20/10/2025 – La conexión entre el narcotráfico y la política ha generado daños notables en Latinoamérica por décadas, pero en el actual proceso electoral argentino, se ha puesto en evidencia como nunca. El fenómeno de la narcopolítica se hizo ineludible cuando el principal candidato a diputado nacional del partido de gobierno tuvo que dimitir. La causa: sus lazos financieros con un acusado de narcotráfico, de quien recibió vastas sumas de dinero. Estos hechos marcan un punto de inflexión donde los vínculos turbios que antes se susurraban, hoy se comprueban y generan consecuencias políticas directas.
El escándalo no se detuvo allí. Recientemente, se reveló que una candidata a senadora nacional por La Libertad Avanza de Río Negro, Lorena Villaverde, estuvo detenida en Estados Unidos, acusada de comprar cocaína. La situación se agrava al conocerse que es pareja de un familiar de Fred Machado, el narcotraficante que será extraditado a Estados Unidos. Esta superposición de casos expone un entramado que, de no ser contenido, amenaza con arraigar en Argentina dinámicas ya padecidas en países como Colombia o México, donde la “narcopolítica” trafica poder al inyectarse en instituciones y territorios.
El padre Pablo Viola, del Hogar de Cristo y de la Pastoral de Adicciones, trabaja en el rescate de las víctimas de esta problemática. Al ser consultado sobre el temor de que Argentina siga la ruta de otros países, el padre Viola señaló una dinámica estructural: el corrimiento del Estado en sectores periféricos y, simultáneamente, el crecimiento de las mafias vinculadas al narcotráfico y otros delitos como la trata de personas. Estas mafias, ante la ausencia estatal, «van como ocupando el lugar donde la ley empieza a hacer la violencia».
El sacerdote es directo al señalar que el narcotráfico no puede crecer exponencialmente “sin una connivencia, llamémosle, de la política, de la justicia, de la fuerza de seguridad”. Para Viola, este panorama es una realidad de la que Argentina no está exenta. La preocupación central no es solo que la política esté vinculada al narcotráfico, sino el desafío de recuperarla. El riesgo es caer en la antipolítica, cuando los constructores de lo comunitario saben que “sin política no hay alternativa”. Afirma que la salida exige “una política que realmente ponga la mente, el corazón y las manos en la agenda de la gente, de los más pobres”.
Las consecuencias de esta “política prostituida” —alejada de la gente y cercana a los negocios, no solo los del narco, sino también los financieros— se viven a diario. Según el padre Viola, no se limitan a un vínculo específico, sino que se manifiestan en la “pobreza, la falta de empleo, las adicciones, la violencia, la delincuencia, en fin, el crecimiento de las mafias”. Esto ocurre cuando la dirigencia está “preocupada por otras cosas y que no está mirando la realidad de la gente”. El dinero, en última instancia, compra la amistad y la relación para, una vez en función pública, hacer “negocios básicamente” o para favorecer o impedir ciertas leyes.
Frente a esta coyuntura, el trabajo desde la Iglesia, a través de los Hogares de Cristo, busca una articulación entre el Estado y las organizaciones sociales. Su método es “recibir la vida y acompañar cuerpo a cuerpo” a las víctimas. La problemática de las adicciones es vista como una pandemia que necesita ser asumida por toda la sociedad e instituciones. Para el padre Viola, la situación es tan crítica que “se me fundió el auto”, y ya no basta con ir a la gomería, sino que hace falta “un trabajo de mecánica más importante”. Con la fe y la esperanza, se busca construir comunidades que, desde las periferias, ofrezcan una vida nueva y movilicen a la sociedad.
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