14/09/2015 – Jesús dijo a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.» Jn 3 , 13 – 17
14/09/2015 – Jesús dijo a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
Jn 3 , 13 – 17
Jesús viene del mundo de arriba, de la intimidad con Dios. Es por tanto el que nos eseña a no ser rastreros en la vida. Por eso cuando Jesús es levantado en lo alto todos lo miramos a Él. Esto nos permite levantar la mirada que significa levantar la vida.
La cruz siempre nos permite levantar la vida. La cruz sin Cristo es lápida que sepulta, la cruz con Cristo nos permite mirar y llegar alto, ser de arriba.
Este es el misterio y la clave para que nosotros los cristianos, que tenemos ésta invitación del Señor, lo sigamos sin tener toda la mirada del y en el mundo.
Ante nuestra forma de pensar en solamente lo exitoso, lo que nos trae victoria, Jesús nos muestra otra realidad. Es una realidad que nos salva que nos permite ampliar nuestro corazón para que la cruz no sea una realidad que nos deprima y aplaste sino que nos libere.
Hoy celebramos la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz ¿Por qué? Santa Elena, madre de Constantino, descubre los restos de la cruz de Cristo un 14 de septiembre en el año 335. Inmediatamente manda a construir un templo en el sition del Santo Sepulcro.
La cruz nos recuerda el inmenso amor de Jesús por la humanidad. Nos permite sentirnos amados y nos regala, de ésta manera, la capacidad de amar.
Dios en la cruz provoca ese lugar de encuenbtro para poder descubrir que no nos abandona. Nos permite mirar más allá de lo que la realidad nos presenta.
¿Qué significa para vos cargar con al cruz cada día? ¿Cuál es tu cruz en este momento de la vida?
¡Buen día! Bienvenidos a la Catequesis. Hoy te invitamos a compartir: ¿Qué significa cargar la cruz de cada día? ¿Cuál es tu cruz? Posted by Radio María Argentina on Lunes, 14 de septiembre de 2015
¡Buen día! Bienvenidos a la Catequesis. Hoy te invitamos a compartir: ¿Qué significa cargar la cruz de cada día? ¿Cuál es tu cruz?
Posted by Radio María Argentina on Lunes, 14 de septiembre de 2015
Este texto del Evangelio de hoy tiene un contexto muy hermoso. Es el encuentro entre Nicodemo, un fariseo de recto corazón, con Jesús. Nicodemo iba de noche a ver a Jesús por temor a los judíos.
Es este encuentro nocturno un signo del hombre cuando no tiene fe. Que es lo que ocurre cuando a la realidad de nuestra cruz no la miramos ni abrazamos desde la fe. Se traduce en fracasao, sin sentido del hombre. Es una realiad abominable de dolor y martirio.
Nuestra cruz lo tiene a Cristo y es Él el que le da sentido nuevo. Jesús abre a Nicodemo ésta página de la revelación ayudándolo a tener fe a mirar hacia arriba.
Ésta experiencia de Cristo muerto y resucitado arranca del creyente una mirada contemplativa que quiere decirnos que sin la fe la cruz aplasta, con la fe, con Cristo, con el redentor presente en ella, alli se manifiesta un amor particular de Dios que viene a dar un mensaje cada día.
Jesús que es el Salvador el único y verdadero nos viene e decir que no vino a condenar al mundo.
Cuantas realidades en nuestra vida no lo tienen a Jesús y se tranforman en una cruz imposible de llevar. Ojalá tengas en tu vida la presencia del Redentor, de Cristo que nos sostiene, nos anima y acompaña nuestro caminar dándonos la fuerza y fortaleza para llevarla.
“El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.“ Mc 8, 27 -35
En ésta vida no hay amor si sacrificio. Quien ama y no esta dispuesto a sacrificarse por los que ama no sabe lo que dice.
Dios que es amor entró en nuestra vida para vivir la vida como la nuestra. Acepto sacrificarse por nosotros, es decir aceptó una vida sometida a los riesgos que está sometida la mayoria de los seres humanos. Todo eso por amor, para estar cerca de los que sufren. Esa fue la cruz que Jesús tomó sobre sus hombros y venció a la muerte. Así nos dio la posibilidad de vencer.
Esa acptación que Cristo hizo, el hijo de Dios, de morir como nosotros, nos dio la posilidad de vencer. Hoy aclamos su cruz porque ella lo llevó a Él, y nos llevará a nosotros a la Resurrección.
Mirarlo sabiendo que existe la luz de sus ojos para descubrir que no todo es negro y oscuro, que muchas veces cuando nos toca cargar una cruz, levantar la mirada para mirarlo va a ser la única oración que nos salga. Ese mirarlo levantando los ojos porque Él nos atare permite que esa mirada nos alcance la liberación
Nuestro ojos no se levantan con su solo poder. El pecado nos baja la mirada. La mirada es elevada por la misma gracia de Dios. Podemos reconocer la gracia del Espíritu que nos invita a clamar “ayudame Señor con tu gracia a levantar la mirada”.
A veces creemos que podemos solos, que podemos ser los únicos señores de la vida cuando creemos solo en nuestra capacidad.
Evangelii Gaudium:
285. En la cruz, cuando Cristo sufría en su carne el dramático encuentro entre el pecado del mundo y la misericordia divina, pudo ver a sus pies la consoladora presencia de la Madre y del amigo. En ese crucial instante, antes de dar por consumada la obra que el Padre le había encargado, Jesús le dijo a María: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego le dijo al amigo amado: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,26-27). Estas palabras de Jesús al borde de la muerte no expresan primeramente una preocupación piadosa hacia su madre, sino que son más bien una fórmula de revelación que manifiesta el misterio de una especial misión salvífica. Jesús nos dejaba a su madre como madre nuestra. Sólo después de hacer esto Jesús pudo sentir que «todo está cumplido» (Jn 19,28). Al pie de la cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María. Él nos lleva a ella, porque no quiere que caminemos sin una madre, y el pueblo lee en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio. Al Señor no le agrada que falte a su Iglesia el icono femenino.
Padre Daniel Cavallo
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