29/03/2023 – En el tiempo de Cuaresma la Iglesia nos ha ido preparando para encontrarnos con el misterio de la Pascua donde aparece la mirada que Dios tiene del mundo. En ella Dios señala el bien y lo distingue del mal. La Pascua es la proclamación de Cristo como Señor del universo que viene a poner las cosas en su lugar.
Ser conscientes de esto es al mismo tiempo dejar entrar en nuestros corazones la pregunta: que viene a ordenaren en mi vida?. Para esto hace falta una mirada de discernimiento.
Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él: “Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. Ellos le respondieron: “Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir entonces: ‘Ustedes serán libres’?”. Jesús les respondió: “Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado. El esclavo no permanece para siempre en la casa; el hijo, en cambio, permanece para siempre. Por eso, si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres. Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham, pero tratan de matarme porque mi palabra no penetra en ustedes. Yo digo lo que he visto junto a mi Padre, y ustedes hacen lo que han aprendido de su padre”. Ellos le replicaron: “Nuestro padre es Abraham”. Y Jesús les dijo: “Si ustedes fueran hijos de Abraham obrarían como él. Pero ahora quieren matarme a mí, al hombre que les dice la verdad que ha oído de Dios. Abraham no hizo eso. Pero ustedes obran como su padre”. Ellos le dijeron: “Nosotros no hemos nacido de la prostitución; tenemos un solo Padre, que es Dios”. Jesús prosiguió: “Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque yo he salido de Dios y vengo de él. No he venido por mí mismo, sino que él me envió”.Juan 8, 31 – 42
Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él: “Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. Ellos le respondieron: “Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir entonces: ‘Ustedes serán libres’?”. Jesús les respondió: “Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado. El esclavo no permanece para siempre en la casa; el hijo, en cambio, permanece para siempre. Por eso, si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres. Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham, pero tratan de matarme porque mi palabra no penetra en ustedes. Yo digo lo que he visto junto a mi Padre, y ustedes hacen lo que han aprendido de su padre”. Ellos le replicaron: “Nuestro padre es Abraham”. Y Jesús les dijo: “Si ustedes fueran hijos de Abraham obrarían como él. Pero ahora quieren matarme a mí, al hombre que les dice la verdad que ha oído de Dios. Abraham no hizo eso. Pero ustedes obran como su padre”. Ellos le dijeron: “Nosotros no hemos nacido de la prostitución; tenemos un solo Padre, que es Dios”. Jesús prosiguió: “Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque yo he salido de Dios y vengo de él. No he venido por mí mismo, sino que él me envió”.
Juan 8, 31 – 42
Hacemos un discernimiento cuando con prudencia juzgamos los movimientos interiores que experimentamos para distinguir cuales debemos seguir y cuales tenemos que resistir y cuales debemos desechar.
La prudencia que tiene el juzgar, la conveniencia o no de cierta actitud más que juzgar el origen de eso que mueve el corazón. La prudencia aspira a ir al fondo de las cosas sopesando bien el valor de los signos y de los testigos de aquello que viene a ser guía y orientación. La prudencia humana juega a lo más seguro. Decimos mal que la persona es prudente cuando no se mete en nada, se lava las manos. Una mala interpretación de la prudencia.
Eso se llama en todo caso cobardía o se llama actitud pusilánime. Esa que no se juega por nada. Que queda como escondida en sí misma. Encerrada en su propio mundo. Este tipo de prudencia debe dar lugar y paso a la sobrenaturalidad del concepto de prudencia y a la virtud de la prudencia en toda su dimensión como saludable quicio, como justo medio entre los distintos extremos y como la capacidad de compaginar lo que resulta aparentemente incompaginable.
Esto es sabiduría, esto es discernimiento. Discernimiento dice el ordo penitentiae es el conocimiento íntimo del obrar divino del corazón del hombre. Es un don del Espíritu Santo, es un fruto de la caridad. Supone un camino espiritual, personal y comunitario. No se trata de ningún método para descubrir la voluntad de Dios sino de un modo de madurar nuestra fe en el vivir según el Espíritu desde la voluntad de Dios.
