El Mal

jueves, 30 de octubre de 2008
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No sé si te pasó a vos alguna vez que vas caminando, cuando estás a la vera de la pileta, estás descalzo y en una de esas entra una pequeña espinilla en el pie y andá sacarla después. Por ahí cuesta caminar. Por eso la pregunta: cuando uno transita en su vida molesta esta espina. ¿Te parás, te sentase un rato para sacártela? ¿No te levantás? ¿O seguís caminando y hacés como si no te doliera? Vamos a compartir en torno a esta imagen de la espina relacionada con el mal, con el mal forma, muchas veces, parte de nosotros y es como esta espina en nuestra carne, lo  nos dice san Pablo en una de sus cartas y que toma distintas formas y se manifiesta en diferentes niveles fisiológicos, psicológicos, moral. Pero en este proceso no nos vamos a quedar solamente con reconocerlo, identificarlo, experimentarnos perdonados y perdonar, sino que el Señor nos invita siempre a un poco más, nos invita a que nos dejemos transformar y transfigurar, muy lentamente, obviamente, con la gracia de Dios, entonces mi mal se va a convertir en ocasión de bien, la debilidad de la cual nos podemos aprovechar, este ámbito de manifestación del poder del amor de Dios. Queremos comenzar a integrar el mal que a veces nos cuesta aceptar como esta espina. ¿Sabés vos percibir tu propio error? qué es lo que me cuesta para percibir mi propio error? Vamos a tratar de sumergirnos dentro de los mecanismos de defensa que no nos permiten reconocer el mal y el pecado el mal en nuestra vida. Amén de que somos distintos y de que estos mecanismos se manifiestan con distinta intensidad, pero reconocer inicialmente, si sabemos percibir nuestro propio error y qué nos cuesta para este error, este mal en nuestra vida.
 Qué difícil debe ser caminar con los ojos errados, sin saber por dónde ir. Y también qué difícil es cuando en el propio camino o hay una oscuridad muy grande, por el mismo camino, o este camino está muy lleno, por ejemplo, de árboles o una vegetación muy exuberante. el senderito está ahí pero la vegetación te lo impide ver, entonces es como que tengo que poner mis manos al frente y empezarlo a abrir adelante, poco a poco esta vegetación, que se ha puesto caprichosamente frente a mis ojos, pero no me permite ver dónde voy y hacia dónde voy. Queremos que puedan caer las escamas de nuestros propios ojos que nos impiden ver, a veces, nuestra propia debilidad y nuestra propia realidad del error. Esto de reconocernos y aceptarnos ser pecadores frente a Dios, frente a nosotros mismos. Esto va a significar entonces un camino de sentido, de verdadera maduración que nos permita cada vez más sinceros con nosotros mismos y descubrir por dónde va pasando la cruz en el camino a donde nos va llevando.
Con esta música me hago la imagen también como de las novelas en donde el hombre la mira a la mujer, ella a él y hay a veces como una extraña relación de amor-odio porque están enojados, pero a la vez se aman. Esto nos pasa a veces con el mal: vivimos como en una extraña relación con el mal. Recurrimos a mil y una estrategias para quitarnos al impresión de haber errado, como si esto fuese algo que nos mancha de una manera infamante, pero siempre tenemos, a la vez, deseo autentico de perfección. Hay una extraña relación con el mal porque, por un lado, nos proclamamos pecadores, no nos sentimos profundamente como tales, sobre todo si nos comparamos con "esos otros pecadores" por los que nosotros oramos y por el otro lado y de manera contraria, nos sentimos desgajados por nuestros propios pecados, incapaces de reaccionar frente a algo que está más allá de nosotros. en este caso nos proclamamos pecadores, pero con una profunda desilus