El servicio se convierte en una excusa para amar

miércoles, 11 de enero de 2023

11/01/2023 –  El evangelio de hoy tiene un detalle muy particular que nos puede servir para la reflexión. El pasaje es sobre la curación de la suegra de Pedro, este texto se podría entender literalmente como que tenía fiebre, o podemos pensar si esa fiebre es signo de algo más que nos haga reflexionar y cuestionar nuestra vida, comentó el Padre Sebastián Garcia, sacerdote del Sagrado Corazón de Betharrám.

 

Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato.
El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados,
y la ciudad entera se reunió delante de la puerta.
Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
Simón salió a buscarlo con sus compañeros,
y cuando lo encontraron, le dijeron: “Todos te andan buscando”.
El les respondió: “Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido”.
Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.

San Marcos 1, 29-39

 

 

Somos servidores

La fiebre, como se entendía en el tiempo de Jesús, tiene que ver con los males, como lo que separa a la persona de la comunidad. Como un signo de ese estar separado de la vida de la comunidad. Es la imposibilidad de trabajar, de servir, de amar y de sentirse parte.

La curación de la suegra de Pedro entraña mucho más de lo que parece a simple vista, porque Jesús libera las ataduras internas, las ataduras del corazón, que impiden amar y servir.

El signo de la fiebre es el signo del que está “tirado”, del que no se puede poner de pie.

Que la suegra de Pedro se haya puesto de pie después de la curación para servir a Jesús, representa el sentido de la vida cristiana. Somos servidores. “El servicio no es ponerme a los pies de otro y ser su ‘esclavo indigno’. No. Es la condición fundamental para formar parte de la comunidad”, dijo el Padre Sebastián.

La suegra de Pedro sabe que para entrar a la Iglesia tiene que servir, porque la Iglesia es la comunidad de los servidores, libres y dignos, que quieren hacer del servicio su razón de existir.

El servicio es una actitud de vida permanente, que se convierte en una excusa para amar. El servicio no puede ser extraordinario, porque la caridad no es “extra” ordinaria.

De la misma manera que Dios está en nuestra vida cotidiana, es en la vida cotidiana donde tenemos que ejercer el servicio, y no fuera de ella.

 

Aceptar sanamente al hermano

Amar no es fácil. Muchas veces se nos hace difícil la sana aceptación de las otras personas, pero es falso que la comunidad sería más feliz o más plena si ‘esa persona’ (que nos es difícil aceptar) faltara. Esa es una mentira que pone el tentador.

Otro aspecto a tener en cuenta es que, cuando hay algo que permanentemente me molesta de otras personas, es quizás porque me molesta de mí; porque los demás muchas veces se vuelven espejos de nosotros mismos.

Aceptar sanamente al hermano es aceptarlo con todo lo que es y todo lo que trae, no con lo que a mí me parece.

En la Iglesia nos nos juntamos por afinidad (no es una ONG, como dice el Santo Padre);  lo que nos hace Iglesia no es la voluntad ni la “buena onda”, sino que lo que nos hace Iglesia es la gracia de Jesús recibida en el bautismo.

La sana aceptación de los demás empieza cuando empiezo a mirar a los demás, a perdonar a los demás y a mí mismo, desde la óptica de Jesús.

Finalmente, el Padre Sebastián García recordó dos claves para resumir y a la vez profundizar en el evangelio:

 

– El servicio como pauta fundamental de nuestra vida.

– Aceptación de los hermanos, sabiendo que en la medida que nos aceptemos a nosotros vamos a aceptarnos a los demás. Mirarnos como Dios nos mira.

 

 

Oración final

Que Dios nos libre de las situaciones de fiebre que nos dejan tirados al costado del camino,

que no nos permiten formar comunidad y nos aíslan de la Iglesia.

Te pedimos Señor que nos regales un corazón que se apasione por servir.

Que palpite al son de tu corazón, para poder ver a Dios presente en todos nuestros hermanos, especialmente en todos los que tienen necesidad de nuestra propia originalidad, de todos los dones y talentos que vos pusiste en nuestro corazón y que estas esperando que se jueguen de verdad, en nuestra vida cotidiana, al servicio de todos ellos.

Amén.