13/05/2022 – En marzo de 2020, la Iglesia que peregrina en la Argentina anunció el lanzamiento de un programa que apunta a generar nuevos mecanismos de sostenimiento de su tarea pastoral, de manera paralela al renunciamiento progresivo de lo que recibe hoy por parte del estado que se vehiculiza a través de asignaciones mensuales para los obispos, sacerdotes de frontera y para el sostenimiento de los seminaristas, entre otros.
En esa oportunidad, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y Obispo de San Isidro, Monseñor Oscar Ojea, y el entonces presidente de la Comisión para el Sostenimiento de la Acción Evangelizadora de la Iglesia, Monseñor Guillermo Caride, presentaron las conclusiones de un estudio de opinión y mercado que indagó sobre las actitudes, valores y comportamientos de la sociedad para con la Iglesia católica.
Esa encuesta, a la par de la oración del pueblo de Dios, ayudó a los obispos a tomar decisiones que se reclamaban desde distintos sectores, sobre todo a los miembros de la jerarquía, a veces desde la crítica ideológica o anticlerical, otras desde el interés político coyuntural, pero también, en ocasiones, en orden a lo que el papa Francisco señaló, con sentido profético, a pocos días de asumir su pontificado, esto de “qué lindo sería una Iglesia pobre para los pobres”.
Y bien sabemos aquí que de lo que habló el Papa en aquella frase, no es del “pobrismo” que se nos endilga, sino del amor a Dios y a los hermanos que sufren, porque el mismo Jesús dice en el Evangelio de Mateo, en el capítulo 6: “Nadie puede servir a dos señores: porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien, se entregará a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero”.
En efecto, más allá de las muchísimas necesidades económicas que genera la existencia misma y la administración de los asuntos temporales e institucionales de la Iglesia, lo propio de la Iglesia, lo esencial de esta comunidad creyente que fundó Jesús, es la misión, y todo otro asunto eclesial (ya sea jerárquico o laical) debe estar orientado a la misión evangelizadora.
En efecto, la renuncia progresiva a los aportes del Estado comenzó en noviembre de 2018 tras un entendimiento con el gobierno del entonces presidente Mauricio Macri, y se materializó a partir del Presupuesto 2019, en el que las asignaciones a obispos, sacerdotes de frontera y seminaristas cayeron 30% en términos reales.
El tema que debe preocuparnos ahora a todos los bautizados es cómo sostenemos la misión evangelizadora de la Iglesia con nuestros propios recursos, recursos que no son sólo los económicos que escasean en la mayoría de los hogares en estos tiempos de altísima inflación. Nuestros recursos son también, parte de nuestro tiempo en un voluntariado, en Cáritas, en un Consejo Pastoral o Económico, en el ministerio de la liturgia, en el comedor solidario, en la catequesis parroquial.
Paralelamente, hace unos días se difundió un informe con las estadísticas del Programa Fe, que se centra en un sitio de Internet (www.programafe.org) en el que cualquiera puede ingresar para hacer una donación a una diócesis particular o a una parroquia.
Ese informe dice que en los primeros 18 meses del Programa FE, se han recibido aportes tanto de donantes únicos como recurrentes, que fueron destinados a parroquias de las 24 provincias argentinas, que conforman un 57% de las donaciones realizadas. Además, un total de 63 Diócesis han recibido donaciones, lo que representa un 18% de los ingresos generados; mientras que el 6% de los aportes fue dirigido a los Seminarios. Y el 19% fue destinado a la misión de la Iglesia Argentina en su conjunto.
En el programa “Diálogos de Actualidad” retomamos estas cuestiones sobre todo para tomar conciencia de que la misión evangelizadora de la Iglesia es responsabilidad de todos; y para que todos seamos parte de esta misión.
Para eso dialogamos con Monseñor Sergio Buenanueva, Obispo de San Francisco.
Podés escuchar el audio de la entrevista completa a continuación…
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