El tiempo de Cuaresma es un tiempo de camino en discernimiento en Espíritu, es un adentrarse con Jesús en el desierto y allí disponernos y adiestrarnos interiormente para el combate espiritual frente al espíritu del mal y para el encuentro con el Dios de la vida que nos muestra un nuevo rumbo.
Otro punto en torno al discernimiento donde el Señor viene a poner luz para distinguir su obra de aquello que nos impide avanzar detrás de Él es el carisma del discernimiento.
La sabiduría es un don gratuito del Espíritu Santo. San Pablo lo menciona en 1 Corintios 12,10. Dice Pablo: “otro reconoce lo que viene del bueno y del mal Espíritu”. Ese es el que tiene el don de la sabiduría. Como todo carisma dado gratuitamente por Dios algunas personas cuando lo juzga oportuno y para bien de la comunidad. El Padre Aldunate dice: “el carisma de discernimiento de Espíritu es una iluminación del cielo, una manifestación del Espíritu Santo por la que conocemos cuales espíritus están motivando o impulsando determinada actuación”.
Se nos concede para protegernos del engaño en la vida de la comunidad y como un mensaje que viene de afuera, que no surge de la persona misma. Se forma súbitamente en la mente, en el corazón y espontáneamente nos da una mirada completa de que está pasando.
Es una intuición pero es más que una intuición. Es una profunda mirada sobre donde pasa Dios y donde busca el mal espíritu confundirnos en el camino. El discernimiento no depende del esfuerzo y de la iniciativa o los conocimientos que tenga el que discierne aunque hay una tarea por parte del que discierne desde la gracia del Espíritu Santo. No es el fruto de ésta tarea el don.
El discernimiento lleva consigo su propia convicción. No se trata de perspicacia, instinto psicológico o espíritu crítico. Es más que eso. Es un don del cielo que ilumina el camino. Es lo que Jesús hace hoy del Evangelio cuando frente a estos judíos que están delante de El empieza a distinguir los distintos movimientos que hay alrededor suyo, la intención que tienen de matarlo sin que nadie haya hecho una declaración de condena sobre Jesús, sin embargo tiene la capacidad el Señor de leer que es lo que hay en lo profundo del corazón.
Este don permite conocer con certeza si un impulso o una actuación proviene o no del Espíritu de Dios. Es dado principalmente a la comunidad orante a fin de discernir la manifestación del Espíritu. Dice Aldunate: es un medio por el cual Dios da a conocer el origen de lo que está sucediendo en un grupo, en una reunión de personas, o en el ejercicio de algún carisma. Esta iluminación se da para provecho del cuerpo de Dios. Puede darse de manera colectiva, es la más corriente. El grupo en oración unido en el Espíritu siente instintivamente un mismo Espíritu y puede ver que es de Dios y que no es de Dios.Monseñor Alfonso Uribe Jaramillo dice es un cierto instinto sobrenatural que permite sentir la dulce presencia del Espíritu en nosotros haciéndonos saber cuándo es El actuando, haciéndonos experimentar la desazón que produce la presencia cuando no es El es el espíritu del mal. Nosotros, dice Pablo en 1 Corintios 2,12, no hemos recibido el espíritu que viene del mal sino el que viene de Dios y por El entendemos lo que es de Dios. En su bondad El nos lo ha concedido.
El Espíritu en nosotros reconoce al Espíritu en el corazón del hermano y nos permite estar en comunión. No se trata de un razonamiento, de una elucubración racional según nuestra experiencia previa, sino más bien de una certeza interior semejante a la inspiración profética. Se siente en el Espíritu que algo es o no es de Dios. Esta claridad puede venir por medio de distintas manifestaciones. Sentimientos agradables, desagradables. Es el modo más común y más habitual como nos damos cuenta. En el sentir profundo, en el sentir interior de consuelo o desconsuelo.
Estamos en presencia de lo que viene de Dios o no, si hay paz, gozo, alegría, armonía, claridad, bienestar, certeza en el corazón, fortaleza en el medio de la lucha, espíritu de esperanza en medio del dolor, estamos sin duda inspirados por la gracia del Espíritu Santo. Cuando en medio de una situación determinada de la vida puede más el desazón, el desasosiego, la honda tristeza, el espíritu depresivo, de división, de enfrentamiento, de discusión insana, de falta de cordialidad en el vínculo hay una presencia del mal que se ha instalado allí para hacer lo que es propio: confundir y dividir.
