El Señor escucha tu oración

viernes, 6 de marzo de 2009
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Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron en medio de una gran multitud discutiendo con algunos escribas.  En cuanto a la multitud, distinguió a Jesús quedó asombrada y corrieron a saludarlo.  Él les preguntó sobre qué estaban discutiendo, uno de ellos le dijo:  “Maestro te he traído a mi hijo que está poseído de un espíritu mudo.  Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca, entonces le crujen sus dientes y se queda rígido.  Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron”.  “Generación incrédula”, respondió Jesús, “¿hasta cuando estaré con ustedes?, ¿hasta cuando tendré que soportarlos?, tráiganmelo”, ellos se lo trajeron, y cuando vio a Jesús el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba echando espuma por la boca.  Jesús le preguntó al padre, “¿Cuánto tiempo hace que está así?”.  “desde la infancia” le respondió, “y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo, si puedes hacer algo ten piedad de nosotros y ayúdanos”.  “Si puedo”, respondió Jesús, “todo es posible para el que cree”.  Inmediatamente el padre del niño exclamó, “creo, ayúdame porque tengo poca fe”.  Al ver que llegaba más gente Jesús increpó al espíritu impuro diciéndole:  “espíritu mudo y sordo, Yo te lo ordeno sal de él y no vuelvas más”.  El demonio gritó, sacudiendo violentamente al niño, salió de él dejándolo como muerto, tanto que muchos decían está muerto, pero Jesús tomándolo de la mano levantó al niño, el que se puso de pie.  Cuando los discípulos le preguntaron:  “¿por qué nosotros no podíamos expulsarlo?, Él respondió:  “Esta clase de demonio se expulsa sólo con la oración”.

Marcos 9, 14 – 29

La acción prodigiosa de Jesús, para con esta familia, para con este padre, este niño, y alrededor de la multitud, que acompaña a la llegada del Señor, es una respuesta para aquella situación de incomunicación que se establece entre los discípulos y los escribas que discuten entre ellos.

La discusión es propia de los que no se ponen de acuerdo, por no poder escuchar, ni hablar en términos cordiales. Porque el vínculo se ha roto. Jesús viene a salvar la situación que trasciende el hecho puntual de la curación del niño epiléptico, poseído por un espíritu sordo mudo.

Es interesante que lo que produce esto es la incapacidad de escuchar y de comunicarse, convulsiona a la persona porque está incapacitada para oír en lo profundo de su corazón y expresarse de lo mas íntimo de su ser, está coartada en su posibilidad de comunicación. Como de hecho también está convulsionando aquella otra realidad de desencuentro entre los que detenta el poder en el tiempo de Jesús y los que se van abriendo camino a un nuevo tipo de orden, los discípulos de maestro. La actitud de Jesús es la de quién asume con autoridad la situación y pone las cosas en su lugar. ¿Qué está pasando?, y entonces sale a la luz lo que está ocurriendo.

El fruto de la falta de encuentro entre quienes discuten, es porque hay una presencia de sordo mudes que impide la comunicación en términos de cordialidad. Muy interesante esta perspectiva, Jesús viene a poner autoridad sobre un lugar donde a la hora de liberar al niño y a la situación de la incomunicación, todo queda como muerto, sin embargo aparece una palabra que vuelve las cosas definitivamente a su lugar de origen, “levántate” es el primer título de nuestro encuentro de hoy.

La escena evangélica de hoy, curación de un niño epiléptico, tiene lugar al bajar cristo con sus acompañantes del monte de la transfiguración a la llanura, donde lo esperan los demás discípulos y mucha gente, el relato de Marcos es de un gran realismo, como siempre, y muy depurado en su detalle. La curación del niño epiléptico y sordo mudo aparece hoy como una manifestación pública del poder y del señorío de Jesús sobre la incapacidad de comunicación que existe en el conjunto de la sociedad, una invitación a la fe en Cristo y a la oración, y un signo de la propia resurrección.

En el segundo espasmo epiléptico, el niño se quedó como un cadáver, de modo que la gente decía que estaba muerto, pero Jesús lo levantó tomándolo de la mano y él se puso de pie.

Estamos en momentos en donde encontrarse y dialogar para acordar y buscar nuevos rumbos resulta sumamente exigente. Digámoslo así, la sociedad convulsiona detrás de esta búsqueda hasta lograr establecer acuerdos y quedamos también así como rendidos, después de intentar abrirnos interiormente para escuchar y también ponerle palabra a lo que nos ocurre, el verbo levantarse, ponerse de pie, con el que Jesús invita después de aquella convulsión. Alrededor suyo y en el niño en particular, son precisamente los que emplea el griego del nuevo testamento para designar la resurrección de Jesús. Lo mismo que dice Jesús a la hija de Jairo, niña yo te lo ordeno levántate.

