El vicio de pensar demasiado

sábado, 12 de julio de 2008
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Vamos a continuar con el tema, con esa mala costumbre de pensar demasiado y entrar en un  espiral  de pensamientos  negativos. Había prometido para hoy algunas estrategias para frenar estos pensamientos malsanos, estas cavilaciones que a veces nos hacen tanto daño.

¿Cómo nos liberamos de las cavilaciones malsanas y del pensamiento  excesivo?

Voy a compartir con Uds. estrategias que son fruto de investigaciones de quienes se han dedicado a estudiar el tema, de todos modos no hay que tomar esto como diagnostico de lo que les está pasando. En realidad son herramientas, cuando la situación se desborda  siempre es mejor consultar con profesionales, porque puede ser también que estemos viviendo con pensamiento excesivo o cavilaciones malsanas como consecuencia de otro desorden psicológico más profundo.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta es cuando somos prisioneras de las cosas negativas. En esos momentos alguien les puede acercar una salida o mostrar una puerta que se abre  pero siguen embargadas por el relato de cosas traumáticas, cosas negativas. Esto es una sintomatología clásica de la identificación con el mal – en el lenguaje del discernimiento – cuando el mal se vive como propio, como una invasión y uno no advierte que tiene que des identificarse. A veces lo defendemos como propio, a veces defendemos nuestro ego como propio y no nos damos cuenta que el ego es una instancia que debemos manejar nosotros. Es muy importante des identificarse de argumentos y razonamientos que uno compra. Uno de los argumentos del pensamiento excesivo  es creer que estamos siendo profundos a la hora de pensar y en realidad no estamos profundizando nada. Otro argumento es pensar que nos estamos dando cuenta de la verdad y de la realidad (Ahh!! Me quite las gafas de color rosa sobre la vida). La vida es dura, y hay que decírselo  a nuestros hijos, la vida es dura, hay que darle al cascote de la vida para que nos entregue su humedad, su fecundidad, hay que cernir la tierra, regar la semilla, la vida exige trabajo pero no es desastrosa. Cuando nos damos cuenta que entramos en esa suerte de “sabiduría discepolana”, en realidad, estamos deprimidos, estamos negativos y tenemos la sensación de que estamos siendo extremadamente perceptivos con nosotros mismos o que nos estamos dando cuenta de la realidad de las cosas…. ¿Esto es verdad? El pensar demasiado nos da mayor percepción, mayor agudeza… NO!  Pensar demasiado no nos arranca para nada los cristales rosa, ni hace que veamos la vida con más claridad, al contrario, reduce nuestra visión de tal modo que solo somos capaces de ver las cosas negativas de nuestra vida. El  pensamiento excesivo hace que todo parezca sombrío, gris, abrumador y deteriora nuestra capacidad para hacer cosas positivas e incapacita nuestra mente a la hora de buscar soluciones a nuestros problemas, que siempre son  infinitamente mayores que los problemas que tenemos. La sensación de que estamos realizando importantes descubrimientos sobre la vida o sobre el otro, es mucho más difícil de erradicarse que el mismo hábito de pensar demasiado, únicamente tenemos que tener en cuenta lo mal que nos hacen sentir estas ideas, nos da la sensación que tenemos motivos profundos para estar irritados o tristes, furiosos o deprimidos. En “El hombre en búsqueda del sentido” de Víctor Frank, escrito por un hombre que estuvo en un campo de concentración, en una situación límite, abrió una brecha por la cual – si bien él tenía la grandeza para abrirla –  nosotros podemos tener la capacidad de recorrerla. Aún en la situaciones más límites el hombre es capaz de rescatar cosas positivas, apoyarse y nutrirse en ellas, fortalecerse y salir sin traumas determinantes para su felicidad de circunstancias límites, eso se le llama resiliencia utilizando esta capacidad que tienen algunos cuerpos de resistir enormes presiones sin perder su esencia. Lo primero es desembarazarnos de las trampas, de las mentiras que nos tiende el pensamiento excesivo bajo la fachada de pensar que estamos viendo la realidad o estamos siendo profundos. Hay que decirle: Pensamiento excesivo no eres mi amigo, me haces daño.

