El Sí a Dios en Tiempos de poca Fe

lunes, 22 de diciembre de 2008
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Entrevista a Inés Riego, doctora en Filosofía, presidenta del Instituto Emmanuel Mounier Argentina y autora del libro “El sí a Dios en tiempos de poca fe”.

IR: La filosofía no es otra cosa que la historia de la racionalidad. De alguna manera, paralela es la historia de la religiosidad y la historia de la mística.
    Yo me iba percatando de que los filósofos contestatarios o rebeldes en el tema de fe –aún en tiempos de mucha fe- pasaban del reemplazo de ese “Absoluto”, de ese ímpetu de trascendencia, por otro absoluto que necesariamente ocupaba el lugar de Dios, vacío o sin sentido para ellos. Esta maduración que yo fui realizando sobre mística se trató en descubrir que siempre había un ímpetu místico en los filósofos, una necesidad de búsqueda de lo absoluto, de encontrarse con eso inefable que la filosofía no podía expresar del todo, de encontrarse con la verdad.
    Por ejemplo un Sastre o un Nietzche no existirían si la base de la negación de Dios. Han sido grandes filósofos ateos. Necesitaban una especie de teología negativa en su base para construir todo el edificio filosófico y racional.
    En lo personal, tengo conciencia plena en mi corazón, siento esta “poquedad e la fe” y al mismo tiempo siento esta maravillosa masa humana de millones de creyentes en el mundo. ¿cómo conciliar que seamos tanto los creyentes y al mismo que la cultura, la sociedad, nuestros ambientes laborales, políticos, estén tan mermados de esta fe? ¿es que la fe es solo una vivencia íntima, privada, para mí sola, que no tiene nada que decir a la sociedad , a la comunidad?
    Este es un tiempo donde se admiten tu creencia y la mía, pero siempre y cuando quede recluida en tu familia, o en un ambiente que te protege.

GL: Decías que la fe es siempre racional, y en última instancia, la razón bien usada confluye en la verdad, que es Dios. Y la fe es siempre revolucionaria, siempre está un paso más allá de lo que el hombre quiera creer, y ese estar un paso más allá es incómodo

IR: Pero no siempre tenemos conciencia de esa verdad –la fe como revolucionaria-. La fe te saca de tu estructura, te inquieta, te llama al cambio, a su vez te implica un compromiso con toda la comunidad. Esta es la conversión a la que nos llama Cristo. No sentirnos apoltronados, cómodos, sentaditos en nuestra situación de burgueses conformes y nada más. La fe tiene que ser invasiva, no en el sentido de que yo quiero invadirte para que necesariamente pienses como yo, sino en el sentido de dar testimonio de lo que creo porque yo estoy convencido de mi verdad, entonces debo hacer algo para que el otro se convenza como yo.

GL: ¿te parece que hay poca fe porque hay pocos que creen, o hay poca fe porque la fe es tibia?

IR: Nuestra realidad de América Latina es contrastante con el ambiente europeo. Como latinoamericanos todavía tenemos un reservorio espiritual enorme. Muy diferente es la experiencia de los europeos. Aquí participan jóvenes en las misas. En Europa la juventud no participa de las misas. Nosotros tenemos una capacidad de que nuestra vida tiene una experiencia más cercana a la fe,
    Pero yendo a la pregunta, la poca fe tendría dos niveles de análisis: uno concerniente a la fe vivida en comunidad, a la que se respira en la cultura, una fe social, compartida. En este sentido creo que hay muchísimos creyentes, pero que no tienen activado el resorte de la fe en todos los aspectos de su vida. Muchísimos se acuerdan de Dios solo en las experiencias dolorosas, que te llevan a poner en acto totalmente tu fe. Sería una fe salvavidas. Y otro nivel donde la fe está permanentemente presente , en todas las horas del día, en todos tus ambientes –familia, trabajo, diversión…-, es decir, donde uno es portante de esa fe en todo momento, que eso es lo que nos pide Jesús: un compromiso total. La cultura ayuda a esta liviandad de la fe.
    Por ejemplo: en Méjico, todo lo relacionado con la fe no puede pasar ni en los ámbitos escolares, ni políticos, ni estatales de ningún tipo. Sin embargo el pueblo es muy creyente. Incluso hay por ejemplo marxistas guadalupanos. Tienen una vivencia de la fe única. Para ellos la virgen de Guadalupe está haciendo su trabajo en todos los corazones. Yo no lo entiendo, pero existe. Los mejicanos no pueden ser no guadalupanos. Pero ahí se corre el riesgo de transformar la fe en un convencionalismo cultural, en una especie de superstición, de fetichismo para sortear sus dificultades diarias. Falta una madurez.

