El rol de la mujer en la Iglesia

viernes, 10 de diciembre de 2010
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Juan Pablo II en su carta apostólica sobre LA DIGNIDAD Y LA VOCACIÓN DE LA MUJER dice entre otras cosas, hablando de María, -. “En la plenitud de los tiempos, Dios manifiesta la dignidad extraordinaria de la mujer. Esta dignidad consiste, por una parte, en la elevación sobrenatural a la unión con Dios en Jesucristo que determina la finalidad tan profunda de la existencia de cada hombre tanto sobre la tierra como en la eternidad. Desde este punto de vista, la mujer es la representante y arquetipo de todo el género humano. Es decir, representa aquella humanidad que es propia de todos los seres humanos. Por otra parte, el acontecimiento de Nazareth pone en evidencia un modo de unión con el Dios vivo que es propio solo de la mujer, esto es, la unión entre madre-hijo. En efecto, la virgen de Nazaret se convierte en la madre de Dios.”

Verdaderamente difícil encontrar frases que realcen de una manera mas clara y brillante la dignidad de la mujer, que la liga a lo divino, a representar lo humano en su capacidad de acoger lo divino.

No es necesario decir que cuando vamos a los datos analíticos de la realidad de las mujeres en la iglesia, esto no aparece muy bien representado. ¡Cuántas congregaciones de mujeres inteligentes religiosas, han dedicado a lo mejor durante siglos a bordar manteles, acomodar flores en la mesa, acomodar la gente en el templo, y ni siquiera podían leer las Escrituras, solo por el hecho de ser mujeres! ¡y estamos hablando de mujeres consagradas!

O, ¿dónde está la mirada femenina, tan digna y tan realzada, en las decisiones que toma la Iglesia tanto en el ámbito diocesano como en el ámbito jerárquico mayor’? Cuando se reúne el obispo con todo el Clero a revisar líneas pastorales, estas mujeres, que atienden enfermos, que dirigen escuelas, que muchas veces son la mayoría en el brazo pastoral de esa diócesis, no están presentes para tomar decisiones, ni para hacer oír su voz ni para transparentar también su mirada. Con lo cual, pienso que la práctica pastoral, más que por una cuestión de poderes, se ve menoscabada en el aporte tan digno que, dice Juan Pablo II, puede hacer la mujer.

En fin, algunas cosas que pueden verse y que de afuera de la iglesia se señalan como contradicciones sobre el rol de las mujeres en la iglesia, un tema delicado si los hay, lo vamos a hablar con el Padre Rafael Velasco, sacerdote jesuita, Rector de la Universidad Católica de Córdoba.

 

RV. Yo coincido con los textos de Juan Pablo II, y también con las afirmaciones que acabas de hacer. Yo digo que la transmisión de la fe descansa sobre la mujer en general. Si uno se pone a pensar, es de boca de la mujer que salen las primeras palabras de fe a los hijos. Nuestras comunidades eclesiales están sostenidas por mujeres, no solo porque son más las mujeres que los varones quienes concurren a las celebraciones litúrgicas, quienes son catequistas, quienes ocupan lugares en la animación pastoral. Pero rara vez son atendidas a la hora de tomar decisiones, sobre todo las macro decisiones dentro de la iglesia.

Una anécdota: Hablando con una superiora religiosa, yo le decía ‘mirá qué bueno este documento que ha sacado la Iglesia sobre la mujer’, y me dice ‘sí, escrito por hombres’

En el fondo, hay mucho machismo dentro de la Iglesia que ciertamente tenemos que ir haciendo una autocrítica para ir encontrando caminos verdaderos de escucha y de valoración real. No podemos quedarnos solamente en decir que la Virgen María fue de los nuestros lo más grande que hubo, fue quien abrió camino a la salvación. Es decir: hay una reina, pero no gobierna. Y ¿el resto de las mujeres , qué? Incluso mirando los Evangelios, Jesús tenía discípulas, lo cual era bastante escandaloso en la época, porque los rabinos tenían discípulos que iban a buscarlos. Jesús, en cambio, iba a buscar a sus discípulos y discípulas, y que no eran mujeres que solo acompañaban con sus bienes.

