27/10/2025 – En este nuevo paso del ciclo El Camino del Corazón, Aldana Sosa, coordinadora diocesana de la Red Mundial de Oración del Papa y del Movimiento Eucarístico Juvenil (MEJ) en la diócesis de Quilmes, Buenos Aires, nos guía en la tercera etapa de este itinerario espiritual inspirado en los Ejercicios de San Ignacio: “En un mundo descorazonado”.
“Venimos recorriendo un camino que comienza en el amor de Dios y continúa con la conciencia de nuestras heridas y de su salvación”, explica Aldana.El primer paso nos invitó a reconocernos amados por Dios; el segundo, a mirar nuestras heridas para dejar que Él las sane; y ahora, en este tercer paso, somos llamados a abrir los ojos del corazón para mirar el mundo con la misma ternura de Jesús.
El itinerario no se trata de etapas separadas, sino de un único movimiento interior: aprender a vivir “al estilo de Jesús”, con sus sentimientos, sus acciones y su mirada.
“Se nos invita a transformar nuestra vida para vivir al estilo de Jesús. Ser otro Cristo en la tierra.”
Aldana describe con realismo y esperanza este mundo que habitamos: bello y luminoso por la creación de Dios, pero también lleno de contradicciones, egoísmo y dolor.“Nos deslumbra y nos confunde”, dice. “A veces nos aleja de Dios y de los caminos de amor.”
Por eso, este paso nos propone orar con los ojos abiertos, contemplar la realidad y discernir qué cosas nos acercan o nos alejan del corazón de Cristo.Como invitación concreta, Aldana nos deja tres preguntas para orar en casa:
¿Qué hice por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo?
El camino ignaciano es, ante todo, una escuela del corazón.Nos enseña a reconocer las mociones interiores, a distinguir entre lo que da vida y lo que la apaga.Aldana lo resume así:
“Debemos discernir cuáles cosas nos dan vida y cuáles nos llevan por caminos de muerte.”
Este discernimiento no se hace desde la culpa, sino desde la confianza en un Dios que transforma lo pequeño, lo frágil, lo herido.“Importa lo que decidas hacer con tu vida”, dice Aldana. “Estimar la propia vida significa confiar en que Dios volverá a realizar su encarnación en mí.”
Frente a un mundo muchas veces indiferente o frío, Aldana lanza una pregunta profunda:
“¿Cómo podemos ser signos de esperanza en un mundo que muchas veces vive sin corazón?”
La respuesta, dice, está en dejar que el Señor gane nuestro corazón.El cambio no comienza afuera, sino adentro.La paz y el bien que anhelamos empiezan en el corazón de cada uno, cuando permitimos que Jesús transforme nuestra mirada y nuestra forma de amar.
Por eso, el Camino del Corazón no es una teoría espiritual, sino una experiencia concreta: mirar, discernir y actuar desde el amor de Cristo.
Aldana advierte también sobre los “falsos brillos” del mundo actual:
“El mundo es engañoso. Hay muchas verdades disfrazadas de luz que en realidad nos alejan de Dios.”
Por eso, este paso incluye una tarea para la semana: reflexionar si en nuestra vida —en el trabajo, la familia, los vínculos— somos colaboradores de la deshumanización o de la compasión.El discernimiento, recordaba San Ignacio, comienza cuando nos preguntamos desde qué espíritu actuamos: ¿desde el amor que da vida o desde el egoísmo que mata?
Antes de despedirse, Aldana propone un gesto concreto:
“Este paso nos hace salir de nosotros mismos, mirar el mundo y colaborar con la misión de Cristo. No hace falta alejarnos de Dios para vivir en el mundo: podemos ser su luz allí donde estamos.”
Su mensaje final es una síntesis del espíritu del ciclo:abrir el corazón, discernir con Jesús y elegir cada día el amor.