En nuestra sociedad y en nuestra propia vida, después de mucho esfuerzo por buscar la manera de encontrarnos en un espíritu de diálogo que nos ponga en situación vincular de cordialidad, sentimos esta necesidad de ponernos de pie, esta invitación a levantarnos, podrías identificar esta realidad dentro tuyo al comenzar la semana. En dónde el Señor te pide te pongas de pie, en qué situación o en qué estado de ánimo vos sentí Dios te dice párate, levántate y vamos para adelante, seguramente tiene que ver con aquello que vos sentís que no dan más tu fuerzas y sin embargo una fuerza interior nueva, como un torrente de agua viva que brota de lo más profundo nuestro corazón te dice ponte de pie y levántate.

Marcos nos regala un binomio que nos permite encontrar esa fuerza que nos pone de pie, ese levántate en boca de Jesús se despierta a partir de la fe, creyente fe, fuerte fe del padre, del niño epiléptico.

Es el hilo conductor de la relación de Marcos, relacionada a la fe suplicante del padre del muchacho, con la falta de fe y de oración de los discípulos de Jesús que no pudieron curarlo al enfermo. Fe y oración parece estar unidas. El padre del niño cree en el poder de Jesús, pero reconoce que su fe es débil, por ruega al Señor que le ayude en su empeño. Tengo fe pero dudo, ayúdame. El camino para ponerse de pie lo vamos a ver en el tercer punto de nuestro encuentro  sin duda viene de la mano de nuestra oración creyente.

A la falta de fe y de oración de los discípulos, achaca Jesús el fracaso de la posibilidad de liberar al niño del espíritu sordo mudo y al mismo tiempo de ponerlo de pie para que recuperado en su estado de salud viva dignamente. Cuando a uno le preguntan a solas porque no pudimos nosotros arrojar el demonio Él les dice, esta especie solo puede salir con oración.

El evangelio nos muestra que el camino para resucitar a la vida nueva, promesa de Jesús, pasa por la oración, pasa por el camino penitencial. Orar y ordenar la vida en Cristo nos pone de pie, nos levanta.

En realidad es justamente la oración la que ordena la vida, porque la oración donde confrontamos nuestras posibilidades débiles de llevar adelante nuestro proyecto de vida personal, queda al manifiesto las realidades que no permiten que nosotros podamos ir allá donde el Señor nos invita por tener la casa en desorden, por no tener claras las ideas, por sentir que nuestra voluntad, nuestro afecto, nuestra vida vincular necesita de orden, poner orden orando y orando dejar que la vida se vaya acomodando nos permite ponernos de pie, la oración cristiana es fe madura del diálogo con Dios.

Sin la fe la oración se hace un monólogo estéril. La oración cristiana pone manifiesto nuestra condición de quienes somos, y a la luz de la infinita misericordia de Dios somos corregidos para ubicarnos en el lugar donde nos toca estar para que en orden podamos de verdad ponernos de pie.

En la oración donde Dios habla, actúa el poder transformador de su palabra creadora, a la que estamos invitados a creer como capaz de ponernos de pie y resucitar, porque en la oración como diálogo maduro creyente, es más lo que escuchamos que lo que decimos. Lo escuchamos en nuestro sentir interior profundo, la voz de Dios que nos habla y cuando es Dios el que nos habla la vida iluminada es mostrada en toda su necesidad de transformación, de conversión, pero al mismo tiempo la vida iluminada por la palabra de Dios es actuada desde adentro por esta fuerza capaz de poner las cosas en su lugar. la misma palabra que con su dinamismo va reubicando desde dentro para que sea una oración en que Dios actúe con poder hay que dejarse llevar por esa presencia para que la palabra de Dios, su decir, accione ahí donde pronuncia su designio.

En este sentido hay que seguir lo que Dios dice sin interferir en su decir, cuidándonos con los regalitos de Dios, más que con el mismo Dios, cuando Dios habla muchas veces nosotros quedamos más impactado porque Dios nos habló y que se comunico con nosotros y que nos dejo paz y consuelo y ahí nos detenemos más que sin dejar de agradecer esta realidad que nos alegra y nos da gozo atender particularmente al decir del contenido de Dios.

Para que su palabra sea la que actúe con eficacia nos quedamos más con la espuma que genera en nosotros la presencia de Dios que con la misma presencia de Dios que actúa transformación en nuestra vida, nos quedamos con los regalos de Dios más que con el Dios mismo que actúa y transforma la vida.

La Fe orante se hace cumplimiento de la promesa cuando Dios de su palabra encuentra un oído interior que se deja moldear por su presencia. Si ahora el niño está de pie y se puede levantar, es porque se ha liberado el oído que lo mantenía sordo y por eso no había palabra dentro de él que le permitiera estar de pie y por eso convulsionaba.

