En Camino

martes, 16 de septiembre de 2008
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Allí en el Antiguo testamento Dios le dice a Abraham:” Deja tu tierra natal y la casa de tus padres y ve al país que yo te mostraré.  Yo haré de Ti una gran nación, te bendeciré”. Palabra de Dios.
No solamente la palabra  sale del corazón del Señor, sino que va directa al corazón del hombre. El llamado de Dios a través se transforma de esta manera como algo irresistible, algo que no me puedo negar. Es tan atractivo y no hay modo de que nos podamos sustraer de este llamado.
El Señor también acá a Abraham le hace una promesa. Te propongo que, por un lado, vayas pensando cuál es la promesa que vos descubrís que el Señor te va haciendo. Una promesa al elegido que le abre nuevos horizontes insospechados y le va pidiendo confianza en esa promesa. El Señor no te llama para que te quedes ahí, te llama para verte avanzar, por más que el camino sea duro, por más que el llamado. Te llama para mostrarte nuevos horizontes- como éste que escuchábamos recién en el cuento de la bicicleta, para mostrar otros paisajes quizás yo  adelante no sabía por dónde conducir. Esto es lo que el señor hacía con Abraham el elegido y Abraham tiene por seguro el cumplimiento de una promesa que Dios le hace y, por eso, porque Dios es fiel a su palabra, Abraham es que da este paso.

“Vio una luz que venía del Cielo –dice la palabra en los hechos- y oyó una voz: – Saulo, ¿por qué me persigues?
 -¿quién eres Tú, Señor?
 –soy Jesús a quien tú persigues”. Palabra de Dios.
¿Te acordás quién era Pablo? ¿Te acordás qué hacía antes del llamado?
Te lo recuerdo: Pablo lo pe