27/08/2021 – Decir que es infinito significa también que tiene una perfección absoluta, donde no le falta nada. Por lo tanto, no se puede agregar algo más: “Dado que Dios es infinito, abarcando en sí mismo la entera plenitud de todo el ser, no puede adquirir algo ni llegar a donde antes no llegaba” (ST I, 9, 1). Esta infinitud no es monotonía. Al contrario, es inagotable riqueza y hermosura. Por eso tampoco necesita cambiar, y decimos que es inmutable. Cuando afirmamos esto fácilmente nos confundimos. Porque algo inmutable nos parece quieto, aburrido, sin vida, como si fuera una inmensa roca inmóvil e inconmovible. Al contrario, Dios no cambia porque es plenitud de alegría, de luz, de vida, de intensidad, tan pleno que no hace falta agregarle algo. Por esa razón, desde su manantial desbordante, él puede hacer nuevas todas las cosas, como dice la Liturgia: “Inmutable en ti mismo, todo lo renuevas”. Es un centro de vida sin fin, que no necesita nada más, y del cual siempre puede brotar algo nuevo.
Pero ese Infinito, que no necesita nada, sin embargo ha querido mostrarse pequeño. El Dios encarnado, se mostró como si fuera frágil y necesitado. Para presentarse así, el propio Hijo de Dios nació en un pobre pesebre, huyó a Egipto, fue despreciado y murió crucificado. Podía salvarnos sin necesidad de estas humillaciones, pero eligió mostrarse así, pequeño como nosotros, para reflejar hasta qué punto se unió a nosotros y nos amó hasta el fin. De este modo, en esa pequeñez se manifiesta que él está pleno, lleno de ternura, lleno de humildad, lleno de compasión, de un modo que ni siquiera podemos imaginar.
Recordemos una vez más que cuando Dios permite el pecado del ser humano respetando su libertad, tampoco lo hace por un límite suyo. Al contrario, es por la perfección infinita de su amor y de su libertad. Por ser tan perfecto, él puede querer, por su soberana decisión, limitar los efectos de su poder. Eso nos permite a nosotros decidir entre el bien y el mal. Sin dejar de ser infinito y omnipotente, él quiere limitar esa gloria sin límites y ese poder para dar lugar a nuestras propias elecciones. De esa manera nuestro camino de crecimiento es también obra nuestra. Y si en el momento de nuestra muerte él sanara nuestra libertad de tal manera que sólo opte por el bien, allí mostraría su gloria infinita de una manera diferente. El Infinito tiene formas diferentes de manifestarse, y sin dejar de ser el Infinito, a veces quiere que lo contemplemos pequeño como nosotros para ayudarnos a acercarnos a él sin temor, para sentir que realmente comprende nuestros límites, para dejar que él seque nuestras lágrimas como un hermano que camina con nosotros.