GL:  Hay tres pilares de la modernidad en materia de pensamiento: Freíd, Marx, Nietzche por su popularidad, por la fuerza de penetración que tuvo su pensamiento, también por el intento de desestructurar una filosofía que venía siendo exclusivamente metafísica. La respuesta teológica que ha hecho la Iglesia a estos pensadores es maravillosa.  Vos me decías recién es que toda esta producción atea, tiene una disociación entre la letra y el espíritu que la Iglesia acarreó durante mucho tiempo.

IR: Y cómo la cultura encarnó una idea de Dios totalmente distinto al Dios vivido, al que debemos experimentar desde la fe. Entonces cuando de alguna manera la razón se apoderó de los argumentos a favor o en contra de Dios, es como que atrapó un Dios constreñible a códigos racionales, y ese no es el Dios en el que yo quiero creer: el Dios del amor, de la vida, de la esperanza. Es necesaria la corriente racional,, la argumentación, porque nosotros como seres humanos no podemos desligar nuestra  emoción , nuestros sentimientos, de nuestra espiritualidad. En el plano de la fe pasa lo mismo: ¿cómo vamos a hacer pendular una balanza  sobre la emoción y el sentimiento que implica la fe, o sobre la intelectualidad, la racionalidad, la lógica pura? Es imposible. Hay que atender a ambos movimientos pendulares: a la experiencia llevada con una argumentación sólida. Es como quien estruja la razón hasta que saca todo su jugo. Cuando nos pasamos ese límite y queremos que la razón lo resuelva todo, comienza esta batalla de la modernidad que, cada uno en su estilo, encarnan estos tres pensadores. Pero hubo una necesidad histórica de ellos. Ellos pusieron el dedo en la llaga para que nosotros, los creyentes, sigamos pensando. Si no fuera por ellos nos hubiéramos quedado cómodos, en una fe sin diálogo con la cultura. La fe necesita inculturarse permanentemente en función de lo que los hombres sienten en lo que los hombres necesitan. Me llama la atención los adjetivos que le has puesto a tus “sí en tiempos de poca fe: un sí razonable, posible, esperable y buscado.
    Hasta en los modos en que se encara la liturgia, es como que “la letra” ahoga “el espíritu”. Todos son modos de discursividad. No nos podríamos entender sin la palabra y el discurso. El espíritu está: lo vemos, lo percibimos, lo tenemos con nosotros, palpamos esa presencia.  Pero sentimos un divorcio con esa letra que la expresa. Esto Gracias a Dios vino cambiando mucho en esta época. En el siglo XXI aún estamos viviendo estos “coletazos”, estas consecuencias a nivel cultural. Se ha incrementado el divorcio cultural de Dios. Eso no quiere decir que la gente no siga siendo creyente, pero cuánto más nos cuesta esta vivencia de fe. Es un desafío permanente en lo cultural, en lo social, en todo lo que sea vida comunitaria

GL: esto lo vemos, recorriendo las vidrieras de la ciudad: cada 30 Papá Noel vemos un Niñito Dios. Creo que esto es un “discurso” virtual. No significa que haya ateismo. Significa que hay una “absorción” por parte del mercado de la experiencia de la fe, que lo procesa a su manera, como le conviene: vendiendo más.  Que el Papá Noel venda más que Jesús es un claro ejemplo. Pero Papá Noel se presta para vender. A Jesús no lo puedo usar para vender,  justamente porque hay ciertos valores que resisten a la manipulación.

    Vos dijiste: un sí posible,  razonable, esperable y buscado. ¿Un sí posible, ¿no es un sí mediocre?

