27/10/2018 – El obispo de Jujuy, monseñor (César) Daniel Fernández, fue el invitado de este sábado, donde nos dejó su testimonio de vida misionera. Nacido en el barrio porteño de Parque Chacabuco, el padre Daniel recordó que es “hijo único. Mis padres eran muy trabajadores. Mi papá era lechero, hijo de gallegos. Y mi mamá ayudaba con sus trabajos de costura. En casa no sobraba nada, con sus trabajos íbamos parando la olla para hacer el puchero”. Recordando a su madre, dijo: “Ella murió con 26 operaciones encima. Mi mamá tenía dificultades para tener hijos. Antes que yo perdió como 5 embarazos. Y con el mío, aunque los médicos le decían que no, ella lo logró, aunque corría peligro su vida. Pasó 5 meses en cama antes de que yo naciera y otro tanto después. Y yo nací justo en el día del cumpleaños de mamá. La verdad que eso fue y es un regalo de Dios porque mi madre se animó a seguir adelante a pesar de las dificultades”.
Asimismo, destacó la fe de una de sus abuelas: “Era italiana, nosotros vivíamos con mis abuelos. Y cuando yo me levantaba, la vea a mi abuela que estaba rezando el rosario o leyendo la Biblia. La imagen que tengo de ella es verla de rodillas por las mañanas y a la noche venir a mi cama a hacerme la señal de la cruz y rezar juntos el ángel de la guarda. Cuando yo estaba en el seminario, en mi formación de sacerdote, me costaba entender a Santa Teresa de Jesús. En cambio, mi abuela se leía de corrido todo lo de Teresa, tenía una gran fe”.
En relación al inicio de su vocación, el padre Daniel reconoció que “un poco surgió de chiquito, era monaguillo y jugaba a celebrar misa”. Y agregó: “Al poco tiempo que ingresé al seminario de Villa Devoto, en Buenos Aires, mi papá enfermó de cáncer y tuvo que dejar de trabajar, dejó de entrar plata en casa y ahí la cosa se puso un poquito difícil la situación. Pero mamá con mucha fe me dijo: ´Mirá hijo, lo ponemos todo en las manos de Dios. Si vos querés seguir adelante en el seminario vamos a hacer los sacrificios que hagan falta`. Como un acto de fe, vendimos todo lo que teníamos y de nuevo nos fuimos a vivir a la casa de los abuelos para que yo pudiera continuar. Y durante mi etapa de formación para sacerdote pude trabajar todos esos años mientras estaba en el seminario. Gracias a Dios me dejaban hacerlo para poder costearme los estudios”.
Por otra parte, monseñor Fernández dijo que “es una gracia enorme de Dios poder estar en medio del pueblo jujeño. El noroeste argentino es un reservorio de la fe, que forma parte de la vida cotidiana, está impregnada en la música, en las tradiciones, en la generosidad de nuestra gente. Acá no resulta extraño que yo me pare 10 veces por la calle para bendecir a las personas, hasta se forman colas por este tema. Eso en Buenos Aires no se ve. Yo disfruto tanto esto. La gente de Jujuy es muy solidaria, eso sirve de contención social”. Asimismo, el obispo jujeño subrayó al mes octubre como el momento del año en que celebran a su patrona, la Virgen de Río Blanco y Paypaya.
Por último, el padre Daniel , como lo conocen todos, nos dejó esta sentida oración misionera:
Señor Jesús, acabo de cumplir 64 años.
Con el paso de los años y las experiencias de la vida,
cada día se hace más claro el misterio de tu amor en mi vida.
Y cómo quisiera que lo descubriera cada hombre,
cada mujer que viene a este mundo.
Porque nada es casualidad.
Todo nos viene del designio de tu amor misericordioso.
Así leo mi vida y mi vocación.
A cada paso que recorro veo que todo es gracia.
Cada etapa de la vida fué admirablemente pensada por Ti.
Gracias Señor.
Así nos preparas para lo que será nuestra eternidad:
contemplar para siempre el Amor con el que somos amados.
Vuelvo a pedirte: ayudame a que pueda hacerlo conocer
a cada hombre y mujer que cruces en mi camino.
Para que nadie sufra por no sentirse amado.
Para que nadie se prive del manantial de gracia que brota de tu corazón.
Vuelvo a recordar aquella pregunta que tenía que responder
en mi catecismo para hacer la primera comunión,
hace ya muchos años:
¿Para que nos creó Dios?
Se nos preguntaba y respondíamos: “Para amarlo y servirlo en esta vida y gozarlo después de la muerte”.
Gracias porque a mis seis años se me grabó en la mente y el corazón
el sentido de la vida.
Ese sentido que nunca perdí.
Quisiera de verdad amarte más y hacerte amar más.
Servirte más y mejor y ayudar a que todos te sirvamos por amor.
Para que un día y para siempre podamos
gozar de tu presencia para siempre, Señor.
Amén.
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