Por ejemplo: una  mujer (30 / 45 años) que vuelve a su casa después de llevar los chicos al colegio, antes de encaras las actividades diarias  se sienta a la mesa y se toma un cafecito a sorbitos. Podría ser un momento muy agradable, sin embargo es el momento de las cavilaciones morbosas porque repasa todo lo que le ha ocurrido en los últimos días y después de pasar hora y media pensando, queda mas abrumada y derrotada, incapaz de poner claramente el cómo de los problemas de su vida, y piensa en las malas notas de su hijo, en los problemas con su marido, en la incapacidad de cuidar a su mamá. Finalmente después de ese momento de relax o quietud que podría ser el cafecito, comienza las actividades del día con una pesadísima mochila llena de piedras pesadas.  Hay una sola energía mental, si nos concentramos en algo, como preparar una torta, hacer un ejercicio físico o regar las plantas, tenemos menos riesgo de quedar atrapados por el pensamiento excesivo de los problemas.

Distraerse es una estrategia muy importante, distraerse bien, hacer ejercicio físico, caminar, correr, hacer algún deporte, proporciona un estímulo bioquímico al cerebro que es una distracción muy saludable. No la evasión sino encontrar un punto de mira de las cosas mucho más equilibrado y mas armónico. Cuando uno aprende a poner en piloto automático ese tipo de pensamientos, apela a algún hobby o a algún deporte, contrapone estos pensamientos con algo placentero y sano. Hay personas que para evitar estos pensamientos miran una película, o leen un libro, otras juegan con los chicos – los niños son maestros en distraernos de estos enfoques tremebundo y negativos -. Hay que distraerse, es bueno recurrir para cambiar el enfoque a ayudar a los demás, llevar la comida a una persona que no pueda salir de su casa, charlar con un vecino, invitar a alguien a tomar un cafecito para en vez de estar cavilando solo poder comentar las noticias del día. Las distracciones liberan de caer en la trampa del pensamiento excesivo y rompen esas conexiones entre  los modos de negatividad de nuestro cerebro. De eso se trata, de interferir para que no se cableen negativamente nuestras neuronas. Es como si se cortara la línea telefónica. Si todos los días en algún momento atiendo el teléfono de una voz que me va a decir todo lo que no funciona o lo negativo que me han hecho, lo más importante es cortar el cable, porque de hecho no podemos interrumpir el surgimiento de los pensamientos negativos. Cuando nos damos  cuenta que estamos atrapados en ese torrente no es saludable continuar y por lo tanto es importante distraerse. Aclaro que no estamos hablando de una evasión o de un negar sentimientos negativos, no es nada recomendable hacerlo, confío en que Uds.  pueden aprender a discriminar cuando están inmersos en un torrente de pensamientos negativos que no conducen a nada, estamos en  un pantano de arenas movedizas, cuando uno mas intenta salir mas se entierra y se empantana. Hay que tirar un cable a tierra, agarrarse de algo externo que nos ayude a salir del pantano porque en ese lugar no podemos esperar mas que angustia, agresividad, resentimiento o depresión profunda.
Hay modos poco saludables de distraerse, por ejemplo, atracones de comida, el alcohol, o cualquier otra sustancia química o droga que nos produce una suerte de anestesia, el alcohol actúa en el sistema nervioso como un depresivo y hace que nuestro estado de ánimo decaiga más todavía.  Este no es un modo de distraerse, hay que quitarse de encima  la culpa, la irritación, levantarse y ponerse en marcha, eso ya es un muy buen ejercicio físico. La actividad física tiene efectos bioquímicos, segrega sustancias en el cerebro que repercuten positivamente en el estado de ánimo y en el modo de pensar. Si por ejemplo en la mitad de la noche  empezamos a cavilar, puede ayudarnos mucho levantarnos y pasear arriba y abajo  y si después de 20 minutos  estas de nuevo echado en la cama pensando, hay que levantarse y salir de tu dormitorio, no caer en la trampa de pensar que si seguimos unos  minutos mas, vamos a dejar de lado las preocupaciones y vas a acabar por dormirnos, porque generalmente este proceso se va incrementando mas y no vamos a conseguir entenderlos mejor, esa es la trampa. Si hay espacios que nos ayudan a pensar demasiado como una oficina, la cocina, una habitación, intentemos cambiarle el aspecto, introducir cambios, algo que nos permita distraernos, poner fotos, ordenar, deshacerse de lo superfluo. Cambiar de posición cambia el curso de los pensamientos. Cambiar de posición ayuda a pensar desde otro ángulo.

