En este pasaje bíblico vemos a Jesús que se choca con la incomprensión y con la falta de fe de los suyos, de los más cercanos, en realidad de aquellos para quienes había venido. Sin embargo, Jesús no se desalienta, sigue adelante, pues el descubre también que su misión debe ser cumplida aun en medio de la incomprensión de los suyos.
Podemos decir que así como Jesús también nosotros debemos aprender que ahí donde uno espera encontrar a veces aliento, apoyo, ayuda puede encontrar todo lo contrario indiferencia, incomprensión, incluso hasta el mismo rechazo a la misma hostilidad; por lo que dice, por lo que hace. Podríamos decir que, frente a esta situación debemos aprender de Jesús, no desanimarnos, no desalentarnos, sino por el contrario permanecer fieles a Dios, tratar de cumplir la voluntad de Dios.
Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: “¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?”. Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Por eso les dijo: “Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.
Mc 6, 1-6
Oremos:
“Jesús, Señor, te vemos incomprendido pero no derrotado, vemos que sufrís, que te asombras por la falta de fe de los tuyos pero no te desalentas, buscas nuevos rumbos, buscas otros que te quieran recibir, te quieran escuchas. Señor ayúdame, enséñame a no dejarme vencer frente a la incomprensión, frente al desaliento, frente al no ser aceptado, frente al ser rechazado. Señor ayúdame a confiar en tu Padre Dios y a cumplir siempre su voluntad”. Te dejo en la presencia del Señor, con la Palabra que sea tu alimento y tu guía en este día y con mi bendición en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén. “
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