30/08/2024 – Con esta emisión finalizamos el ciclo “Comunicarte: artesanos de comunión” donde abordamos distintas temáticas que nos ayudaron a repensar y seguir creciendo en nuestra capacidad para comunicarnos con los demás.
Nos acompañó el padre Francisco Palacios, párroco de ‘Nuestra Señora Madre de Dios y Madre de la Iglesia’, de Bº Las Palmas, en Córdoba, quien nos ayudó a reflexionar desde las palabras del Papa Francisco acerca de la importancia del silencio para la vida del creyente, en la vida de la Iglesia y en el camino de unidad de los cristianos.
–El silencio es esencial para la vida del creyente: En efecto, está al principio y al final de la existencia terrena de Cristo. El Verbo, la Palabra del Padre, se hizo “silencio” en el pesebre y en la cruz, en la noche de la Natividad y en la de Pascua. En un mundo lleno de ruido ya no estamos acostumbrados al silencio, es más, a veces nos cuesta soportarlo, porque nos pone delante de Dios y de nosotros mismos. Y, sin embargo, esto constituye la base de la palabra y de la vida. A Dios no le gustan las proclamas y los alborotos, las habladurías y la confusión; Dios prefiere más bien, como hizo con Elías, hablar en «el rumor de una brisa suave» (1 Re 19,12), en un “hilo sonoro de silencio”. Y así también nosotros, como Abraham, como Elías, como María necesitamos liberarnos de tantos ruidos para escuchar su voz. Porque sólo en nuestro silencio resuena su Palabra.
-El silencio es esencial en la vida de la Iglesia : El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta que, tras el discurso de Pedro en el Concilio de Jerusalén, «toda la asamblea hizo silencio» (Hch 15,12), preparándose para recibir el testimonio de Pablo y Bernabé acerca de los signos y prodigios que Dios había realizado entre las naciones. Y esto nos recuerda que el silencio, en la comunidad eclesial, hace posible una comunicación fraterna, en la que el Espíritu Santo armoniza los puntos de vista porque Él es la armonía.
-El silencio es esencial en el camino de unidad de los cristianos: El silencio hecho oración nos permite acoger el don de la unidad como Cristo la quiere, con los medios que Él quiere, no como fruto autónomo de nuestros propios esfuerzos y según criterios puramente humanos. La unidad de los cristianos crece en el silencio ante la cruz.