El espíritu de discernimiento, la gracia con la que el Señor hoy enfrenta a los que están escondiendo intenciones de muerte respecto de El y por ese don Jesús los pone al descubierto.
La carta a los Hebreos afirma que los cristianos adultos son los que por la práctica tienen la sensibilidad adiestrada para discernir entre el bien y el mal dice Hebreos 5,14. Si permanecemos en el amor de Jesús crecerá nuestro discernimiento habitual. Lo mismo que la Palabra dice “Si ustedes permanecen en mi serán libres. Si mantienen mi Palabra serán mis discípulos y conocerán la verdad”.
De eso se trata, de permanecer en Jesús para verdaderamente darnos cuenta por donde y como Dios quiere conducirnos en la vida. El discernimiento como ciencia adquirida es el juicio que con prudencia nos formamos del posible estado interior propio aunque esto no es tan simple, más vale uno puede hacerlo con estado interior de otros o con las circunstancias. Fabro, discípulo de Ignacio de Loyola en el comienzo de la Compañía de Jesús decía al respecto puedo con los demás pero no puedo conmigo mismo. Así es en el camino del discernimiento interior.
Uno puede tener una visión clara sobre los acontecimientos, sobre las personas, sobre las circunstancias y poder ver con claridad por donde va Dios y por donde surgen los impedimentos en el camino pero cuesta mucho tener una idea clara sobre si mismo. Siempre hace falta alguien que nos acompañe en el andar en el camino.
El discernimiento, fruto de la caridad, supone un juicio prudente que nos formamos acerca del posible estado interior propio. Como fruto de la caridad el discernimiento supone un camino de aprendizaje. En éste sentido lo llamamos como un arte, como una ciencia que consiste en identificar y reconocer que espíritu está actuando en la persona a partir del ciertas señales externas e internas es decir objetivas y subjetivas siendo lo principal que lo recibido concuerde con la mirada que nos da la revelación particularmente la Palabra de Dios, la tradición de la Iglesia interpretada en el magisterio eclesial.La Palabra de Dios es viva y eficaz más cortante que una espada de dos filos y es capaz de discernir, pensamientos y sentimientos dice la Carta a los Hebreos. Es en la Palabra como gracia de revelación donde también nosotros recibimos dones sin darnos cuenta discernimiento.
Hay tres movimientos para distinguir en el discernimiento, uno que viene de adentro: el propio impulso. Hay otros que vienen de afuera. Y el espíritu del mal que quiere interferir en el camino que Dios nos muestra por delante. Cuando yo distingo que es Dios lo sigo, cuando yo veo que no es Dios que hay interferencias en el camino de El lo lanzo afuera diría Ignacio de Loyola, lo tiro lejos, le doy la espalda dice Santa Teresita, lo enfrento, le pongo dureza de rostro, lo esquivo en algún otro momento. Por el discernimiento intentamos reconocer la acción del Espíritu en nuestra vida y la de nuestros hermanos en el pueblo de Dios y tratamos de cooperar con nuestra respuesta.
Cooperación por el Espíritu supone que por la asidua contemplación que hacemos del misterio de Jesús viviente en nosotros adquirimos la mentalidad de Jesús que nos familiariza con la manera de ver y obrar que El tiene.
Nunca el discernimiento es obrar exclusivo nuestro. Es un don, una gracia, es la suave acción del Espíritu que se manifiesta en la capacidad de tomar en toda situación dada la decisión conforme al Evangelio, a la historia entretejida misteriosamente de salvación en nuestra propia vida.
El amor de Dios en nosotros nos capacita e ilumina para optar por su Reino. Teresita de Jesús decía respecto del amor como discernimiento: el amor es una ciencia y el Padre Pío es testigo de esto. Cuanto conocimiento interior de las almas había en éste sacerdote Capuchino gracias al amor de Dios que lo hacía ser uno con El en el misterio de la cruz. Como Pablo que decía ya no vivo yo es Cristo que vive en m y llevo sobre mi cuerpo las marcas de Jesús. El invitaba a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Este estar familiarizado hecho uno con Jesús brota del encuentro con el Señor particularmente en la oración.
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