El llamado de Jesús: la pureza que nace del corazón

martes, 15 de octubre de 2024

15/10/2024 – Compartiemos la catequesis del día junto al padre Sebastían García:

Cuando terminó de hablar, un fariseo lo invitó a cenar a su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa. El
fariseo se extrañó de que no se lavara antes de comer. Pero el Señor le dijo: «¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia. ¡Insensatos! El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro? Den más bien como limosna lo que tienen y todo será puro.» San Lucas 11, 37-41


Los fariseos, conocidos por su estricta observancia de la Ley, prestaban mucha atención a los rituales
de pureza externa, como el lavado de las manos antes de comer. Para ellos, estos actos simbolizaban
la limpieza ante Dios. Sin embargo, Jesús usa esta escena para criticar la hipocresía de seguir
tradiciones externas sin que haya una conversión profunda y sincera del corazón. El fariseo se
sorprende de que Jesús no siga estas normas, lo que da pie a la enseñanza de Jesús.

Jesús critica a los fariseos de limpiar solo el exterior mientras que el interior,es decir sus corazones está lleno de “voracidad y perfidia”. Quizás todo esto nos puede enseñar que la pureza no es
simplemente una cuestión de cumplir con normas externas, sino de cómo tratamos a los demás, de
nuestras intenciones y de nuestra sinceridad ante Dios. De hecho, Jesús llama “insensatos” a quienes
no entienden que Dios ve tanto lo externo como lo interno. Para Jesús, la pureza comienza en el
corazón, y desde allí transforma nuestras acciones.

Por todo esto la enseñanza final de Jesús en este pasaje es clave: «Den más bien como limosna lo que
tienen y todo será puro». Esto significa que, en lugar de obsesionarse con los ritos de purificación
externa, los fariseos -y también nosotros- deberíamos enfocarnos en la caridad, en el dar a los demás.
Este gesto de compartir y desprenderse del egoísmo es lo que realmente purifica, porque nace de un
corazón generoso y desinteresado.

La vida cristiana no es solo apariencia y la verdadera pureza viene del amor. ¿Estamos más
preocupados por nuestra apariencia externa o por cultivar un corazón puro y sincero ante Dios?
¿Vivimos nuestra fe con autenticidad, o caemos en la trampa de la hipocresía, donde nuestras
palabras no coinciden con nuestras acciones?

Que Jesús, Palabra viva del Padre nos regale siempre a gracia del Espíritu para poder de corazón
mirarnos y reconocernos en la verdad de lo que somos, en nuestra propia originalidad, en los anhelos
grandes y santos que Dios ha puesto en el fondo de nuestro corazón: y así poder ir a lo importante,
sin quedarnos en la cáscara del afuera sino en la hondura del adentro, donde anida el bien, la belleza
y la verdad, de lo que cada uno de nosotros somos y de lo que es Dios en realidad.