El que ve al Hijo ve al Padre

miércoles, 22 de marzo de 2023

22/03/2023 – En Juan 5, 7-30, Jesús dice “yo hago la obra que el Padre me muestra. Él siempre trabaja y yo también.” Lo dice en un contexto de un sábado, esto es lo llamativo, cuando el sábado es el día del descansos; ¿cómo Jesús dice que el Padre trabaja y Él también?


Jesús dijo a los judíos:”Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo” .Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre. Entonces Jesús tomó la palabra diciendo: “Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo.
Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados. Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere. Porque el Padre no juzga a nadie: él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió. Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida. Les aseguro que la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan, vivirán. Así como el Padre dispone de la Vida, del mismo modo ha concedido a su Hijo disponer de ella, y le dio autoridad para juzgar porque él es el Hijo del hombre. No se asombren: se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio. Nada puedo hacer por mí mismo. Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi juicio es justo, porque lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.

San Juan 5,17-30


Después de que el Señor sanara a un paralítico en el estanque de Betesda, los judíos comenzaron una persecución a muerte contra él, porque había realizado este milagro en un día de reposo (Jn 5:16). Pero lo que Jesús había quebrantado no era el mandamiento bíblico, sino la absurda interpretación que los judíos hacían de él. Ahora bien, ante las acusaciones de los judíos, el Señor hizo una afirmación que de ninguna manera podía dejar indiferente a nadie: “Mi Padre hasta ahora trabaja y yo trabajo” (Jn 5:17). Para ellos esto sólo podía ser interpretado de una manera: Jesús estaba declarando su igualdad con Dios. Por supuesto, ellos no se cuestionaron si era cierto, simplemente le acusaron de blasfemia y añadieron otra causa más por la que merecía la muerte.

A modo de resumen, vamos a adelantar ahora algunas de las afirmaciones que Jesús hizo y en las que se compara con su Padre mostrando su absoluta igualdad con él: Iguales en poder: (Jn 5:19) “Porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. Iguales en conocimiento: (Jn 5:20) “El Padre le muestra todas las cosas que él hace”.

Iguales en su capacidad de dar vida a los muertos: (Jn 5:21) “Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida”.

Iguales en autoridad para juzgar: (Jn 5:22,27) “Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio lo dio al Hijo”… “Y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre”.

Iguales en dignidad y honra: (Jn 5:23) “Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió”.

Iguales en poder para impartir vida eterna: (Jn 5:24) “El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna”.

Iguales en tener vida eterna en sí mismos: (Jn 5:26) “Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida eterna en sí mismo”.

“Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”


Jesús no trató con los judíos la cuestión de la violación del sábado, sino que llevó el tema a un nivel superior, esto es, a la relación que como Hijo de Dios tenía con su Padre. Por supuesto, esto no hizo sino irritar aun más a los judíos. Pero ¿qué quería decir cuando afirmó que su Padre seguía trabajando hasta ahora? ¿No dice la Escritura que después de los seis días de la creación, Dios descansó en el día séptimo?
Evidentemente lo que Jesús está explicando es que el Padre seguía trabajando sin interrupciones en sábado. Pero ¿qué necesidad había de seguir trabajando una vez que la creación había quedado concluida y Dios vio que todo lo que había hecho “era bueno en gran manera” (Gn 1:31)?
Es verdad que Dios cesó en su actividad creadora, aunque esto no equivalía a descansar de toda actividad. Pablo intentó explicar a los habitantes de Listra que Dios no ha dejado de “hacernos bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones” (Hch 14:17). Y a los Colosenses les dice que en Cristo “todas las cosas subsisten” (Col 1:17), y el autor a los Hebreos coincide al señalar que el Hijo es “quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (He 1:3). Por lo tanto, aunque Dios había cesado su obra creadora, seguía sustentando su creación.
Ahora bien, cuando el pecado entró en el mundo, todo se estropeó. El hombre, obra maestra de la creación, se encontró trabajando una tierra que había quedado maldita por Dios, lo que añadía un elemento importante de frustración a su trabajo (Gn 3:17). También las relaciones familiares se vieron afectadas, al punto que un hermano mataba a otro por envidia (Gn 4:8), y las acusaciones mutuas entre los cónyuges y la rivalidad, sustituían a la confianza y la armonía (Gn 3:12,16).

Dios sigue haciendo continuamente obras de misericordia y de bondad, proveyendo para las necesidades de sus criaturas, y manteniendo en equilibrio la naturaleza. La razón por la que el mismo Hijo se hizo hombre y vino a este mundo, fue precisamente con este mismo fin. Sus milagros de sanidad evidenciaban el deseo de Dios de restaurar al hombre de los graves efectos que el pecado ha traído sobre él. Y la sanidad del paralítico de Betesda era un buen ejemplo de ello. Como vimos, aquel hombre había vuelto a disfrutar de un día de reposo después de cuarenta años.

“El Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace”


Hace un momento Jesús había afirmado que él hace “lo que ve hacer al Padre”, y ahora añade que “el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace”. Para poder hacer tales afirmaciones, el Hijo ha de tener continuo acceso al Padre, y un completo conocimiento de lo que está sucediendo en el cielo. Y por supuesto, alguien que tiene este grado de conocimiento de Dios, necesariamente tiene que ser Dios. No hay otra manera de explicarlo.