También nosotros en la sociedad en la que vivimos, esta convulsionando por la sordera interior, la incapacidad de vincularnos a esta palabra que ilumina e iluminando ordena y ordenando nos pone de pie. ¿Te das cuenta dónde y en que lugar el Señor te invita a levantarte, a ponerte de pie, a resucitar? El Señor nos dice te quiero de pie, levántate.

Tal vez Radio María sea de esas obras de las que Dios se vale, de las muchas de las que Dios se vale para decirnos, levántate, a volver a la vida, a recuperar la esperanza, a poner de pie a los que se sienten agobiados, caídos, sin luz en su andar, cuanto bien hacemos con nuestro aporte a favor de ese levántate, en el cual hoy nos hemos detenido para reflexionar sobre la gracia de la resurrección en la propia vida, recuperando el oído interior y poniéndole a ese lugar de nuestra interioridad más profunda, la palabra de Dios que verdaderamente es la que crea y recrea la vida. Te invito a que desde lo tuyo, sumándote y así podamos ayudar a los hermanos a que en la palabra de Dios se pongan de pie.

El tercer punto de hoy es una fe fuerte. Si hoy existe crisis de oración entre nosotros los creyentes en la propia vida, en la vida comunitaria, es porque hay un quiebre en la fe a nivel personal, también a nivel comunitario.

El camino de la fe claramente lo dice Jesús en el evangelio, viene de la mano de la oración. Cuando enfrentamos una sociedad convulsionada como la nuestra, convulsionada por la incapacidad de comunicación, por sorderas y por incapacidad de expresar palabra, por mudes frente a lo que nos pasa, es porque se ha debilitado el camino de la oración. Estamos como la tierra seca, agrietada, necesitada del agua que la vivifique, porque la plegaria es la que hace germinar esa fe adormecida.

Jesús lo dice claramente hoy, “Ustedes no han podido contra la mudes y la sordera frente a la convulsión porque no tienen fe. no tienen fe porque no han ido al lugar donde la fe se alimenta y crece, esto se construye desde la oración, mantenerse en pie como discípulos de Jesús hoy a pesar de la inclemencia declarada, la injusticia, el desamor, los ídolos de muerte que quieren avasallarnos, es cuestión de fe, y fe que nace de una oración renovada y de contacto con el Dios que da la vida, ahondar en las raíces de nuestra identidad cristiana por un continuo encuentro en profundidad con el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, es fruto de la oración que el espíritu alienta, en lo profundo de nuestra alma donde quiere brotar como un torrente de agua viva que termine con la agrietada sequedad de una tierra que clama por encuentro y que quiere expulsar el desencuentro convulsionante de sorderas y mudeses que no nos permiten confraternizar. Estos días comenzamos una vez más, recuperando el camino en el año en la actividad, ya de tipo más social, después de un tiempo de vacaciones, el llamado diálogo entre los distintos sectores. La imposibilidad de encontrar se tiene que ver con esta sordera interior.

Oremos, creamos que es posible por el camino de la oración liberar este espacio de convulsión social por incapacidad comunicativa. La mejor base para una buena oración, es una fe madura que no entiende la oración como búsqueda egoísta de los favores de Dios y menos todavía intenta comprarlo a Dios con espíritu mercantil a base de buenas obras e incluso de alguna práctica piadosa religiosa.

En todo caso estaríamos en el estadio de una fe degradada o falsa que toma el relevo a la burda magia de una mera religiosidad naturalista. Necesitamos hoy creer firmemente, por eso nos sentimos invitados a pedir a Dios una fe cada vez más madura, una fe don suyo y trabajo nuestro, de respuesta creyente a un Dios que nos lleva por la certeza de las cosas que no se ven, a un camino donde desconocemos por dónde ir, es la entrega del corazón enamorado en Dios, el que permite ir por estos lados, sin miramientos y con discernimiento, con capacidad de dejarse guiar por la gracia de la sabiduría que en el amor nos muestra el rumbo donde parece que se ha perdido el camino. Con el padre del niño, nosotros, hacemos como una jaculatoria breve a lo largo de todo el día de hoy invitando a la fe crecida en nuestro corazón, a Dios para que la actúe así, Señor yo creo, pero ayuda a mi poca fe. lo hagamos de corazón, y sepamos pedir con insistencia, como una jaculatoria que en su repetición nos hace tomar aún mayor conciencia en nuestro sentir interior profundo de necesidad que tenemos de Dios para que acreciente nuestra fe.

El señor no se olvida, escucha tu oración, elévala con fe, con confianza y espera su respuesta. La palabra de Dios es la respuesta que estás esperando, es palabra creadora que realiza eso que dice. No se olvida el Señor, eleva tu oración con confianza, te invito a renovar tu fe, el Señor espera tu resurrección.