“En el corazón de la Iglesia yo quiero ser el amor”

jueves, 1 de octubre de 2020

01/10/2020 – Hoy, en el día de la fiesta de Santa Teresita del Niño Jesús, elegimos un texto que inspiró su vida: 1 Corintios 12, 12-18.

Teresita quería ser todas las cosas dentro de la Iglesia y no encontraba su lugar , hasta que se dió cuenta de que en el corazón está todo el ser y cada una de las partes, articuladas por la fuerza de la vida.
 
El amor en el corazón de la Iglesia es donde están los pobres, los humildes, los débiles, los que sufren. Unirnos a Teresita es unirnos a ellos.
 
Te invito a que hoy tengas un gesto de amor para con alguna persona sufriente, que puedas ser como una rosa que da el buen aroma del consuelo y puedas de esta manera alegrar la vida de alguien, a través de un gesto de amor.

 

 

 

Del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo con ser muchos forman un cuerpo, así también Cristo. Porque todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, fuimos bautizados en un sólo espíritu para formar un sólo cuerpo y todos hemos recibido el mismo Espíritu, porque el cuerpo no es un miembro sino muchos. Dijera el pie:” como no soy mano no soy del cuerpo”, no por eso dejaría de ser del cuerpo y si dijera la oreja: “ya que no soy ojo no soy del cuerpo”, no por eso deja de ser del cuerpo. Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? y si todo oído, ¿dónde estaría el olfato? Pero Dios ha puesto a cada uno de los miembros del cuerpo como ha querido.

1 Corintios 12, 12 – 18

 

 

 

Pío XI, el día de la canonización de Santa Teresita expresó: se crea, a partir de la presencia de Teresita en el concierto de la vida eclesial y en la espiritualidad que alentó a su corazón, como un nuevo camino espiritual, como una nueva escuela espiritual, ésta, la del “Caminito” que ella propone, y que lo propone a partir de estar puesta en el corazón de Dios, que ha sido el texto que marcó su orientación vocacional: “En el corazón de la Iglesia yo quiero ser el amor”. Cuando leía aquella Palabra que compartimos de I Corintios 12, 13 cuando Pablo habla de la Iglesia como Cuerpo Místico de Jesús. Teresita dice: “Yo encontré mi lugar en ese cuerpo, he decidido ser el amor en el corazón de la Iglesia”. Que este amor grande de esta Santa que nos invita a aquello fundamental que Jesús dice para entender el Reino, a volver a ser como niños, nos permita encontrar y reencontrar el camino.

Queremos entrar en esta dimensión magisterial de Teresita como de hecho la ha reconocido la Iglesia. Tres mujeres son reconocidas doctoras, maestras en la espiritualidad por la Iglesia oficialmente. Santa Teresa de Ávila, Santa Catalina de Siena, y de 24 años de edad, sin estudios universitarios, sin escritos teológicos más que los que escribió en sus cartas y en su “Historia de un alma”, sin tratados ni una tesis que tengamos que estudiar, nuestra amiga y compañera de camino: Teresita del Niño Jesús.

Su doctorado y su magisterio es su vida. Estuvo tan cerca de la verdad, tan abrazada de amor a ella que Dios la hizo sabia. “El amor, decía ella, es la gran sabiduría, es el que permite entrar y penetrar en el corazón de los hermanos, de Dios y de sí mismo. El amor es una ciencia”. Cuando Teresita buscaba su vocación quería serlo todo. “Quería ser, expresó, a pesar de mi pequeñez quisiera iluminar a las almas como los profetas, como los doctores” y Dios le concedió este deseo que parecía que ella estaba intuyendo, porque como ella dice: “nunca Dios me ha hecho desear alguna cosa que luego no me haya concedido” pero pidió, nos relata el padre Ángel Rossi en un texto que les recomiendo “Teresa de Lisieux” la mimada, la misionada, la doctora, vivió la verdad con humildad durante toda su vida. “Nunca, decía Teresita, he obrado como Pilato que rehusó a oír la verdad, siempre he dicho a Dios: Oh Dios mío, quiero escucharte, respóndeme, te suplico cuando humildemente te digo ¿qué es la verdad?, has que vea las cosas tal como son, que nada me ofusque”. Intentaremos entrar en esta mañana en ese encuentro suyo con la verdad. La verdad de Dios para su vida, y esta expresada en su magisterio, en su enseñanza particularmente a las novicias que estuvieron bajo su cuidado pastoral.

El primer aspecto que vamos a dar de Teresita en esta mañana es su abandono y su confianza a Dios providente. Después, siguiendo este texto bello que el padre Rossi nos ha dejado como una hermosa herencia, veremos a Teresita como maestra de confianza en la misericordia. Y si nos alcanza el tiempo, vamos a detenernos, siguiendo esta misma enseñanza, viendo a Teresita como maestra de abnegación y de ternura.