Además, el hecho de “mostrar todas las cosas” indica también la plena confianza y cooperación que existe entre el Padre y el Hijo. Por supuesto, Dios también revelaba “su secreto a sus siervos los profetas” (Am 3:7), pero lo que Jesús está diciendo en cuanto a sí mismo, va mucho más allá de lo que ningún profeta hubiera pretendido nunca. El mismo Señor lo explicó en otra ocasión:

(Mt 11:27) “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.”
(Lc 10:22) “Todas las cosas me fueron entregadas por me Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.”
Las obras que el Hijo hace son las mismas que el Padre hace y le muestra. Y ahora añade: “Y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis”. ¿A qué obras se refería? Los judíos acababan de ver como el Señor restauraba completamente a un paralítico, lo cual ya era algo muy grande, pero aun se aseguran cosas mucho mayores, que según indica el versículo siguiente, tendría que ver con levantar a los muertos y la ejecución del juicio.

“Como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida”
A lo largo de toda la Escritura, la facultad de dar vida es una prerrogativa divina, y al hacer esta afirmación, Jesús nuevamente se está colocando al mismo nivel que Dios.

Es cierto que hubo profetas como Elías y Eliseo que resucitaron muertos, pero lo que el Señor está declarando aquí es su poder vivificador a un nivel mucho más elevado. Aquellos profetas eran simplemente mediadores, mientras que el Señor alude a su propia autoridad para dar vida a los que quiere. Y por otro lado, su capacidad para dar vida iba más allá del orden natural, abarcando también la vida espiritual. De hecho, esta era una de las obras maravillosas que había venido a hacer.

Con esto coincide la presentación que encontramos de Jesucristo en el primer capítulo de Apocalipsis:
(Ap 1:17-18) “… Yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.”

“El Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo”


Nos encontramos con otra de las funciones propias de Dios: la de Juez Supremo.
(Jer 25:31) “… Jehová tiene juicio contra las naciones; él es el Juez de toda carne…”
Sin embargo, una vez más, esta prerrogativa divina es ejercida por el Hijo. Y notemos su carácter universal: “Todo el juicio dio al Hijo”. Naturalmente, para que el Señor Jesús haga esta obra ha de tener un conocimiento absoluto y una justicia perfecta. Y puesto que lo tiene, el Padre ha honrado al Hijo encomendándole la facultad de juzgar al mundo. Veamos cómo lo expresó el apóstol Pablo en Atenas:
(Hch 17:31) “Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.”

Ahora bien, para nosotros la idea de juzgar se limita al concepto de un juez sentado en un tribunal, pero cuando examinamos el Antiguo Testamento nos damos cuenta que su significado es mucho más amplio, y que va ligado con la posición de rey. Veamos cómo el salmista asocia los dos conceptos de Juez y Rey en la persona de Dios:

(Sal 96:10) “Decid entre las naciones: Jehová reina. También afirmó el mundo, no será conmovido; juzgará a los pueblos en justicia.

(Sal 98:4-9) “Cantad alegres a Jehová, toda la tierra; levantad la voz, y aplaudid, y cantad salmos. Cantad salmos a Jehová con arpa; con arpa y voz de cántico. Aclamad con trompetas y sonidos de bocina, delante del rey Jehová. Brame el mar y su plenitud, el mundo y los que en él habitan; los ríos batan las manos, los montes todos hagan regocijo delante de Jehová, porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia y a los pueblos con rectitud.”

Por lo tanto, el Hijo no sólo es el Juez de toda la tierra, sino también su Rey supremo. El Padre le ha dado este honor.

“Viene la hora, y ahora es cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios”


Una vez más el Señor introduce otra nueva declaración de la forma más solemne: “De cierto de cierto os digo”. El tema sigue siendo el mismo. Está tratando acerca del estado espiritual de las personas, y así hemos de entender los conceptos “muerte”, “vida” o “condenación”. Entonces, ¿quiénes son “los muertos” a los que se refiere aquí? Son aquellos que espiritualmente están “muertos en sus delitos y pecados” (Ef 2:1). Los que están separados de Dios, como el hijo pródigo lo estuvo de su padre y estaba “muerto” y “perdido” (Lc 15:24).

Más adelante el Señor va a decir que también “los que están en los sepulcros oirán su voz y … saldrán a resurrección” (Jn 5:28), en referencia a la resurrección física. Sin embargo, en esta primera declaración se está refiriendo al estado de muerte espiritual de la persona antes de su muerte física.

Y al igual que llegará un día cuando los que han muerto físicamente oirán la voz del Hijo y resucitarán para vida o para condenación, de la misma manera, también en este tiempo presente, las personas que están muertas en sus delitos y pecados, pueden escuchar la voz de Dios y reaccionar aceptándola o rechazándola. De hecho, esta primera resurrección en el orden espiritual, que tiene lugar en el tiempo presente, cuando aun estamos vivos físicamente, será determinante para decidir nuestro destino eterno cuando resucitemos físicamente.

Algunos opinan que los que están muertos no pueden oír la voz de Dios, a menos que previamente sean regenerados por Dios, pero lo que aquí dice el Señor Jesucristo es que estando en la condición de muertos, pueden escuchar su voz y reaccionar.

Ahora bien, ¿cómo puede una persona escuchar la voz del Hijo de Dios? Por otras partes de la Escritura sabemos que Dios nos habla por medio de su Palabra escrita. El apóstol Pablo afirmaba que “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro 10:17), por eso es que exhortaba a Timoteo a que “predicara la Palabra” (2 Ti 4:2). Toda persona puesta en contacto con la Palabra de Dios puede ser salva. De ahí la importancia de predicar la Palabra de Dios, de hacer oír de ese modo la voz del Hijo de Dios.