En Adviento, Jesús viene a saciar a todos con esperanza y amor

miércoles, 5 de diciembre de 2007
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Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y subiendo a la montaña se sentó. Una gran multitud acudió a El llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y El los sanó. La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban sanos, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista y todos glorificaban al Dios de Israel. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y todos glorificaban al Dios de Israel. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: me da pena ésta multitud porque hace tres días que están conmigo y no tienen que comer. No quiero despedirlos en ayunas porque podrían desfallecer en el camino. Los discípulos le dijeron: ¿ y dónde podríamos conseguir en éste lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente. Jesús les dijo: ¿ cuántos panes tienen? Ellos respondieron: siete y unos pocos pescados. El ordenó a la multitud que se sentara en el suelo. Después tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron llenaron siete canastas.

Mateo 15, 29 – 37

Estamos avanzando en ésta primera semana del Adviento y hemos notado con respecto a las semanas anteriores en la liturgia que no se rezó el Gloria, el sacerdote se reviste de color morado, hasta podemos tener en la comunidad la corona de Adviento que ya está encendiéndose en uno de sus cirios y hasta tal vez esa costumbre linda de que algunos en sus casas en familia preparan la corona del Adviento para vivir en familia el camino a la Navidad.

La gracia del Adviento y Navidad con su convocatoria y con su opción por la esperanza nos viene ofrecida precisamente desde nuestra historia con sus luces y con sus sombras, con aquellos momentos de alegría compartidos y también los de dolor o también se hace presente éste Adviento en medio de la soledad o de algún dolor. Es allí en la vida diaria donde se hace presente Jesús como la gente que acudía a Jesús que El siempre atendía vivió en otra época histórica pero eran los mismos hombres y mujeres que hoy seguimos peregrinando.

Y como la gente que acudía a Jesús y que El siempre atendía aparecían lo que hoy nos dice el Evangelio: los enfermos, los tullidos, los ciegos, gente con un gran cansancio en su cuerpo y en su alma como nosotros. Sin buscar mucho en nuestro interior el cansancio propio de ésta parte final del año ya se hace sentir en todo lo que nos toca hacer ya sea en la casa, en el trabajo, en la vida de la Parroquia.

También se acerca gente que está desorientada con experiencias de fracasos más que de éxitos y por eso trás de las propuestas de los maestros, como nosotros. Tal vez tengamos guardado algún fracaso que nos angustia. Son cosas que tenemos que ir masticando solos porque no queremos preocupar a los que están al lado. Esta es la gente. Si, la que iba detrás de Jesús, como hoy seguimos yendo a encontrarnos con El. Me parece que de algún modo tendríamos como para usar una expresión “ descongelar” lo que rezamos y cantamos en éste tiempo.

¿Porque descongelar? Para darle vida, para darle calor. En éste tiempo de Adviento en que decimos tantas veces Ven Señor Jesús, ven. Deberíamos tal vez hacer éste esfuerzo y a la vez éste pedido que le hacemos a Jesús. Más de una vez en reunión de curas lo hemos escuchado en ésta expresión ven Señor Jesús y en esto de descongelar, de darle vida a éste pedido que le hacemos a Jesús. Solemos escuchar y si viene¿ que hacemos? . Ahí está el secreto.

Es que el Señor puede venir y va a venir y estamos seguros. Ven Señor Jesús que se haga un grito que sale del corazón convencido de que queremos que el Señor venga y cambie nuestro corazón. Porque el Adviento no es para los perfectos. Eso creo que nos tiene que quedar claro sino que el Adviento es para los que se saben débiles y pecadores y acuden a Jesús el Salvador. Jesús, como nos asegura el profeta Isaías en el capítulo25 que la liturgia de la iglesia nos regala hoy, está compadecido, y en el tiempo futuro enjugará lágrimas, dará de comer, anunciará palabras de vida y de fiesta y acogerá también a los que no están muy preparados y motivados. Más tarde Jesús, dando luz y confirmando toda ésta palabra profética dirá: no tienen necesidad de médicos los sanos sino los enfermos.

Cuando habla a los fariseos que lo critican porque se reúne con pecadores. El Adviento nos invita a la esperanza ante todo a nosotros mismos. Aquí está nuestro Dios de quien esperábamos que nos salvara. Celebremos y gocemos con su salvación para que acudamos con confianza a ese Dios que salva. Dios nos invita a mirar con ilusión para adelante, a tratar de tener ojos nuevos para contemplar los cielos nuevos y la tierra nueva que Cristo está construyendo a partir del amor que le ponemos a las cosas todos los días.

