierra está relatada con este esquema temporal. En este caso, lo que se quiere poner de relevancia es el domingo, ´el primer día de la semana` según el modo judío de contar, que es el día de la Resurrección: la revelación plena de la gloria de Jesucristo”.
Finalmente, subrayó que “el día llamado del sol, que era el domingo, los primeros cristianos tenían una reunión de todos los que vivían en las ciudades o en los campos. Y en ella se leían, según el tiempo lo permitía, los Recuerdos de los Apóstoles o las Escrituras de los profetas. Luego, cuando el lector terminaba, el presidente tomaba la palabra para exhortar e invitar a que imitaran aquellos bellos ejemplos, entre otras cosas”.
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