Entonces yo me pregunto ¿qué otros lugares está llamada la mujer a ocupar dentro de la comunidad eclesial? incluso, aunque hay una definición de Juan Pablo II (aunque no “ex cátedra”) que afirma que el ministerio ordenado es solo para los varones, tomando que en la Ultima Cena Jesús estaba con los varones –lo cual tiene una razón cultural propia-, pero no dice que no hubiera mujeres. Basándose en eso, dice que el Sacramento del orden es solo para varones. Pero yo creo que habría que dar una discusión sobre una nueva mirada y la posibilidad de que las mujeres pudieran acceder al orden sagrado como sacramento. Basado no solo en razones culturales sino también Evangélicas, mirando las primitivas comunidades, la Eucaristía se celebraba en las casas, y quien las presidía eran los dueños de casa, el matrimonio (presbítero significa eso: presidente de la comunidad). En un primer momento había diaconisas, después desaparecen. Si uno mira el nuevo testamento, primeramente hay un momento de mayor pluralidad, de mayor participación. Cuando llega el Espíritu Santo, los apóstoles estaban reunidos con mujeres también, y ahí surge la Iglesia. Y después empieza una estructura más piramidal. Ya en las cartas deutero paulinas aparece el epíscopo y el presbítero que deben ser varones, y después eso ha ido como ‘in crescendo’. Creo que también deberíamos ser un poco críticos respecto a ese machismo de la Iglesia.

GL: el hecho de la posibilidad de las mujeres al sacerdocio es un tema que se está debatiendo y mucho. Búsquedas, investigaciones, escritos

RV: Y ese tema hay que pensarlo a la luz de una teología sobre Dios. Nosotros tenemos una teología patriarcal de dios. Dios padre. Pero si uno mira algunos verbos que se utilizan en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento para hablar de Dios, son verbos femeninos, por ejemplo cuando habla de que Dios se compadece con entrañas de madre. Es decir: esta mirada sobre un Dios tan patriarcal, ha silenciado la parte maternal. En algunas comunidades, ya se habla de Dios Padre y madre. Indudablemente, un Dios tan patriarcal, da una estructura patriarcal de la Iglesia. El Espíritu Santo, dicho en hebreo, es femenino. Esta inclusión de lo femenino dentro de lo divino, se manifiesta. Y esto, en el fondo, debería llevarnos a hacer un replanteo, de cómo nosotros planteamos la teología, nuestro derecho canónico, nuestro modo de hablar de determinados temas.

 

GL: decía un sacerdote que trabajaba en teología feminista –hablando de un feminismo sensato, inteligente, positivo, acertivo, propositivo- hay toda una corriente feminista de lectura de la biblia, y hay teólogas realmente extraordinarias. Ahora bien, mientras se sigan haciendo estos debates, o conversaciones, en los más altos niveles académicos teológicos, etc ¿por qué no la inclusión de la mujer en las prácticas pastorales? Este sacerdote del que hablaba, decía .’sería hermoso si uno entrara a un templo y hubiera aunque sea un cuadro de una imagen de las que Jesús puso sobre cómo es Dios padre, como por ejemplo el de un mujer barriendo buscando la moneda perdida, o con una mujer amasando el pan, y no siempre imágenes masculinas de Dios sino las mismas que Jesús utilizó para hablar del rostro materno del Padre’

¿De dónde nos viene este machismo atávico que se ha como infiltrado en la vida de la Iglesia ya en los primeros años? Porque tenemos expresiones de ese machismo en lo que se llaman las ‘cartas pastorales’, donde se le dice a la mujer que se calle, que se ponga el velo, que no les está permitido hablar en las asambleas (en las Cartas de Filemón, Tito, también en Corintios) De allí en más ¿cómo seguimos? Porque llegamos a ser machistas furiosos

 

RV: Diríamos que ‘compramos el modelo’. Hay una cuestión cultural de siglos en que la mujer no era considerada en lo más mínimo en ningún tipo de decisiones. El tema de los derechos de la mujer comenzó pasada la primera mitad del siglo XX. Y si nosotros miramos con esos criterios hacia atrás, miramos anacrónicamente.      

            En la Iglesia primitiva, si uno mira la relación de Jesús con las discípulas, la relación con la mujer, fue revolucionaria. Incluso cuando se habla del divorcio, por ejemplo: la ley judía decía que el marido podía repudiar a su mujer. Y Jesús dice que también ella puede repudiarlo a él. Y cuando dice “el que mira a una mujer deseándola ya comete adulterio”, en el fondo está diciendo la mujer no es un ‘bien’. Mirando los mandamientos vemos cómo está enunciado: “no desearás de tu prójimo ni la mujer, ni el buey, ni la casa”: era todo una posesión, un paquete. Y jesús está diciendo ”ya si la mirás como una ‘cosa’ estás cometiendo adulterio en tu corazón”. Se apedreaba a las mujeres adúlteras y no a los varones. Y Jesús dice “él también comete adulterio”. Con todas estas cosas, está estableciendo derechos que en ese momento la mujer no tenía. Esto mismo de convocarlas a su seguimiento. El episodio narrado en Lucas de “Marta y María”, donde dice que “María estaba sentada a los pies de Jesús”. El usar esta expresión: estar sentado a los pies, significa ser discípulo. Y la remata diciendo “ella eligió la mejor parte, la que no le va a ser quitada”. Creo que nosotros hemos ido recortando esa mejor parte. Todos somos hijos de Dios, el bautismo nos iguala a todos, pero sin embargo cuando hablamos de especificaciones en cuanto a estructura de autoridad de la Iglesia, ahí entran cuestiones de poder. Y ¿cómo se maneja el poder dentro de la Iglesia? El poder verticalista y con una mirada sumamente masculina, machista, que adolece y extraña una mirada femenina que la complemente.