En el Evangelio que hoy la liturgia del miércoles de la primera semana de Adviento nos invita a escuchar aparecen dos episodios de las obras de Jesús de Nazaret. Este hombre que la gente va a convenir en decir “ todo lo hace bien” Esta gente que al ver a Jesús a obrar así también se admira y estos dos episodios de las obras de Jesús de Nazaret .son por un lado la curaciones de los males exteriores pero además el alimento proporcionado a la multitud. Este alimento que se convierte en material pero también en espiritual con su Palabra. Es que al lado del Señor estamos seguro que nada nos puede faltar como lo rezamos en el Salmo 22: El es mi pastor. Nada me puede faltar. Es que Dios desde su amor, desde su omnipotencia todo lo tiene pensado para amarnos y hacernos gozar de ese amor y como lo recordábamos hace un momento del profeta Isaías en el capítulo 25 el Señor secará las lágrimas de todos los rostros y borrará el oprobio del pueblo. Hermosa imagen es ésta. Como ocurre en un niño que puede cambiar de un momento a otro la imagen de llanto a la de alegría.

Lo que quiere hacer Jesús con todos es secar las lágrimas. La preocupación y el amor de Jesús por todos los seres humanos lo lleva a liberar de todo cuanto es opresivo, de cuanto no deja vivir en paz. Por eso Jesús se preocupa por quienes tenían hambre después de haberlo seguido durante tres días todos ellos recostados como personas libres, todos reciben el pan material pero luego de haber recibido el pan de la Palabra por tres días.

Es que nos estamos preparando para la venida del Señor. De éste Jesucristo liberador, de todas las angustias, de todos los sufrimientos, de las carencias de los hombres y mujeres que acuden a El con confianza pero dispuestos a aceptar la propuesta del Reino. Las curaciones que obró Jesús pueden parecernos hasta lógicas. Después de todo es el hijo de Dios y a fuerza de leerlas y oírlas hasta pueden perder su impacto y ya no las consideramos como algo extraordinario. Yo creo que esto que nos propone el Evangelio en la multiplicación de los panes.

Tantas veces lo hemos escuchado, lo hemos compartido que por ahí lo leemos, nos acordamos y es como que ya se acomoda a nuestro ser. No lo consideramos como algo extraordinario. Si, es verdad que Jesús curaría a muchos. Es verdad que hizo muchos milagros. Es más, ni siquiera hizo una sola multiplicación de los panes por lo menos de la que conocemos a través de la revelación. Pero no fueron todos quienes fueron sanados ni fueron todos que comieron todos los días de ésta multiplicación. Y ¿ porqué?.

No es verdad que el también se encontró frente a la incredulidad, frente a la envidia, frente al menosprecio, sobretodo de parte de los poderosos y sabios según el mundo. Y no sería pocos a quienes les faltó fe, no serían pocos a quienes les faltó la humildad o la perseverancia para llegar hasta El y pedir un favor. Ayer meditábamos sobre la figura del Centurión. Este hombre poderoso que gobernaba y ordenaba la vida de 100 soldados romanos. Sin embargo humilde fue a pedir un favor pero muchos no lo hicieron en época de Jesús.

En Lourdes hay organizaciones que se toman la responsabilidad de llevar a los enfermos al encuentro de la Vírgen .Organizaciones que organizan peregrinaciones en atención a necesitados de toda índole. Son obras extraordinarias con el sacrificio de tantos voluntarios y por los bienes que ahí se obtienen para enfermos pero también para sanos. Acercarse a Jesús, llevarle nuestras propias personas y también aquellos que a nuestro alrededor están mudos de alegría, ciegos por no ver a Dios, rengos de esperanza o mancos de solidaridad. Puede ser un buen programa de vida y actividad apostólica acercar a muchos a Jesús.

Que linda manera de ver ésta realidad del dolor, del sufrimiento y sobretodo del corazón. Llevar y poner alrededor de Jesús a los mudos de alegría, a los ciegos por no ver a Dios, a los rengos de esperanza, a los mancos de solidaridad. Cuando la vivencia de nuestra fe consiste en esto encontramos aplicaciones concretas que nos ayudan a conocernos mejor y nos abren a las necesidades y problemas de los demás. Pero todo éste bello ideal no se sostiene sin la lucha cuando el mundo nos habla solamente de pesimismo, de tragedia, cuando caminamos por el, arrastrando las pesadas cargas de la enfermedad, del sufrimiento, de la incomprensión, de la ingratitud, cuando ya no nos quedan fuerzas.