 

Teresita maestra en el abandono y confianza a Dios providente

 

Hay un hecho particularmente, en la vida de Teresita, que marca este abandono en las manos de Dios y tiene que ver cuando ella esperaba cosas grandes de Dios porque su alma así se lo estaba pidiendo en ese vínculo particular que tenía con el Señor y entonces ella, en un acto de arrojo, de confianza absoluta, abandonada totalmente a Dios y sus designios decide ser un jueguito en sus manos: “Desde hace algún tiempo yo me había ofrecido al Niño Jesús para ser un jueguito, le había dicho que no me tratase como un juguete caro, que los niños se contentan con mirar sin atreverse a tocarlo, sino como a una pelotita sin ningún valor a la que El podría tirar al suelo, golpear con el pié, agujerear, abandonar en un rincón o bien estrechar entre sus manos si le venía la gana, en una palabra yo quería divertir al pequeño Jesús”.

La sorpresa que recibe Teresita en esta ofrenda de su vida es que el Señor, como siempre, se toma en serio nuestro ofrecimiento, nuestra entrega y cuenta ella como es que ha sido esta ofrenda de ser ella como una pelotita en las manos de Dios. “El había escuchado mi oración” dice Teresita. En Roma, después de que ella le va a pedir al Papa ingresar al Carmelo, Jesús agujereó su jueguito, quería ver lo que había dentro y después de haberlo visto, satisfecho de su descubrimiento, dejó caer al suelo su pelotita y se quedó dormido.

Esta ha sido su experiencia de encuentro con la Iglesia en Roma, al pedir junto a su papá que la acompañó, que fuera admitida para ingresar al Carmelo. Sintió que las preguntas que se le hicieron, la indagatoria al verla tan pequeñita, de alguna forma con ellos Jesús quiso agujerear su juguetito, y después Jesús se durmió. Qué hizo El mientras dormía dulcemente y qué fue de la pelotita abandonada, dice Teresita: “Jesús soñó que seguía divirtiéndose con su juguete dejándolo y tomándolo alternativamente, y luego soñó que después de echarlo a rodar muy lejos lo estrechaba contra su corazón sin permitir que ya nunca más se alejara de su manito.

Ella hace una experiencia de mucho desasosiego, desolación. Una navidad, la hermosa fiesta de navidad llegó, y Jesús no se despertó, dice Teresita, dejó en el suelo a su pelotita sin dignarse a echar sobre ella ni siquiera una mirada. Ella tenía la ilusión de poder pasar la navidad dentro del claustro, y no fue así, Dios sostenía su esperanza con delicadeza.

Cuenta la delicadeza con la que Dios la trató a esta pelotita, como dice ella, fue en las manos de Jesús durante toda su vida. “Al volver de la misa de medianoche encontré en mi habitación una palangana muy bonita y en medio un barquito que llevaba al pequeño Jesús dormido, con una pelotita a su lado. Lo había puesto mi hermana Celina y en la vela del barco Celina había escrito estas palabras: Duermo pero mi corazón vela. En el barco, en la quilla, había puesto una palabra “Abandono” a modo de nombre del barco. Si Jesús no hablaba a su pequeña prometida, dice Teresita, si todavía sus divinos ojos seguían cerrados, al menos se revelaba a ella por medio de almas que comprendían toda la delicadeza y todo el amor de su corazón”.

Teresita maestra en la confianza y misericordia de Dios.

 

Otro costado que Teresita nos muestra en su magisterio es la confianza infinita suya en la Misericordia de Dios. Y un texto que particularmente refleja este costado de su enseñanza: “Yo me considero débil, decía, cubierta de un ligero pulmón, no soy un águila, sólo tengo de ella los ojos y el corazón”.

Qué hermoso este conocimiento de sí que tiene Teresita, se reconoce frágil, se reconoce débil como un pájaro pero sabe que tiene dos elementos que sí son de águila: sus ojos y su corazón. “Porque a pesar de mi extrema pequeñez, me atrevo a mirar fijamente al sol divino, el sol del amor, porque mi corazón siente en sí todas las aspiraciones del águila, el pajarillo quisiera volar hacia ese brillante sol que embeleza sus ojos, quisiera imitar a las águilas, sus hermanas, a las que ve elevarse (acá se está refiriendo Teresita a los santos que ella conoce) lo más que puede hacer es alzar sus alitas, pero en cuánto a volar, no está en su débil poder, ¿qué será entonces?, ¿cómo hacer?, ¿morirá de pena al verse tan impotente?, de ninguna manera, El ni siquiera se afligirá, nada sería capaz de atemorizarle, ni el viento ni la lluvia (estamos hablando de la figura del pajarillo con la que ella se identifica) y si oscuras nubes llegaran a ocultarle el astro del amor, el pajarillo no se mueve, no cambia de lugar, sabe que más allá de las nubes, su sol sigue brillando, a veces, es verdad, el pajarillo se ve asaltado por la tempestad, le parece creer que no existe otra cosa más que las nubes que lo envuelven, entonces llega la hora de la alegría de la alegría perfecta para el pobre y débil pájaro, que dicha para el permanecer allí, no obstante, y seguir mirando fijamente la luz invisible que se oculta a su fe”.