            Si vamos al relato del Génesis, al primer relato de la creación, dice “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, los creó varón y mujer”. En ese relato hay una igualdad de dignidad en la creación, lo cual es interesante 500 años a.C. El otro relato, el del capítulo 2, es previo a este por 1000 años, donde hay una mirada de primero el varón y después la mujer (Dios sacó a Eva de la costilla de Adán), pero sin embargo, termina diciendo que la mujer es la ayuda adecuada del hombre y frente al hombre –no por debajo de él-. Y hasta sería bueno agregar ‘y viceversa’: que el hombre también sea ayuda adecuada para la mujer. Y en cambio se tomó este segundo relato para justificar el machismo.

           

GL: De todas maneras, insisto: para mí se enfatiza demasiado la cuestión en el sacerdocio, porque el sacerdocio sería como el primer acceso al ámbito de poder en sentido acertivo, y generalmente se le carga con toda la connotación negativa. A mi me molesta cuando se lee en estas discusiones o análisis como un apetito de poder de determinados movimientos feministas que quieren arrebatar a toda costa el poder. Y así no sirve, porque así arrebatado el poder, se ejerce masculinamente.

 

RV: Cómo se ejerce el poder en la Iglesia es una primera cuestión que hay que discutir, que no tiene que ver con el género sino con el modo. Ciertamente que la Iglesia ha ido cambiando a lo largo de los siglos, pero debería haber un respeto mayor por la sensibilidad, por la pluralidad, por las diversas manifestaciones, por la colegialidad que debería ser tenida más en cuenta, por la inclusión en la toma de decisiones.

            Pero si planteamos solo la inclusión de la mujer en el aspecto del Orden Sagrado, estamos planteando cómo disputamos el poder para después terminar ejerciéndolo como hombre. Hasta en cualquier empresa se ve esto: la mujer que accede a un puesto de poder, quiere mostrar que no es menos que el varón y termina ejerciendo masculinamente el poder.

 

GL: No se trata de introducir a la mujer por el hecho de ser mujer, sino por su capacitación que su propia experiencia pastoral, teológica,- en este caso en la Iglesia- ella tiene. Es decir: no negarle el ingreso a un ámbito de participación activa donde se toman decisiones, porque eso nos empobrece

 

RV: Mujeres que están con responsabilidades grandes en distintos ámbitos de la Iglesia, con trabajos pastorales donde tienen una historia de largo tiempo, con reflexiones teológicas, con compromiso: permitirles estar en ámbitos donde se toman decisiones, creo que ayudaría a tener otra mirada de los problemas que se afrontan. Los varones tenemos una mirada muy lógica, muy de ‘ir al punto y perder los matices’. El varón mira objetivos, la mujer mira procesos. Las dos miradas son complementarias. En el mítico relato del pecado original: en el varón el pecado entra por el ver, en la mujer por el oír. El varón ve y toma. La mujer escucha, y el escuchar implica un proceso interior. Y las dos vertientes deberían estar más presentes a la hora de tomar determinadas decisiones. Las dos miradas tienen sus dificultades: la mujer tal vez puede perderse en los matices y perder de vista lo central., El varón va a lo central pero va ‘sin mirar’ si por el camino no le ‘pisa los callos’ al que se le cruce.

 

GL: También son cuestiones de época. San Ignacio no había permitido en la “Compañía de Jesús” a las mujeres consagradas dentro de la orden. En esa época las mujeres tenían vedado, restringido el acceso a todo tipo de formación teórica, académica. Nos manejábamos sobre todo con los recursos que teníamos, que eran fundamentalmente emocionales, afectivos y de experiencias vividas. Acá está también esto del laicado y el clero: hasta hace poco el laico no podía acceder a la formación teológica, pastoral. Hoy en día eso no sucede. Incuso en las carreras teológicas hay mayoritariamente mujeres. Y hasta dentro del ámbito de las congregaciones, hay toda una experiencia pastoral

 

Participan los oyentes

          Jesucristo fue varón, por tanto, como el sacerdote actúa en la persona de Cristo, tiene que ser varón