Entonces ahí es cuando sobretodo vale la pena acercarse a Jesús. El nos espera, El nos llama, El curará todas nuestras miserias pero también está dispuesto a curar las debilidades de aquellos a quienes le presentamos. Aprovechemos éste momento de oración, de reflexión que nos regala la catequesis para volver a mirar hacia dentro de nuestro corazón, darle gracias si podemos detener un rato a contemplar nuestro corazón con la mirada de Dios.

Creo que nadie pudiendo curarse preferiría seguir enfermo. Sin embargo cuantas veces pudiendo curar nuestro espíritu no lo hacemos. Cuantas veces sabemos de nuestra debilidad, de nuestro problema. Del velo que nos cubre los ojos, de las lágrimas que nacen en nuestro corazón, cosas concretas. Y hasta las podemos identificar perfectamente. Lo que a veces nos cuesta entender es porqué queremos continuar con los ojos vendados, porqué seguir usando muletas, cuando podemos usar nuestros pies sanados por Cristo.

Hay que permitir a Jesús que actúe cuando El llega a nuestra vida, a mi vida, a nuestra vida, por más que esté muy golpeada, si se lo permitimos lo hace con tal abundancia que se ve reflejada en la multiplicación de los panes y de los peces. Esto no es otra cosa que la abundancia de la presencia de Dios, es la abundancia del amor de Dios. Podemos compartir algunas de las preguntas que yo también me iba haciendo mientras pensaba el Evangelio, mientras compartía la lectura, mientras también desde la oración estaba pensando en ustedes que ésta mañana iban a compartir la catequesis. Las preguntas son: ¿ permitimos que la presencia de Cristo en nuestra vida nos sane y enriquezca? O preferimos quedarnos enfermos y solos.

En esto hay dos caminos. No hay una tercera alternativa. O es la presencia de Dios en nuestra vida al que dejamos actuar y sanar o es la ausencia de Dios y la tristeza.¿ Que le vamos a presentar a Dios en éste Adviento?. Que le vamos a pedir a Jesús en la Navidad? Hoy se hace puntual. ¿ Que queremos que Jesús sane en nosotros en éste Adviento? Y ésta pregunta que surge del corazón lleno de Dios y lleno de preocupación por el otro ¿ Hay alguien a quien éste Adviento quieras acercar a Jesús como a los enfermos y desanimados del Evangelio de hoy? ¿A quién vamos a llevar a éste lugar despoblado del Evangelio para que se encuentre con Jesús, para que Jesús lo sane?

La compasión entrañable debe ser una de las características de quienes queremos identificarnos con Jesús, de quienes un día decidimos seguirlo. Jesús se deja tocar por la gente en su sufrimiento y en su dolor y al dejarse tocar todo su cuerpo se estremece y se  conmociona. También nosotros tenemos necesidad de ser curados de nuestro apego a lo pasajero, del Amor propio, del orgullo, de la soberbia, de la injusticia, de todo aquello que nos impide ponernos en camino para pasar la vida haciendo el bien a todos.

Partir el pan. Nuestro pan. Para saciar el hambre de los demás. Es uno de los signos que nos identifican y que hace que los demás nos reconozcan como hijos de Dios. Alabamos al Señor por todos sus beneficios que ha derramado sobre nosotros a manos llenas. Nos hemos esclavizados a los dones de Dios.

Lo buscamos a El o vamos a El esperando que nos ayude a cuidar lo que nos dio? Encerrándolo egoístamente solo para nosotros y cerrando los ojos ante el dolor de nuestros hermanos. Esto de buscar los consuelo de Dios desde el Dios de los consuelos. Nuestra vida exige un cambio de actitud y exige hacer algo. No solamente quedarme con la admiración, quedarme con la alegría de ver como Dios obra

El Señor tiene predilección sobre aquellos que acumulan miseria y dificultades, por los enfermos, los pobres, los que sufren es por quienes se preocupa primero el Señor. En éste tiempo del adviento propio para reflexionar sobre la espera de Dios que se encuentra en el corazón de los hombres es provechoso contemplar ésta escena: Jesús rodeado, Jesús acaparado, Jesús buscado por los marginados , por los que llamaríamos en términos actuales los que quedaron fuera del sistema y los pusieron a los pies de Jesús y el los curó. Es el signo de la venida del Mesías.

El profeta Isaías varios siglos atrás se encargó de decir cuales eran esos signos. El mal retrocede, la desgracia es vencida. Podemos preguntarnos ¿ procuramos que el mal retroceda de mi vida y de nuestro entorno? ¿ Nuestra simpatía va con los desheredados?, ¿mi oración, mi acción caminan en éste sentido buscando al que más sufre? Y cuando desgraciadamente la miserias físicas no pueden ser suprimidas. De hecho Jesús no curó a todos los enfermos.