Y también ella habla del pecado: “Yo lo sé, tú también lo sabes, muchas veces la imperfecta criatura se deja distraer un poco de su única ocupación, toma un granito acá y allá, corre tras un gusanillo, luego encontrando un charquito de agua, moja en el sus plumas apenas formadas, ve una flor que le gusta, y su diminuto espíritu se entretiene con la flor, en fin, no pudiendo aliar, como las águilas, el pobre pajarillo vuelve a ocuparse una y otra vez de las bagatelas de la tierra”.

Está hablando de como siente una aspiración grande por lo que Dios le pide y las limitaciones que encuentra dentro de sí misma para alcanzar aquello que siente como inspiración en su corazón. Ella tiene plena conciencia de que Dios sabe de su pequeñez y entonces dice como entiende que Dios la está contemplando en su fragilidad. “Después de todas sus travesuras, en lugar de ir a un rincón para llorar su miseria y morir de arrepentimiento, el pajarillo se vuelve hacia su amado sol, presenta a sus rayos bienhechores sus alitas mojadas, gime como una golondrina, y en un dulce canto confía”, cuenta detalladamente sus infidelidades, pensando en su temerario abandono conquistar así más dominio, atraer más plenamente el amor de aquél que no vino a llamar a los justos sino a los pecadores, y termina: “¡Oh Jesús como se alegra tu pajarillo de ser débil y pequeño, ¿qué sería de el si fuera grande? nunca tendría la audacia de comparecerse en tu presencia, de dormitar delante de Ti”

Teresita maestra de abnegación y ternura

 

“Todas las tardes, decía ella, cuando veía a Sor San Pedro agitar el reloj de arena sabía que ese gesto quería decir “vamos”. Es increíble como me incomodaba sobre todo al principio, sin embargo lo hacía inmediatamente y enseguida comenzaba toda una complicada ceremonia. Había que tomar y llevar el banquillo con el que se agarraba de una cierta manera y de otra sobre todo sin prisa, luego venía el paseo, se trataba de seguir a la pobre enferma sosteniéndola por la cintura. Yo lo hacía con toda l dulzura posible, pero si por desgracia ella daba un paso en falso, inmediatamente le parecía que yo la sostenía mal y que se iba a caer: “Dios mío, usted va demasiado a prisa, me va a hacer caer”, cuando trataba de ir más lentamente ella se quejaba: “Ponga atención, sígame, no siento más su mano, me ha soltado, voy a caer, ya decía yo que ustedes son demasiado jóvenes”, y en el encuentro con esta persona tan difícil de la comunidad Teresita va como ejercitando su corazón para poder vivir en esa ternura y en esa abnegación y dulzura con la que Dios la va formando. “Llegamos al comedor, cuenta ella, y allí surgían nuevas dificultades, allí había que hacer sentar a Sor San Pedro y obrar muy hábilmente para no lastimarla y luego había que recogerle las mangas también de una manera determinada y después yo quedaba libre, me podía ir”.

Ahí terminaba su misión, lo tenían bien claro tanto la viejita enferma como Teresita, sin embargo, sigue Teresita: “Ni tardé mucho en darme cuenta de que con sus pobres manos deformadas echaba el pan en su plato como mejor podía y entonces ya, ninguna noche la dejaba sin prestarle también ese sencillo servicio. Cuando ella no me lo había pedido, quedó muy conmovida por mi solicitud y con este medio que yo no había buscado me gané completamente su corazón. Sobretodo lo supe más tarde, porque después de haberle cortado el pan para despedirme le dirigía la mejor de mis sonrisas”.

Aquí está su ternura, aquí su dulzura, este es el corazón trabajado contra sí misma, contra la naturaleza que ante un requerimiento de este tipo se ve fuertemente contrariado y sin embargo vence Teresita dentro de sus propias limitaciones y seguramente de la queja que su propia naturaleza habrá tenido, vence con la ternura y la dulzura que la ha caracterizado.

Ojala que el Señor pueda regalarnos también a nosotros cuando nos vemos acedidados por circunstancias o por personas que nos resultan molestas en sus pedidos, requerimientos, nos veamos fortalecidos con esta gracia, este don, de poder vencer nuestra naturaleza que ante requerimientos, que cuando se ponen un poco cargosos como este relato que nos hacía Teresita, vemos como nuestra naturaleza se queja, va crujiendo interiormente.

Que el Señor nos de ese don de poder sortear las dificultades, no con la mordida de los dientes o de la lengua, sino con la Gracia de Dios que nos sostiene en estos pequeños martirios donde verdaderamente nos va formando el corazón en ternura y en abnegación.

Padre Javier Soteras