11/08/2025 – En un mundo que avanza a un ritmo frenético, existen lugares que se resisten a perder su esencia. Sol de Mayo, un emblemático almacén de ramos generales y comedor de campo, es uno de esos rincones atemporales. Fundado en 1888, este paraje de la provincia de Buenos Aires, a solo 8 kilómetros de Dolores, no es solo un destino, sino una ventana al pasado que nos invita a reconectar con las tradiciones y el alma de nuestra tierra.
Ubicado sobre la ruta 63, Sol de Mayo fue, en sus orígenes, un punto de encuentro para unas 30 familias dedicadas a la agricultura y la elaboración de ladrillos. Era el centro de la vida social y económica del paraje: un lugar donde los paisanos no solo se abastecían de productos esenciales, sino que también compartían un buen mate, se medían en partidas de truco y bochas, o realizaban trueques. El edificio original de ladrillos de adobe, que data de 1901, sigue en pie, conservando cada historia y cada anécdota que sus paredes guardan.
Al frente del almacén, con sus 82 años y una sonrisa que ilumina el lugar, está Olinda Moreni. Hace 47 años que ella y su esposo, Santos, dedicaron su vida a este rincón. Olinda, con su calidez, atiende a los visitantes que buscan quesos, dulces y salames caseros. Muchos de ellos son hijos y nietos de aquellos que, décadas atrás, llegaban a caballo o en carro. Para su hijo, Miguel Quinteros, quien hoy dirige el comedor, este legado es la esencia misma de su existencia. Él creció entre las mesas de truco y hoy, con el mismo espíritu, ofrece una experiencia gastronómica que honra las recetas de su madre, como las empanadas fritas en grasa y el asado completo al asador. Sol de Mayo es, en definitiva, una historia de familia que se niega a desaparecer, un pedazo de nuestra historia que sigue vivo.
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