Creo que es allí que se hace posible transfigurarla desde el Señor.

Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: me da compasión ésta multitud porque hace tres días que están conmigo y no tienen que comer. Jesús está visiblemente emocionado. Hay una emoción sensible en éstas palabras. Contemplo éste sentimiento tan humano en su corazón de hombre, en su corazón de Dios. Hoy Jesús todavía nos repite que se apiada y sufre con los que sufren. Si, llama a sus amigos los discípulos y los llama para hacerlos participar de éste sentimiento. Si, también nos llama a nosotros. Me da compasión ésta multitud.

Cuantas veces lo habremos escuchado en nuestro corazón y todo desde la oración, desde el encuentro con su Palabra . Podemos preguntarnos para nuestra oración personal ¿ de que situaciones hoy Jesús se vuelve a compadecer? ¿ Experimenta lo mismo? Cuantas situaciones actuales. El dolor es el mismo.

Es el dolor de haber estado lejos de Dios pero de los cuales Jesús hoy se vuelve a compadecer, vuelve a experimentar lo mismo, y también vuelve a decirnos me da compasión ésta multitud. No quiero despedirlos en ayunas porque podrían desfallecer en el camino. Cuantos panes tienen. Siete panes y algunos pescados. Es de éste poco que va a salir todo.

Siete panes no es mucho para una muchedumbre pero es en el reparto fraterno que se encuentra la solución del hambre y en el amor siempre atento a los demás. Jesús después multiplica pero el ya tuvo éste pequeño punto de partida, modesto y pequeño a pesar de saber cuan insuficientes son mis pobres esfuerzos. No debo sin embargo hacer ese esfuerzo grande.

Es la segunda multiplicación que hace Jesús de los panes con elementos distintos de la primera. La primera era para una multitud judía ahora ésta segunda es para todos, también para los paganos. Es que estamos hablando para éste corazón de Jesús que quiere llegar a todos.

Por eso hay detalles que aquellos que se detienen en la vida de la iglesia a reflexionar la Palabra, a estudiarla y a compartirla nos muestran detalles que hablan de ésta universalidad de Jesús para que el mensaje llegue a todos, en vez de cinco panes ahora son siete en alusión a los setenta pueblos paganos.

En vez de doce cestas, el número de las tribus de Israel, en ésta oportunidad utiliza otro término, canasta, término que se utilizaba fuera de Palestina. Cesta era propio de Palestina. En lugar de cinco mil hombres, cuatro mil. Lo que algunos marcan es interesante en alusión a los cuatro puntos cardinales, es decir a la humanidad entera. En vez de bendecir la expresión que hoy el Evangelio nos trae es “dar gracias” Bendecir es una expresión hebrea. Dar gracias es una expresión griega. Las dos tienen el mismo significado.

Nos encontramos por tanto ante el gran banquete del reino al que pueden acceder no solo los judíos sino los paganos que con fe acepten la salvación ofrecida por Jesús. A éste banquete al que se había invitado a las doce tribus por medio de aquella primera multiplicación de los panes ahora son llamados todos los seres humanos a ser saciados. Todos estamos llamados por Jesús a ser sus discípulos. Por medio de estos discípulos que tenían algo para comer ellos, el pan de Jesús puede alcanzar a todos los seres humanos para no desmayar en el camino. Con que facilidad se nos cierra el camino a los ojos. La respuesta es rápida. ¿Dónde vamos a conseguir pan para ésta multitud?. Con presencia se nos pierde de vista que Jesús es Dios.

Si el mismo mandaba a comer es porque El mismo provee y sabe la manera de hacerlo. Si esto lo entendemos ahora porque lo estamos reflexionando y porque tenemos el Evangelio resonando en el corazón pero a veces nos cuesta. Aun como sacerdote me cuesta también descubrirlo. Perdemos de vista que si El manda comer es porque El mismo proveerá la manera de hacerlo.

En nuestro día de trabajo, estudio, actividad debemos tener siempre presente que Dios nos acompaña, que nunca está lejos, que lo que para nosotros parece imposible para Dios no lo es. Dios utiliza nuestros pocos y pobres recursos para satisfacer las necesidades humanas y espirituales  de todos lo que los vayan siguiendo. Pongamos a disposición del maestro nuestros recursos, los humanos, los dones que el nos dio y los espirituales y dejemos que de lo imposible se haga cargo Jesús, de lo que nosotros no alcanzamos lo haga El. Hacemos memoria de las veces que en éste último tiempo Jesús se compadeció de nosotros y nos hizo ver que hay otra manera de vivir. Nos hizo ver que hay que dejarse curar y sanarse por El

Dios se levanta victorioso sobre el pecado y la muerte. Se levanta sobre las distintas manifestaciones de la muerte como también las diversas enfermedades. Todo esto no hace más que manifestar un gesto del amor misericordioso de Dios para quienes vivían en tierra de sombras y de muerte. Linda la imagen en que en nochebuena la vamos a tener  muy clara en el profeta Isaías: el pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una luz.