IR: NO. Porque lo posible es lo que no se opone a lo racional. Algo es posible cuando a nivel racional no hay nada que lo obstaculice. La fe es posible, es un hecho. La comunidad  creyente es un hecho. La experiencias de Dios que tiene la gente son un hecho. Un científico estadounidense dice que el Sí a Dios es una incerteza. Es decir, es poco segura la posibilidad de la existencia de Dios. Entonces ¿existe Dios? ¿podemos los cristianos tener pruebas rotundas de la existencia de Dios?  No existen pruebas rotundas. La prueba más evidente es la vivencia de la presencia en cada cual por un lado. Y por otro lado, las comunidades de fe que se han mantenido a través de los siglos son un hecho. Entonces los científicos, llega un punto que agotan sus discursos porque la misma ciencia le pone un límite a una exploración. Llega a un punto que también opina como hombre y necesita esa respuesta.  Eso quiere decir que hay una inclinación de la voluntad. El científico o filosofo ateo es como que no quiere, no tiene voluntad de decir “muero” ante este Dios que me ama profundamente. No desfallece esa voluntad ante ese Dios. Es el pecado de soberbia del hombre (algo así como una reproducción del pecado original). Nos hemos acostumbrado tanto en muchos ámbitos a que la ciencia sea extrapolable a los ambientes de vida, incluido el ambiente de la fe, que es ahí donde erramos y donde se nota con evidencia que la soberbia de la razón quiere acapararlo todo. Pero lo más paradójico es que esa gente que no puede desfallecer ante un Dios que demuestra su amor absoluto por la humanidad, esa misma gente cree en su razón, es decir, da un sí fuerte, voluntarioso, a la razón y no así puede hacerlo a la fe.  Esto nos propone una paradoja y un respeto absoluto a esas personas.
Para mí es un misterio, porque si vos planteás esto a nivel de lo que sabemos como revelación: la fe es un don, es una virtud teologal. Pero al mismo tiempo está obrando la libertad de cada uno, que dice: “te doy mi sí”. El “sí, te amo” de Dios es permanente y sabemos que está ahí, en cambio el “si, te amo” humano está siempre como en un terreno pantanoso (no todos, claro: hay mucha gente que tiene una fe muy fuerte).  La fe es una cuestión de amor que no siempre logramos interpretarla adecuadamente.
Benedicto XVI ha dicho “nos olvidamos que la cercanía de Jesús Niño en Navidad, es justamente la cercanía que instaura e instala el amor”. Uno se siente cercano a alguien cuando lo ama absolutamente. Esa cercanía, esa intimidad, esa presencia permanente del amor de Dios en nuestra vida, es una gracia de la que hemos perdido noción.

GL: Yo creo que hay en los seres humanos un instinto a la fe, a la presencia de un ser superior, a la existencia de  algo trascendente (lo vemos en los niños),que puede evolucionar de una u otra manera. Pero hay un salto muy grande de pensar que esa presencia de algo trascendente, en eso que nos supera, a pensar en ese Dios “personal”, que quiere salvarnos, a ese “creer” firmemente que Dios “me” ama. ¿cómo es “esperable” que sienta la presencia del amor de Dios “personal” y además “razonable” una persona cuya fe es superficial, cuando hay problemas falta de dinero o de discordia en la familia, cuando tiene un diagnóstico de enfermedad grave…¿cómo es posible la presencia de ese Dios que me ama? Hay un libro tuyo titulado “El Dios-Amor en tiempos de desamor”. Es como decir: acá hay un Dios que abunda por todos lados, pero, ¿qué Dios?

IR: Creo que como vos decís, todos tenemos el instinto religioso, de la búsqueda de lo trascendente. Ese es el “sí buscado” Comenzando con Nietzche y con el Profeta Zaratustra ( que es el que anuncia “la muerte de Dios) que anda por el mercado diciendo “busco a Dios. ¿dónde está? Lo han matado”. En realidad no es la muerte, sino el asesinato de Dios. El hombre ha matado a Dios en su corazón. Eso es lo que dice Nietzche. Estamos posicionados en el siglo XIX, y este es un clamor que se podía palpar en el ambiente cultural de la época. Pero al mismo tiempo la búsqueda no cesó nunca a pesar del ateísmo cada vez más fuerte. Y también en ese “Dios buscado “ hay algo de lo que dicen algunos: “nosotros buscamos a un Dios que nos sane, en quien tener esperanza” de ahí el “sí esperable”, que tiene que venir para salvarnos de todo aquello que nos hace mal en esta vida, y que nos anticipa esa finitud, esa poca cosas que somos, que en cualquier momento expira. Es como que el hombre es una paradoja viva: al mismo tiempo que está conviviendo con esa finitud, con esa contingencia y con esa miseria de lo poco que es, está aspirando a lo infinito, a la trascendencia, a ser todo lo que quisiéramos ser y no podemos.

GL: Es un poco lo que dice el tango: “la vida es una herida absurda”, es decir, por qué deseo tanto que no puedo alcanzar, por qué laten en mí deseos tan infinitos que no puedo conquistar.

