El número tres supone la resolución del conflicto planteado por el dos. Por ello, es un número que, básicamente, alude y simboliza la síntesis, en tanto y en cuanto resulta armónica de la acción de la unidad sobre el dos.
Los antiguos dieron gran importancia a este número, porque se pensaba que estaba en la naturaleza de las cosas por resolución de la divinidad, ya que todo incluía su principio, su medio y su fin. De ahí que el número tres significara la perfección.
En muchas mitologías y religiones se encuentra una tríada divina:
Osiris, Isis y Horus en el antiguo Egipto; Brahma, Vishnú y Shiva en el hinduismo; Anú, Ea y Marduk en la religión babilónica.
Los cristianos afirmamos nuestra fe en la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, comunión de amor.
El número tres en el judaísmo
Tres son los patriarcas: Abraham Isaac Jacob.
Tres son los grupos que componían el antiguo Israel: sacerdotes, levitas y laicos.
Tres son las partes en que se dividen las Sagradas Escrituras: Toráh (Ley), Nebim (Profetas) y Ketubim (Escritos); de allí la sigla TaNaK para designar el conjunto de las Sagradas Escrituras.
Según la ley judía una vez que algo haya sido hecho tres veces es considerado como permanente.
La kabaláh es un método de interpretación espiritual de la Biblia que se basa en el texto hebreo. Debemos tener en cuenta que en hebreo los números se escriben con los mismos signos de las letras. La letra que corresponde al número 3 es la letra “guimel” (equivalente de nuestra letra “g”).
Para la kabaláh, tres es el número de la paz y de la integración. El número dos representa diferencia, división. El tres representa la integración de uno y dos.
Dios llama a Samuel tres veces:
8 El Señor llamó a Samuel por tercera vez. Él se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy, porque me has llamado”. Entonces Elí comprendió que era el Señor el que llamaba al joven, 9 y dijo a Samuel: “Ve a acostarte, y si alguien te llama, tú dirás: Habla, Señor, porque tu servidor escucha”. Y Samuel fue a acostarse en su sitio.
10 Entonces vino el Señor, se detuvo, y llamó como las otras veces: “¡Samuel, Samuel!”. Él respondió: “Habla, porque tu servidor escucha”. (1 Sam 3,8-10)
En el Nuevo Testamento
Pedro niega a Jesús tres veces (Jn 18,12ss) y luego afirma tres veces que lo ama (Jn 21,15ss).
La resurrección de Jesús acontece “al tercer día”, lo cual significa un período breve de tiempo (Lc 24,46).
Apocalipsis
La literatura apocalíptica es una forma de la profecía, que se manifiesta por medio de visiones. Emplea el lenguaje simbólico, con colores y números. Este género literario se presenta en algunos pasajes de los profetas del Antiguo Testamento, particularmente Daniel y Ezequiel.
En estos pasajes encontramos que Dios es proclamado tres veces Santo:
1 El año de la muerte del rey Ozías, yo vi al Señor sentado en un trono elevado y excelso, y las orlas de su manto llenaban el Templo. 2 Unos serafines estaban de pie por encima de él. Cada uno tenía seis alas: con dos se cubrían el rostro, y con dos se cubrían los pies, y con dos volaban. 3 Y uno gritaba hacia el otro:
“¡Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos!
Toda la tierra está llena de su gloria”.
4 Los fundamentos de los umbrales temblaron al clamor de su voz, y la Casa
se llenó de humo. 5 Yo dije:
“¡Ay de mí, estoy perdido!
Porque soy un hombre de labios impuros,
y habito en medio de un pueblo de labios impuros;
¡y mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos!”. (Is 6,1-4)
6 Frente al trono, se extendía como un mar transparente semejante al cristal. En medio del trono y alrededor de él, había cuatro Seres Vivientes, llenos de ojos por delante y por detrás. 7 El primer Ser Viviente era semejante a un león; el segundo, a un toro; el tercero tenía rostro humano; y el cuarto era semejante a un águila en pleno vuelo. 8 Cada uno de los cuatro Seres Vivientes tenía seis alas y estaba lleno de ojos por dentro y por fuera. Y repetían sin cesar, día y noche:
«Santo, santo, santo es el Señor Dios,
el Todopoderoso,
el que era, el que es y el que viene». (Ap 4,6-8)
También se da una interesante combinación entre el número 3 (divinidad, eternidad) y el número 4 (mundo creado, naturaleza, cuatro puntos cardinales). Así, en el número 12, que simboliza al pueblo de Dios, se hallan estos dos sentidos: un pueblo convocado de los cuatro extremos de la tierra, con la solidez y la perdurabilidad que le da la presencia de Dios.
9 Luego se acercó uno de los siete Ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete últimas plagas, y me dijo: «Ven que te mostraré a la novia, a la esposa del Cordero». 10 Me llevó en espíritu a una montaña de enorme altura, y me mostró la Ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios. 11 La gloria de Dios estaba en ella y resplandecía como la más preciosa de las perlas, como una piedra de jaspe cristalino. 12 Estaba rodeada por una muralla de gran altura que tenía doce puertas: sobre ellas había doce ángeles y estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel. 13 Tres puertas miraban al este, otras tres al norte, tres al sur, y tres al oeste. 14 La muralla de la Ciudad se asentaba sobre doce cimientos, y cada uno de ellos tenía el nombre de uno de los doce Apóstoles del Cordero. (Ap 21,9-14. Esta visión retoma elementos que se encuentran en Ez 48.)