Despertemos, decía San Pablo, éste domingo al comenzar el Adviento porque la noche va pasando y el día se acerca. La noche de la muerte, del dolor, de la enfermedad, de la angustia, porque la misericordia de Dios es luz.

Es Cristo mismo quien expresa: me da lástima ésta gente. No quiero despedirlos. No quiero que desmayen por el camino. Dios se hace fuente de salvación y fortaleza para todos los hombres de buena voluntad. Jesús sentado en la cumbre de la montaña prepara una gran fiesta para todos los pueblos haciendo que siete panes y unos cuantos pescados alcancen para dar de comer a cuatro mil gentes y que todavía se recojan siete canastos de sobras. Así anuncia que con su muerte bastará y sobrará para quien lo acepte a El participe del pan de vida.

Que quien lo coma viva para siempre pues El lo resucitará en el último día.

Cristo ha venido a nosotros como Salvador y a saciar nuestra hambre y sed de justicia. Ojalá no la rechacemos sino dejemos que habite en nosotros como en un templo y que su Espíritu guíe nuestros pasos por el camino del bien. Con la multiplicación de los panes Jesús nos dice que su muerte bastará y sobrará para que quien lo acepte a El participe del pan de vida y coma de ese pan que es para siempre.

Cada vez que nos reunimos para celebrar la Eucaristía también nosotros vamos a éste monte santo que es Cristo para disfrutar de la salvación y de los bienes eternos que El ha preparado para nosotros.

El Señor nos hace participar del amor de Dios centrando en comunión de vida con El hacemos nuestra la misma vida que El recibe de su Padre Dios y en esto convengamos que el Señor no es tacaño con nosotros, no es egoísta. Comer y beber juntos alrededor de la misma mesa compartiendo la alegría y la amistad no es más que un signo de fraternidad que va más allá de lo que podemos ver. Esta fraternidad que es universal. La alegría de las personas se ve colmada cuando se puede invitar a los amigos y se les puede obsequiar con generosidad.

Esto que está tan grabado en nuestra cultura en reunirnos a celebrar en torno de una mesa. Partiendo de ésta experiencia tan humana y tan universal nos presenta la Palabra y los planes salvíficos de Dios. A partir de ésta experiencia tan cotidiana nos deja Jesús el sacramento de su presencia y de su entrega generosa hasta la muerte. El ideal que tienen todos los pueblos es que no falte el pan en cada mesa. Sin embargo los pueblos empobrecidos sufren la falta de alimento, de salud, de trabajo, de educación, de vida digna. Es que nuestro egoísmo contagia aun cuando éstas necesidades estén lejos de nuestra casa.

El Evangelio nos presenta el signo eucarístico de bendecir y partir el pan y el de la misericordia de Jesús que se expresa al decir: me da compasión éste pueblo y no quiero despedirlo en ayunas. Dios quiere que las lágrimas de los que sufren sean enjugadas y que todos seamos conducidos a la fuente de la vida. El mismo se nos da en plenitud. De nosotros depende quedarnos solo como espectadores en su presencia o sentarnos a su mesa y alimentarnos tanto de su Palabra como de su pan de vida.

Dios presente así en nuestra vida se quiere convertir para nosotros en el Buen Pastor que nos alimenta pero que al mismo tiempo conduciéndonos por delante con su cruz nos hace caminar como testigos de su amor especialmente al que está más desprotegido hacia el pecador. Este es el compromiso que tenemos como iglesia. Ojalá lo vivamos así y no lo echemos como en saco roto sino que lo vivamos en plenitud.

Todo esto lo quiere hacer Jesús con nosotros. Ojalá no vayamos por la vida olvidándonos del Señor y alimentándonos solo de las cosas temporales que muchas veces oprimen nuestra mente y nuestro corazón. En éste tiempo la tentación es grande de estar atrapado por las cosas temporales. El ya. El hacerlo rápido. El tenerlo todo ya. Dios quiere sin embargo que vayamos arrancando del mundo todo signo de dolor, de lágrimas, de enfrentamientos.