El Metodo Terapéutico de Jesús – Ciclo Sanar los vínculos

jueves, 9 de octubre de 2008
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Estuvimos hablando en días anteriores de agresiones, limitaciones, hechos violentos que experimentamos a veces en nuestra infancia y adolescencia en el vínculo con nuestros padres, que nos dejan marcas a veces concientes, a veces no del todo. Esas marcas influyen en la vida adulta de las personas. También habíamos tratado de buscar y encontrar en la Biblia – ayudados por biblistas que hacen una interpretación desde la perspectiva psicológica de los textos bíblicos- respuestas en el desempeño, y en algunos de los textos del evangelio que se refieren a Jesús, de la propuesta terapéutica de Jesús en torno a esta problemática.

    Si bien en la época de Jesús no había, ni mucho menos, una conciencia como la tenemos hoy ni del aparato psíquico ni de las condiciones necesarias desde el punto de vista del alma humana respecto de los padres, cuáles son las necesidades que un hijo tiene de su papá , de su mamá, ni de qué índole y de qué manera como hoy la psicología ha investigado y escrito tanto al respecto, daría la impresión de que una suerte de sabiduría tanto espiritual como ancestral también emerge en los relatos del Nuevo testamento dando algunas pistas de cómo se ubica Jesús ante lo propiamente masculino y femenino en torno a las heridas maternas y paternas.

    En relación a las heridas que sufre una hija por parte de su padre, ya sea por carencia, por simbiosis, por no haber gozado de su amor, de su dedicación, de su valoración o de su empuje para la vida habíamos comentado el texto de Mc 21, 5-43 en el que se relata cómo un jefe de la sinagoga, Jairo, va a suplicarle a Jesús ante su hija que está agonizando que vaya y la cure. Jesús va a curarla, se encuentra con la niña de 12 años muerta, y la resucita. En torno a los diálogos, a las imágenes, puntualmente a las palabras que aparecen en Marcos, hacíamos una reflexión terapéutica de la problemática papá-hija.

    Da la casualidad de que justamente intercalado entre el texto del Jefe de la sinagoga y de la niña que se muere, a la cual Jesús le dice “niña, te lo ordeno, levántate”, aparece otro personaje que tiene también el número 12. Mientras va en camino a la casa de Jairo, Jesús es interceptado por una mujer que padece de hemorragias también desde hace 12 años. La mujer se abre paso en medio de la multitud, a escondidas, pensando que con solo tocar los flecos del manto de Jesús, va a quedar sanada.

    Su enfermedad son las hemorragias, y había gastado todos sus bienes en los médicos para curarse sin resultados positivos. Ella con gran fe alcanza el manto del Señor, lo toca, y dice marcos, al instante Jesús se da cuenta de que un poder sale de El y que la mujer queda curada. Se produce un diálogo entre Jesús y la mujer. La mujer se siente sorprendida, delatada cuando el Señor se da vuelta y pregunta “¿quién me tocó?” Ella se presenta por mucho temor y le cuenta la historia. Jesús le responde “tu fe te ha salvado” y sigue su camino.

    Aquí tenemos entonces una niña de 12 años que está gravemente enferma y muere, y una mujer que hace 12 años padece hemorragias contínuas. Es decir,  entre el pedido del padre y la sanación de la hija se intercala ingeniosamente la sanación de la mujer. Estas dos historias de sanación están vinculadas entre sí por el número 12. Pero también es posible ver en la imagen de la mujer, la imagen de cómo la niñ