El síndrome de Jonás: una enfermedad que amenaza a los cristianos

lunes, 20 de julio de 2020
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20/07/2020 – En el Evangelio de hoy, San Mateo 12,38-42, Jesús menciona que el único signo que se verá es el de Jonás.

Jonás se sentía impecable, diferente a los demás, superior, no se mezclaba con los pecadores. En el Evangelio, Jesús nos narra como Jonáso fue expulsado de Nínive en un barco y cae al mar. Durante tres días y tres noches vivió dentro de una ballena (algo simbólico). Luego de este período la ballena lo expulsa nuevamente en Nínive para que comparta con el pueblo, la gracia de la miserocordia que perdona todo y a todos. Incluso a Jonás.

Que podamos experimentar el sentirnos iguales entre todos, pero con la presencia de la amistad misericordiosa  de Jesús que es ternura y comprensión, sabernos uno en los otros. Ésta es la señal precisamos, señal que nos cura, nos salva.

Que la amistad misericordiosa de Dios sea la que gane el alma de la conviviencia social. Que la distancia social no se traduzca en distancia de corazón sino que nos haga desear  estar con los demás en clave de amistad.

 

Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: “Maestro, queremos que nos hagas ver un signo”. El les respondió: “Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches. El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás. El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón.”

San Mateo 12,38-42.

 

 

 

El síndrome de Jonás

Decía el Papa Francisco reflexionando sobre este Evangelio hay una grave enfermedad que amenaza hoy a los cristianos: el «síndrome de Jonás», aquello que hace sentirse perfectos y limpios como recién salidos de la tintorería, al contrario de aquellos a quienes juzgamos pecadores y por lo tanto condenados a arreglárselas solos, sin nuestra ayuda. Jesús en cambio recuerda que para salvarnos es necesario seguir el «signo de Jonás», o sea, la misericordia del Señor.

Jesús se dirige a un grupo de personas llamándolas «generación perversa». Es una palabra fuerte: esta generación es una generación perversa. ¡Es muy fuerte! Jesús, tan bueno, tan humilde, tan manso, pero dice esta palabra. No se refería ciertamente a la gente que le seguía; se refería más bien a los doctores de la ley, a los que buscaban ponerle a prueba, hacerle caer en una trampa. Era toda gente que le pedía signos, pruebas. Y Jesús responde que el único signo que se les dará será «el signo de Jonás».

¿Pero cuál es el signo de Jonás? Jonás no quería ir a Nínive y huyó a España, tenía las ideas claras: la doctrina es ésta, se debe creer esto. Si ellos son pecadores, que se las arreglen; ¡yo no tengo que ver! Este es el síndrome de Jonás». Y Jesús lo condena. Por ejemplo, en el capítulo vigésimo tercero de san Mateo los que creen en este síndrome son llamados hipócritas. No quieren la salvación de esa pobre gente. Dios dice a Jonás: pobre gente, no distinguen la derecha de la izquierda, son ignorantes, pecadores. Pero Jonás continúa insistiendo: ¡ellos quieren justicia! Yo observo todos los mandamientos; ellos que se las arreglen».

He aquí el síndrome de Jonás, que golpea a quienes no tienen el celo por la conversión de la gente, buscan una santidad de tintorería, o sea, toda bella, bien hecha, pero sin el celo que nos lleva a predicar al Señor. Jesús ante esta generación, enferma del síndrome de Jonás, promete el signo de Jonás. En la otra versión, la de Mateo, se dice: pero Jonás estuvo en la ballena tres noches y tres días… La referencia es a Jesús en el sepulcro, a su muerte y a su resurrección. Y éste es el signo que Jesús promete: contra la hipocresía, contra esta actitud de religiosidad perfecta, contra esta actitud de un grupo de fariseos.

Otra parábola del Evangelio que representa bien lo que Jesús quiere decir es la parábola del fariseo y del publicano que oran en el templo (Lucas 14, 10-14). El fariseo está tan seguro ante el altar que dice: te doy gracias Dios porque no soy como todos estos de Nínive ni siquiera como ese que está allí. Y ese que estaba allí era el publicano, que decía sólo: Señor ten piedad de mí que soy pecador.

El signo: la misericordia

El signo que Jesús promete es su perdón a través de su muerte y de su resurrección. El signo que Jesús promete es su misericordia, la que ya pedía Dios desde hace tiempo: misericordia quiero, y no sacrificios. Así que el verdadero signo de Jonás es aquél que nos da la confianza de estar salvados por la sangre de Cristo. Hay muchos cristianos que piensan que están salvados sólo por lo que hacen, por sus obras. Las obras son necesarias, pero son una consecuencia, una respuesta a ese amor misericordioso que nos salva. Las obras solas, sin este amor misericordioso, no son suficientes.

Por lo tanto el síndrome de Jonás afecta a quienes tienen confianza sólo en su justicia personal, en sus obras. Y cuando Jesús dice esta generación perversa, se refiere a todos aquellos que tienen en sí el síndrome de Jonás. Pero hay más: El síndrome de Jonás nos lleva a la hipocresía, a esa suficiencia que creemos alcanzar porque somos cristianos limpios, perfectos, porque realizamos estas obras, observamos los mandamientos, todo. Una grave enfermedad, el síndrome de Jonás. Mientras que el signo de Jonás es la misericordia de Dios en Jesucristo muerto y resucitado por nosotros, por nuestra salvación.

 

Homilía del Papa Francisco, lunes, 14 de octubre de 2013