RV: Es un argumento que a primera vista parece que fuera contundente. Pero analicemos un poquito: pensar que Jesús fundó el sacerdocio es un abuso. Jesús no salió a fundar los 7 sacramentos como los tenemos ahora. Los sacramentos se fueron cristalizando a lo largo de la historia tratando de consagrar signos que Jesús hizo, y otros gestos que la Iglesia comenzó a hacer en nombre de Jesús. Decir que Jesús funda el Sacerdocio el Jueves Santo cuando instituye la Eucaristía, es un poco mucho. Sí: por primera vez la Eucaristía se celebra, luego la primera comunidad cristiana va a celebrar ‘la fracción del pan’ y va tomando un formato que es el actual. Y en esa última cena, el hecho de que le diga a los discípulos “hagan esto en memoria mía” no excluye el hecho de que lo puedan hacer otros. En ningún lugar dice “háganlo solo ustedes que son varones”. En ningún lugar dice “las mujeres no lo hagan”. El hecho de que el sacerdote represente a Cristo, tampoco significa “representa a Cristo varón”, sino que “representa a Cristo resucitado”. Cristo resucitado es símbolo de lo que la Iglesia es. Pablo dice “de la misma manera como el cuerpo tiene muchos miembros, de la misma manera Cristo” ¿qué está diciendo Pablo? Esta diciendo que la comunidad es Cristo. Decir Jesús era varón, el sacerdote tiene que ser varón, es quedarse en una visión muy historicista. Jesús ya trascendió solo ‘ser Jesús hombre’. Jesús es ahora ‘cabeza de la Iglesia’, y no habría ninguna dificultad –teológicamente hablando-que una mujer sea cabeza de la Iglesia. El sacerdote representa a ‘Cristo cabeza’

           

GL: ¿Cuáles son los motivos por los cuales eso no se da? ¿Qué aduce la Iglesia para negarlo?

RV: Muchos Papas se expresaron al respecto aduciendo como argumento central no el hecho de que Cristo era varón, sino de que Cristo en la Ultima Cena eligió varones. Cristo elige 12 apóstoles varones como el ‘nuevo Israel’. Esto es una tradición muy fuerte dentro de la iglesia, por lo tanto no se ve que las mujeres puedan acceder al ministerio. La Eucaristía tal cual la celebramos ahora ha ido cambiando durante el tiempo. Al principio, se daba en medio de una comida común. Esta es una tradición de la primera comunidad cristiana, que ciertamente va tomando un formato hasta llegar al actual. En las primeras comunidades, era el padre de familia el que partía el pan

            También está esto de que dentro de la iglesia hay distintas funciones. Pero una cosa es que haya carismas diversos, y otra que haya diversidad en el ministerio, porque el sacerdocio es un ministerio, es un servicio, y al ministerio acceden quienes están llamados a él. Y al comienzo era quienes estaban llamados, y quienes la comunidad llamaba para ese ministerio: la comunidad necesitaba un ministro y lo elegía. Ahí hay algo para tener en cuenta: también la comunidad puede llamar a una ministra.

            Todos esos argumentos los da la Tradición. Juan Pablo II se basa mucho en la Tradición de la Iglesia que es muy fuerte, muy pesada, para decir NO. De hecho son argumentos que se debieran al menos discutir, tanto el rol de la mujer dentro de la Iglesia como el ministerio ordenado. Concretamente ¿por qué el Ministerio no lo pueden ejercer las mujeres? ¿Alcanza solo con el hecho de que en la Ultima Cena Jesús eligió varones?

 

GL: El Padre ha hecho una distinción entre la “fundación carismática” y la “fundación institucional” de la Iglesia. Lo que Jesús hace es una fundación en el Espíritu, pero no la cristalizó institucionalmente como después lo fue haciendo la Iglesia. Hay muchas cosas que Jesús ‘no dijo’

 

RV: Hay un traspaso cultural enorme. Ya en su época era bastante revolucionario lo que hizo con las mujeres como para encima decir “ahora ustedes presiden la celebración”

 

GL: No estamos hablando hoy sobre el “sacerdocio femenino”. Para abordar ese tema, hay que enfocar desde la perspectiva bíblica, canónica, teológica, de la tradición. Son muchas las voces, muchos los ámbitos que inciden en la temática del sacerdocio femenino. De paso, como para aclarar algunos conceptos, sí. Pero para abordarlo necesitamos todo un tema central, porque hay muchas perspectivas, y muchas opiniones dentro de cada perspectiva. Hoy tenemos que tratar de centrarnos un poco más en la participación de la Mujer en la Iglesia.

            Personalmente, yo no hubiera podido desarrollar mi fe en ningún otro ámbito que no fuera la Iglesia, justamente porque dentro de las luces y sombras que la Iglesia tiene es posible mantener estos diálogos conflictivos. Siento que en esta Iglesia, se puede pensar, debatir. Después obedeceremos con o sin ganas las órdenes del Papa.