A continuación hay un trípode:  Después de levantarse, cambiar de posición, distraerse, darnos un baño, mirar un álbum de fotos  de nuestros seres queridos, escuchar música preferida, tocar un instrumento, ir a la peluquería, leer recetas de cocinas o ponerse a cocinar,  después de esto hay que hacerse POLICIA DEL PENSAMIENTO, hay que gritarle ALTO  al pensamiento, interrumpirlo aunque sea  durante unos instantes porque el objetivo es no dejar que ellos nos manejen la conciencia y la forma en que caemos en el pensamiento excesivo es  porque estamos  creídos que a medida que me voy sumergiendo  voy a encontrar la respuesta al problema y esa es la mentira y la trampa.  No encuentro la respuesta al problema sino que salgo de esa inmersión con una gran carga de tristeza, enojo, no salgo aliviada sino salgo agobiada.  Y cuando decimos BASTA a las preocupaciones las dejamos de lado. Al dejarlas de lado,  éstas pueden pasarnos por encima, entonces  es importante ANOTAR QUÉ ES LO QUE NOS PREOCUPA  (el cuaderno es un aliada importante) lo que en algún momento debo atender porque es un problema importante que no puedo dejar de lado y ponerle horario, anotarlo en la agenda porque es necesario pensar. No hacerle el favor de pensarlo cuando el pensamiento quiera  y del modo que él quiera sino ponerle un horario para pensarlo cuando uno lo decida. Es bueno preguntarse entonces, este es el momento apropiado para que yo pueda ponerme a pensar en esta preocupación, a donde voy a terminar si sigo por este camino, estrellándome contra una pared y encima teniendo que hacer todas las actividades del día. Entonces sin culpa, sin cavilaciones, sin titubear, decir BASTA, ALTO y cuando llega la hora que se ha reservado para pensar, muchas veces se descubre  que las cuestiones ya no parecen tan importantes  o ya no son tan urgentes o tan negras. Y si realmente lo son, conviene que busquemos un lugar apropiado para  pensar, un lugar que nos conecte con la vida, donde poder armonizar mi pensamiento con el cuerpo, porque cuando estamos centrados en una preocupación, esta nos atrapa y vamos a terminar convencidos que la mejor forma de resolver los problemas es vengándose de nuestros  maltratadotes. Lo tercero ES ENTREGARLO,  y para esto hay dos caminos, para el creyente esta la oración. Es increíble pero  hay mucha gente que no practica  la religión pero en un momento de necesidad delega en un ser superior aquello que le supera, frente a lo que se siente impotente. Hay un rescatador, hay una mano que se cierne sobre nosotros y nos rescata del fango del pensamiento suicida, mortal, negativo, angustiante, deprimente, lástima que nos acordemos recién a último momento de él.  El anotar ayuda mucho, igual que anotar los sueños para convertirlos en metas, ayuda mucho como una forma de entrega, aquí están Señor, los pongo en tus manos, si somos creyentes esta es la hora de la ofrenda, si somos realmente hijos de Dios,  esta es la hora de sentirnos consolados y contenidos por este papá que dice conocer hasta cada uno de los cabellos que tenemos en la cabeza.
Si rezando no nos sentimos bien, hay que considerar  la posibilidad de la meditación. La meditación ha dado muestras de ser un camino muy terapéutico para personas afectadas con dolores crónicos, o con patologías o problemas psicológicos graves. Es una herramienta, es la posibilidad de observar los pensamientos  sin dejarse contaminar por ellos. La meditación es la forma de ordenar, en el momento que decidimos pensar, para que este fluya por canales de luz, de verdad o al menos para que no caigamos en el pozo de las cavilaciones malsanas.

Muchas veces el pensamiento excesivo es fruto de no poder asumir las emociones que tenemos.
Si estás enojado, ¿acaso no tenés derecho a estar enojado? Si estás deprimido ¿acaso no tenés derecho a estar deprimido?  Necesitas una gran causa  o permiso de alguien?  
Hay que controlar las cavilaciones que apuntan a justificar nuestros estados de ánimo.  Nuestros estados de ánimo no necesitan ser justificados, son lo que son, los sentimientos son lo que son, nadie puede darnos ni quitarnos el permiso para sentir lo que sentimos.
Muchas veces  pensamos demasiado porque no nos perdonamos estar enojados, no nos permitimos estar enojados, otra cosa distinta es reaccionar desde el enojo. Entonces es bueno saber: Estoy enojada, acepto, asumo y me permito estar enojada. Es bueno sacar el enojo,  esto hace muy bien, y no significa que lo tengamos que hacer con otro. El enojo es un problema de cada uno, el otro no tiene porque ligar de arriba nuestro enojo.  A veces la razón por la que no nos sentimos bien es asombrosamente simple, no hay que buscar las posibles causas de este estado de ánimo, ni tan poco el permiso para sentir tal o cual cosa.