IR: Y el deseo humano es eso: no soy lo que quiero ser y no tengo lo que quiero tener. Y aspiro a ser esto otro distinto, quiero cambiar y no puedo, quiero cambiar mi situación. Y ¿qué nos da este Dios en el que decimos creer y al que de alguna manera nos aferramos como a ese salvavidas.  Dios, en su autorrevelación, cuando dijo “Yo soy el que Soy”, se manifestó como ese salvavidas interno para el hombre. Esa salvación en la que se promete ese encuentro absoluto con él que ya no tiene ningún tipo de sombras. Ahora ¿cómo se prepara la persona  para pasar de esa tendencia, de ese impulso hacia el infinito, a un Dios personal, que da la vida por la humanidad? Esta es la gran tarea de la educación en la fe. Y ¿qué nos educa en la fe?. Todo. Desde nuestra familia, desde que hicimos el catecismo, desde que nos fuimos informando cada vez más desde la vivencia, desde que la persona que está en diálogo permanente que aporta un plus de conocimiento. Es importante conocer lo que la fe te está proponiendo. Somos seres de interpelación: Dios nos pregunta. “¿me amas, Pedro?”  ¿Qué está buscando Jesús? Su “sí”, no un sí tibio, del que uno se olvida. Si me amas, cuida del otro, de la comunidad y  de cada uno con la misión que cada uno tiene. Pero todo esto tiene que ser enseñado, transmitido, testimoniado sobre todo. Entonces: nosotros naturalmente creemos, pero hemos dejado de creer en la forma, en las mediatizaciones de esa fe: quiénes nos la presentan y cómo nos la transmiten? ¿cuáles son esos testimonios en los que dejamos de creer? No ilusionamos, y nos desilusionamos rápidamente por una inconducta. Cuando vemos el sufrimiento, la injusticia, nos preguntamos ¿Dónde está Dios? ¿No está presente en todo eso?

GL: Pero una cosa es preguntárselo racionalmente, sin vibrar en el alma por el dolor de lo que ocurre, otra cosa es  preguntárselo honestamente desde el ser. Me llegó mucho una expresión de Juan Pablo II frente al holocausto nazi, porque lo sentí entrañablemente humano y pastor “¿Dónde estabas, Dios, cuando esto ocurría?” Cómo animarse a dejar abierta esta pregunta a la espera de que Dios responda, y no apurarse a responder uno desde las múltiples respuestas que sin duda hay. El tema es si esas respuestas sacian la sed que brota cuando uno se pregunta ¿dónde estás Dios? Frente al dolor de los hermanos cuando estas cosas ocurren

IR: Incluso preguntarnos si Dios quiere y por qué permite ese dolor. Esas son las cuestiones más difíciles de responder desde el punto de vista de la razón, pero me animo a decir que hay una respuesta, que para mí es la siguiente: Nosotros somos imagen y semejanza de Dios. Eso quiere decir que Dios ha plasmado en el ser humano la máxima cuota de lo divino en nosotros, que difícilmente se puede disolver en las experiencias de lo que nos pasa a nivel de humanidad. Esto quiere decir que Dios nos quiere libres y respeta tanto nuestra libertad que no se mete en los asuntos en los que el ser humano debe actuar. Entonces cuando se dan injusticias, dolor, sufrimientos que son obras de la libertad de muchos hombres, que adoptan determinadas decisiones –a nivel político, económico, moral- Dios se quiere meter lo menos posible y quiere darle al hombre , así como su imagen, toda su vida.  Estamos eligiendo mediante la libertad. En todo eso que significa la búsqueda de la esperanza de salvación
Cuando decimos que tuvimos fe y la perdimos, eso significa que en nuestro camino nunca la fe es pareja. Siempre hay dudas, hay piedras en el camino. Creo que hemos olvidado algo fundamental en nuestro camino de fe: esta gracia que debemos pedir, la gracia de la fe, que es un movimiento descendente de Dios al alma, y finalmente nosotros estamos instalados en la gravedad corporal, física y del pecado y de lo que omitimos: la gravedad del no-compromiso, de tantas cosas que nos afean como humanidad. Entonces si logramos ver una lucecita, si logramos pedir por la propia fe, ya estamos encaminados. Todos tenemos un momento de opacidad de la fe, donde no la sentimos, y esos son los momentos que necesita nuestra alma para reflotar, para llegar al Todo de Dios. Y el hecho de que este tiempo de oscuridad de la fe sea largo, no significa que esté todo perdido. Dios nos va a sacar de eso y nos va a llevar a la plenitud de la fe si se lo pedimos con insistencia




 

EN MEDIO DEL DESCONSUELO, EL SEÑOR SIGUE HOY LLAMANDO A SU PUEBLO A SER TESTIGOS DE LA ESPERANZA.  SU VOZ SE HACE AUDIBLE EN EL CORAZÓN DE LOS HOMBRES Y MUJERES QUE LO BUSCAN CON SINCERIDAD