Vivimos creyendo o no creyendo a través de una imagen de Dios que está en nosotros. La imagen que tenemos de Él ¿concuerda con la realidad o es otra de nuestras fantasías?. Que hay de fantasioso, de proyectado, de irrealidad, de caricatura en la imagen de Dios que tenemos, y que hay de real.
Juan describe algunos signos del amor auténtico para no confundirnos con una caricatura del amor. Dios nos ha manifestado su amor, enviando a su Hijo único al mundo para que tuviéramos vida a través de él. El amor es la persona de Jesús que llega a nosotros por la presencia del Espíritu que nos comunica con Él. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Es un amor de entrega. Además, de ser un amor de comunicación. La imagen de Dios es el amor y desde el amor, nosotros podemos de una manera personalizada entrar en comunión fraterna unos con otros. Descubriendo en ese lugar vincular y fraterno, de comunidad, de hermandad este rostro real de Dios. Que es eso, fraternidad y comunidad. Dios nos amó tanto a nosotros, y así nosotros, debemos aprender a amarnos unos a otros, dice Juan.
Esto es pasar del Dios conmigo del individualismo religioso, al Dios con nosotros, al del Evangelio. Cuando nosotros damos este cambio de mi Dios a nuestro de Dios, al Padrenuestro que nos enseño Jesús estamos transformando vital y existencialmente la imagen de Dios en nosotros.
Vivimos a veces un cristianismo de individualidad. Es el que surge de las imágenes deformadas de Dios. Cuando Dios aparece más como un objeto de consumo, como un problema ético y personal. Más que como una vida ha ser compartida con los que hacemos la vida de todos los días. Este Dios comunidad, se aprende a vivirlo en comunidad. La ausencia del trato fraterno es la falta de esta experiencia del amor. En ella no atentamos contra la ley, lo hacemos contra el rostro de Dios.
San Juan dice otras cosas del amor. Se refiere a las obras y a la verdad. No hablemos de palabras, no digamos con la lengua que amamos.
En una familia sana, el amor a los padres no puede desprenderse del amor a los hermanos. En la familia cristiana, en la comunidad, en la iglesia, el amor a Dios no puede separarse del amor al prójimo. Especialmente, al hermano más débil y frágil. Es en el amor comunitario, de la comunidad eclesial, donde la imagen se identifica con el amor por el desarrollo de la caridad. Tanto en la riqueza del compartir como en la pobreza de los límites del hermano. Esta es la imagen real de Dios. San Juan lo dice claramente: “ Nadie ha visto nunca a Dios, si nos amamos los unos a los otros, dios permanece en nosotros y el amor ha llegado a su plenitud en nosotros” (1 Juan 4,12). Y “Dios es amor” (1 Juan 4, 8). De esta forma decimos que la imagen de Dios incluye a la comunidad y excluye, todo individualismo, todo egoísmo.
Hemos peleado mucho tiempo contra el ateísmo teórico presentado por el comunismo y el marxismo. No siempre en occidente hemos peleado de la misma forma contra el ateísmo práctico que ha instalado el neoliberalismo. Porque si el rostro ideal es el amor y este supone la comunidad, excluyendo al individualismo; quiere decir que el individualismo egoísta y consumista desarrollado por el neoliberalismo es una invitación en la praxis a revivir de manera atea. Ha sido más sutil el ateísmo neoliberal, menos teórico y más pragmático que el ateísmo del marxismo. El marxismo en todo caso negó teóricamente a Dios.
El ambiente ateo en el que vivimos nosotros de ausencia de amor, o en todo caso, una preeminencia del individualismo como estilo de vida, ha tenido la capacidad de instalar la ausencia de Dios de manera sutil y en la práctica. Es más fuerte la acción del mal ejercida desde el neoliberalismo que desde el marxismo. Por que frente al marxismo, como negación de Dios, uno tenía la claridad de cual era la posición. Aquí está como más camuflada la posición de la ausencia o muerte de Dios en la praxis neoliberal.