11/12/2023 – El padre Matías Burgui, administrador parroquial de San Cayetano en el sur de la provincia de Buenos Aires contó cual fue su proceso del duelo por la muerte de su padre. “Soy sacerdote desde hace cuatro años. Considero mi vocación como un misterio, un regalo de Dios. Confieso que he escuchado hablar de Él, casi desde que tengo uso de razón. Mi familia tuvo un proceso de conversión muy grande y, desde ese momento, Jesús pasó a ser un miembro más de nuestro hogar. Con el paso del tiempo, me tocó hacer el discernimiento personal y fui descubriendo mi vocación, a lo que el Señor me llamaba. Gran parte de ese camino se lo debo a mi papá Eduardo, aunque no siempre se lo dije. Él ha muerto hace poco tiempo, un par de meses, de un infarto. Tuve la gracia de compartir la fe con él y también el ministerio: tres meses antes de su muerte fue ordenado diácono permanente. Su alegría era impresionante. Durante años se fue preparando a través de un recorrido que lo llevó a trabajar mucho la humildad y la aceptación. Se vio obligado a interrumpir su formación, pero siempre se mostró profundamente convencido de que Dios lo llamaba a ese ministerio, a servir. Así que fue una gran dicha, luego de un itinerario de bastantes años, y no sin obstáculos, el acompañarlo en su ordenación diaconal. Amaba con locura la Iglesia y el Señor era la vida de su vida”, relato Matías.
“En las circunstancias de su muerte también veo la Providencia, aunque me costó un poco más descubrirla. Papá Eduardo era paciente cardíaco, pero no se cuidaba como hubiera debido hacerlo. Admito que me molestaba esa actitud y sentía un poco de impotencia por ello. Discutía con él por esta cuestión, lo único por lo que nos enfrentábamos, porque me imaginaba un posible desenlace. Aun así, uno nunca está preparado para la noticia de la muerte y las circunstancias siempre sorprenden. A las dos de la madrugada, comenzó a sentirse mal, con un fuerte dolor de garganta. Fue en su propio vehículo al cercano hospital, no quiso ser acompañado por mi mamá por temor al contagio del coronavirus, y allí los enfermeros no lo quisieron atender. Permaneció una hora en la guardia, esperando pacientemente, ni siquiera le controlaron la presión. Como se sentía mal, regresó a casa para tomar una medicación. Retornó agitado, su estado empeoraba. Allí tuvo la crisis cardíaca, pero permaneció consciente. Mamá avisó de inmediato al hospital pidiendo la ambulancia, pero no la quisieron enviar. A papá cada vez se le hacía más difícil respirar y mamá solicitó ayuda, acudiendo a las casas de los vecinos. En un momento, él la llamó: «Flaca, vení, dejá. Ya me tengo que ir». Le costaba hablar, sus últimas palabras fueron: «Flaca, te amo. Decile a los chicos que los amo”. Finalmente, llegó la ambulancia y lo trasladaron al hospital, donde ya no pudieron hacer mucho. Allí murió, entregó su espíritu amando, a los cincuenta y ocho años recién cumplidos”, agregó el padre Burgui.
“Pasaron los días. La intención de papá siempre fue que cremaran sus restos mortales y depositasen las cenizas en el cinerario de su parroquia, ubicado muy cerca del altar donde siempre está expuesto el Santísimo Sacramento. De todo esto, él nos había hablado unos días antes, como una intuición. Tuvimos que esperar cuatro días a que nos entregaran las cenizas. Fue penosa no solamente la espera, sino lo que iba llegando: trámites, papeleos, noticias suyas en los medios de comunicación, preguntas. Debo confesar que no tenía bronca con esos enfermeros que no lo atendieron o con esa telefonista que no quería mandar la ambulancia, pero sí resonaba en mi cabeza el qué hubiese pasado sí. Un sacerdote me hizo ver que esa pregunta no era del Cielo, así que el asunto no iba por ahí. Mucha gente apreciaba a nuestro padre, ellos sí estaban indignados, tristes, con bronca, con impotencia, con ganas de romper todo. Hace un par de años, comencé a acompañar a personas en situación de duelo por muerte de seres queridos. Es algo que considero muy necesario hacerlo. Me complace estar presente y ayudar a que la persona con el corazón y el alma heridos pueda levantar la vista hacia Jesús. Antes de comenzar con este ministerio, mi única objeción era que nunca había pasado por un trance de estas características. ¡Providencia también! Ahora era el momento de vivir lo que predicaba”, dijo el sacerdote bonaerense.